Schoolgirls At Home {Debbonie

Aquella tarde Debbonie estaba especialmente de buen humor. No sabía el por qué, pero lo estaba. Quizás porque no hacía tanto calor como días pasados, en los que creía que de verdad se derretiría. Si, quizás era eso. Las nubes en el cielo eran de un color gris bastante claro, pero, si todo salía bien, tal vez se teñirían de un gris más tormentoso y para en la noche una buena lluvia caería. Cruzaba los dedos para que eso pasará. Por ahora se conformaba con la brisa fresca que acariciaba sus mejillas conforme caminaba por la acera. Era una zona bastante exclusiva de residencias, al menos a ella eso le parecía, por lo que se sintió segura de decirle al taxista que la acerco, que la dejará un par de cuadras lejos de donde en realidad tenía que llegar.

No paso mucho tiempo antes de que llegue a su destino. Y sin dudar, presiono el botón del timbre una sola vez. Sabía que la chica la esperaba, por lo que no se molestó en tocarlo desesperadamente como siempre que acudía a cualquier otra casa que no fuera la de ella o la de ese gusano de cabello castaño con toques dorados. Se le revolvió el estómago al recordarlo, por un momento noto la comida que su madre la obligo a comer, en la garganta. No iba a vomitar en ese momento así que trago saliva. Le sonrío a la cámara un breve segundo, estaba segura de que Vico la miraba. Cuando la reja comenzó a abrirse, la castaña contemplaba la casa a la que había llegado como si fuera la primera vez. No podía entender por qué ella no tenía nada de eso y se limitaba a vivir en una pocilga de Brooklyn. Suspiro con resignación antes de comenzar a caminar nuevamente para encontrarse con la dueña de una melena larga y lacia.

-Hola, Vico -la saludo con simpleza, pero ligeramente entusiasmada con verla. Desde que su círculo de cuatro amigos se redujo a uno solo, había comenzado a salir con ella todos los viernes. Para hacer cualquier cosa para distraerse de lo ajetreada que pudo haber sido su semana. - Y bien, ¿qué haremos hoy? -le pregunto interesada, con un brillo en los ojos debido a que en el bolsillo de su pantalón negro llevaba una bolsa llena de polvo blanco. Bendito y mágico polvo blanco. Que podrían necesitar más avanzada la tarde. -¿Jugar videojuegos, escuchar música, llenar una casa de huevos y papel higiénico, o pintarnos las uñas y arreglarnos el cabello? -pregunto, bromeando con lo último. Ya que si había alguien menos femenina, por así decirlo, que Debbonie era Vico. Bonnie de vez en cuando se delineaba los ojos o pintaba de sus labios de rojo perra pasión. Se sentía poderosa así.

Las dos chicas se encontraban en la sala de la lujosa casa de la pelinegra. Siempre le había gustado aquel sitio a la castaña, por eso casi nunca quería que su amiga visitara su casa. Le daba vergüenza que su pequeño hogar cupiera en el jardín de esa misión y aun así que hubiese espacio de sobra. Alguien con el rostro y carácter de Debbonie no tenía por qué carecer de todos los lujos que ella ambicionaba. Puso los ojos en blanco al ver el dinero que abandonaba la aparente seguridad de esa caja de zapatos. Los dedos le cosquilleaban con la clara intención de apoderarse de él pero ignoro aquel impulso. -Creo que ahora el dinero no nos va a servir de mucho -repuso con seguridad y en ese instante dejo de prestarle atención a los billetes, era más dinero del que había visto junto en su vida. -La marihuana es una gran opción -concedió animada, y tomando la bolsita de la misma. Se quedó pensando en las diversas maneras que sabía para ingerirla pero se dejó guiar por la más divertida. -¡Hagamos brownies de marihuana! -casi casi le grito, sus ojos estaban más abiertos de lo normal y una sonrisa amplia estaba dibujada en sus labios rojo cereza. Le tomo la mano a la muchacha y para que fuera con ella hasta la cocina, claro que se la soltó casi en seguida. Vico era más como una de esas amigas con las que podía hacer locuras, no una con derechos como un par que tenía escondidas por ahí. -¿Tienes aquí todo lo que se necesita para hacer brownies? -le pregunto una vez que entraron a la impecable cocina. Era una pregunta un tano idiota ya que en esa cocina se veía que había de todo. -¿Qué has hecho con tu vida? -le pregunto por la mera curiosidad o por enterarse de algo interesante, además detestaba estar callada mucho tiempo. Hablaba hasta dormida.