Tras los pasos (Colin Sheperd)

El interés por este tema era meramente informativo pero había quien creía que debía de haber una implicación mayor, que era hora de cambiar cosas, de redimirse y actuar en consecuencia, que huir del pasado no era opción. ¿Pero y si lo ves como una organización de datos? ¿A quién le prestarías atención? ¿A quien te da dinero a quien te lo quita?. No había prueba que demostrase empíricamente tales resultados, la decisión no fue racional sino emocional y ahora se encontraba en la misma situación, no, peor, los actos o mejor dicho, la ausencia de ellos tendrían una mayor consecuencia, ahora había más que perder que antes y poco que ganar.
Su hermano John era un sentimental o quizás se había cansado de cuidar a un universitario o pretendía formar su propia familia o simplemente consideraba que ya era hora de conocer al muchacho y ver lo que me estaba perdiendo. Su corazón latía más fuerte que el mio, era algo que se sabía desde que eran niños, todo el mundo sabía que no se podría contar conmigo para la familia, de ahí la sorpresa cuando me coloqué un anillo pero no siempre fui así, lo que entonces sucedió dio lugar a esto, a este niño no deseado y que no deseo pero del que ya no me puedo deshacer.

La gente entra y sale de la cafetería ajenos a si mismos, viviendo locamente como si lo de hoy no tuviera repercusión mañana, así lo creía y es una falsa ilusión. Carpe diem tiene dos filos, pero solo vemos uno hasta que el otro nos corta sacándonos las entrañas y riéndose a carcajadas de nuestro ahogo. Respirar hondo en estas situaciones es vital para continuar y resistir la tentación de sacar la cartera para mirar la foto del muchacho por si se me olvida su cara y no le reconozco. Encerrona por donde se mire, para los dos, John sabía como montar buenas fiestas, mejores aún si él era que no tenía que estar presente, debe de estar riéndose de mi sentado en su sillón con una cerveza en la mano y un partido en la televisión, la culpa es mía por dejarme convencer que era la hora.

El aliento me fallaba, sentía como si un pequeño engendro se hubiese depositado en mi estómago y dedicara cada segundo de su existencia a revolverme las entrañas para hacerme sentir aquella sensación tan incómoda. La llamada me había tomado totalmente por sorpresa, sabía que ese día llegaría, que mi misión principal al haber viajado a otro continente era ver a mi familia pero... No me sentía preparado, en mi interior se mezclaba la emoción con la rabia ¿Qué se supone que tenía que sentir realmente? Tenía unas infinitas ganas de verlo, eso no lo puedo negar, yo sabía perfectamente que la ausencia de un padre era algo que me había hecho mucho daño a lo largo de mi existencia, pero a la vez que ansiaba tenerlo, me hacía más daño aún saber que existía y que no se había preocupado en absoluto por mi.

El viaje hasta la cafetería duro menos de lo que hubiese querido, mis nervios seguían a flor de piel y yo no lograba hacerme a la idea de lo que iba a ocurrir a continuación. Saqué la foto del bolsillo, la misma foto que tuve desde que me había encontrado por primera vez con Mike, rogando que no hubiera cambiado y que lograra reconocerlo entre la multitud. 

Entré al lugar, esquivando a la gente y mirando por encima de las cabezas de los demás, buscando la cara de uno de los participantes a la hora de concebirme. No tardé prácticamente nada en verlo, y sentí como si el mundo diera un vuelco al distinguirlo. Allí estaba, sentado, tan tranquilo, como si no le afectara en absoluto nada de lo que pasara a su alrededor, como si no le importara el mundo en absoluto. Me acerqué a paso lento pero decidido hasta él, sortándo el montón de sillas y mesas de la estancia, una vez a su lado le dediqué media sonrisa forzada y lo miré nervioso -Hola, esto... ¿Thomas?- Pregunté, resistiéndo la tentación de mirar la foto una vez más para comprobarlo -Soy Colin.- dije tendiéndole la mano con inseguridad.