2013
Ahora mismo si estas planteándote en inscribirte en esta prestigiosa universidad es por que has pasado esta etapa, pero bueno, ¡eso cosa del pasado! Olvídalo, pon eso en un rincón de tu memoria.
Ahora estás viviendo el año 2013 en la Universidad de Brown, situada cerca del corazón de Nueva York.
¿Estás aquí por elección propia, por el sueño de convertirte en alguien famoso en la vida? ¿Por qué tus padres tienen una cuenta bancaria muy grande? ¿O tal vez por obligación?
Sea la razón que sea el resultado es el mismo, estas en una de las mejores universidades de América, pero aquí no te daremos 'la comida masticada' lo cual si de verdad deseas llegar a ser alguien en la vida tendrás que currártelo, aquí no regalamos nada.
¡Casi lo olvido! Tal vez exijamos mucho, pero tampoco descartes la idea de tener un poco de diversión. Fiesta, alcohol, sexo, drogas.
En resumen, el libertinaje total.
Para Algunos, la diversión significa dormir en tantas camas como sea posible, para otros, las compras y manicura son las cosas más importantes en su vida y siempre habrá los -por su padres- tienen dinero y reputación.
Pero dejando todo eso atrás, en la oscuridad de Brown se esconden varias personas que pertenecen a una especie de secta, un grupo donde su intenciones no son exactamente buenas. Se hacen reconocer por 'la logia', una panda de personas donde jugarán con cualquier persona que les apetezca. Les gusta ver sufrir a los demás, viven a costa de ellos. ¿Que pasa? ¿A caso tienes miedo de ser su próximo elegido? Tranquilo, como en los cómics y películas de Stan Lee donde hay un villano, hay un super héroe, e aquí nuestros super héroes se hace llamar anti logia, un grupo donde quieren la paz en la universidad y acabar con toda esa crueldad.
Y dime, ¿quien eres tu? ¿Eres un becado? ¿Un estudiante normal? ¿O tal vez te guste la idea de pertenecer a la logia? Otra posibilidad es que quieras cumplir el sueño de todo niño, ser un super héroe y pasar a ser miembro de la anti logia pero...
Seas lo que seas, se bienvenido a Brown University.
¿Quién está en línea?
En total hay 85 usuarios en línea: 0 Registrados, 0 Ocultos y 85 Invitados Ninguno
El record de usuarios en línea fue de 101 durante el Lun Nov 04, 2024 12:19 am
Omega Chi
0 puntos
Kappa Tau
0 puntos
Delta Nu
0 puntos
Zeta Beta Zeta
0 puntos
Tri Pi
0 puntos
Sigma Alpha Epsilon
0 puntos
Gamma Phi
0 puntos
Profesores y empleados Brown
0 puntos
Ciudadanos
0 puntos
Universitarios
0 puntos
Quinientas noches +18. - Ryssa.
2 participantes
Página 1 de 1.
Quinientas noches +18. - Ryssa.
.
Última edición por Jacob N. Aldrich el Sáb Ago 17, 2013 5:27 pm, editado 1 vez
Jacob N. Aldrich- Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: Quinientas noches +18. - Ryssa.
Los tacones resonaron en la acera mientras Ryssa Kirgyakos apretaba el paso, un sutil contoneo acompañaba a sus caderas, tan seductor y evidente el movimiento con sus vaqueros ceñidos. Y ella, tan inconsciente de ello.
Premeditadamente, se detuvo a las puertas del parquecillo. Sería una farsa reconocer que solo el desconcierto la había frenado, una parte de ella, la que cada noche perdía los papeles y los lanzaba al aire, la había hecho detenerse simplemente porque sabía que su acompañante ya estaría dentro. El calculador Jacob Aldrich estaba esperándola, las siete campanadas habían dado ya y Cenicienta no había siquiera aparecido en el baile. Había tenido los suficientes encuentros como para saber que cosas le sacaban de quicio, que era capaz de despertar al monstruo con más rapidez. Eran pequeños detalles, ínfimos, como llegar tarde. A pesar de que aquel era un hombre que nadie querría molestar a Ryssa le gustaba hacerlo, extrañamente no por el entretenimiento sino por el placer de las consecuencias. La griega quería enfrentarse a su pasión, deseaba un paseo por el lado salvaje, no un debate intelectual entre dos cuerpos, prefería que fuesen las bestias las que hablasen. Pero ese no era el único motivo que la retenía. ¿Por qué hacía aquello? Él no era su tipo de hombre, no iban a beber hasta la inconsciencia, no había surgido repentinamente y habían terminado enzarzados en una batalla de lenguas para luego olvidarse el uno del otro. Ni siquiera era del mismo mundo que Ryssa. Pero todo lo que ofrecía aquel hombre entre las sábanas compensaba su lengua viperina y su aspecto elegante que tan insufrible le solía parecer a la castaña; pero cuando le veía a él con cortaba, su reacción instintiva era tirar de ella para besarle hasta que se le desgastasen los labios en lugar de ahocarle con ella. Aunque a veces no fuesen por falta de ganas, de hecho, la pasión que desbordaba él en Ryss era, básicamente, que la enfurecía hasta límites insospechados. Y solo había una forma de sacudirse toda esa tensión de encima, de una forma maravillosa. Vagamente se preguntó si le sucedería lo mismo o solo buscaría desahogo ocasional, en cualquier caso, nunca le dio mucha importancia. Podía ser egoísta en ese aspecto porque a ella le satisfacía el trato.
Decidió no hacerle esperar más tiempo y atravesó la distancia que los separaba, sus ojos azules como el cobalto buscándole como un lobo trataría de hallar a su presa, solo que Jacob no se podría denominar así en absoluto. Era incluso más peligroso que ella.
En los labios carnosos de la griega se dibujó una sonrisa ladeada y seductora, esperando ser blanco de su exasperación por la espera.
-¿Siete minutos tarde? -Fue su saludo con la voz voluntariamente aterciopelada aunque eso no disimuló su tono burlón así como tampoco eclipsó el brillo travieso de su mirada que recorrió de arriba abajo a Jacob Aldrich. Si hubiesen estado en una novela de amor, le hubiese arrebatado el aliento pero no era el caso, lo único de lo que se tuvo que controlar la castaña fue de humedecerse los labios, hambrienta.
Premeditadamente, se detuvo a las puertas del parquecillo. Sería una farsa reconocer que solo el desconcierto la había frenado, una parte de ella, la que cada noche perdía los papeles y los lanzaba al aire, la había hecho detenerse simplemente porque sabía que su acompañante ya estaría dentro. El calculador Jacob Aldrich estaba esperándola, las siete campanadas habían dado ya y Cenicienta no había siquiera aparecido en el baile. Había tenido los suficientes encuentros como para saber que cosas le sacaban de quicio, que era capaz de despertar al monstruo con más rapidez. Eran pequeños detalles, ínfimos, como llegar tarde. A pesar de que aquel era un hombre que nadie querría molestar a Ryssa le gustaba hacerlo, extrañamente no por el entretenimiento sino por el placer de las consecuencias. La griega quería enfrentarse a su pasión, deseaba un paseo por el lado salvaje, no un debate intelectual entre dos cuerpos, prefería que fuesen las bestias las que hablasen. Pero ese no era el único motivo que la retenía. ¿Por qué hacía aquello? Él no era su tipo de hombre, no iban a beber hasta la inconsciencia, no había surgido repentinamente y habían terminado enzarzados en una batalla de lenguas para luego olvidarse el uno del otro. Ni siquiera era del mismo mundo que Ryssa. Pero todo lo que ofrecía aquel hombre entre las sábanas compensaba su lengua viperina y su aspecto elegante que tan insufrible le solía parecer a la castaña; pero cuando le veía a él con cortaba, su reacción instintiva era tirar de ella para besarle hasta que se le desgastasen los labios en lugar de ahocarle con ella. Aunque a veces no fuesen por falta de ganas, de hecho, la pasión que desbordaba él en Ryss era, básicamente, que la enfurecía hasta límites insospechados. Y solo había una forma de sacudirse toda esa tensión de encima, de una forma maravillosa. Vagamente se preguntó si le sucedería lo mismo o solo buscaría desahogo ocasional, en cualquier caso, nunca le dio mucha importancia. Podía ser egoísta en ese aspecto porque a ella le satisfacía el trato.
Decidió no hacerle esperar más tiempo y atravesó la distancia que los separaba, sus ojos azules como el cobalto buscándole como un lobo trataría de hallar a su presa, solo que Jacob no se podría denominar así en absoluto. Era incluso más peligroso que ella.
En los labios carnosos de la griega se dibujó una sonrisa ladeada y seductora, esperando ser blanco de su exasperación por la espera.
-¿Siete minutos tarde? -Fue su saludo con la voz voluntariamente aterciopelada aunque eso no disimuló su tono burlón así como tampoco eclipsó el brillo travieso de su mirada que recorrió de arriba abajo a Jacob Aldrich. Si hubiesen estado en una novela de amor, le hubiese arrebatado el aliento pero no era el caso, lo único de lo que se tuvo que controlar la castaña fue de humedecerse los labios, hambrienta.
Ropa
Ryssa A. Kirgyakos- Fecha de inscripción : 08/08/2013
Re: Quinientas noches +18. - Ryssa.
La griega es capaz de leer en los ojos de Jacob la exasperación que siente por su impuntualidad. Lejos de disculparse, la castaña se toma deliberadamente su tiempo, sus movimientos fueron elegantemente lentos. De hecho, también guardó silencio antes de responder mientras una sonrisa socarrona bailaba en sus labios. A juzgar por la mirada que le lanzó el moreno, había jugado bien sus cartas iniciales, ¿cómo se le daría el resto de la partida?
-¿No sabes que habitualmente las mujeres se hacen esperar? Para una vez que he pretendido comportarme como una verdadera dama, no te veo complacido. -Aleteó las largas pestañas en forma de media luna con infinito pesar pero lo que brotó de su garganta fue una carcajada que muy poco tenía que ver con sus pretensiones de alta cuna y aunque Ryssa proviniese de una familia así, no había ni rastro de ello, salvo quizá, su repulsa por ese mundo y lo poco apegada que se sentía hacia él aunque quien lo diría a juzgar por el hombre que trataba de domarla en la cama.
Una fina ceja oscura se arqueó en el rostro de la muchacha cuando Aldrich le echó la pulla y, pese a no demostrarlo abiertamente, una punzada hizo que los ojos de la castaña centellearan en nombre de su orgullo herido, orgullo que decidió reponer cuanto antes.
-Siempre me ves atractiva. -Señaló y le miró desafiante, casi haciendo un hincapie silencioso en la evidencia: si no fuese así, él no estaría allí.- Una tarde muy calurosa, ¿no crees? -Comentó repentinamente mientras caminaban hacia el lujoso coche de Jacob y, justo antes de meterse al coche, decidió quitarse la camiseta que llevaba puesta, quedándose con una claramente interior, de encaje oscuro y escote pronunciado. Sentada en el asiento de copiloto, empezó el espectáculo. Se echó la melena castaña sobre uno de los hombros, rozando "accidentalmente" un tirante para bajarlo. Soltó un leve suspiro entre los labios, mirando hacia la ventanilla, consciente del hombre que está sentado al otro lado, de hecho, todo su cuerpo lo sabe y siente un leve cosquilleo en la piel de expectación. Guió sus dedos por el borde de la camiseta, acariciando el insinuante escote aparentemente de forma distraída, totalmente aposta.
Giró la cabeza hacia él cuando prestó atención a sus palabras, aprovechando para recrearse en sus facciones aristocráticas y masculinas que tantas veces anteriores había visto deleitándose de placer. La simple imagen calentó la cabeza de Ryss más de lo que quisiera reconocer.
-No, esto sí que es para llamar tu atención. -Y por "esto", Kirgyakos estiró las manos y le tomó por el cuello de la camiseta, atrayéndole bruscamente hacia ella para apoderarse de sus labios. No fue suave, ni cariñosa, ni tierna, ni delicada. Ella nunca sería así porque no sabía serlo. Movió su boca ferozmente contra la del moreno, reclamándole la misma garra a él al ir en búsqueda de su lengua con la suya, recorriendo cada rincón con intensidad hasta que con un mordisco en su labio inferior, le dejó ir. Tan precipitadamente como había empezado, el beso terminó.- Arranca. -Ordenó pero su voz ya no era aterciopelada como antes, de hecho sonaba brusca y ligeramente ronca. No se molestó en ocultar el deseo que ahora palpitaba en sus ojos ni en lo afectada que la había dejado aquel ataque por su parte, simplemente trató de controlarse, haciendo ademán de ponerse el cinturón.
-¿No sabes que habitualmente las mujeres se hacen esperar? Para una vez que he pretendido comportarme como una verdadera dama, no te veo complacido. -Aleteó las largas pestañas en forma de media luna con infinito pesar pero lo que brotó de su garganta fue una carcajada que muy poco tenía que ver con sus pretensiones de alta cuna y aunque Ryssa proviniese de una familia así, no había ni rastro de ello, salvo quizá, su repulsa por ese mundo y lo poco apegada que se sentía hacia él aunque quien lo diría a juzgar por el hombre que trataba de domarla en la cama.
Una fina ceja oscura se arqueó en el rostro de la muchacha cuando Aldrich le echó la pulla y, pese a no demostrarlo abiertamente, una punzada hizo que los ojos de la castaña centellearan en nombre de su orgullo herido, orgullo que decidió reponer cuanto antes.
-Siempre me ves atractiva. -Señaló y le miró desafiante, casi haciendo un hincapie silencioso en la evidencia: si no fuese así, él no estaría allí.- Una tarde muy calurosa, ¿no crees? -Comentó repentinamente mientras caminaban hacia el lujoso coche de Jacob y, justo antes de meterse al coche, decidió quitarse la camiseta que llevaba puesta, quedándose con una claramente interior, de encaje oscuro y escote pronunciado. Sentada en el asiento de copiloto, empezó el espectáculo. Se echó la melena castaña sobre uno de los hombros, rozando "accidentalmente" un tirante para bajarlo. Soltó un leve suspiro entre los labios, mirando hacia la ventanilla, consciente del hombre que está sentado al otro lado, de hecho, todo su cuerpo lo sabe y siente un leve cosquilleo en la piel de expectación. Guió sus dedos por el borde de la camiseta, acariciando el insinuante escote aparentemente de forma distraída, totalmente aposta.
Giró la cabeza hacia él cuando prestó atención a sus palabras, aprovechando para recrearse en sus facciones aristocráticas y masculinas que tantas veces anteriores había visto deleitándose de placer. La simple imagen calentó la cabeza de Ryss más de lo que quisiera reconocer.
-No, esto sí que es para llamar tu atención. -Y por "esto", Kirgyakos estiró las manos y le tomó por el cuello de la camiseta, atrayéndole bruscamente hacia ella para apoderarse de sus labios. No fue suave, ni cariñosa, ni tierna, ni delicada. Ella nunca sería así porque no sabía serlo. Movió su boca ferozmente contra la del moreno, reclamándole la misma garra a él al ir en búsqueda de su lengua con la suya, recorriendo cada rincón con intensidad hasta que con un mordisco en su labio inferior, le dejó ir. Tan precipitadamente como había empezado, el beso terminó.- Arranca. -Ordenó pero su voz ya no era aterciopelada como antes, de hecho sonaba brusca y ligeramente ronca. No se molestó en ocultar el deseo que ahora palpitaba en sus ojos ni en lo afectada que la había dejado aquel ataque por su parte, simplemente trató de controlarse, haciendo ademán de ponerse el cinturón.
Ryssa A. Kirgyakos- Fecha de inscripción : 08/08/2013
Re: Quinientas noches +18. - Ryssa.
Al expirar, en las profundidades de la garganta de Ryssa retumbó una especie de rugido, apenas inaudible. Sin darse cuenta, los ojos se van hacia Jacob. El trayecto en el automóvil fue silencioso, sin embargo Kirgyakos no podía decir más con una sola mirada, la expresión que dominaba su rostro. Suerte que Aldrich tenía la atención puesta en la carretera porque si sus miradas se hubiesen cruzado la joven no podría haberse contenido por más tiempo.
Las palmas de las manos le ardían por las ganas que tenía de tocar la piel de Jacob, sentía aún el cosquilleo en sus labios, la febril necesidad de volver a besarle. Y sabía lo complicado que sería ocultarle eso al culpable, por eso aprovechó esos escasos minutos para calmar sus alocadas hormonas. Creía haberlo conseguido, al menos hasta que al descender por el cuerpo sentado del moreno, logró ver su erección. Como un gatito orgulloso, su orgullo femenino ronroneó y se retorció de satisfacción.
Cuando bajó del coche, la devoraba el deseo y la expectación. Se conocía al dedillo cada paso que estaba dando, hacia donde debía ir y lo que iban a hacer. Era exactamente igual que siempre. Y aún así estaba nerviosa, emocionada, ansiosa. Todos sus sentidos a flor de piel. Rara vez se sentía así pero con Jacob simplemente ocurría, quizá porque era con la única persona con la que sabía expresamente que iba suceder y aún así lo esperaba como si fuese algo nuevo.
Le dedicó su característica sonrisa lobuna al botones, le atravesó con la mirada como si no estuviese ahí, en realidad no le veía, de lo único que era plenamente consciente era de su acompañante. No dijo nada, fue hasta el ascensor y se detuvo dentro, de cara a las puertas y apaciguando a su bestia interior hasta que se abriesen en el décimo piso. El ritual de siempre. No, un segundo, el mismo no. Entrecerró los ojos en dos rendijas azules y su instinto le gritó, tarde, deliciosamente tarde. El golpe contra el espejo le hizo daño en la espalda haciendo que soltase el aire que escapó de sus pulmones, directo a la boca de Jacob. Tuvo sus labios sobre los suyos, acorralándola y, diablos, que bien dotado está, pensó cuando su erección se pegó a su entrepierna.
-Rencoroso. -Jadeó violentamente, escalando una de sus manos hacia el pelo azabache del hombre, sujetándole mientras vuelve a volcarse en aquel apasionado beso. El quinto piso se presentó demasiado rápido. La mano de Jacob fue cruel en su pecho, su pezón erecto sufrió el dolor y el endiablado placer que recorrió su cuerpo con un estremecimiento. Gimió con potencia, apenas sin poder respirar. Su espalda se arqueó, pegando sus cuerpos. Cerró las manos en el trasero del moreno, obligándole a frotarse de forma más intensa. Sexto piso. Las puertas temblaron, se iban a abrir. Ryssa empujó bruscamente y con esfuerzo a Jacob a un lado, separándose del espejo. Un hombre regordete y ataviado con un traje elegante entró, dedicándoles un asentimiento de cabeza a modo de saludo y darles la espalda, demasiado ocupado con su móvil. La castaña se colocó delante del moreno, observándole de soslayo. No había terminado con ella y ella con él. Se apoyó ligeramente en su cuerpo mientras el ascensor se detenía en el séptimo piso, un gesto inocente que su mano traviesa no cumplió, pues esta, disimuladamente terminó reptando hasta la erección de Jacob, acariciándole por encima del pantalón. La apretó entre los dedos con suavidad y se paso la lengua por los labios. Octavo piso.
Las palmas de las manos le ardían por las ganas que tenía de tocar la piel de Jacob, sentía aún el cosquilleo en sus labios, la febril necesidad de volver a besarle. Y sabía lo complicado que sería ocultarle eso al culpable, por eso aprovechó esos escasos minutos para calmar sus alocadas hormonas. Creía haberlo conseguido, al menos hasta que al descender por el cuerpo sentado del moreno, logró ver su erección. Como un gatito orgulloso, su orgullo femenino ronroneó y se retorció de satisfacción.
Cuando bajó del coche, la devoraba el deseo y la expectación. Se conocía al dedillo cada paso que estaba dando, hacia donde debía ir y lo que iban a hacer. Era exactamente igual que siempre. Y aún así estaba nerviosa, emocionada, ansiosa. Todos sus sentidos a flor de piel. Rara vez se sentía así pero con Jacob simplemente ocurría, quizá porque era con la única persona con la que sabía expresamente que iba suceder y aún así lo esperaba como si fuese algo nuevo.
Le dedicó su característica sonrisa lobuna al botones, le atravesó con la mirada como si no estuviese ahí, en realidad no le veía, de lo único que era plenamente consciente era de su acompañante. No dijo nada, fue hasta el ascensor y se detuvo dentro, de cara a las puertas y apaciguando a su bestia interior hasta que se abriesen en el décimo piso. El ritual de siempre. No, un segundo, el mismo no. Entrecerró los ojos en dos rendijas azules y su instinto le gritó, tarde, deliciosamente tarde. El golpe contra el espejo le hizo daño en la espalda haciendo que soltase el aire que escapó de sus pulmones, directo a la boca de Jacob. Tuvo sus labios sobre los suyos, acorralándola y, diablos, que bien dotado está, pensó cuando su erección se pegó a su entrepierna.
-Rencoroso. -Jadeó violentamente, escalando una de sus manos hacia el pelo azabache del hombre, sujetándole mientras vuelve a volcarse en aquel apasionado beso. El quinto piso se presentó demasiado rápido. La mano de Jacob fue cruel en su pecho, su pezón erecto sufrió el dolor y el endiablado placer que recorrió su cuerpo con un estremecimiento. Gimió con potencia, apenas sin poder respirar. Su espalda se arqueó, pegando sus cuerpos. Cerró las manos en el trasero del moreno, obligándole a frotarse de forma más intensa. Sexto piso. Las puertas temblaron, se iban a abrir. Ryssa empujó bruscamente y con esfuerzo a Jacob a un lado, separándose del espejo. Un hombre regordete y ataviado con un traje elegante entró, dedicándoles un asentimiento de cabeza a modo de saludo y darles la espalda, demasiado ocupado con su móvil. La castaña se colocó delante del moreno, observándole de soslayo. No había terminado con ella y ella con él. Se apoyó ligeramente en su cuerpo mientras el ascensor se detenía en el séptimo piso, un gesto inocente que su mano traviesa no cumplió, pues esta, disimuladamente terminó reptando hasta la erección de Jacob, acariciándole por encima del pantalón. La apretó entre los dedos con suavidad y se paso la lengua por los labios. Octavo piso.
Ryssa A. Kirgyakos- Fecha de inscripción : 08/08/2013
Re: Quinientas noches +18. - Ryssa.
El problema de Ryssa es que una vez las puertas de la habitación se cierran tras ella, sus principios, su integridad y su cordura se quedan fuera, en el pasillo, esperándola hasta que el demonio que habita en ella se haya desahogado. Y ahí, entre las sábanas de satén y la fragancia de whisky, se podía explicar porque no era desconcertante que esté con Jacob en la habitación de un hotel. La Ryssa Kirgyakos de fuera le gustaba sentirse deseada, despertar la lujuria, desaparecer convirtiéndose en un deseo imposible en cambio la que ahora miraba al Aldrich con ardor en sus ojos azules era diferente. Quería devorarlo, literalmente. Sabía el cuerpo de músculos fibrosos que ocultaba su camiseta, lo que se sentía cuando sus poderosos brazos la rodeaban para arrastrarla a una cama, lo que era atraparle con las piernas enlazadas en su cintura, mirarle a los ojos cuando estaba a punto de irse, nublados de lascivia. El tiempo había hecho que a la joven fuese dificil de complacer, porque todos querían darle lo mismo, se preocupaban porque ella estuviera cómoda, la trataban con suavidad, preguntaban si estaba bien y después si le había gustado. Ella no buscaba eso igual que no quería que nadie le regalase rosas en San Valentín. Quería sentir que estaba viva a través de su cuerpo, que alguien puede llegar a ella sin ninguna consideración, hacer temblar sus piernas y su mundo durante unas horas, que la complaciese sin tener que recibir explicaciones, experimentar, que estuviese tan colocada de lujuria que solo pudiese reaccionar por un primitivo instinto. Deseaba sacar el animal que llevaba dentro sin rendir cuentas a nadie y el único que solamente intentaba domarla en el circo que se levantaba en la cama era Jacob Aldrich, ella siempre lo achacó a su necesidad ciega de controlarlo todo, de salir victorioso. Nunca pensó que lo que necesitaba en su vida sexual era un hombre ambicioso e irritante, de hecho, el solo pensarlo la exasperaba... pero ahora no.
El reto de las palabras del moreno hace que salte algo dentro de ella, ha pulsado el botón adecuado aunque en todo momento la griega sabe que es un juego. Ganar o perder. Le da igual, le quiere a él y a su estúpido ego palpitando entre sus piernas. De hecho, ese desafio, en los oídos de Ryss, suena tentador aunque su única reacción instantánea es librarse de sus botas, como si no lo hubiese oído, como si su cuerpo no estuviese ya en llamas por el episodio del ascensor. Sabiendo lo dado que es Jacob a impacientarse con ella, se vuelve a tomar su tiempo hasta que lentamente, adopta unos movimientos sinuosos y felinos al caminar hacia él. En el fondo esta expectante, ansiosa. Se para frente a él, dejando sus cuerpos muy cerca el uno del otro, sus senos rozan su torso cuando toma una bocanada de aire. Una sonrisa empieza a curvar los labios de Ryssa, taimada y gatuna, afilada y juguetona. La mano de la castaña se engancha al borde de los pantalones del hombre, atrayéndole hacia ella pero no se detiene y sigue subiendo, rozando su estómago hasta alcanzar su pecho. Se estiró, en búsqueda de sus labios pero en el último momento, con la otra mano, atrapó la del moreno que sostenía el whisky y lo acercó a su boca, dando un trago. El calor descendió por su garganta, su lengua paladeó el alcohol. Y, fue entonces cuando le besó. Fue un beso violento, se lanzó contra su boca, casi buscando hacerle daño pero no tardó en abandonar sus labios, descendiendo por su barbilla, donde propinó un mordisco mientras sus manos, demasiado ocupadas, desabrocharon sus pantalones, es lo que había buscado con la distracción de devorarle la boca. Ahora está en su cuello, clava sus dientes con medida agresividad pero no tarda en desviarse hacia su clavícula y sube ligeramente su camiseta mientras ella empieza a descender, libre de ningún escrúpulo. Su lengua húmeda repasa los lugares donde sus dientes han hecho mella, con más suavidad en su torso, rodeó su ombligo y entonces bajó sus pantalones. Con la boca atrapó el borde elástico de los boxer, elevó la mirada hacia el rostro de Jacob, los ojos de la chica parecían haberse oscurecido a la par que parecía más seria, más deseosa, más decadente. No había conocido a Aldrich para ser educada ni había ido a esa habitación para ser una santa. Le retiró los boxers con un tirón brusco porque carecía de delicadeza alguna y cuando le vio sin ropa interior, inconscientemente, pensó que aquel era un hombre que había entre mil. Se recreó un instante y le pareció terrible que no fuese desnudo por la calle todo el tiempo aunque una punzada de posesividad la sacudió, pensando que por esa noche, era suyo exclusivamente, después podía hacer lo que quisiera. Cerró los ojos y probó el sabor de su sexo. Caliente e intenso, como el whisky que había tomado antes, haciendo arder aún su boca. Lamió su miembro, lo recorrió con la lengua, lentamente, muy lentamente.
El reto de las palabras del moreno hace que salte algo dentro de ella, ha pulsado el botón adecuado aunque en todo momento la griega sabe que es un juego. Ganar o perder. Le da igual, le quiere a él y a su estúpido ego palpitando entre sus piernas. De hecho, ese desafio, en los oídos de Ryss, suena tentador aunque su única reacción instantánea es librarse de sus botas, como si no lo hubiese oído, como si su cuerpo no estuviese ya en llamas por el episodio del ascensor. Sabiendo lo dado que es Jacob a impacientarse con ella, se vuelve a tomar su tiempo hasta que lentamente, adopta unos movimientos sinuosos y felinos al caminar hacia él. En el fondo esta expectante, ansiosa. Se para frente a él, dejando sus cuerpos muy cerca el uno del otro, sus senos rozan su torso cuando toma una bocanada de aire. Una sonrisa empieza a curvar los labios de Ryssa, taimada y gatuna, afilada y juguetona. La mano de la castaña se engancha al borde de los pantalones del hombre, atrayéndole hacia ella pero no se detiene y sigue subiendo, rozando su estómago hasta alcanzar su pecho. Se estiró, en búsqueda de sus labios pero en el último momento, con la otra mano, atrapó la del moreno que sostenía el whisky y lo acercó a su boca, dando un trago. El calor descendió por su garganta, su lengua paladeó el alcohol. Y, fue entonces cuando le besó. Fue un beso violento, se lanzó contra su boca, casi buscando hacerle daño pero no tardó en abandonar sus labios, descendiendo por su barbilla, donde propinó un mordisco mientras sus manos, demasiado ocupadas, desabrocharon sus pantalones, es lo que había buscado con la distracción de devorarle la boca. Ahora está en su cuello, clava sus dientes con medida agresividad pero no tarda en desviarse hacia su clavícula y sube ligeramente su camiseta mientras ella empieza a descender, libre de ningún escrúpulo. Su lengua húmeda repasa los lugares donde sus dientes han hecho mella, con más suavidad en su torso, rodeó su ombligo y entonces bajó sus pantalones. Con la boca atrapó el borde elástico de los boxer, elevó la mirada hacia el rostro de Jacob, los ojos de la chica parecían haberse oscurecido a la par que parecía más seria, más deseosa, más decadente. No había conocido a Aldrich para ser educada ni había ido a esa habitación para ser una santa. Le retiró los boxers con un tirón brusco porque carecía de delicadeza alguna y cuando le vio sin ropa interior, inconscientemente, pensó que aquel era un hombre que había entre mil. Se recreó un instante y le pareció terrible que no fuese desnudo por la calle todo el tiempo aunque una punzada de posesividad la sacudió, pensando que por esa noche, era suyo exclusivamente, después podía hacer lo que quisiera. Cerró los ojos y probó el sabor de su sexo. Caliente e intenso, como el whisky que había tomado antes, haciendo arder aún su boca. Lamió su miembro, lo recorrió con la lengua, lentamente, muy lentamente.
Ryssa A. Kirgyakos- Fecha de inscripción : 08/08/2013
Re: Quinientas noches +18. - Ryssa.
La reta para saber de qué es capaz. Por muy egocéntrico que parezca. Tiene que parecerlo, pues es la única forma en la que el castaño se desenvuelve, con su arrogancia y egocentrismo. Si bien ha conocido a Ryssa en casi todas las facetas y poses íntimas, quiere saber qué tipo de encantos tiene cuando se ve presionada a estimular a un hombre. En el orden normal de las cosas, Jacob se excita con tan solo tenerla cerca y cede rápido a sus encantos naturales de mujer sexualmente atractiva. A ambos les sucede. Verla en esta faceta es interesante, porque ni en su primer encuentro lo necesitó. La atracción y química surgió de repente, y en cuestión de segundos se vieron envueltos en esa habitación de hotel, la que se ha vuelto desde entonces en su mejor punto de encuentro para disfrutarse mutuamente sin pudor alguno. Pues, esa es la razón por la que fue elegida, porque la palabra “vergüenza” no está en su vocabulario cuando las puertas de la habitación se cierran. Le gusta la forma astuta en que se desenvuelve y lo vuelve loco con un simple movimiento.
Cuando la ve muy paciente quitándose las botas, algo dentro de él se desespera. O mejor dicho, el bulto entre sus piernas pide ser libertado del bóxer y pantalón que lo tienen cautivo. Toda la sangre de su cuerpo se concentra en su miembro, convirtiéndolo en su órgano más poderoso. Ryssa avanza y él le da otro sorbo a su whisky. Cuando la tiene en frente la mira, con el rostro inexpresivo, pero los ojos llenos de lujuria y excitación. Ella es una de las mujeres más sensuales y desinhibidas que ha tenido la oportunidad de poseer en lo largo de su vida. Y vaya que ha conocido a muchas féminas, pero pocas comparadas con ella, quien es la única que en todos sus encuentros lo deja plenamente satisfecho, sin tener que masturbarse en solitario cuando queda poco complacido por un encuentro sexual con alguien que recién conoce. Por eso Jacob las elige bien, con dedicación. No es el típico adolescente con las hormonas revueltas que se jacta de acostarse con muchas chicas porque es un semental. Jacob es perfeccionista hasta en ese aspecto. Los senos de Ryssa tocan su pecho y tiene ganas de presionarlos con las palmas de sus manos, fuertemente, hasta escucharla rogarle para que se detuviera porque le duele. Sin embargo, deja sus ideas a un lado y no lo hace, tan solo se queda parado, observándola.
La manera ávida en que su mano va al broche de su pantalón lo toma desprevenido. Acerca sus labios a los suyos cuando cree que se juntarán, pero se ve timado y burlado. Sonríe a medias cuando la ve tomar el whisky. Le encanta su forma de dejarse llevar por sus instintos. Luego de eso prueba el licor de sus labios, usando su lengua para saborearlo mejor, siento tan delicado como ella. Es decir, nada. Las cosas suceden a un ritmo aceptable, porque se permite distinguir bien cada uno de sus actos. Jadea por las mordidas y su cuerpo se estremece cuando los besos y caricias toscas bajan. Está lleno de sensaciones que pronto querrán explotar dentro de la morena. Mientras más baja, Jacob se pone más ansioso. El reto se va convirtiendo en una tortura. Sus miradas se encuentran y la devora al instante, se la come con los ojos, desnudándola.
Cuando sus boxers descienden su miembro queda liberado, aliviado. Jacob le da un largo sorbo a su whisky. Lo termina y lo deja en la barra, mientras sus piernas sutilmente se deshacen de esas dos prendas bajas, y de una patada las deja a un lado de sus pies. Sabe lo que viene, sabe que pronto será cubierto por los labios de la morena. Al instante aquello sucede, haciéndolo jadear en tono ahogado, ronco con el primer contacto. Ryssa sabe perfectamente lo que hace y el castaño quiere que continúe. Empieza a mover su pelvis contra su rostro, porque necesita mucho más. Cierra los ojos, respirando fuerte por la nariz mientras su mano va a los cabellos de la morena. Aferra sus dedos a ellos y empuja su cabeza hacia su miembro, queriendo que lo satisfaga como se debe. De nuevo, la delicadeza no existe, sino todo lo contrario. La obliga a que lo deje entrar a su boca, deseoso de que las embestidas sean cada vez más rápidas en esa cavidad estrecha y mojada.
Cuando la ve muy paciente quitándose las botas, algo dentro de él se desespera. O mejor dicho, el bulto entre sus piernas pide ser libertado del bóxer y pantalón que lo tienen cautivo. Toda la sangre de su cuerpo se concentra en su miembro, convirtiéndolo en su órgano más poderoso. Ryssa avanza y él le da otro sorbo a su whisky. Cuando la tiene en frente la mira, con el rostro inexpresivo, pero los ojos llenos de lujuria y excitación. Ella es una de las mujeres más sensuales y desinhibidas que ha tenido la oportunidad de poseer en lo largo de su vida. Y vaya que ha conocido a muchas féminas, pero pocas comparadas con ella, quien es la única que en todos sus encuentros lo deja plenamente satisfecho, sin tener que masturbarse en solitario cuando queda poco complacido por un encuentro sexual con alguien que recién conoce. Por eso Jacob las elige bien, con dedicación. No es el típico adolescente con las hormonas revueltas que se jacta de acostarse con muchas chicas porque es un semental. Jacob es perfeccionista hasta en ese aspecto. Los senos de Ryssa tocan su pecho y tiene ganas de presionarlos con las palmas de sus manos, fuertemente, hasta escucharla rogarle para que se detuviera porque le duele. Sin embargo, deja sus ideas a un lado y no lo hace, tan solo se queda parado, observándola.
La manera ávida en que su mano va al broche de su pantalón lo toma desprevenido. Acerca sus labios a los suyos cuando cree que se juntarán, pero se ve timado y burlado. Sonríe a medias cuando la ve tomar el whisky. Le encanta su forma de dejarse llevar por sus instintos. Luego de eso prueba el licor de sus labios, usando su lengua para saborearlo mejor, siento tan delicado como ella. Es decir, nada. Las cosas suceden a un ritmo aceptable, porque se permite distinguir bien cada uno de sus actos. Jadea por las mordidas y su cuerpo se estremece cuando los besos y caricias toscas bajan. Está lleno de sensaciones que pronto querrán explotar dentro de la morena. Mientras más baja, Jacob se pone más ansioso. El reto se va convirtiendo en una tortura. Sus miradas se encuentran y la devora al instante, se la come con los ojos, desnudándola.
Cuando sus boxers descienden su miembro queda liberado, aliviado. Jacob le da un largo sorbo a su whisky. Lo termina y lo deja en la barra, mientras sus piernas sutilmente se deshacen de esas dos prendas bajas, y de una patada las deja a un lado de sus pies. Sabe lo que viene, sabe que pronto será cubierto por los labios de la morena. Al instante aquello sucede, haciéndolo jadear en tono ahogado, ronco con el primer contacto. Ryssa sabe perfectamente lo que hace y el castaño quiere que continúe. Empieza a mover su pelvis contra su rostro, porque necesita mucho más. Cierra los ojos, respirando fuerte por la nariz mientras su mano va a los cabellos de la morena. Aferra sus dedos a ellos y empuja su cabeza hacia su miembro, queriendo que lo satisfaga como se debe. De nuevo, la delicadeza no existe, sino todo lo contrario. La obliga a que lo deje entrar a su boca, deseoso de que las embestidas sean cada vez más rápidas en esa cavidad estrecha y mojada.
Jacob N. Aldrich- Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: Quinientas noches +18. - Ryssa.
Habitualmente los ojos azules de Jacob son tan helados como un témpano de hielo y tan duros como el hierro. Pero ahora, cuando Ryssa alzó un momento su mirada hacía su rostro mientras estaba arrodillada frente a él, cuando sus pupilas se encontraron, no había nada frío en ellos. Eran un mar profundo y turbulento que amenazaba con engullirla, tenían un brillo apasionado que hizo que un cosquilleo recorriese su columna vertebral. Sí, esos ojos tenían algo capaz de hacer que temblase su cuerpo entero, que su ropa interior acabase por sus tobillos, que su conciencia se fuese de vacaciones para transformarse en una bestia ciega de necesidad, arañando hasta hacer desaparecer los resquicios de sentido común que podían quedarle.
Jacob sabe a whisky, sabe a hombre. El mero hecho de sentirle palpitante en su boca hace que la muchacha se humedezca, una película de sudor baña su piel por el lo acalorada que empieza a sentirse, más aún que antes. Los dedos en su melena oscura, la presión, su violencia. Es como si él intentase someterla sin darse cuenta siquiera y eso despierta los instintos primarios de Ryss, haciendo que soltase un gemido ahogado, cada vez más excitada.
Sus manos se deslizan, más bien se escalan por las piernas del moreno con las uñas, de las rodillas a los muslos, de los muslos a su trasero. Aprieta las nalgas, le obliga a entrar más bruscamente en su boca, acompañando al movimiento de sus embestidas. Le cuesta respirar pero no quiere parar, no puede. Su lengua recorre el miembro de Jacob en toda su longitud antes de volver a internarlo en su boca, se ayuda de la mano para darle más placer, a la par que su sexo entraba y salía. Roza suavemente con sus dientes la cabeza y entonces se apartó de él, depositando un último beso en su miembro antes de incorporarse. No tiene intención de abandonarle, esa vez no hay excusas, sencillamente quiere acabar bien lo que ha empezado.
-Quítatelo todo. -Su voz fue un gruñido grave, cargada de deseo que parecía oscurecerla igual que ensombrecía sus pupilas. Igualmente, le ayudó a desprenderse de su camiseta, tirándola a un lado. Hacía juego con el suelo de hotel, de hecho, le quedaba mejor a él que a Jacob, pero es que Jacob sin ropa era un espectáculo formidable. De hecho, se quedó un momento quieta, apartada mirándole. Llamadla romántica pero le gustaba admirar la belleza, sobre todo cuando quería destrozarla y que fuese devastadora, como lo era Aldrich en la cama.
Le tomó de la muñeca, tirando bruscamente de él, empujándole en dirección a la cama. Ella aun esta completamente vestida, al menos, demasiado cubierta pero no hace amago de quitarse ninguna prenda, le pone más que de eso se encargue él de eso, también le remueve el morbo de no quitarse la ropa del todo aunque en realidad daba igual porque cuando sentía al moreno en su interior se le olvidaba todo lo demás y ya no existía nada ni nadie más.
Jacob sabe a whisky, sabe a hombre. El mero hecho de sentirle palpitante en su boca hace que la muchacha se humedezca, una película de sudor baña su piel por el lo acalorada que empieza a sentirse, más aún que antes. Los dedos en su melena oscura, la presión, su violencia. Es como si él intentase someterla sin darse cuenta siquiera y eso despierta los instintos primarios de Ryss, haciendo que soltase un gemido ahogado, cada vez más excitada.
Sus manos se deslizan, más bien se escalan por las piernas del moreno con las uñas, de las rodillas a los muslos, de los muslos a su trasero. Aprieta las nalgas, le obliga a entrar más bruscamente en su boca, acompañando al movimiento de sus embestidas. Le cuesta respirar pero no quiere parar, no puede. Su lengua recorre el miembro de Jacob en toda su longitud antes de volver a internarlo en su boca, se ayuda de la mano para darle más placer, a la par que su sexo entraba y salía. Roza suavemente con sus dientes la cabeza y entonces se apartó de él, depositando un último beso en su miembro antes de incorporarse. No tiene intención de abandonarle, esa vez no hay excusas, sencillamente quiere acabar bien lo que ha empezado.
-Quítatelo todo. -Su voz fue un gruñido grave, cargada de deseo que parecía oscurecerla igual que ensombrecía sus pupilas. Igualmente, le ayudó a desprenderse de su camiseta, tirándola a un lado. Hacía juego con el suelo de hotel, de hecho, le quedaba mejor a él que a Jacob, pero es que Jacob sin ropa era un espectáculo formidable. De hecho, se quedó un momento quieta, apartada mirándole. Llamadla romántica pero le gustaba admirar la belleza, sobre todo cuando quería destrozarla y que fuese devastadora, como lo era Aldrich en la cama.
Le tomó de la muñeca, tirando bruscamente de él, empujándole en dirección a la cama. Ella aun esta completamente vestida, al menos, demasiado cubierta pero no hace amago de quitarse ninguna prenda, le pone más que de eso se encargue él de eso, también le remueve el morbo de no quitarse la ropa del todo aunque en realidad daba igual porque cuando sentía al moreno en su interior se le olvidaba todo lo demás y ya no existía nada ni nadie más.
Ryssa A. Kirgyakos- Fecha de inscripción : 08/08/2013
Re: Quinientas noches +18. - Ryssa.
Una vez le tocó una mujer que se rehusó a darle placer como bien lo hace la morena, usando las manos, los labios y la lengua. Nunca había tenido la necesidad de pedirlo, pero que se negaran a hacerlo era algo increíblemente patético. Jacob estaba incrédulo, tanto que terminó soltándole un: “Ve a buscar a un cura, a ver si te da sexo del que buscas”. Se refería claramente a como se hacía en la antigüedad, cuando la mujer se limitaba a tirarse en una cama con las piernas abiertas y el hombre le diera hasta correrse. ¡Para un hombre, el sexo oral es importante! Es un factor primordial para buenas migas con la otra parte. Al menos para el castaño lo es. Así la persona que te lo haga no sea tu pareja sentimental, hay una conexión de intimidad y confianza que logra las mejores reacciones en el cuerpo de ambos involucrados. Miembros erectos, pezones duros. Calor, humedad, pasión. Para la mujer es como un redescubrimiento de su femineidad moderna, porque al darlo se demuestra activamente, disfrutando de lo que tiene cerca, dejando atrás las costumbres viejas, donde estar de rodillas y lamiendo un miembro era de prostitutas, no de gente decente. Y para los hombres porque el ser complacido física y psicológicamente se vuelve como una droga, que los adormece al punto de querer hacerlo en cualquier lugar. Un baño, un auto, en una oficina. Cualquier lugar es bueno para ese tipo de caricias.
Jacob las disfruta, aunque tenga el papel pasivo durante todo ese tiempo. Es mejor después del primer orgasmo, cuando su entrepierna queda aun erecta luego de una buena faena. Ahí la mujer puede volver a despertarlo para seguir. Pero si la situación cambia un poco y da un giro más excitante, se pone ansioso, porque queda de forma receptora antes de tiempo, y él nunca puede perder el control de una situación. Por eso se acelera y mueve su pelvis contra el rostro de Ryssa, quien hace el mejor de los trabajos con sus labios y lengua. Continúa tirando de sus cabellos, empujándolos hacia su miembro, jadeando ahogado cuando siente la presión de sus uñas en su trasero, más que nada porque la penetra con profundidad. Esa cavidad estrecha lo deja pasar como si lo estuviera esperando desde hace mucho tiempo. Ahoga, esta vez, un gemido, al sentir esa mordida leve en la cabeza de su entrepierna y luego el casi inexistente beso. La mira a los ojos cuando la tiene frente a frente. La adora al sentir su miembro erecto palpitando en medio de sus piernas, liberado, buscando un lugar dónde alojarse. Sus brazos se mueven rápido y termina sin la camisa blanca, la cual queda en el suelo. Cuando Ryssa lo ve, como lo hace en ese momento, se siente demasiado bien. Para Jacob no hay nada mejor que ser admirado. A veces saca su síndrome de Dorian Gray. Su atractivo puede más que su lado racional. Sobre todo en un ambiente así, donde solo debes dejarte llevar por el deseo en lugar de pensar.
La sigue hasta la cama, sintiéndose -en el fondo- utilizado. La idea de resulta repugnante. Una vez suficiente por esa noche. Ryssa debe darse por bien servida. Lo tiene desnudo solo para ella, mientras el castaño no puede ver más que sus sutiles curvas debajo de todas esas prendas que lleva encima. No por mucho, claro. La toma por la nuca fuertemente, atrapando sus cabellos, y pega su rostro al suyo. Mientras le desabrocha el botón del pantalón, deja que su lengua entre y salga de su boca, penetrándola de la misma forma que lo hizo su miembro antes. Sus respiraciones se mezclan, así como el calor de sus cuerpos. Jacob le baja el pantalón y la ropa interior, lo suficiente para que su mano pueda tocarle entre las piernas. Respira un poco agitado, metiendo su dedo índice en la intimidad de la morena, corroborando sus sospechas desde que estuvieron en el auto. Está completamente húmeda, caliente, lista para recibir lo todo lo que quiere darle y le dará. —Justo como quería —susurra sobre separando sus labios de los suyos un instante. Quita su dedo de su interior y lo sube hasta su boca. Lo lame excitado, mirándola a los ojos de forma perversa, con una media sonrisa dibujada. Su sabor es delicioso, adictivo. Necesita más. Vuelve a besarla, esta vez haciendo que la cabeza de su miembro toque sutilmente la intimidad de Ryssa. Gruñe sobre sus labios cuando sucede.
Antes de decir cualquier cosa, le quita esa camiseta que la hace lucir como chica ruda, para después desabrocharle también el sujetador, tirándolo al suelo. ¿Cómo puede andar por la calle escondiendo tales atributos? Sus pechos son perfectos, y lo serían más si tuvieran un pedazo de carne entre ellos, piensa, sintiendo cómo su entrepierna palpita desesperada. Ambos desnudos, ansiosos. Jacob no pierde tiempo. Se siente en el filo de la cama y hace que ella se acomode encima, con las piernas a los lados de su cuerpo. Pretende hacerla esperar un poco antes de entrar. Él también necesita disfrutar de ese cuerpo femenino a su disposición. Le agarra fuertemente el trasero, presionando sus dedos en su piel. Sus labios van instintivamente hacia uno de sus pechos. Atrapa su pezón, lo lame, lo succiona, lo muerde de forma ruda. Es más un animal que un ser humano. Es el rey de la selva, un león hambriento de sexo.
Jacob las disfruta, aunque tenga el papel pasivo durante todo ese tiempo. Es mejor después del primer orgasmo, cuando su entrepierna queda aun erecta luego de una buena faena. Ahí la mujer puede volver a despertarlo para seguir. Pero si la situación cambia un poco y da un giro más excitante, se pone ansioso, porque queda de forma receptora antes de tiempo, y él nunca puede perder el control de una situación. Por eso se acelera y mueve su pelvis contra el rostro de Ryssa, quien hace el mejor de los trabajos con sus labios y lengua. Continúa tirando de sus cabellos, empujándolos hacia su miembro, jadeando ahogado cuando siente la presión de sus uñas en su trasero, más que nada porque la penetra con profundidad. Esa cavidad estrecha lo deja pasar como si lo estuviera esperando desde hace mucho tiempo. Ahoga, esta vez, un gemido, al sentir esa mordida leve en la cabeza de su entrepierna y luego el casi inexistente beso. La mira a los ojos cuando la tiene frente a frente. La adora al sentir su miembro erecto palpitando en medio de sus piernas, liberado, buscando un lugar dónde alojarse. Sus brazos se mueven rápido y termina sin la camisa blanca, la cual queda en el suelo. Cuando Ryssa lo ve, como lo hace en ese momento, se siente demasiado bien. Para Jacob no hay nada mejor que ser admirado. A veces saca su síndrome de Dorian Gray. Su atractivo puede más que su lado racional. Sobre todo en un ambiente así, donde solo debes dejarte llevar por el deseo en lugar de pensar.
La sigue hasta la cama, sintiéndose -en el fondo- utilizado. La idea de resulta repugnante. Una vez suficiente por esa noche. Ryssa debe darse por bien servida. Lo tiene desnudo solo para ella, mientras el castaño no puede ver más que sus sutiles curvas debajo de todas esas prendas que lleva encima. No por mucho, claro. La toma por la nuca fuertemente, atrapando sus cabellos, y pega su rostro al suyo. Mientras le desabrocha el botón del pantalón, deja que su lengua entre y salga de su boca, penetrándola de la misma forma que lo hizo su miembro antes. Sus respiraciones se mezclan, así como el calor de sus cuerpos. Jacob le baja el pantalón y la ropa interior, lo suficiente para que su mano pueda tocarle entre las piernas. Respira un poco agitado, metiendo su dedo índice en la intimidad de la morena, corroborando sus sospechas desde que estuvieron en el auto. Está completamente húmeda, caliente, lista para recibir lo todo lo que quiere darle y le dará. —Justo como quería —susurra sobre separando sus labios de los suyos un instante. Quita su dedo de su interior y lo sube hasta su boca. Lo lame excitado, mirándola a los ojos de forma perversa, con una media sonrisa dibujada. Su sabor es delicioso, adictivo. Necesita más. Vuelve a besarla, esta vez haciendo que la cabeza de su miembro toque sutilmente la intimidad de Ryssa. Gruñe sobre sus labios cuando sucede.
Antes de decir cualquier cosa, le quita esa camiseta que la hace lucir como chica ruda, para después desabrocharle también el sujetador, tirándolo al suelo. ¿Cómo puede andar por la calle escondiendo tales atributos? Sus pechos son perfectos, y lo serían más si tuvieran un pedazo de carne entre ellos, piensa, sintiendo cómo su entrepierna palpita desesperada. Ambos desnudos, ansiosos. Jacob no pierde tiempo. Se siente en el filo de la cama y hace que ella se acomode encima, con las piernas a los lados de su cuerpo. Pretende hacerla esperar un poco antes de entrar. Él también necesita disfrutar de ese cuerpo femenino a su disposición. Le agarra fuertemente el trasero, presionando sus dedos en su piel. Sus labios van instintivamente hacia uno de sus pechos. Atrapa su pezón, lo lame, lo succiona, lo muerde de forma ruda. Es más un animal que un ser humano. Es el rey de la selva, un león hambriento de sexo.
Jacob N. Aldrich- Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: Quinientas noches +18. - Ryssa.
Ryssa era de la opinión que el cuerpo de una mujer era más hermoso que el de un hombre. Curvas sinuosas, delicadeza femenina, pechos voluminosos. Era más bello. Pero cuando vio a Jacob Aldrich en todo su esplendor, sintió que sus convicciones caían rodando cuesta abajo riéndose de ella. Sí algo era la castaña era honesta aunque no necesariamente en voz alta y tenía que reconocer, muy a su pesar, que nunca un hombre le había parecido tan atractivo como él. Lo que su rostro mostró fue muy contradictorio. Sus facciones se suavizaron de repente, deleitándose pero su mirada adquirió un matiz bizarro y oscuro. Era como contemplar en los ojos de un ángel el infierno ardiendo en sus pupilas. Recorrieron a Jacob. Desde su cabello azabache, alcanzando el mar embravecido de su mirada azulada, su nariz recta, los labios finos torcidos en una mueca de deseo, su barbilla terca. Descendió más, sus dedos quisieron acariciar su clavícula marcada, el fibroso torso desnudo con aquellos brazos poderosos que podrían levantarla sin ningún problema. Vio su miembro, erguido y orgulloso que momentos antes había saboreado, sufrió un cosquilleó en su vientre con solo pensar en sentirlo en su interior, grueso y profundo, arrancándola a experimentar cosas que creía lejos de su alcance. Por eso le gustaba el sexo, por eso le gustaba Aldrich y por eso estaba en esa habitación de hotel aunque todo en su vida fuese un auténtico caos. Era cierto que fuera de la cama, Ryssa se comportaba como una perra y no en el sentido que a la mayoría de hombres les atraía, de hecho, era... complicada, cuanto menos, depende de como la pillases y, sin embargo, una vez dentro de ella también podía ser terrible pero en otro sentido. Sucia, exigente, caliente. Lo quería todo hasta el agotamiento. Y Jacob sabía como saciar su apetito.
Antes de darse cuenta, él la ha vuelto a besar. Es un beso húmedo y tan íntimo como el propio acto del sexo. Se siente húmeda, un gemido se ahoga contra la boca de él. Mueve sus labios contra los suyos con ciega necesidad, ya ha desconectado. Y entonces el dedo de él se abre paso entre sus piernas, juguetón. Inconscientemente, la joven arquea su espalda como un felino, pegándose al hombre. Sentir sus músculos definidos contra su pecho, aun separados por la fina tela de la camiseta interior, la enloquece. Igual que sus palabras que suenan eróticas en sus oídos como si se las susurrase la mismísima personificación de la lujuria. No hay mejor forma para describir a Jacob que esa, sobre todo cuando le ve lamer el dedo con aquella sonrisa. La parte más animal de Ryss se excita, se siente más suya que nunca, como si con aquel gesto la hubiese fichado de por vida con su sabor. Le ve como un lobo, solo que en lugar de haber ido a por Caperucita ha buscado a otra loba. Le ataca con la boca y la castaña esta lista para responder, quiere devorarle, gruñe con excitación, con desesperación.
Acaba desnuda, tira su ropa a un lado con urgencia. Tiene entre sus piernas a Jacob, toda su excitación rozándola de una forma absurdamente casual y erótica. Estaba perdiendo la cabeza, ¿qué diablos le estaba haciendo aquel hombre? Gimió de repente, fuertemente. Su boca caliente apoderándose de su pecho. Los dedos de la castaña se hunden entre los mechones oscuros de la cabeza de Aldrich y sin darse cuenta, contoneó las caderas, restregándose contra el cuerpo masculino y el calor los envolvía como una llamarada. Tira de su cabello, separándolo un momento, necesita... necesita... inclinó su cabeza, buscó los labios del moreno. Dios, que bien sabían. Pero no era suficiente. Más, más, más, más. Llenó de besos la línea de su mandíbula, descendió por su cuello y le mordió. Fuerte, demasiado fuerte. Dejó la huella de sus dientes en él y le miró con la frenética violencia reflejada en sus ojos ensombrecidos. Mío, parecieron decir en medio de aquel colocón de posesividad y excitación. Con la mano volvió a tomar su miembro, empezando a estimularlo con movimientos de adentro y afuera y acercó más su cuerpo, haciendo que la rozase todo el tiempo, piel con piel. Instintivamente movía la pelvis mientras que se alzaba sobre sus rodillas a cada lado de las caderas del moreno, haciendo que la cabeza de su sexo tocase de vez en cuando su clítoris, dejando sus senos a la altura de aquel rostro masculino que la iba a llevar de cabeza a la perdición.
Antes de darse cuenta, él la ha vuelto a besar. Es un beso húmedo y tan íntimo como el propio acto del sexo. Se siente húmeda, un gemido se ahoga contra la boca de él. Mueve sus labios contra los suyos con ciega necesidad, ya ha desconectado. Y entonces el dedo de él se abre paso entre sus piernas, juguetón. Inconscientemente, la joven arquea su espalda como un felino, pegándose al hombre. Sentir sus músculos definidos contra su pecho, aun separados por la fina tela de la camiseta interior, la enloquece. Igual que sus palabras que suenan eróticas en sus oídos como si se las susurrase la mismísima personificación de la lujuria. No hay mejor forma para describir a Jacob que esa, sobre todo cuando le ve lamer el dedo con aquella sonrisa. La parte más animal de Ryss se excita, se siente más suya que nunca, como si con aquel gesto la hubiese fichado de por vida con su sabor. Le ve como un lobo, solo que en lugar de haber ido a por Caperucita ha buscado a otra loba. Le ataca con la boca y la castaña esta lista para responder, quiere devorarle, gruñe con excitación, con desesperación.
Acaba desnuda, tira su ropa a un lado con urgencia. Tiene entre sus piernas a Jacob, toda su excitación rozándola de una forma absurdamente casual y erótica. Estaba perdiendo la cabeza, ¿qué diablos le estaba haciendo aquel hombre? Gimió de repente, fuertemente. Su boca caliente apoderándose de su pecho. Los dedos de la castaña se hunden entre los mechones oscuros de la cabeza de Aldrich y sin darse cuenta, contoneó las caderas, restregándose contra el cuerpo masculino y el calor los envolvía como una llamarada. Tira de su cabello, separándolo un momento, necesita... necesita... inclinó su cabeza, buscó los labios del moreno. Dios, que bien sabían. Pero no era suficiente. Más, más, más, más. Llenó de besos la línea de su mandíbula, descendió por su cuello y le mordió. Fuerte, demasiado fuerte. Dejó la huella de sus dientes en él y le miró con la frenética violencia reflejada en sus ojos ensombrecidos. Mío, parecieron decir en medio de aquel colocón de posesividad y excitación. Con la mano volvió a tomar su miembro, empezando a estimularlo con movimientos de adentro y afuera y acercó más su cuerpo, haciendo que la rozase todo el tiempo, piel con piel. Instintivamente movía la pelvis mientras que se alzaba sobre sus rodillas a cada lado de las caderas del moreno, haciendo que la cabeza de su sexo tocase de vez en cuando su clítoris, dejando sus senos a la altura de aquel rostro masculino que la iba a llevar de cabeza a la perdición.
Ryssa A. Kirgyakos- Fecha de inscripción : 08/08/2013
Re: Quinientas noches +18. - Ryssa.
Jacob solo conoce el sexo de una forma: entrar a un lugar y hacerlo. Cuando se trata de una desconocida puede que ni las bese o les demuestre cierto interés en complacerlas, porque saben que solo busca su placer propio, no los suyos. Con la Ryssa es distinto. ¿Motivo? Las diversas maneras de satisfacerlo y satisfacerse al mismo tiempo. Él adora tomar el control, ser quien manda, el amo, el señor, el rey. Pero también lo estimula sexualmente cuando es Ryssa quien usa sus grandes dotes de mujer para hacerlo ser una víctima del placer que le regala, sometiéndolo. Por eso con ella hay muchos besos, caricias previas, una buena habitación de hotel, taxis de regreso a su universidad. Hay más atención, pero no tanta como para malinterpretar esos detalles poco románticos como algo más. Ambos saben de qué va su juego, sus reuniones de dos o tres noches a la semana. Además, es imposible que el profesor tenga un interés más allá que el sexual con alguna mujer. ¿Para qué? No es un adolescente de hormonas revueltas que cree que al tener una erección por su primera novia está enamorado. Tampoco es iluso o imbécil. Él sabe lo que quiere, sabe que la quiere a ella en su cama para pasarla bien y luego una despedida rápida. Nada más. Aunque debe admitir que cuando Ryssa se pone en un plan tan caliente y desesperada como ahora mismo está, las ganas por encerrarla en una habitación solo para él, y cada vez que quiera poseerla, es bastante tentador.
Disfruta lo que sucede, pero sabe que lo mejor está por venir. Con su lengua hace pequeños círculos alrededor del pezón que tiene en frente, mientras sus manos continúan presionándole el trasero a la morena. Sus cuerpos se frotan de forma inconsciente. Puede notar cómo su entrepierna toca directamente la de ella, presionándola pero sin llegar a entrar. Debe admitir que con sus propios métodos se infringe tortura, pues ha podido estar en su interior con un simple movimiento sino fuera porque quiere esperar un poco más, hasta que Ryssa se lo pida. Pronto su trabajo se ve interrumpido. Levanta el rostro forzado por ella. Un beso intenso y húmedo, excitante, provocador. Quiere más, pero su deseo no es concedido. Los labios de la morena bajan a su ritmo, dejando un camino de besos hasta su… un gruñido ronco y masculino sale de la boca de Jacob, y sus manos automáticamente le aprietan el trasero fuerte, brusco por el dolor que sufre su la piel de su cuello que ha sido mordida, casi devorada. Si hay sangre o no, no interesa. Le ha encantado, lo ha encendido mucho más de lo que estaba y su mirada lo dice todo.
Decir que ambos se han convertido en un par de animales deseosos de tenerse el uno al otro, haciendo competencias de quién provoca más a quién, es absurdo. Desde que entraron a la habitación se ha vuelto un juego interminable de dominación. Pero para el malestar del moreno, debe admitir que ahora mismo el control lo tiene Ryssa, quien toma su miembro con una mano y empieza a masturbarlo. Hace que la punta toque su intimidad húmeda, o esa parte sensible y deliciosa de lamer de toda mujer: el clítoris. Él toma aire y lo bota de forma agitada, mirándole los senos de forma lujuriosa, casi enfermiza, los tiene a la altura de su rostro, perfectos. Con ambas manos empieza a masajearlos, presionándolos con poca delicadeza, mientras su lengua pasa en medio de ambos una y otra vez. Su piel está hirviendo, casi a punto de sudar con tanto movimiento. Ni siquiera al hacer deporte quema tantas calorías de esa forma como cuando está con Ryssa. Pero, sin duda alguna, lo mejor es que no tienen necesidad de interrumpir esas caricias para ir por un condón. Le encanta poder confiar en ella, y saber que usa otros métodos para cuidarse de embarazos no deseados. Y Jacob, por su parte, usa condón con otras mujeres, por cuestiones de sanidad, pues son en gran mayoría conocidas de una sola noche. Con Ryssa prefiere hacerlo naturalmente, entrar y salir sin que nada le estorbe, e incluso tomarse la libertad de llegar en su interior, cosa que ambos disfrutan a plenitud.
No quiere esperar más. Aunque sabe que con esa posición le está dando el control de la situación. Qué más da. Toma su miembro, que está palpitando desenfrenadamente, con una de sus manos y lo posiciona perfectamente en la entrada, donde debe estar, donde debió estar desde hace varios minutos. La humedad que tiene entre las piernas la morena lo recibe complacida, haciéndolo resbalar, dispuesta a que llegue al fondo. Así lo hace. Jacob respira con los labios entreabiertos, pegados al cuello de ella, para luego buscar los suyos y poder besarla como quiere. Usa su lengua, escarbando el interior de su boca mientras sus manos la atrapan por las caderas hace presión hacia abajo, y luego la ayuda a subir, mientras mueve su pelvis hacia arriba, entrando y saliendo de ella, disfrutando de su interior mojado y cálido, soltando suspiros profundos, roncos y masculinos. A diferencia de cualquier otro hombre, a Jacob no le importa emitir sonidos, ni demostrarle a Ryssa el placer que le causa estar en su interior. Además, sabe bien que ese tipo de ruidos logran excitar demasiado a las mujeres. Si él disfruta, también debe hacerlo la morena. Es así, aunque la mayor parte del tiempo se la pasen compitiendo.
Disfruta lo que sucede, pero sabe que lo mejor está por venir. Con su lengua hace pequeños círculos alrededor del pezón que tiene en frente, mientras sus manos continúan presionándole el trasero a la morena. Sus cuerpos se frotan de forma inconsciente. Puede notar cómo su entrepierna toca directamente la de ella, presionándola pero sin llegar a entrar. Debe admitir que con sus propios métodos se infringe tortura, pues ha podido estar en su interior con un simple movimiento sino fuera porque quiere esperar un poco más, hasta que Ryssa se lo pida. Pronto su trabajo se ve interrumpido. Levanta el rostro forzado por ella. Un beso intenso y húmedo, excitante, provocador. Quiere más, pero su deseo no es concedido. Los labios de la morena bajan a su ritmo, dejando un camino de besos hasta su… un gruñido ronco y masculino sale de la boca de Jacob, y sus manos automáticamente le aprietan el trasero fuerte, brusco por el dolor que sufre su la piel de su cuello que ha sido mordida, casi devorada. Si hay sangre o no, no interesa. Le ha encantado, lo ha encendido mucho más de lo que estaba y su mirada lo dice todo.
Decir que ambos se han convertido en un par de animales deseosos de tenerse el uno al otro, haciendo competencias de quién provoca más a quién, es absurdo. Desde que entraron a la habitación se ha vuelto un juego interminable de dominación. Pero para el malestar del moreno, debe admitir que ahora mismo el control lo tiene Ryssa, quien toma su miembro con una mano y empieza a masturbarlo. Hace que la punta toque su intimidad húmeda, o esa parte sensible y deliciosa de lamer de toda mujer: el clítoris. Él toma aire y lo bota de forma agitada, mirándole los senos de forma lujuriosa, casi enfermiza, los tiene a la altura de su rostro, perfectos. Con ambas manos empieza a masajearlos, presionándolos con poca delicadeza, mientras su lengua pasa en medio de ambos una y otra vez. Su piel está hirviendo, casi a punto de sudar con tanto movimiento. Ni siquiera al hacer deporte quema tantas calorías de esa forma como cuando está con Ryssa. Pero, sin duda alguna, lo mejor es que no tienen necesidad de interrumpir esas caricias para ir por un condón. Le encanta poder confiar en ella, y saber que usa otros métodos para cuidarse de embarazos no deseados. Y Jacob, por su parte, usa condón con otras mujeres, por cuestiones de sanidad, pues son en gran mayoría conocidas de una sola noche. Con Ryssa prefiere hacerlo naturalmente, entrar y salir sin que nada le estorbe, e incluso tomarse la libertad de llegar en su interior, cosa que ambos disfrutan a plenitud.
No quiere esperar más. Aunque sabe que con esa posición le está dando el control de la situación. Qué más da. Toma su miembro, que está palpitando desenfrenadamente, con una de sus manos y lo posiciona perfectamente en la entrada, donde debe estar, donde debió estar desde hace varios minutos. La humedad que tiene entre las piernas la morena lo recibe complacida, haciéndolo resbalar, dispuesta a que llegue al fondo. Así lo hace. Jacob respira con los labios entreabiertos, pegados al cuello de ella, para luego buscar los suyos y poder besarla como quiere. Usa su lengua, escarbando el interior de su boca mientras sus manos la atrapan por las caderas hace presión hacia abajo, y luego la ayuda a subir, mientras mueve su pelvis hacia arriba, entrando y saliendo de ella, disfrutando de su interior mojado y cálido, soltando suspiros profundos, roncos y masculinos. A diferencia de cualquier otro hombre, a Jacob no le importa emitir sonidos, ni demostrarle a Ryssa el placer que le causa estar en su interior. Además, sabe bien que ese tipo de ruidos logran excitar demasiado a las mujeres. Si él disfruta, también debe hacerlo la morena. Es así, aunque la mayor parte del tiempo se la pasen compitiendo.
Jacob N. Aldrich- Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: Quinientas noches +18. - Ryssa.
El calor se apodera del cuerpo de la griega. Basta el roce de las yemas de los dedos del hombre que esta con ella para sufrir una combustión, le arde la piel, se siente febril. Un vacío se ha apoderado de su vientre y en forma de expectante hormigueo se expande por su cuerpo menos entre sus piernas, zona que se humedece cada vez más. Una parte recóndita de la mente de Ryss se percata de que todo su ser reacciona ante el mínimo gesto de Jacob. Una mirada, un gesto de cabeza, una caricia, una sonrisa de superioridad o un leve brillo en sus ojos como muestra de placer. Ante cualquier señal suya, ella se despierta, para bien o para mal, con airada irritación o con un gemido incontenible. No sabe hasta que punto aquello era bueno pero esta claro que ahora esa pregunta no ronda por su cabeza, lo cierto es que solo oye al demonio de su conciencia coreándola lo increíble que es tener a un león indomable en su cama.
El morbo jugaba un favor importante en la necesidad que dominaba a la joven en aquel momento. Eran innumerables las veces que veía pasar al profesor por los pasillos, más aún las que fingía no hacerlo y mantenía, al igual que él, su postura erguida mientras su cerebro se empeñaba en recordarle que la noche anterior la misma boca que dibujaba un rictus decidido la había devorado hasta consumirla. Chicas desviaban sus ojos hacia él, se lo comían con la mirada y con oscura satisfacción Ryssa pensaba que ella le había probado, no era suyo, pero algunas noches lo tenía completamente para ella. Y, en esos escasos momentos donde su posesiva naturaleza quería más, cuando exigía salir a la luz y declarar que le pertenecía, bastaba con buscar a otro hombre. Era más fácil moderarse así y era a lo que Ryssa Kirgyakos estaba acostumbrada, a llevar sus propias riendas. Aun así, cuando volvía a tenerlo desnudo, dominado por la lujuria, regresaba aquel sentimiento de retorcido placer aunque jamás achacaría algo tan impuro a un interés romántico, simplemente era instintivo. Le quería, le quería entre sus piernas, le quería para ella, justo como estaba en ese momento y no había nada más decadente que esos sentimientos tan primitivos y lascivos, ¿pero quién dijo que ella fuese un ángel?
Ya no intenta acallarse. Un gemido se abre paso por su garganta ante los roces de su sexo contra el suyo. Tiene una ciega necesidad por sentirle deslizarse hasta su interior, por estar llena, completa. Él no esta dispuesto a concederle aquel placer, así que ella se dedica a jugar con él. Ante su mordisco, oír aquel sonido que sale de los labios de Jacob le eriza la piel. Ha sido como el rugido de una bestia, ha enardecido todos sus sentidos, la ha puesto en guardia y de pronto, al mirarle de nuevo, al ver como se ha envalentonado, Ryssa se siente como una presa. Y, por Dios, no podría estar más excitada. Ni siquiera entre las sábanas permitía un mínimo de sumisión pero con Jacob se sentía que estaba ante un igual, como si fuera capaz de doblegarla sabiendo que eso le iba a gustar, que lo gozaría como una gata en celo.
Las manos del moreno en sus pechos hacen que su temperatura se incremente, el rastro húmedo de su lengua la sonsaca varios gemidos mientras sigue rozándose contra él. La tortura y la conquista a partes iguales, es un imán que la repele y la atrae al mismo tiempo. Toma su nuca, incitándole a seguir así mientras ella continua masturbándole, cada vez más rápido, con más fuerza. Le siente ardiente entre sus dedos y duro, endiablada y sensualmente duro. Justo como lo quiere dentro de ella. Una muda súplica se dibuja en las pupilas oscuras de los ojos de la griega, pero al ser simplemente ella, parece más bien una feroz amenaza, aunque probablemente dependa de hasta que punto la conozcas. Jacob no se hace de rogar y Ryssa le recibe en su interior con un gemido mientras sus piernas tiemblan levemente, nada que ver con el movimiento de caderas firme con el que le atrapa dentro de ella. Cierra los ojos, una oleada de placer la sacude de pies a cabeza pero sabe que todavía puede ser mejor, por eso los vuelve a abrir, buscando la mirada del moreno. Había algo inexplicable cuando lo hacía con él, ver su expresión, saber que era ella quien le otorgaba esa satisfacción, quien le sonsacaba aquellos gemidos. Llamadlo orgullo femenino, egocentrismo, lo que queráis pero pocas cosas había más eróticas para Ryssa que le demostrasen el éxtasis y poder demostrarlo ella abiertamente. Incluso ahora, cuando aún quería hacerle daño y herirle, su violencia se desbocaba de otra forma.
Con ayuda de las manos de Jacob, se alza sobre sus rodillas y desciende al mismo compás, dejándose guiar por su necesidad y acelerando. No se preocupa de no haber parado a coger el preservativo, ella toma preacauciones por los dos y, de todas formas, si debía ser honesta, ni lo había recordado y por nada del mundo haría parar al moreno ahora. No podía hacerlo.
Con perversión, la joven se humedece los labios con la lengua y se engancha a los hombros de Jacob, clavando suavemente sus uñas en ellos. Al moverse, mientras él entra y sale de ella, Ryss de repente empieza a moverse de forma más lenta. Le deja penetrar, centímetro a centímetro mientras se funde en un beso apasionado, a ella le cuesta horrores contenerse e ir despacio, pero si Jacob pierde por completo los papeles, habría valido la pena. Esta juguetona, esta excitada, esta desinhibida como solo puedes estarlo con un amante, como solo se puede estar con un hombre como Jacob Aldrich, que podrá ser impasible, juez y verdugo menos en aquel momento, jamás te reprocharía un comportamiento sanamente lascivo en la cama, o en el ascensor, en un baño, en el cine... cualquier otra cosa sí, pero eso no. Quizá fuera uno de los motivos por los que Ryssa disfrutaba tanto con él, porque no importaban las reglas ni la moralidad, lo políticamente correcto quedaba desterrado.
Volvió a besarle... o esas parecieron sus intenciones, porque mientras continuaba obligándole a embestirla despacio pero profundamente, desvió su boca. Empezó a depositar besos rápidos alrededor de sus labios pero nunca sobre ellos. Se lo negaba abiertamente para enloquecerle no porque ella no estuviese deseosa de probar de nuevo la unión de sus lenguas, pero sabía lo que la impaciencia podía hacer en él. Era pura magia.
El morbo jugaba un favor importante en la necesidad que dominaba a la joven en aquel momento. Eran innumerables las veces que veía pasar al profesor por los pasillos, más aún las que fingía no hacerlo y mantenía, al igual que él, su postura erguida mientras su cerebro se empeñaba en recordarle que la noche anterior la misma boca que dibujaba un rictus decidido la había devorado hasta consumirla. Chicas desviaban sus ojos hacia él, se lo comían con la mirada y con oscura satisfacción Ryssa pensaba que ella le había probado, no era suyo, pero algunas noches lo tenía completamente para ella. Y, en esos escasos momentos donde su posesiva naturaleza quería más, cuando exigía salir a la luz y declarar que le pertenecía, bastaba con buscar a otro hombre. Era más fácil moderarse así y era a lo que Ryssa Kirgyakos estaba acostumbrada, a llevar sus propias riendas. Aun así, cuando volvía a tenerlo desnudo, dominado por la lujuria, regresaba aquel sentimiento de retorcido placer aunque jamás achacaría algo tan impuro a un interés romántico, simplemente era instintivo. Le quería, le quería entre sus piernas, le quería para ella, justo como estaba en ese momento y no había nada más decadente que esos sentimientos tan primitivos y lascivos, ¿pero quién dijo que ella fuese un ángel?
Ya no intenta acallarse. Un gemido se abre paso por su garganta ante los roces de su sexo contra el suyo. Tiene una ciega necesidad por sentirle deslizarse hasta su interior, por estar llena, completa. Él no esta dispuesto a concederle aquel placer, así que ella se dedica a jugar con él. Ante su mordisco, oír aquel sonido que sale de los labios de Jacob le eriza la piel. Ha sido como el rugido de una bestia, ha enardecido todos sus sentidos, la ha puesto en guardia y de pronto, al mirarle de nuevo, al ver como se ha envalentonado, Ryssa se siente como una presa. Y, por Dios, no podría estar más excitada. Ni siquiera entre las sábanas permitía un mínimo de sumisión pero con Jacob se sentía que estaba ante un igual, como si fuera capaz de doblegarla sabiendo que eso le iba a gustar, que lo gozaría como una gata en celo.
Las manos del moreno en sus pechos hacen que su temperatura se incremente, el rastro húmedo de su lengua la sonsaca varios gemidos mientras sigue rozándose contra él. La tortura y la conquista a partes iguales, es un imán que la repele y la atrae al mismo tiempo. Toma su nuca, incitándole a seguir así mientras ella continua masturbándole, cada vez más rápido, con más fuerza. Le siente ardiente entre sus dedos y duro, endiablada y sensualmente duro. Justo como lo quiere dentro de ella. Una muda súplica se dibuja en las pupilas oscuras de los ojos de la griega, pero al ser simplemente ella, parece más bien una feroz amenaza, aunque probablemente dependa de hasta que punto la conozcas. Jacob no se hace de rogar y Ryssa le recibe en su interior con un gemido mientras sus piernas tiemblan levemente, nada que ver con el movimiento de caderas firme con el que le atrapa dentro de ella. Cierra los ojos, una oleada de placer la sacude de pies a cabeza pero sabe que todavía puede ser mejor, por eso los vuelve a abrir, buscando la mirada del moreno. Había algo inexplicable cuando lo hacía con él, ver su expresión, saber que era ella quien le otorgaba esa satisfacción, quien le sonsacaba aquellos gemidos. Llamadlo orgullo femenino, egocentrismo, lo que queráis pero pocas cosas había más eróticas para Ryssa que le demostrasen el éxtasis y poder demostrarlo ella abiertamente. Incluso ahora, cuando aún quería hacerle daño y herirle, su violencia se desbocaba de otra forma.
Con ayuda de las manos de Jacob, se alza sobre sus rodillas y desciende al mismo compás, dejándose guiar por su necesidad y acelerando. No se preocupa de no haber parado a coger el preservativo, ella toma preacauciones por los dos y, de todas formas, si debía ser honesta, ni lo había recordado y por nada del mundo haría parar al moreno ahora. No podía hacerlo.
Con perversión, la joven se humedece los labios con la lengua y se engancha a los hombros de Jacob, clavando suavemente sus uñas en ellos. Al moverse, mientras él entra y sale de ella, Ryss de repente empieza a moverse de forma más lenta. Le deja penetrar, centímetro a centímetro mientras se funde en un beso apasionado, a ella le cuesta horrores contenerse e ir despacio, pero si Jacob pierde por completo los papeles, habría valido la pena. Esta juguetona, esta excitada, esta desinhibida como solo puedes estarlo con un amante, como solo se puede estar con un hombre como Jacob Aldrich, que podrá ser impasible, juez y verdugo menos en aquel momento, jamás te reprocharía un comportamiento sanamente lascivo en la cama, o en el ascensor, en un baño, en el cine... cualquier otra cosa sí, pero eso no. Quizá fuera uno de los motivos por los que Ryssa disfrutaba tanto con él, porque no importaban las reglas ni la moralidad, lo políticamente correcto quedaba desterrado.
Volvió a besarle... o esas parecieron sus intenciones, porque mientras continuaba obligándole a embestirla despacio pero profundamente, desvió su boca. Empezó a depositar besos rápidos alrededor de sus labios pero nunca sobre ellos. Se lo negaba abiertamente para enloquecerle no porque ella no estuviese deseosa de probar de nuevo la unión de sus lenguas, pero sabía lo que la impaciencia podía hacer en él. Era pura magia.
Ryssa A. Kirgyakos- Fecha de inscripción : 08/08/2013
Temas similares
» ¡Buenas noches mis guarrillos y guarrilas! # Radio 1
» Ryssa A. Kirgyakos
» Noche de peli y helado {Ryssa}
» She loves ME, yeah, yeah, yeah! || Ryssa.
» Ryssa A. Kirgyakos
» Noche de peli y helado {Ryssa}
» She loves ME, yeah, yeah, yeah! || Ryssa.
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.