Encuentros (Mike Sheperd)

La tranquilidad y frialdad había ganado en las votaciones. Alguien se estaba dedicando a hacer negocios con la salud de las personas y no podían acudir a la policía, de nada servía porque se sospechaba que había implicados dentro del cuerpo de seguridad, y sin pruebas era difícil demostrar la verdad. El debate sobre quien debía ir fue como jugar al quema, correr para que la pelota caliente no te pille y como no estaba invitado a la reunión me abrasaron, la negativa al encuentro costaba el despido y un conjunto de calumnias con documentación falsa sacadas de detectives privados que cobraban sin importar la veracidad de los hechos, pero que se puede esperar de políticos, porque al fin y al cabo, los directores y miembros del consejo de un hospital son eso, políticos, y yo, por mucho prestigio, solo soy un simple empleado untado con un pasado demasiado movido como para no hacer ruido.

El traje me iba perfecto, mi ultima adquisición, la pena es que se vea manchado por esta treta interminable de contrabando, espero divertirme, el peligro es divertido, los enigmas son divertidos, perder la vida por un mal negocio, no tanto, pero aquí estábamos. Entré en el lugar y busqué con la mirada, la zona concreta estaba entre unas columnas que tapaban la visión de la puerta y desde ella, si querías ver el rostro del que estaba o del que venía tenías que descubrirte, muy bien pensado, no podías pasar de largo porque se cerraba el camino con una pared, era un trampa para los dos, las ventajas venían con el ingenio, con la palabrería. Me fui acercando tomándome mi tiempo, cabello rubio, daba la espalda a la puerta, así se aseguraba aún más  mi presencia, fui hasta su altura y la pasé para desabrocharme un botón de la chaqueta y sentándome frente a él, vale, esto no me lo esperaba.

Cierto era que en su vida había cometido casi todo tipo de actos, había tratado mal a las mujeres, las usaba para sus propios beneficios y no respondía ante ellas, había consumido alcohol hasta apretar la mandíbula, sustancias estimulantes, sustancias relajantes, había abiertos coches ajenos, motos que no había pagado, y se había colado en casa cerradas para pasar alguna que otra noche en su juventud pero nunca en asuntos de palabras mayores y esto lo era. Jamás habría pensado que alguno de mis hijos se pudiera dedicar a algo así, no por el asunto del que se trataba sino porque, teniendo en cuenta con quienes se habían criados, no creía que salieran con pelotas suficientes como para meterse en algo de esta envergadura, pero la vida te da sorpresas y esta era mayúscula, uno de mis vástagos era un pequeño empresario en auge en un negocio peligroso, todos los son, pero este tenía más inri que los demás.

-Hijo, creo que soy yo tú cita

Era una situación incómoda, no ponía la mano en el fuego por los del hospital, perfectamente lo podía haber engañado, por lo pronto nadie le había dicho que al que esperaba Mike se llamase Randy, claro que ninguno de los que lo habían enviado lo sabía, presuntamente, porque no me extrañaría nada que los del consejo estuviesen implicados ¿qué sabría Mike? ¿hasta dónde estaría metido? ¿era un simple intermediario o hacía algo más?

-¿Alguna vez has visto destripar a alguien?

Apontoqué la espalda contra el mullido respaldo con una sonrisa de medio lado, era divertido en cierto modo, yo sabía lo que era abrir a alguien en canal tanto vivo como muerto, sabía lo que era coger sus órganos y sentirlos en las manos, era una sensación muy peculiar y su olor chissttt, no todo el mundo puede con ello y alguien que estudia bioquímica como él, los cuerpos, en teoría, no le van mucho. Su lenguaje corporal me diría si era él o algún cómplice conocido, estaba seguro que era alguien de dentro pero eso no quiere decir que el de dentro sea capaz y le hayan pagado para que se ausente y los que van hagan el trabajo. Esto era una trama digna de espionaje, quizás pudiese sacar algo de todo esto sin mancharme las manos.