You Again {A. Debbonie Petrikov}

La tarde estaba hermosa para cualquiera que la viera, el sol en lo más alto del cielo, nubes esponjosas y blancas manchando el cielo y el calor primaveral a todo su esplendor. Cualquiera diría que ese podía ser el mejor día de la primavera. Sin embargo a Debbonie no se lo parecía, ya que con tanto calor la cabeza comenzaba a dolerle, tanto que creía que necesitaba quitársela para tener un momentito de paz sin esas punzadas terribles en las sienes. Tal vez no sólo era el calor, también influía que no había comido nada en casi tres días. No estaba mareada y le gustaba sentir el vacío de su estómago, pero si se sentía exhausta y débil. Necesitaba refrescar su rostro si es que no quería caer en aquel pavimento y dormirse sobre la acera cual vagabunda. Por ello entro en el primer restaurante que diviso. Fue un error. El olor a comida italiana estaba por todos lados, acechándola y tentándola a comer por lo menos un bocado de alguna pizza o algo de pasta. No, porque si comía un bocado perdería el control. Trato de no respirar hasta que llego al baño ahí mojo su rostro con agua fría del grifo y se observó en el espejo. Su cara parecía más redonda que antes, sus dedos extraordinariamente gordos al igual que su panza y sus brazos. Dejó de mirarse para salir casi corriendo del baño. No la detenía nada más en aquel lugar, a excepción de una persona. Primero se dijo que no podía ser, después al ver el color de su cabello, y el perfil del muchacho supuso que esa era una de esas casualidades de la vida. No perdía nada con acercarse a saludarlo. Por lo que se peinó el cabello, por lo menos para verse un poco decente ante él. -¿Evander? -pregunto esperando a que él se girara ya que Debbonie prefirió el factor sorpresa y se quedó a la espalda del pelinegro. No obtuvo ninguna respuesta, así que con dos de sus dedos de la mano derecha toco ligeramente el hombro del muchacho. No espero a que él se girara, simplemente separo frente a él. Sonrío con inocencia, esa inocencia que poseía cuando era más pequeña y cuando aún lo veía. -No puedo creer que seas tú…-dijo un poco bajo, aun delineando cada parte del rostro de Evan para asegurarse que en efecto era él aquel niño que desde hacía siete años no veía. Aunque ella es más joven que él, tenía la memoria bastante fresca. Esos eran recuerdos que ni las drogas que consumía podían borrarle. -¿Te acuerdas de mí, verdad? -quiso saber ella. Lo miraba con expectación, tal vez no se acordaba y la podía estar tomando como una acosadora. Esperaba que no fuera así. Antes de que él dijera algo, un mesero llego a la mesa con una libreta en mano para pedir la orden de Evan, no tenía ni idea de si podía sentarse con él o no, pero al final tomo asiento a su lado. Le sonrió alegremente, cerrando los ojos un instante, con la esperanza de que su compañía no le fuese incomoda o desagradable.

Era extraño ver a ese chico de nuevo. La mente de Debbonie fue como un proyector que comenzó a pasar una serie de imágenes. Imágenes de los recuerdos que Debbonie tenía con aquel pelinegro. Estaban un poco borrosas pero lograba distinguirlos sonriendo, o jugando cuando era más joven. Quizás las drogas si hacían estragos en la mente de quien las consumía, sin embargo ella seguiría haciéndolo, era divertido y ya se había acostumbrado a ello. Antes que nada, Debbie se acomodó en la silla de la mesa frente a Evan. -Me alegra que me recuerdes - dijo con sinceridad, pues el chico era una de esas pocas personas que caían bien a Debbonie, no era como los amigos que tenía a los que en realidad no apreciaba y solamente les hablaba para obtener algo de ellos. -No tengo hambre, comí hace rato -aseguro, mintiendo de forma convincente para que él le creyera. No podía comer, ¿acaso él no veía lo gorda que estaba? Si comía tendría que hacer ejercicio durante horas y con solo haber caminado hasta ese lugar ya se sentía débil. -Pero te acompaño a comer, Evan, puedo pedir una bebida, una naranjada, se me ha antojado mucho ahora -la alegría en su voz la hacía ver algo infantil y más simpática de lo normal, incluso relamió sus labios de solo pensar que en pocos momentos una naranjada fría y dulce estaría frente a ella. -No sé, pensé que tal vez no me recordarías porque ya sabes, antes estaba un poco más gorda que ahora -dijo entre risas, como si hubiese sido una broma. Aunque era la verdad, Debbonie de pequeña sí que era más llenita de estómago que las demás chicas, aun lo era, pero antes se notaba más. Al menos eso le parecía a ella. -Tú te vez bastante bien, Evan, te han sentado bien estos años. Seguramente tienes a muchas tras de ti -comentó sabiendo que era ciertos. Pero la castaña no lo veía de esa forma, y se alegraba ya que últimamente cada chico que veía le gustaba. Le tranquilizaba darse cuenta que aún lo consideraba como un primo lejano a quien no podía ver como algo más que un amigo.