2013
Ahora mismo si estas planteándote en inscribirte en esta prestigiosa universidad es por que has pasado esta etapa, pero bueno, ¡eso cosa del pasado! Olvídalo, pon eso en un rincón de tu memoria.
Ahora estás viviendo el año 2013 en la Universidad de Brown, situada cerca del corazón de Nueva York.
¿Estás aquí por elección propia, por el sueño de convertirte en alguien famoso en la vida? ¿Por qué tus padres tienen una cuenta bancaria muy grande? ¿O tal vez por obligación?
Sea la razón que sea el resultado es el mismo, estas en una de las mejores universidades de América, pero aquí no te daremos 'la comida masticada' lo cual si de verdad deseas llegar a ser alguien en la vida tendrás que currártelo, aquí no regalamos nada.
¡Casi lo olvido! Tal vez exijamos mucho, pero tampoco descartes la idea de tener un poco de diversión. Fiesta, alcohol, sexo, drogas.
En resumen, el libertinaje total.
Para Algunos, la diversión significa dormir en tantas camas como sea posible, para otros, las compras y manicura son las cosas más importantes en su vida y siempre habrá los -por su padres- tienen dinero y reputación.
Pero dejando todo eso atrás, en la oscuridad de Brown se esconden varias personas que pertenecen a una especie de secta, un grupo donde su intenciones no son exactamente buenas. Se hacen reconocer por 'la logia', una panda de personas donde jugarán con cualquier persona que les apetezca. Les gusta ver sufrir a los demás, viven a costa de ellos. ¿Que pasa? ¿A caso tienes miedo de ser su próximo elegido? Tranquilo, como en los cómics y películas de Stan Lee donde hay un villano, hay un super héroe, e aquí nuestros super héroes se hace llamar anti logia, un grupo donde quieren la paz en la universidad y acabar con toda esa crueldad.
Y dime, ¿quien eres tu? ¿Eres un becado? ¿Un estudiante normal? ¿O tal vez te guste la idea de pertenecer a la logia? Otra posibilidad es que quieras cumplir el sueño de todo niño, ser un super héroe y pasar a ser miembro de la anti logia pero...
Seas lo que seas, se bienvenido a Brown University.
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She loves ME, yeah, yeah, yeah! || Ryssa.
2 participantes
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She loves ME, yeah, yeah, yeah! || Ryssa.
Para un lado, para el otro. Definitivamente estaba incómodo. Podría ser porque solo tenía una sábana delgada encima, o porque uno de mis compañeros de curso estaba recostado en mis pies, por completo ebrio y sin dejarme mover un solo dedo. Estiré mi brazo y tomé mi móvil. Mis ojos se abrieron como platos. ¡Las dos de la tarde! Era lógico quedarse dormido tanto tiempo. El ambiente estaba tan cargado de cansancio, con seis cuerpos durmiendo profundamente –dos en cada cama–, que ninguno se había tomado la molestia de despertar cuando el único rayo de luz entró en la habitación, colándose entre las cortinas.
Trabajos finalizados. No había más que hacer. Desde el primer curso, hasta el último. ¡Había sido una noche para festejar! Puede que fuera de los tipos tranquilos, esos que preferían tomarse unas cuantas cervezas y terminar la reunión entre amigos, sin embargo, en ocasiones era bueno cambiar un poco, dejarse llevar simplemente por la emoción del momento. ¿Qué mejor que una oportunidad así para salir a bailar, en busca de chicas o chicos? Lo que fuera, pero que me gustara. Después de todo, no tenía a quién rendirle cuentas, ni a quién decirle a dónde iba, por qué y con quiénes. Era como que celebrar los trabajos terminados y mi soltería que jamás dejé de tener. Obviamente, por eventos sucedidos hace varios días, donde creí encontrar a una persona que podía ser la indicada, pero al final resultó ser lo contrario.
Había quedado encontrarme con Ryssa a las tres para tomar un café, conversar un poco. Con cuidado de no molestar me incorporé sobre la cama, pasando una de mis manos entre mis cabellos, tirándolos atrás. Bostecé, aunque me parecía extraño que todavía tuviera sueño. Regresé mi móvil a su lugar original y me levanté de la cama, tambaleándome. Débil. Cansado. Con dolor de cabeza. “Eso se llama resaca”, dijo mi consciencia. La ignoré, como últimamente venía haciendo cada vez que metía su “boca” donde nadie la llamaba.
Una ducha, una ropa ligera y cómoda. Estaba listo. Me puse la bufanda rodeándome el cuello y salí de la universidad. Lo bueno era que nuestro sitio de encuentro: Starbucks, estaba cerca. Llegué caminando a paso tranquilo, tan puntual como de costumbre. Detestaba que para una cita -ya sea de amigos, pareja, familia- las personas llegaran tarde. Empujé despacio la puerta de entrada y la vi en la caja, de espaldas a mí. Esos cabellos castaños oscuros, largos y brillantes, los reconocería a kilómetros de distancia. Negué con la cabeza, en un gesto de desaprobación. ¡Ya estaba ordenando! ¡Y eran las tres en punto!
Mis pies avanzaron, hasta que pude colocar mis manos a ambos lados de su cintura de forma delicada. —¿Me pides un Cappuccino o te hago cosquillas?—la amenacé cerca del oído de su oído y luego le planté un beso sonoro en su mejilla. Cosquillas, una gran idea para molestarla.
Miré a la cajera por sobre su hombro, quien tenía una expresión sorprendida que al instante cambió por una sonrisa agradable, tal y como me gustaban. Seguro primero pensó: "Le quiere robar", para después: "Oh, seguro es su novio". Pues, ni uno, ni lo otro. Aunque lo segundo no lo descartaba en verdad... bueno, sí, nunca había estado con una chica, pero estaba seguro de que si elegía una, sería como Ryssa, sin dudas. "Estás divagando", reclamó mi voz interior. Sí, quizás sí... quizás...
#Atuendo.
Trabajos finalizados. No había más que hacer. Desde el primer curso, hasta el último. ¡Había sido una noche para festejar! Puede que fuera de los tipos tranquilos, esos que preferían tomarse unas cuantas cervezas y terminar la reunión entre amigos, sin embargo, en ocasiones era bueno cambiar un poco, dejarse llevar simplemente por la emoción del momento. ¿Qué mejor que una oportunidad así para salir a bailar, en busca de chicas o chicos? Lo que fuera, pero que me gustara. Después de todo, no tenía a quién rendirle cuentas, ni a quién decirle a dónde iba, por qué y con quiénes. Era como que celebrar los trabajos terminados y mi soltería que jamás dejé de tener. Obviamente, por eventos sucedidos hace varios días, donde creí encontrar a una persona que podía ser la indicada, pero al final resultó ser lo contrario.
Había quedado encontrarme con Ryssa a las tres para tomar un café, conversar un poco. Con cuidado de no molestar me incorporé sobre la cama, pasando una de mis manos entre mis cabellos, tirándolos atrás. Bostecé, aunque me parecía extraño que todavía tuviera sueño. Regresé mi móvil a su lugar original y me levanté de la cama, tambaleándome. Débil. Cansado. Con dolor de cabeza. “Eso se llama resaca”, dijo mi consciencia. La ignoré, como últimamente venía haciendo cada vez que metía su “boca” donde nadie la llamaba.
Una ducha, una ropa ligera y cómoda. Estaba listo. Me puse la bufanda rodeándome el cuello y salí de la universidad. Lo bueno era que nuestro sitio de encuentro: Starbucks, estaba cerca. Llegué caminando a paso tranquilo, tan puntual como de costumbre. Detestaba que para una cita -ya sea de amigos, pareja, familia- las personas llegaran tarde. Empujé despacio la puerta de entrada y la vi en la caja, de espaldas a mí. Esos cabellos castaños oscuros, largos y brillantes, los reconocería a kilómetros de distancia. Negué con la cabeza, en un gesto de desaprobación. ¡Ya estaba ordenando! ¡Y eran las tres en punto!
Mis pies avanzaron, hasta que pude colocar mis manos a ambos lados de su cintura de forma delicada. —¿Me pides un Cappuccino o te hago cosquillas?—la amenacé cerca del oído de su oído y luego le planté un beso sonoro en su mejilla. Cosquillas, una gran idea para molestarla.
Miré a la cajera por sobre su hombro, quien tenía una expresión sorprendida que al instante cambió por una sonrisa agradable, tal y como me gustaban. Seguro primero pensó: "Le quiere robar", para después: "Oh, seguro es su novio". Pues, ni uno, ni lo otro. Aunque lo segundo no lo descartaba en verdad... bueno, sí, nunca había estado con una chica, pero estaba seguro de que si elegía una, sería como Ryssa, sin dudas. "Estás divagando", reclamó mi voz interior. Sí, quizás sí... quizás...
#Atuendo.
M. Torsten Dietrich- Fecha de inscripción : 08/08/2013
Edad : 31
Localización : Aquí.
Re: She loves ME, yeah, yeah, yeah! || Ryssa.
El sol se filtraba a través de las rendijas de la persiana. Un rayo de luz juguetón decidió que si no tenía nada mejor que hacer, lo mejor era dedicarse a despertar a desconocidos. Y, así fue como, sin invitarla ni a una copa, sin saber ni siquiera su nombre, apuntó a los ojos cerrados de Ryssa Kirgyakos. Qué bastarda.
Remolona, la castaña se hizo una bola y giró su cuerpo, buscando unos preciados minutos más. Estaba tan cómoda... el colchón era tan mullido, el edredón suave le acariciaba la piel y la almohada era blanda bajo su cabeza. En fin, aquella cama era mejor que la suya de muelles que le atacaban sin piedad. Y entonces se incorporó de golpe con el ceño fruncido.
-¡¿Qué diablos...?! -¡¿Dónde estaba?! Vale, no debía perder la calma. En realidad, bueno, había tenido peores despertares, no sé, al menos no estaba en una cuneta en el coche de un tío que la invitó a una copa. En su defensa diré que bebió absenta, demasiada y aquel hombre era muy guapo. O eso pensó en su momento, ahora no recordaba su rostro. Lo bueno es que más tarde se enteró de que se habían ido juntos en coche porque les dio un arranque de secuestrar patos en un parque. Eso explicaría porque había uno en la parte de atrás del coche. Ella prefiere decir que fue una noche intensa, pasional y madura, pocos conocen la aventura de los patos.
¡Pero centrémonos! Sacudió enérgicamente la cabeza, como si buscase despejarse pero en lugar de eso se mareó. Grandes esfuerzos en momentos de resaca, oscuros tiempos estos. Se escaqueó de la cama, comprobando que llevaba toda la ropa puesta. Sí, todo en orden. Salió de la habitación y los recuerdos vinieron de golpe. Anoche la fiesta había sido en esa misma casa y se ve que en el apogeo de su borrachera, Ryss vio maravilloso echar a una pareja apasionada de la cama para meterse ella a dormir. Muy propio de Kirgyakos. La castaña atravesó el pasillo, esquivando a los zombies mañaneros y rescató su chaqueta, se colocó sus gafas de sol de montura redonda y salió de allí despidiéndose con un: "¡Bonita casa, a la siguiente me pido otra vez la cama grande!".
De camino a casa, miró su móvil varias veces para asegurarse de que llegaría puntual, de hecho, aunque su cuerpo le pedía a gritos dormir, ver a Torsten le apetecía más. Él era una de las pocas personas que conocía la historia de los patos, imaginad hasta que punto le caía bien a la joven. Tenían sus días, más bien ella, porque él era encantador. De veras, una de esas personas que a veces pegarías pero que después te sonreía de una forma tan sincera que se te olvida el motivo. Ryssa, por mucho que dijese que odiaba eso, era lo que más le gustaba de él. Por eso nada más llegar a su apartamento, se arregló y salió por la puerta rápidamente hacia el Starbucks. Cuando llegó se detuvo a mirar que tomar y no tardó en sentir las manos cálidas de Tors. Alzó las manos en señal de rendición pero en sus labios floreció una sonrisa alegre y divertida que contrastaba con las salvajes que se dibujaban en ellos habitualmente.
-Ante semejante amenaza, te lo pido y te invito al Cappuccino. -Trató de poner una voz para la circunstancia pero su sonrisa la delataba. Se giró y le propinó un beso en la mejilla de vuelta, algo raro, puesto que seamos sinceros, Ryssa si no había sexo después, no solía mostrarse cariñosa. No por nada en especial, simplemente no le salía, la diferencia es que con él, bueno, era él y esa era la única explicación que daba. Le salía y ya, era un buen amigo.-Que guapo vienes, ¿de resaca? -Dijo mirándole por encima del cristal oscuro de las gafas, bajándoselas hasta la punta de la nariz mientras se reía entre dientes. Recordó que tenían que pedir así que se volteó hacia la cajera- Un Cappuccino para él, para mí un Mocha Frappuccino. A nombre de Tor, dios del trueno, pero tienes que decirlo todo cuando nos llames, ¿eh? Que la gente quiero que sepa que me codeo con seres divinos. -Bromeó, guiñándole ojo de manera cómplice al moreno y alejándose en busca de una mesa con sofás tan rollo hipster como el local.
Remolona, la castaña se hizo una bola y giró su cuerpo, buscando unos preciados minutos más. Estaba tan cómoda... el colchón era tan mullido, el edredón suave le acariciaba la piel y la almohada era blanda bajo su cabeza. En fin, aquella cama era mejor que la suya de muelles que le atacaban sin piedad. Y entonces se incorporó de golpe con el ceño fruncido.
-¡¿Qué diablos...?! -¡¿Dónde estaba?! Vale, no debía perder la calma. En realidad, bueno, había tenido peores despertares, no sé, al menos no estaba en una cuneta en el coche de un tío que la invitó a una copa. En su defensa diré que bebió absenta, demasiada y aquel hombre era muy guapo. O eso pensó en su momento, ahora no recordaba su rostro. Lo bueno es que más tarde se enteró de que se habían ido juntos en coche porque les dio un arranque de secuestrar patos en un parque. Eso explicaría porque había uno en la parte de atrás del coche. Ella prefiere decir que fue una noche intensa, pasional y madura, pocos conocen la aventura de los patos.
¡Pero centrémonos! Sacudió enérgicamente la cabeza, como si buscase despejarse pero en lugar de eso se mareó. Grandes esfuerzos en momentos de resaca, oscuros tiempos estos. Se escaqueó de la cama, comprobando que llevaba toda la ropa puesta. Sí, todo en orden. Salió de la habitación y los recuerdos vinieron de golpe. Anoche la fiesta había sido en esa misma casa y se ve que en el apogeo de su borrachera, Ryss vio maravilloso echar a una pareja apasionada de la cama para meterse ella a dormir. Muy propio de Kirgyakos. La castaña atravesó el pasillo, esquivando a los zombies mañaneros y rescató su chaqueta, se colocó sus gafas de sol de montura redonda y salió de allí despidiéndose con un: "¡Bonita casa, a la siguiente me pido otra vez la cama grande!".
De camino a casa, miró su móvil varias veces para asegurarse de que llegaría puntual, de hecho, aunque su cuerpo le pedía a gritos dormir, ver a Torsten le apetecía más. Él era una de las pocas personas que conocía la historia de los patos, imaginad hasta que punto le caía bien a la joven. Tenían sus días, más bien ella, porque él era encantador. De veras, una de esas personas que a veces pegarías pero que después te sonreía de una forma tan sincera que se te olvida el motivo. Ryssa, por mucho que dijese que odiaba eso, era lo que más le gustaba de él. Por eso nada más llegar a su apartamento, se arregló y salió por la puerta rápidamente hacia el Starbucks. Cuando llegó se detuvo a mirar que tomar y no tardó en sentir las manos cálidas de Tors. Alzó las manos en señal de rendición pero en sus labios floreció una sonrisa alegre y divertida que contrastaba con las salvajes que se dibujaban en ellos habitualmente.
-Ante semejante amenaza, te lo pido y te invito al Cappuccino. -Trató de poner una voz para la circunstancia pero su sonrisa la delataba. Se giró y le propinó un beso en la mejilla de vuelta, algo raro, puesto que seamos sinceros, Ryssa si no había sexo después, no solía mostrarse cariñosa. No por nada en especial, simplemente no le salía, la diferencia es que con él, bueno, era él y esa era la única explicación que daba. Le salía y ya, era un buen amigo.-Que guapo vienes, ¿de resaca? -Dijo mirándole por encima del cristal oscuro de las gafas, bajándoselas hasta la punta de la nariz mientras se reía entre dientes. Recordó que tenían que pedir así que se volteó hacia la cajera- Un Cappuccino para él, para mí un Mocha Frappuccino. A nombre de Tor, dios del trueno, pero tienes que decirlo todo cuando nos llames, ¿eh? Que la gente quiero que sepa que me codeo con seres divinos. -Bromeó, guiñándole ojo de manera cómplice al moreno y alejándose en busca de una mesa con sofás tan rollo hipster como el local.
Ryssa A. Kirgyakos- Fecha de inscripción : 08/08/2013
Re: She loves ME, yeah, yeah, yeah! || Ryssa.
Si tenía que describir a Ryssa en una sola palabra sería: auténtica. Era de ese tipo de personas que encontrabas buscándolas debajo de las piedras, porque eran muy escasas en una sociedad como esta, como en Nueva York. Ella hacía y deshacía con su vida como quería, convirtiéndose también en la chica más independiente que conocía a tan corta edad. Me recordaba a mí, solo que más pegada al licor, fiestas, desarreglos, locuras, sexo, entre otras cosas más…. Pensándolo bien, lo único que teníamos en común era que, a pesar de nuestras diferencias, nos soportábamos y nos complementábamos de una manera que muchos envidiarían. Más de lo que me envidiaban los hombres a mí cuando me veían a su lado, pues era –según veía– el único chico con el que no temía ponerse un poco cariñosa sin tener contacto físico profundo después. Me sentía especial para ella. Y vaya que ella lo era para mí. Además de ser una chica preciosa, su personalidad me había cautivado.
Su ademán de rendición me pareció excelente. Las cosquillas siempre eran efectivas cuando se trataban de las chicas. Por alguna razón, eran más sensibles con respecto a ellas. Cuando me preguntó acerca de la resaca, hice una mueca afirmativa. Tenía resaca, así como ella estaba trasnochada y había hecho quién sabe qué durante horas. A ambos se nos notaba a kilómetros de distancia el cansancio, pero no nos impedía vernos. Solté su cintura con delicadeza mientras hacía el pedido. No pude evitar darle presionar suave su costilla derecha cuando oí lo que le dijo a la cajera. Luego del guiño encantador que me regaló, pude ver sus ojos llamativos, y la dejé avanzar hacia las mesas.
Le hice una seña con la mano a la encargada para que se acerque, y cuando lo hizo me incliné hacia ella de forma cautelosa por encima de la caja. —En realidad es Tor, hijo de Odín, Dios del Trueno —le dije en tono cómplice, para luego sonreírle bastante divertido. Mi nombre provenía de Thorstein, que era en referencia a Thor, el asgardiano de los comics. Desde pequeño, sobre todo desde que llegamos a Estados Unidos, había sido el blanco de diversas bromas con respecto a eso y me entretenía mucho, me parecía divertido. Incluso agarraba los martillos que tenía mi papá de su trabajo, cuando niño, y me ponía a hacer tipo mini-obras de teatro de los comics que leía de Thor. No me podía quejar de mi infancia.
Rápidamente ubiqué a Ryssa, sentada en una mesa de peculiar estilo. Me senté frente a ella. El que estuviera con gafas me dificultaba un poco la comunicación, pues tendía a ver más respuestas en los ojos de las personas que al escuchar sus propias palabras. Rápidamente ubiqué a Ryssa, sentada en una mesa de peculiar estilo. Me senté frente a ella. El que estuviera con gafas me dificultaba un poco la comunicación, pues tendía a ver más respuestas en los ojos de las personas que al escuchar sus propias palabras. —He estado meditando en el gran placer que pueden proporcionar unos ojos hermosos en el rostro de una mujer bonita —dije en tono solenme, como cuando estaba sobre un escenario actuando. ¿Quién había dicho esas palabras? Nada más y nada menos que Mr. Darcy, de Orgullo y Prejuicio. Una cita digna de repetir cuando se trataba de una chica que calzaba con las cualidades perfectamente como ella. —Una lástima que no te veré mucho a los ojos —murmuré con pesar, dramático. —¿Qué tal la noche? —pregunté con una sonrisa de oreja a oreja, ansioso por escuchar qué le había pasado.
Lo bueno de verme con ella es que siempre le ocurrían cosas dignas de contar, con las cuales me hacía reír en gran parte, por más que en otras ocasiones lograba que la regañara por ser tan descuidada en su comportamiento. A veces me sentía como su hermano mayor, una sensación agradable a pesar de todo, pues, con una hermana así, me hubiera vuelto loco. Tamborileé mis dedos sobre la mesa mientras tanto, esperando que la encargada no tardarse mucho en traer nuestros cafés. El que me llamara como Ryssa y yo le habíamos pedido sería épico.
Su ademán de rendición me pareció excelente. Las cosquillas siempre eran efectivas cuando se trataban de las chicas. Por alguna razón, eran más sensibles con respecto a ellas. Cuando me preguntó acerca de la resaca, hice una mueca afirmativa. Tenía resaca, así como ella estaba trasnochada y había hecho quién sabe qué durante horas. A ambos se nos notaba a kilómetros de distancia el cansancio, pero no nos impedía vernos. Solté su cintura con delicadeza mientras hacía el pedido. No pude evitar darle presionar suave su costilla derecha cuando oí lo que le dijo a la cajera. Luego del guiño encantador que me regaló, pude ver sus ojos llamativos, y la dejé avanzar hacia las mesas.
Le hice una seña con la mano a la encargada para que se acerque, y cuando lo hizo me incliné hacia ella de forma cautelosa por encima de la caja. —En realidad es Tor, hijo de Odín, Dios del Trueno —le dije en tono cómplice, para luego sonreírle bastante divertido. Mi nombre provenía de Thorstein, que era en referencia a Thor, el asgardiano de los comics. Desde pequeño, sobre todo desde que llegamos a Estados Unidos, había sido el blanco de diversas bromas con respecto a eso y me entretenía mucho, me parecía divertido. Incluso agarraba los martillos que tenía mi papá de su trabajo, cuando niño, y me ponía a hacer tipo mini-obras de teatro de los comics que leía de Thor. No me podía quejar de mi infancia.
Rápidamente ubiqué a Ryssa, sentada en una mesa de peculiar estilo. Me senté frente a ella. El que estuviera con gafas me dificultaba un poco la comunicación, pues tendía a ver más respuestas en los ojos de las personas que al escuchar sus propias palabras. Rápidamente ubiqué a Ryssa, sentada en una mesa de peculiar estilo. Me senté frente a ella. El que estuviera con gafas me dificultaba un poco la comunicación, pues tendía a ver más respuestas en los ojos de las personas que al escuchar sus propias palabras. —He estado meditando en el gran placer que pueden proporcionar unos ojos hermosos en el rostro de una mujer bonita —dije en tono solenme, como cuando estaba sobre un escenario actuando. ¿Quién había dicho esas palabras? Nada más y nada menos que Mr. Darcy, de Orgullo y Prejuicio. Una cita digna de repetir cuando se trataba de una chica que calzaba con las cualidades perfectamente como ella. —Una lástima que no te veré mucho a los ojos —murmuré con pesar, dramático. —¿Qué tal la noche? —pregunté con una sonrisa de oreja a oreja, ansioso por escuchar qué le había pasado.
Lo bueno de verme con ella es que siempre le ocurrían cosas dignas de contar, con las cuales me hacía reír en gran parte, por más que en otras ocasiones lograba que la regañara por ser tan descuidada en su comportamiento. A veces me sentía como su hermano mayor, una sensación agradable a pesar de todo, pues, con una hermana así, me hubiera vuelto loco. Tamborileé mis dedos sobre la mesa mientras tanto, esperando que la encargada no tardarse mucho en traer nuestros cafés. El que me llamara como Ryssa y yo le habíamos pedido sería épico.
M. Torsten Dietrich- Fecha de inscripción : 08/08/2013
Edad : 31
Localización : Aquí.
Re: She loves ME, yeah, yeah, yeah! || Ryssa.
Todo el cuerpo de Ryssa reaccionó ante la presión del moreno en sus costillas, haciéndole sentir unas breves cosquillas que hicieron que se contorsionase con la misma gracia que una lagartija. En un arrebato infantil que no casaba con Kirgyakos, le sacó la lengua. Aquel gesto nunca lo haría ante nadie y sin embargo, Torsten sacaba esa parte de ella que había abandonado hacía mucho tiempo. Aquello sonaba casi romántico pero estaba lejos de ser eso, simplemente un día, encontrabas a una persona con la que tenías... feeling, sí, llamémoslo así. A veces Ryssa se olvidaba que el mundo no consistía en aguantar el golpe y devolverlo aún más fuerte, en la absoluta despreocupación que parecía empañar sus ojos todos el tiempo. Era consciente de lo mucho que se suavizaba con él e, inesperadamente, no lo encontraba malo o aterrador. De hecho, sabía que si algún día necesitaba calmarse o escuchar que todo iba a ir bien aunque fuese mentira, en número que marcaría era el de Tor. La música amansaba a las fieras, a ella la voz del moreno. Cualquier persona podría confundir aquellos sentimientos con algo más, pero entre ellos no era así. Nunca había habido esa presión de decidir ni pensar porque Dietrich tenía ese efecto en ella, simplemente pasaba y si Ryssa tenía que ser sincera consigo misma, se alegraba de ello aunque muchas veces se largase enfadada o discutiese con él por nimiedades pero sabía que le durarían un asalto.
Se apalancó en una mesa, evitando el sol que entraba por la vidriera que daba a la calle. En cuanto Torsten tomó sitio junto a ella, la joven se deshizo de la chaqueta y dejó a un lado su pequeña mochila de cuero. Se desperzó, igual que lo haría un felino para desentumecerse los músculos, arqueando mucho la espalda.
Las palabras del moreno obran el milagro. Las gafas de sol al estilo de John Lennon cayeron con un tintineo sobre la mesa del Starbucks.
-Jamás te privaría de semejante placer, ya me conoces, me gusta hacerte feliz. -Sus palabras, dichas en voz baja, sonaron confidenciales- Pero recuerda que lo mantengamos en secreto, tengo una reputación que mantener, mala, pero ahí esta. -Y, sin embargo, eso era una de las cosas más insignificantes para ella. Ryssa no era la clase de mujer se preocupaba por esas cosas, más bien, el motivo por el que era tan... caótica, era porque de verdad había aprendido a vivir como la oveja negra. Siempre lo había sido y no conocía otro papel, y por supuesto, la oveja negra desencadenó al lobo feroz. Y así es como estaban las cosas.
Resopló cuando él le preguntó por su noche, ¿cómo podía describírsela? Recordaba pocas cosas pero bueno, narrar los hechos hacía que los enlazase y por eso empezó a hablar:
-Bueno, cuando acabé mi turno una amiga me invitó a ir a su casa. De hecho, juraría que el plan era tomar un par de chupitos y criticar a los hombres, no te ofendas. -Le miró divertida- La acababan de dejar así que.... inesperadamente apareció su ex y amigos suyos. Y de repente, ella estaba encerrada en su habitación con él y yo asumiendo que tendría que compartir el alcohol. Fue una gran noche pero nada destacable, aunque borracha me parecía una buena idea echar a mi amiga y al otro de su cama para dormir yo. -Admitió, evitando darse una palmada como propia reprimenda- ¿Y qué tal la tuya? Espero que hicieses algo lo suficientemente interesante como para a sabiendas de que habiamos quedado, te valiese la pena el resacón. -Rió entre dientes, no le regañaba, solo tenía verdadera curiosidad.
-¿...Tor, hijo de Odín, Dios del Trueno? Dios, ¿por qué me tocan a mí los peores? -Se oyó de repente cuando se hizo un momento de silencio entre ellos. Ryssa apretó un momento los labios carnosos pero fue incapaz de reprimirse y rompió a reír, a carcajada limpia, sin darse cuenta de que junto a la cajera estaba llamando demasiado la atención hacia ellos.
-Tor, hijo de Odín, Dios del Trueno. Ve a por los ofrendas. -Le dijo la castaña a Torsten, incorporándose en la silla con una sonrisa y un brillo de diversión titilando en sus ojos azules.
Se apalancó en una mesa, evitando el sol que entraba por la vidriera que daba a la calle. En cuanto Torsten tomó sitio junto a ella, la joven se deshizo de la chaqueta y dejó a un lado su pequeña mochila de cuero. Se desperzó, igual que lo haría un felino para desentumecerse los músculos, arqueando mucho la espalda.
Las palabras del moreno obran el milagro. Las gafas de sol al estilo de John Lennon cayeron con un tintineo sobre la mesa del Starbucks.
-Jamás te privaría de semejante placer, ya me conoces, me gusta hacerte feliz. -Sus palabras, dichas en voz baja, sonaron confidenciales- Pero recuerda que lo mantengamos en secreto, tengo una reputación que mantener, mala, pero ahí esta. -Y, sin embargo, eso era una de las cosas más insignificantes para ella. Ryssa no era la clase de mujer se preocupaba por esas cosas, más bien, el motivo por el que era tan... caótica, era porque de verdad había aprendido a vivir como la oveja negra. Siempre lo había sido y no conocía otro papel, y por supuesto, la oveja negra desencadenó al lobo feroz. Y así es como estaban las cosas.
Resopló cuando él le preguntó por su noche, ¿cómo podía describírsela? Recordaba pocas cosas pero bueno, narrar los hechos hacía que los enlazase y por eso empezó a hablar:
-Bueno, cuando acabé mi turno una amiga me invitó a ir a su casa. De hecho, juraría que el plan era tomar un par de chupitos y criticar a los hombres, no te ofendas. -Le miró divertida- La acababan de dejar así que.... inesperadamente apareció su ex y amigos suyos. Y de repente, ella estaba encerrada en su habitación con él y yo asumiendo que tendría que compartir el alcohol. Fue una gran noche pero nada destacable, aunque borracha me parecía una buena idea echar a mi amiga y al otro de su cama para dormir yo. -Admitió, evitando darse una palmada como propia reprimenda- ¿Y qué tal la tuya? Espero que hicieses algo lo suficientemente interesante como para a sabiendas de que habiamos quedado, te valiese la pena el resacón. -Rió entre dientes, no le regañaba, solo tenía verdadera curiosidad.
-¿...Tor, hijo de Odín, Dios del Trueno? Dios, ¿por qué me tocan a mí los peores? -Se oyó de repente cuando se hizo un momento de silencio entre ellos. Ryssa apretó un momento los labios carnosos pero fue incapaz de reprimirse y rompió a reír, a carcajada limpia, sin darse cuenta de que junto a la cajera estaba llamando demasiado la atención hacia ellos.
-Tor, hijo de Odín, Dios del Trueno. Ve a por los ofrendas. -Le dijo la castaña a Torsten, incorporándose en la silla con una sonrisa y un brillo de diversión titilando en sus ojos azules.
Ryssa A. Kirgyakos- Fecha de inscripción : 08/08/2013
Re: She loves ME, yeah, yeah, yeah! || Ryssa.
Verla a los ojos me hizo sentir mejor. Sonreí agradecido, de forma sutil, pero notoria. Una manía mía, una obsesión completa era ver la mirada de las personas cuando me hablaban, y sobre todo cuando de una persona importante se trataba. No me gustaba que me mintieran, que me ocultaran cosas o que me dijeran una palabra por otra, y solía reconocer bien cuando eso pasaba si miraba a alguien de forma directa. Algunas veces podía ser molesto, así que aprendí a ser discreto, al menos con personas ajenas a mi extrema confianza. Pero era Ryssa, y no mirar era imposible, su belleza iba por delante, y además, podía pedirle que se quite los lentes –aunque fuera de forma subliminal– sin llegar a ser molesto y obsesivo. Aunque, para ser sinceros, pocos sabían que en verdad era una manía muy mía, que en ocasiones me ponía los pelos de punta.
Definitivamente, las noches de mi amiga eran más extremas que las mías. Yo con unos cuantos tragos entre compañeros me consideraba un divertido total, cuando todavía estaba en nivel cero si me comparaban con la morena. Era como un niño que se divertía con canicas, mientras ella empezaba a jugar básquet en ligas mayores. Así que cuando me contó su travesía de hace unas cuantas horas, no hice más que reírme con ganas. Al menos no había terminado ebria tirada en un parque, sin tacones y con el sujetador al revés. Si mal no recordaba, le pasó. O quizás lo imaginé. Bueno, la verdad es que con ella ya no se sabía qué pasaba cuando cogía latas de cerveza o botellas de vodka.
—¿Llegaste a dormir algo? —pregunté, y sabía la respuesta. Por esos ojos, y la sombras que lo acompañaban, podía aventurarme a decir que había dormido mucho menos que yo. Puse en orden mis ideas antes de hablar y contarle mi tan aburrida noche —Pues, básicamente… —me cortaron las palabras el sonido de la voz de la encargada. No pude evitar reírme con ganas, al mismo compás que Ryssa. Sentí la mirada de la gente a nuestro alrededor, que paseaba la mirada entre nosotros y la muchacha que tenía nuestros pedidos listos. Pobre. Si seguíamos haciendo bromas como esas, nos terminarían negando la entrada a todos los sitios públicos para comer.
Cuando por fin me calmé me puse de pie. —Siento lo de… ya sabes —balbuceé pasando una mano por mis cabellos, mirando a la encargada con cara de yonofui, gesto que siempre funcionaba con las chicas. Ella no era la excepción. Me sonrió tiernamente. —No te preocupes —contestó y la imité, sonriendo muy inocente, muy encantador. Sin más emprendí la retirada con ambos vasos, poniendo el de mi amiga en su lugar con cuidado de no derramar una sola gota. —Yo pasé la noche con mis compañeros del curso, celebrábamos nuestra gran proeza nerd de terminar los trabajos antes de tiempo para no tener que desesperarnos al final —comenté sin muchas ganas, acomodándome en mi asiento frente a ella. En verdad era un tipo dedicado, y tenía que serlo, estudiaba medicina. Ahí no se perdía el tiempo.
Definitivamente, las noches de mi amiga eran más extremas que las mías. Yo con unos cuantos tragos entre compañeros me consideraba un divertido total, cuando todavía estaba en nivel cero si me comparaban con la morena. Era como un niño que se divertía con canicas, mientras ella empezaba a jugar básquet en ligas mayores. Así que cuando me contó su travesía de hace unas cuantas horas, no hice más que reírme con ganas. Al menos no había terminado ebria tirada en un parque, sin tacones y con el sujetador al revés. Si mal no recordaba, le pasó. O quizás lo imaginé. Bueno, la verdad es que con ella ya no se sabía qué pasaba cuando cogía latas de cerveza o botellas de vodka.
—¿Llegaste a dormir algo? —pregunté, y sabía la respuesta. Por esos ojos, y la sombras que lo acompañaban, podía aventurarme a decir que había dormido mucho menos que yo. Puse en orden mis ideas antes de hablar y contarle mi tan aburrida noche —Pues, básicamente… —me cortaron las palabras el sonido de la voz de la encargada. No pude evitar reírme con ganas, al mismo compás que Ryssa. Sentí la mirada de la gente a nuestro alrededor, que paseaba la mirada entre nosotros y la muchacha que tenía nuestros pedidos listos. Pobre. Si seguíamos haciendo bromas como esas, nos terminarían negando la entrada a todos los sitios públicos para comer.
Cuando por fin me calmé me puse de pie. —Siento lo de… ya sabes —balbuceé pasando una mano por mis cabellos, mirando a la encargada con cara de yonofui, gesto que siempre funcionaba con las chicas. Ella no era la excepción. Me sonrió tiernamente. —No te preocupes —contestó y la imité, sonriendo muy inocente, muy encantador. Sin más emprendí la retirada con ambos vasos, poniendo el de mi amiga en su lugar con cuidado de no derramar una sola gota. —Yo pasé la noche con mis compañeros del curso, celebrábamos nuestra gran proeza nerd de terminar los trabajos antes de tiempo para no tener que desesperarnos al final —comenté sin muchas ganas, acomodándome en mi asiento frente a ella. En verdad era un tipo dedicado, y tenía que serlo, estudiaba medicina. Ahí no se perdía el tiempo.
M. Torsten Dietrich- Fecha de inscripción : 08/08/2013
Edad : 31
Localización : Aquí.
Re: She loves ME, yeah, yeah, yeah! || Ryssa.
En el fondo, Ryssa comprendía la necesidad de Torsten de leer en su mirada, solo que a ella le costaba acostumbrarse a esas cosas. La mayoría de las veces cuando alguien pretendía descubrir la verdad de sus palabras en sus ojos, no podía y el hecho de que la sondeasen de aquel modo la incomodaba hasta el punto de sacar los dientes y ponerse a la defensiva. Probablemente fuese porque no estaba acostumbrada a intentar "abrirse", ya fuese para un tema banal o profundo. Sin embargo, con su amigo solía hacer esa clase de excepciones, bajaba la guardia así como se había quitado de fácilmente las gafas. Quizá se le olvidaba que para ella era importante salvaguardar absurdamente sus pensamientos o esconderlos bajo una mirada salvaje.
Las risas del moreno inundaban el local y la joven no pudo evitar acompañarle con una sonrisa amplia que llegó hasta sus ojos. Negó con la cabeza a su pregunta, soltando un leve suspiro entre sus labios carnosos.
-Dormir es un placer solo para los dioses, Tor. Los mortales como yo no nos lo podemos permitir. -Bromeó la castaña, tocándose instintivamente las ojeras oscuras que maquillaban su rostro- Aunque te confieso que hoy me permitiré ese lujo.
Antes de poder escuchar su historia, se escaqueó a recoger las cosas. Ryss observó desde su posición como aquel rostro masculino deslumbraba a la camarera. Era normal, la griega en su lugar no habría sido menos, quizá con la diferencia de que ella habría tratado de invitar a Torsten al cuarto de baño, enseñárselo y retarle a descubrir que el color de su ropa interior combinaba con el suelo de este. El problema es que la camarera de aquel local no era como ella y ella ya no intentaría ofrecerle jamás a su amigo a descubrirlo. Ni Torsten había utilizado su encanto con Ryssa de aquella manera ni Ryssa con Torsten. Era curioso pero la castaña no cambiaría esa relación por nada. Plantearse eso mientras él volvía con los pedidos, sonsacó una sonrisa suave a la chica, mirándole con renovada alegría en sus ojos claros
-Una sonrisa más esmerada y puede que la bebida nos hubiera salido gratis. -Trató de adoptar una expresión de disgusto, negando con desaprobación la cabeza pero su mirada la delataba.- Lo que me extraña es que estudiando esa carrera, tengas tiempo de celebrar nada, he oído que es muy dura. -Comentó despreocupadamente la joven tras un "gracias" por la llegada de su Mocha Frappuccino, pegándole un trago- Lo cierto es que yo me había hecho ilusiones y pensaba que anoche habrías salido con alguien especial que no te había dejado pegar ojo en muchas horas. Me siento decepcionada.
Las risas del moreno inundaban el local y la joven no pudo evitar acompañarle con una sonrisa amplia que llegó hasta sus ojos. Negó con la cabeza a su pregunta, soltando un leve suspiro entre sus labios carnosos.
-Dormir es un placer solo para los dioses, Tor. Los mortales como yo no nos lo podemos permitir. -Bromeó la castaña, tocándose instintivamente las ojeras oscuras que maquillaban su rostro- Aunque te confieso que hoy me permitiré ese lujo.
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Ryssa A. Kirgyakos- Fecha de inscripción : 08/08/2013
Re: She loves ME, yeah, yeah, yeah! || Ryssa.
Thor, hijo de Odín, Dios del Trueno. Exactamente. Desde pequeño fui el blanco de bromas que para mí eran halagos. Incluso me tomaba la libertad de burlarme de los demás de vez en cuando, diciéndoles que eran unos simples mortales y yo un Dios. Tal y como lo había mencionado mi amiga, comentario que, aunque me causó gracia, no quedó de lado mi preocupación por las ojeras sutiles que se dibujaban en el rostro. Ryssa debía preocuparse más en dormir, en descansar. Si bien vivía los días como si fueran los últimos, cosa que estaba excelente porque antes de la muerte de mi padre yo también lo hacía, debía ponerse a pensar que no siempre iba a ser joven, que no siempre iba a tener ese cuerpo y esa capacidad de aguantar el ritmo de vida que llevaba en la actualidad. Ya me daría tiempo de ahondar en ese tema tan importante. Ahora mismo prefería intercambiar nuestras últimas buenas noticias. Quería hablar con ella de cosas agradables, para entretenerme.
—No se me da bien seducir —mentí soltando una risa bastante burlona, dedicándole después un guiño. Se me daba demasiado bien. Lo lograba con chicas, con chicos, con diosas, con dioses. ¿Por qué desaprovechar el tacto y carisma que mis padres me habían dado? Claro, con conocidos y extraños, porque con mis amigos ese tipo de gestos no funcionaban. Era tipo más de conquista, de querer acercarte mucho a una persona para conseguir algo más que una conversación agradable. Hace tiempo no usaba esas tácticas, pues me la pasaba más tiempo estudiando que haciendo vida social. Mi amiga lo sabía bien. Estudiar medicina, y sobre todo, en la rama de cirugía, era un trabajo de veinticuatro o veinticinco horas, del cual no me podía quejar, porque ayudar a las personas arreglando algo defecto médico en su cuerpo, me iba a hacer feliz. —Es complicada, pero si decides a llevarla, es cuestión de empeño nada más —contesté con una media sonrisa. Si me hubieran dado a elegir, el teatro y las artes escénicas habrían sido mi primera opción. Pero la segunda, que fue la escogida, me llenaba de la misma forma.
Rodeé con la palma de mi mano derecha mi taza, calentándola. A pesar de que el clima estaba cálido afuera, quería algo más fuerte. Era la mala noche que había pasado, ella había dejado rezagos en mi cuerpo de cansancio. Y eso que no fue mucho lo que hice, solo unas cervezas con mis compañeros. Algo bastante aburrido, tal y como me lo hizo notar mi amiga al instante, después de conocer mi patética aventura. ¿Para qué mentir? Sabía divertirme cuando tenía oportunidad, pero cuando el cuerpo estaba tan cansado, igual que mi cerebro, solo bebía y bebía. Terminaba peor, pero daba lo mismo. Le di un pequeño sorbo a mi cappuccino, sintiendo el líquido caliente y espeso pasar por mi garganta, deleitándome con su buen sabor. ¡Cómo lo había necesitado!
—Hace tanto tiempo que no paso una noche con alguien especial… —comenté con toda naturalidad, soltando un suspiro dramático. ¿Dos, tres, cuatro meses? Había perdido la cuenta. ¿Qué si había tenido sexo? Sí, hace aproximadamente… no lo recordaba, pero varias semanas atrás. Sin embargo, ninguna fue una noche especial, ni cariñosa, ni nada de eso. Fue simplemente para descargar de mi cuerpo tensiones. Bien dicen que ese tipo de “ejercicios” relajan. Sí, era cierto. —He estado estudiando y trabajando mucho —justifiqué mi falta de ganas por conocer a “esa” persona que se podría convertir en alguien especial para mí —oh, también soportando al irritante de Kenton, tu primo querido —dije antes de darle otro sorbo a mi cappuccino. Ryssa sabía que me llevaba mal con el castaño, y ella misma lo notaba cuando estábamos –por A o B motivo– juntos. Pero no le había dicho que en dos oportunidades lo había besado, ni siquiera le había confesado que me gustaba, aunque ella me lo había insinuado, como si lo supiera. ¡Qué demonios! Si tenía que decírselo en alguna oportunidad, lo haría. Cuando llegara su momento, mas no ahora.
—No se me da bien seducir —mentí soltando una risa bastante burlona, dedicándole después un guiño. Se me daba demasiado bien. Lo lograba con chicas, con chicos, con diosas, con dioses. ¿Por qué desaprovechar el tacto y carisma que mis padres me habían dado? Claro, con conocidos y extraños, porque con mis amigos ese tipo de gestos no funcionaban. Era tipo más de conquista, de querer acercarte mucho a una persona para conseguir algo más que una conversación agradable. Hace tiempo no usaba esas tácticas, pues me la pasaba más tiempo estudiando que haciendo vida social. Mi amiga lo sabía bien. Estudiar medicina, y sobre todo, en la rama de cirugía, era un trabajo de veinticuatro o veinticinco horas, del cual no me podía quejar, porque ayudar a las personas arreglando algo defecto médico en su cuerpo, me iba a hacer feliz. —Es complicada, pero si decides a llevarla, es cuestión de empeño nada más —contesté con una media sonrisa. Si me hubieran dado a elegir, el teatro y las artes escénicas habrían sido mi primera opción. Pero la segunda, que fue la escogida, me llenaba de la misma forma.
Rodeé con la palma de mi mano derecha mi taza, calentándola. A pesar de que el clima estaba cálido afuera, quería algo más fuerte. Era la mala noche que había pasado, ella había dejado rezagos en mi cuerpo de cansancio. Y eso que no fue mucho lo que hice, solo unas cervezas con mis compañeros. Algo bastante aburrido, tal y como me lo hizo notar mi amiga al instante, después de conocer mi patética aventura. ¿Para qué mentir? Sabía divertirme cuando tenía oportunidad, pero cuando el cuerpo estaba tan cansado, igual que mi cerebro, solo bebía y bebía. Terminaba peor, pero daba lo mismo. Le di un pequeño sorbo a mi cappuccino, sintiendo el líquido caliente y espeso pasar por mi garganta, deleitándome con su buen sabor. ¡Cómo lo había necesitado!
—Hace tanto tiempo que no paso una noche con alguien especial… —comenté con toda naturalidad, soltando un suspiro dramático. ¿Dos, tres, cuatro meses? Había perdido la cuenta. ¿Qué si había tenido sexo? Sí, hace aproximadamente… no lo recordaba, pero varias semanas atrás. Sin embargo, ninguna fue una noche especial, ni cariñosa, ni nada de eso. Fue simplemente para descargar de mi cuerpo tensiones. Bien dicen que ese tipo de “ejercicios” relajan. Sí, era cierto. —He estado estudiando y trabajando mucho —justifiqué mi falta de ganas por conocer a “esa” persona que se podría convertir en alguien especial para mí —oh, también soportando al irritante de Kenton, tu primo querido —dije antes de darle otro sorbo a mi cappuccino. Ryssa sabía que me llevaba mal con el castaño, y ella misma lo notaba cuando estábamos –por A o B motivo– juntos. Pero no le había dicho que en dos oportunidades lo había besado, ni siquiera le había confesado que me gustaba, aunque ella me lo había insinuado, como si lo supiera. ¡Qué demonios! Si tenía que decírselo en alguna oportunidad, lo haría. Cuando llegara su momento, mas no ahora.
M. Torsten Dietrich- Fecha de inscripción : 08/08/2013
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