We are friends, but also brothers. {Victorique}

Seis años. Seis años habían pasado desde que los ángeles se habían llevado la vida del joven Aetos. Y todavía dolía, demasiado. Zephyr podría haber superado la muerte de un compañero, la de un vecino e incluso la de un amigo, pero no la muerte de Aetos. La pérdida de un ser querido destroza a las personas, el dolor del recuerdo las atormenta, pero la pérdida de un hermano, un gemelo, una parte de ti, es una eterna agonía.

Aquello le destrozó por completo y le fue robando, poco a poco, año tras año, toda la alegría que algún día mostró, toda la grandeza que pudo haber tenido en su corazón. Ya no quedaba rastro alguno del Zephyr que un día fue, ahora solo quedaba rencor y odio en su interior.

Nadie sabe de donde sacó las fuerzas para lograr entrar en la universidad, aunque lo que no extrañó fue que el mismo se pagara la matrícula. Tenía más dinero que nadie y lo sabía. El joven Van Kässer no necesitaba becas. No necesitaba estudios. No necesitaba exámenes. Para él la vida no tenía sentido sin su hermano, aún así gracias a la pequeña Winter, decidió entrar hará ya algunos años en la Universidad de Brown.

Zephyr a pesar de ser más inteligente que al menos la mitad de sus compañeros, jamás quiso destacar. Más no pasaba desapercibido. Tenía luz propia. Él era como el hielo, un cristal duro y fuerte que nadie podía romper. Era un chico inaccesible para la mayoría, callado durante las clases y odioso fuera de ellas.

Ahora ese jovencito tan indeseable se encontraba en la biblioteca de la universidad. ¡Oh, la maravillosa biblioteca! Hermoso lugar lleno de conocimientos para llegar al saber infinito. Gran templo de la inteligencia. Llena de millones de estanterías, tantas que ni siquiera me da tiempo a contarlas en un día entero. Y muchos más libros de los que puedas imaginar, era genial. Muchos llenos de polvo, otros más viejos que Matusalén tan amarillentos que parecen piolínes y los que sobraban con páginas arrancadas y mordiscos por todos lados. Seguramente obra de los hambrientos deportistas, que tras pasarse horas y horas chutando una pelota, se zampaban todo lo que veían. Aunque dudo mucho que más de la mitad haya entrado alguna vez en la biblioteca.

El joven Zephyr se encontraba perdido entre las estanterías del fondo, buscando con aburrimiento un libro que le hiciera pasar un buen rato.

Rutina. Aquello era lo único que había en la vida de Zephyr. Una rutina inmensa que le envolvía desde hacía un tiempo, tan voraz y poco llevadera como la de una gallina. Ella se dedicaba a poner huevos y más huevos, en cambio el castaño pasaba de horas y horas en clase a copas y copas en los bares, para luego terminar por los jardines insultando a cualquiera que se cruzara en su camino. Intentando borrar todo rastro de amor en su brillante mirada. Más su mente no le había dejado marchar, pues el sentimiento de una familia más unida que nunca le embargaba, y últimamente sus recuerdos le jugaban malas pasadas. Recordaba cosas que no debía recordar. La muerte de su madre, la de su gemelo y también la locura que terminó llevándose el alma de su padre.

En cambio, en ese mismo momento su triste rutina pareció dar un pequeño cambio gracias a esa chica de cabellos oscuros que le abrazó cuando él dejo de rozar los libros con los dedos. Un giro apenas visible, tan rápido y fugaz como una estrella. - Soy invisible, Vic. - contestó con sorna mientras apartaba de sus brazos a la sucia chica. Le había llenado de grasa, ahora tendría que comprarse una nueva camisa. Aún así sus palabras le habían hecho reír un poco pues ella siempre conseguía sacarle una sonrisa de la boca. - Sigues igual de loca que siempre. - se atrevió a decirle con un rastro de alegría cruzando su mirada.

Hacía ya un tiempo que comenzó a pasar las tardes de pelea en pelea con el único fin de sacar a flote la rabia que llevaba dentro. Al fin y al cabo, con el tiempo todos aquellos encontronazos se iban destiñendo como viejas fotografías y todo lo sucedido se volvía parte del pasado. Pero entonces, cuando menos lo esperaba, un recuerdo tormentoso volvía a su memoria desequilibrándola por completo. Zephyr había empezado a perder poco a poco la cabeza y tal vez los extraños trastornos mentales que comenzaba a sufrir se debían al poco amor que había recibido en los últimos meses, a las pocas sonrisas que le habían mostrado.- Claro que no, yo soy Heathcliff. - le respondió mientras un deje de amargura cruzaba su fría mirada al nombrar al personaje de Cumbres Borrascosas.

La mirada vacía de sus ojos azules recordó entonces todo lo ocurrido. Recordó aquellos días felices, esos en los que la vida le sonreía. Recordó carreras por el bosque, paseos en góndola, historias prohibidas, familias completas, amigos de verdad y un brillo efímero apareció en su rostro durante unos breves instantes. Habían pasado tantas cosas desde aquellos días que parecía que no recordaba el sentido de la palabra felicidad.

Se dejó besar por su amiga antes de contestar con lo que tal vez la chica esperaba pues últimamente aquella palabra inundaba todo su mundo. - Nostalgia. - murmuró entre dientes mientras era conducido fuera de la biblioteca por ella. No estaba de muy buen humor lo que conllevaba a que el muchacho se encontrara el doble de callado de lo normal. - ¿Dónde me llevas, Vic? - preguntó sin verdadero interés, solamente para escucharla durante un rato.