¡Que se supone que debo hacer! || {Gianna Hastings} ||

>>Ok, no es nada malo. Debería ser normal, pero para tí no lo es.<< se dijo a sí misma mientras caminaba por las calles atestadas de gente dirigiéndose hacia dios sabía donde.>> Solo son unas compras y nada más, como si fueran a morderte<< ¿O lo harían? Ok...su mente estaba llendo muy lejos. Respiró profundamente varias veces para vencer el nerviosismo al momento que echaba un vistazo por las tiendas en busca de algo que le "gustara". Aunque no era nada sencillo considerando que era casi alérgica a las compras, no podía mantenerse viendo ropa por demasiado tiempo o comenzaba a dominarla el sueño; sabía que era muy extraño que una chica no le interesaran las compras pero era algo que no podía evitar. ¿Y porqué estaba haciendo algo que tanto odiaba? Fácil, lo hacía por una emergencia y era que sus zapatillas habían pasado a mejor vida y solo quedaban sus botas. Y hacía énfasis en la palabra botas, porque estaban hechas para soportar la nieve y el sol en lo alto le estaba jugando una mala pasada. Por ello estaba calzando unas sandalias ligeras que se pudo conseguir con Astrid y no se estaba muriendo de calor, aunque eran de tacón alto por lo que sus tobillos la estaban matando. Sin demorarse más entró a una de las tiendas y esperó que tuvieran algo que le sirviera allí dentro; no se equivocó, pero la mayoría no era de su gusto en totalidad. Justo lo que necesitaba. Entró como pudo y observó la hilera de zapatos y sandalias que se mostraban para el consumo de la mujeres que habían a su alrededor y no se equivocó al pensar que todas sabían que buscaban. Escuchaba términos como "terraplén" o "taco chino" entre otros que jamás había pensado en escuchar; ignoró el hecho que las vendedoras la miraban con sospecha y observó las zapatillas que habían en una esquina alejada, caminó con lentitud hacia ellas y tomó una entre sus manos para juzgar la calidad de la tela. Muy delgada. Tomó otra y apretó ligeramente la punta. Muy dura la goma. Ninguna aprobó sus estándares de calidad. Frustrada por su nada exitosa búsqueda dejó la zapatilla en su lugar, hasta que sintió una presencia extraña en su espalda.- ¿La puedo ayudar en algo?- preguntó una de las chicas que atendía, casi dio un salto al ser abordada con tan poca delicadeza y se giró lo suficiente como para responderle.- No, gracias.- para fingir una sonrisa, ella le respondió del mismo modo y se alejó unos metros. Bufó exasperada por su mala suerte y cayó en cuenta que una rubia había estado casi a su lado mirando unos zapatos. Casi desesperada por una ayuda se acercó a ella y tocó su hombro con suavidad para llamar su atención.- Disculpa...- frunció los labios y bajó la voz.- ¿Podrías decirme donde podría hallar una zapatería con buenas zapatillas? Soy algo nueva aquí y no soy aficionada por las compras.- le ofreció una sonrisa sincera pero algo torcida y esperó, e incluso rogó, que le pudiese responder de manera positiva.

No podía explicar lo bien que le sentaba un día libre. Aquello era lo mejor que le podía haber pasado. Aunque, debido a su falta de amigas de su mismo sexo, Gianna siempre acabase durante sus días libres dando vueltas como una solitaria neoyorkina más.
Se vistió a su estilo, marcando siempre sus curvas. Se aplicó una ligera pero sugerente capa de maquillaje, se calzó unas sandalias de tacón y salió con la idea de comprar algo o simplemente pasarse por la oficina de su agente a ver si había llegado algo más de trabajo.

Gianna trabajaba como modelo desde la adolescencia. Fue descubierta en un centro comercial un día que acompañó a su madre a la peluquería. Desde entonces, aunque habían pasado años, le seguían llegando ofertas para hacer algo de publicidad para revistar y promocionar algunas marcas poco conocidas. Pero la realidad era que Gianna detestaba su trabajo. Le aportaba el dinero suficiente para pagarse los estudios por su cuenta, eso era cierto, pero no le gustaba nada saberse el objeto de deseo de alguien que no fuese también el suyo. Odiaba que la gente la parara por la calle para pedirle una foto o esa clase de cosas.

Pensó que con el pelo recogido en una coleta alta y llevando unas gafas de sol la gente no se fijaría en ella, y en un principio pareció funcionar. Se paseó por diferentes tiendas en busca de una cazadora nueva y unos nuevos zapatos de tacón alto para cuando saliese de fiesta. Encontró la tienda perfecta para encontrar los zapatos, pero mientras se los probaba se dio cuenta de que no le terminaban de convencer. Estaba a punto de irse cuando alguien le tocó en el hombro. Se giró y se encontró frente a frente con una chica de más o menos su edad, que le preguntaba por una tienda de zapatillas.

-¿Zapatillas? Hum... creo que conozco una buena tienda. Está calle abajo. Si quieres te acompaño, como dices que eres nueva no quiero que te pierdas. Por cierto, soy Gigi.

No quería quedar como una loca a menos de unas semanas de haber llegado, pero el dolor en sus pies la estaba matando. No era menos decir que jamás hacía usado tacones y solo unas cuantas horas antes de salir había aprendido a caminar con ellos sin que sus tobillos sufrieran una torcedura momentánea. Pensó que podría soportar hasta que tuviera las zapatillas compradas, pero su realidad era otra. No soportaría caminar ni un metro más. Quería más que nada sacarse esos zapatos del infierno y disfrutar el piso frío contra sus pies; aunque si llegaba a hacer eso tendría que aceptar una de dos posibles repercusiones: Se sacaba los tacones y caminaba a pies descalzos por la calle, para evitar el dolor y aceptar que la chica la mirara como una loca; o soportaba el dolor y pasaba eso con honor. No pudo hacer lo último. Casi en un suspiro triunfal se sacó los tacones negros y sonrió al sentir ese pequeño escalofrío que la recorría cuando su piel entraba en contacto con algo de menor temperatura que ella. Se obligó a enderezarse para juntar algo de orgullo y miró a la chica tratando de esbozar una sonrisa; aunque fue allí que cayó en cuenta que eran casi de la misma estatura, cosa que era extraña dada por su monumental estatura de 1,90. Un punto a anotar: habían más chicas con una estatura como la de ella. Salió de sus pensamientos y tomó los tacones por la curva del talón por sus dedos indice y medio, para luego excusarse por su anterior actuar.- No aguanto el dolor-. sonrió de medio lado y añadió.- debes estar pensando: "...¿y esta demente?" pero tengo una excusa para esto. Jamás he usado tacones y no pensé que sería tan horroroso utilizarlos por primera vez; es por eso que busco unas zapatillas.- Sabía muy bien que las demás mujeres las estarían mirando con curiosidad y más aún cuando Meg se había quitado los zapatos sin disimular nada; aunque poco le importaba la opinión de esas mujeres. En nada. Con solo una mano libre, y la otra parcialmente libre, movió su cabello hacia un lado de su cuello para librarse de las pequeñas puntas rizadas que le hacían cosquillas en el borde inferior de su mandíbula, esperando la respuesta de la rubia, hasta que habló. Casi se asustó por la facilidad con que se ofreció en ayudarla, ¿No que los de New York caminaban con el lema "Tú por tu camino y yo por el mío" y fue una bonita sorpresa encontrarse a una de ellos que no lo siguiera. Sonrió sinceramente y respondió agradecida.- No sabes cuanto te agradecería que hicieras eso y soy Megera, pero dime Meg. Un placer conocerte.- Miró los tacones que ahora estaban en sus manos.- Aunque si ahora dudas de tu decisión no pasará nada...- le sonrió y apuntó con sus dedo los tacones. Sopló con suavidez un pequeño mechón en su frente, que se había colado cerca de sus ojos, para moverlo de allí y movió con su mano su bolso hacia su espalda, para evitar que se cayese.