2013
Ahora mismo si estas planteándote en inscribirte en esta prestigiosa universidad es por que has pasado esta etapa, pero bueno, ¡eso cosa del pasado! Olvídalo, pon eso en un rincón de tu memoria.
Ahora estás viviendo el año 2013 en la Universidad de Brown, situada cerca del corazón de Nueva York.
¿Estás aquí por elección propia, por el sueño de convertirte en alguien famoso en la vida? ¿Por qué tus padres tienen una cuenta bancaria muy grande? ¿O tal vez por obligación?
Sea la razón que sea el resultado es el mismo, estas en una de las mejores universidades de América, pero aquí no te daremos 'la comida masticada' lo cual si de verdad deseas llegar a ser alguien en la vida tendrás que currártelo, aquí no regalamos nada.
¡Casi lo olvido! Tal vez exijamos mucho, pero tampoco descartes la idea de tener un poco de diversión. Fiesta, alcohol, sexo, drogas.
En resumen, el libertinaje total.
Para Algunos, la diversión significa dormir en tantas camas como sea posible, para otros, las compras y manicura son las cosas más importantes en su vida y siempre habrá los -por su padres- tienen dinero y reputación.
Pero dejando todo eso atrás, en la oscuridad de Brown se esconden varias personas que pertenecen a una especie de secta, un grupo donde su intenciones no son exactamente buenas. Se hacen reconocer por 'la logia', una panda de personas donde jugarán con cualquier persona que les apetezca. Les gusta ver sufrir a los demás, viven a costa de ellos. ¿Que pasa? ¿A caso tienes miedo de ser su próximo elegido? Tranquilo, como en los cómics y películas de Stan Lee donde hay un villano, hay un super héroe, e aquí nuestros super héroes se hace llamar anti logia, un grupo donde quieren la paz en la universidad y acabar con toda esa crueldad.
Y dime, ¿quien eres tu? ¿Eres un becado? ¿Un estudiante normal? ¿O tal vez te guste la idea de pertenecer a la logia? Otra posibilidad es que quieras cumplir el sueño de todo niño, ser un super héroe y pasar a ser miembro de la anti logia pero...
Seas lo que seas, se bienvenido a Brown University.
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Un rencuentro poco convencional {Ariadna H. O'Vullöus
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Un rencuentro poco convencional {Ariadna H. O'Vullöus
Era una peculiar tarde de Domingo. Peculiar porque en pleno invierno hacían extrañamente unos 25º, ideales para ir a ejercitar un poco al gimnasio. Como tenía el resto de la tarde libre y ya no tenía más ganas de repasar para mi examen de literatura, me paré de un salto, empujando hacia atrás la silla de mi escritorio. Me dirigí hasta mi ropero y me cambié como para ir a pasar el rato al gimnasio, aprovechando el día. Me coloqué unos shorts deportivos y una sudadera sin mangas, del tipo musculosa, con el logo de Brown. La sudadera era azul y el logo estaba en color, azul & oro, como el emblema original. Por si acaso decidí también llevarme una campera rompe vientos, ligera pero por si inesperadamente se largaba a llover como toda la semana.
Con el cierre hasta el cuello de la campera, mis llaves y billetera en los bolsillos de la misma, salí de mi cuarto y bajé las escaleras en dirección a la puerta de salida. Saludé con la cabeza a dos o tres miembros de la fraternidad que pasaban con sus parejas sean mujeres u hombres, ni me detuve a prestarles atención.
Salí del edificio-dormitorio y continué por el camino principal del campus, en dirección al gimnasio, llevaba conmigo el balón de basketball para ir a tirar un poco al aro, con tal de divertirme un rato al menos. Caminé como por cinco minutos, hasta llegar al gimnasio botando el balón distendido.
Entré por la puerta trasera, que daba directo a la cancha de parqué, dónde se encontraban enfrentados los aros y me encontré con una figura que no veía en años. La que me dejó pasmado y boquiabierto, a tal punto que se me escapo la pelota produciendo un sonido grave al botar contra el suelo y rodar por el hacia la joven. Ante aquel silencio cualquiera se habría sobresaltado al ser tomado por sorpresa. -¿Qué... qué... qué haces tu aquí?- logré musitar sumamente sorprendido. No sabía como reaccionar, si alegrarme, enfadarme, sorprenderme, extrañarme. Esa chica despertaba un mar de emociones en mi, el cual intentaba negar y apaciguar, ignorándolas. Era alguien que odiaba, o tal vez no, pero que no podía decir que me alegraba de verla, pese a que tenía los mismos motivos por decir que si lo hacía. En conclusión significaba mucho, demasiado para mi. Eso me asustaba pero nunca lo admitiría.
Con el cierre hasta el cuello de la campera, mis llaves y billetera en los bolsillos de la misma, salí de mi cuarto y bajé las escaleras en dirección a la puerta de salida. Saludé con la cabeza a dos o tres miembros de la fraternidad que pasaban con sus parejas sean mujeres u hombres, ni me detuve a prestarles atención.
Salí del edificio-dormitorio y continué por el camino principal del campus, en dirección al gimnasio, llevaba conmigo el balón de basketball para ir a tirar un poco al aro, con tal de divertirme un rato al menos. Caminé como por cinco minutos, hasta llegar al gimnasio botando el balón distendido.
Entré por la puerta trasera, que daba directo a la cancha de parqué, dónde se encontraban enfrentados los aros y me encontré con una figura que no veía en años. La que me dejó pasmado y boquiabierto, a tal punto que se me escapo la pelota produciendo un sonido grave al botar contra el suelo y rodar por el hacia la joven. Ante aquel silencio cualquiera se habría sobresaltado al ser tomado por sorpresa. -¿Qué... qué... qué haces tu aquí?- logré musitar sumamente sorprendido. No sabía como reaccionar, si alegrarme, enfadarme, sorprenderme, extrañarme. Esa chica despertaba un mar de emociones en mi, el cual intentaba negar y apaciguar, ignorándolas. Era alguien que odiaba, o tal vez no, pero que no podía decir que me alegraba de verla, pese a que tenía los mismos motivos por decir que si lo hacía. En conclusión significaba mucho, demasiado para mi. Eso me asustaba pero nunca lo admitiría.
Andrew O. Christensen- Fecha de inscripción : 21/12/2012
Edad : 33
Localización : Brown University
Re: Un rencuentro poco convencional {Ariadna H. O'Vullöus
Necesitaba tirar el tiempo que tenía libre en algún lugar, pues al no tener que asistir a clases, ni tener que estudiar ni el hecho de tener a nadie con quién salir, hablar...causaba en mí unas ganas descomunales de quemar toxinas, así que me dirigí al gimnasio de la universidad y para mi sorpresa no había nadie, lo tenía entero para mí.
Llegué cargada a los vestuarios con mi bolsa en la que portaba la ropa deportiva que utilizaría para que absorviera mi sudor: un top rosa que dejaba al aire todo mi abdomen y espalda, tapándome tan solo el pecho y unos pantalones que me estaban enormes como los que llevan los chicos de baloncesto. Salí del vestuario mientras me recogía mi larga melena rubia en una coleta y para mi sorpresa aparecieron algunos chicos con un balón de rugby que parecía que su camino era hacia los vestuarios. Esperé que estos se largaran para caminar al sitio donde estaba todo el material y lo observé todo detenidamente hasta que me decidí por un balón de baloncesto, era un poco torpe en ese deporte y quería perfeccionarme en él.
Caminé hasta una de las canchas vacías botando el balón torpemente y escuché la puerta que tenía a mis espaldas entreabrise y un balón romper fuerte contra el suelo, solté el que yo llevaba girándome rápidamente y llevándome instintivamente una mano al pecho del susto. Entonces...lo ví, habló y yo quedé completamente en shock. ¿Era de verdad? -¿T...tú? -Arrugué el ceño relajando poco a poco mis facciones mirándolo fijamente sin parpadear, no sabía si lo que estaba viendo era de verdad o tan sólo un espejismo causado por...yo qué se. Era él. Hacía tantísimo que no lo veía...pero lo reconocí al instante; ese pelo, sus ojos, sus labios, su figura...era él.
Mi cuerpo no reaccionaba, no podía mover ni un músculo y la expresión de mi cara mostraba toda la sorpresa que nunca jamás pude mostrar. -No es de verdad... -Me tomé de la frente cerrando los ojos y los volví a abrir para asegurarme tontamente de que lo que veía era de verdad. -...o sí... No, no lo es. -Negué rápidamente intentando convencerme a mí misma de que no era él, saliendo del shock. Agité mi cabeza sin dejar de verlo y sin moverme ya que las piernas me temblaban.
Estaba muy nerviosa por lo que acababa de suceder...no sabía que hacer, no podía verlo, no sabía si los nervios era buena o mala señal. -And...-Me salió un gritito de los molestos y agudos horrendos. -Mierda. -Me murmuré para mi misma dándome con la palma de la mano en la frente agachando mi cuello.
Me quedé bloqueada y ya no sabía ni que iba a decir. No sabía si quería correr y abrazarlo o salir corriendo y desaparecer.
Llegué cargada a los vestuarios con mi bolsa en la que portaba la ropa deportiva que utilizaría para que absorviera mi sudor: un top rosa que dejaba al aire todo mi abdomen y espalda, tapándome tan solo el pecho y unos pantalones que me estaban enormes como los que llevan los chicos de baloncesto. Salí del vestuario mientras me recogía mi larga melena rubia en una coleta y para mi sorpresa aparecieron algunos chicos con un balón de rugby que parecía que su camino era hacia los vestuarios. Esperé que estos se largaran para caminar al sitio donde estaba todo el material y lo observé todo detenidamente hasta que me decidí por un balón de baloncesto, era un poco torpe en ese deporte y quería perfeccionarme en él.
Caminé hasta una de las canchas vacías botando el balón torpemente y escuché la puerta que tenía a mis espaldas entreabrise y un balón romper fuerte contra el suelo, solté el que yo llevaba girándome rápidamente y llevándome instintivamente una mano al pecho del susto. Entonces...lo ví, habló y yo quedé completamente en shock. ¿Era de verdad? -¿T...tú? -Arrugué el ceño relajando poco a poco mis facciones mirándolo fijamente sin parpadear, no sabía si lo que estaba viendo era de verdad o tan sólo un espejismo causado por...yo qué se. Era él. Hacía tantísimo que no lo veía...pero lo reconocí al instante; ese pelo, sus ojos, sus labios, su figura...era él.
Mi cuerpo no reaccionaba, no podía mover ni un músculo y la expresión de mi cara mostraba toda la sorpresa que nunca jamás pude mostrar. -No es de verdad... -Me tomé de la frente cerrando los ojos y los volví a abrir para asegurarme tontamente de que lo que veía era de verdad. -...o sí... No, no lo es. -Negué rápidamente intentando convencerme a mí misma de que no era él, saliendo del shock. Agité mi cabeza sin dejar de verlo y sin moverme ya que las piernas me temblaban.
Estaba muy nerviosa por lo que acababa de suceder...no sabía que hacer, no podía verlo, no sabía si los nervios era buena o mala señal. -And...-Me salió un gritito de los molestos y agudos horrendos. -Mierda. -Me murmuré para mi misma dándome con la palma de la mano en la frente agachando mi cuello.
Me quedé bloqueada y ya no sabía ni que iba a decir. No sabía si quería correr y abrazarlo o salir corriendo y desaparecer.
Ariadna H. O'Vullöus- Fecha de inscripción : 18/01/2013
Edad : 32
Localización : Donde la mierda no llegue.
Re: Un rencuentro poco convencional {Ariadna H. O'Vullöus
Mi boca era una perfecta “O” de sorpresa. No podía dejar de mirarla, de pies a cabeza, de cabeza a pies. Caminé a tropezones hasta ella, para tocarla, comprobar que no era un fantasma. —¿Tú aquí? ¿Cómo es posible?— balbuceé, llegando frente a la muchacha sin dejar de mirarla. –No claro, no es posible, por eso esto no es más que un sueño…— logré articular una vez más. Y luego extendí una mano, hacia su rostro, para acariciar su cálida mejilla, perlada de un ligero sudor, y algo nervioso y avergonzado la quité rápido al comprobar que efectivamente, era ella pero ¿¡cómo era posible!?
Me mordí un labio, al volver a observarla, esta vez creyendo en que estaba allí, sin desear que fuera un sueño. Estaba más bonita que hacía siete años. Había crecido, obviamente y se había desarrollado. Tuve un fuerte impulso a abrazarla que tuve que reprimir con gran esfuerzo, para no hacerlo corriendo. Pasé una mano por mi cabello, alborotando mis rizos, nervioso, muy nervioso. —Ho…hola… Ari— dije, intentando ser educado, y me apresuré a tapar mi error “cariñoso” de abreviar su nombre, —Ariadna…— me apuré a completar y fingí una tos que no convencía a nadie, por hacer algo. — ¿Cómo has estado? ¿Qué haces aquí? — me atreví a interrogarla, notando como las preguntas fluían solas de mi boca.
Mordiéndome el labio inferior y maldiciéndome por lo que estaba por hacer me acerqué más a ella, notando la cercanía de su rostro con el mío, — te… te… ¿extrañé?— balbuceé torpe e infantilmente, agachando la mirada. Pues sabía que como era ella, utilizaría aquello para humillarme o intentar hacerlo y mofarse de mí.
Sacudí la cabeza y fruncí el ceño. ¿Qué rayos me pasaba? Yo detestaba a esa mujer, no la quería para nada, no me importaba en absoluto, no la había extrañado, nunca la había deseado. O tal vez sí, pero ya no, nunca más. Me dije, y luego me mordí el labio, solo me mentía a mi mismo, pero al menos, me lo creía por el momento.
Me mordí un labio, al volver a observarla, esta vez creyendo en que estaba allí, sin desear que fuera un sueño. Estaba más bonita que hacía siete años. Había crecido, obviamente y se había desarrollado. Tuve un fuerte impulso a abrazarla que tuve que reprimir con gran esfuerzo, para no hacerlo corriendo. Pasé una mano por mi cabello, alborotando mis rizos, nervioso, muy nervioso. —Ho…hola… Ari— dije, intentando ser educado, y me apresuré a tapar mi error “cariñoso” de abreviar su nombre, —Ariadna…— me apuré a completar y fingí una tos que no convencía a nadie, por hacer algo. — ¿Cómo has estado? ¿Qué haces aquí? — me atreví a interrogarla, notando como las preguntas fluían solas de mi boca.
Mordiéndome el labio inferior y maldiciéndome por lo que estaba por hacer me acerqué más a ella, notando la cercanía de su rostro con el mío, — te… te… ¿extrañé?— balbuceé torpe e infantilmente, agachando la mirada. Pues sabía que como era ella, utilizaría aquello para humillarme o intentar hacerlo y mofarse de mí.
Sacudí la cabeza y fruncí el ceño. ¿Qué rayos me pasaba? Yo detestaba a esa mujer, no la quería para nada, no me importaba en absoluto, no la había extrañado, nunca la había deseado. O tal vez sí, pero ya no, nunca más. Me dije, y luego me mordí el labio, solo me mentía a mi mismo, pero al menos, me lo creía por el momento.
Andrew O. Christensen- Fecha de inscripción : 21/12/2012
Edad : 33
Localización : Brown University
Re: Un rencuentro poco convencional {Ariadna H. O'Vullöus
Observé como se precipitaba hacia mí y solté una larga calada de aire recuperándome de la gran sorpresa, volviendo a respirar. Mantenía mi mirada fija en él, no podía apartarla, ya que jamás pude pensar que le encontraría en un sitio como en el que estaba. Bendito destino, sí señor, bendito. -Es...es una historia un tanto larga. -Dije con modestia algo vergonzosa, cosa que hacía demasiado tiempo había perdido... el sentido de la vergüenza. Su mano se elevó con exactitud hasta tocar mi mejilla lo que me hizo que se erizara de manera brusca todo mi bello. Tantísimo tiempo sin sentir una...una de alguien que realmente quería. No era la de un extraño, no era la de un asqueroso hombre...era la de él, Andrew, mi amor que aún rondaba por mi cabeza casi siempre, con el que tuve mi primer y único amor, lo más cercano que tuve a una relación verdadera...donde mis sentimientos eran totalmente verdaderos, al igual que los de él (suponía).
Recordaba esa etapa como si fuera el mismo día que lo conocí aunque ahora estaba más cambiado. Sus rasgos tenían un aire más serio, más rudos, más fuertes. Sus músculos habrían cobrado vida...cosa que a años atrás apenas podían verse debido a su poco desarrollo. Su cabello seguía igual...con esos rizos rebeldes que me volvían loca. Sus ojos, oscuros con sus pestañas largas. Era como volver al pasado, tenerlo de nuevo en el frente...sentirlo, oírlo...habían pasado tantos años y aún me reconocía, lo reconocía.
No dejaba de sorprenderme ante los hechos, me sorprendía de mí misma...de él, me había reconocido a pesar de los cambios. Sin duda...era una buena señal. -Hola... -Sonreí como pude, ya que los labios me temblaban. -Drew. -Mordí mi labio inferior observándolo de nuevo, cada una de sus facciones asegurándome de que era él. -Yo...yo...ya te he dicho es una historia bastante larga... -Me limité a decir y seguí mirándole, era increíble. -Maldito seas... -murmuré cuando dijo que me había extrañado con un tono de duda.
No aguanté más tiempo y me daba igual si estaba sudada, si le daba asco que lo que hiciera a continuación le revolviera en asco, me daba igual. Extendí mis brazos moviendome de mi sitio, avalanzandome en él y abrazándole fuertemente. Cerrando los ojos fuerte, y sintiendo su intensa aroma a perfume recién colocado en su piel. Lo apretujé entre mis brazos de puntillas ( ya que no llegaba bien a su altura) y escondí mi cara en su cuello. -Te...te...necesitaba...
No supe lo que decía hasta dije lo último...estaba siendo sincera al completo y eso no me gustaba, no sabía si por su parte era cierto lo que decía. No sabía si fiarme...pero, hasta el momento lo había hecho. Tarde para recapacitar. -Quiero decir...que...que... -Apreté mis ojos más cagándome en mí misma por no saber como corregirme. Malditos nervios. -...da igual. -Terminé diciendo y lo apretujé más, sin esperar una correspondencia por su parte.
Me daba igual si me rechazaba bruscamente, ya le había abrazado...me había pegado a él y eso me lo llevaba conmigo, lo que pasara después...pasado estaría. No me preocupaba.
Recordaba esa etapa como si fuera el mismo día que lo conocí aunque ahora estaba más cambiado. Sus rasgos tenían un aire más serio, más rudos, más fuertes. Sus músculos habrían cobrado vida...cosa que a años atrás apenas podían verse debido a su poco desarrollo. Su cabello seguía igual...con esos rizos rebeldes que me volvían loca. Sus ojos, oscuros con sus pestañas largas. Era como volver al pasado, tenerlo de nuevo en el frente...sentirlo, oírlo...habían pasado tantos años y aún me reconocía, lo reconocía.
No dejaba de sorprenderme ante los hechos, me sorprendía de mí misma...de él, me había reconocido a pesar de los cambios. Sin duda...era una buena señal. -Hola... -Sonreí como pude, ya que los labios me temblaban. -Drew. -Mordí mi labio inferior observándolo de nuevo, cada una de sus facciones asegurándome de que era él. -Yo...yo...ya te he dicho es una historia bastante larga... -Me limité a decir y seguí mirándole, era increíble. -Maldito seas... -murmuré cuando dijo que me había extrañado con un tono de duda.
No aguanté más tiempo y me daba igual si estaba sudada, si le daba asco que lo que hiciera a continuación le revolviera en asco, me daba igual. Extendí mis brazos moviendome de mi sitio, avalanzandome en él y abrazándole fuertemente. Cerrando los ojos fuerte, y sintiendo su intensa aroma a perfume recién colocado en su piel. Lo apretujé entre mis brazos de puntillas ( ya que no llegaba bien a su altura) y escondí mi cara en su cuello. -Te...te...necesitaba...
No supe lo que decía hasta dije lo último...estaba siendo sincera al completo y eso no me gustaba, no sabía si por su parte era cierto lo que decía. No sabía si fiarme...pero, hasta el momento lo había hecho. Tarde para recapacitar. -Quiero decir...que...que... -Apreté mis ojos más cagándome en mí misma por no saber como corregirme. Malditos nervios. -...da igual. -Terminé diciendo y lo apretujé más, sin esperar una correspondencia por su parte.
Me daba igual si me rechazaba bruscamente, ya le había abrazado...me había pegado a él y eso me lo llevaba conmigo, lo que pasara después...pasado estaría. No me preocupaba.
Ariadna H. O'Vullöus- Fecha de inscripción : 18/01/2013
Edad : 32
Localización : Donde la mierda no llegue.
Re: Un rencuentro poco convencional {Ariadna H. O'Vullöus
Sus palabras sonaron como un eco distante en mi cabeza. Yo ya no estaba en mí, estaba divagando por los confines de mi mente, ensimismado en mí, intentando cómo era posible. Intentando elegir si tenerla allí, en frente mío, era algo grato o algo dramático. ¿La quería? Si y mucho, pero también la detestaba. ¿Me agradaba su compañía? Desde luego, nadie como ella, los caprichos de la vida te llevan a tener esa compañía “especial” y “diferente” a todas, por ser la primera a la que elegiste o la primera con la que se dio. ¿Si estuve enamorado de ella? ¿Aún lo estaba? Nunca lo admitiría ni conmigo mismo, esa palabra… “amor”; era tabú en mi vocabulario. —Que… tan larga…— pregunté de forma vaga e imprecisas, sin siquiera articular el tono de duda o pregunta. No había pensado la pregunta, no había tenido intención consciente de formularla pese a querer continuar la conversación. Mi subconsciente, automáticamente lo pregunto, sabiendo que saber de ella, en definitiva, era lo que más me interesaba saber.
Sentí como su piel se había erizado bajo esa caricia, hosca y fugaz, pero suave al fin. Aquello me llevó años atrás, a Londres, hacía siete años. Recordé cuando la conocí, lo mal que nos llevábamos pero lo mucho que nos atraíamos. Recordé aquella vez, cuando todo se dio, yo no lo había planeado. Aunque tal vez ella sí… en definitiva, una vez habían dicho: “Es tu propio reflejo Andrew, pero en versión femenina.” Sin darle más vueltas a si ella lo había planeado o no. Lo más lógico era que no, se había dado naturalmente, por esas cosas de la vida. Aun así, no podía sacarme las imágenes de mi cabeza, como aquella vez también se le erizaba la piel bajo mis caricias, como se mordía el labio, como me había besado, como me había recorrido, como yo la había recorrido, absolutamente todo llegaba hasta mi cabeza y se volcaba todo junto, confundiéndome. Me mordí el labio, quise hacerle algún comentario de aquello, aunque era incómoda ¿qué tal si tenía novio? ¿Por algo había huido no? Aunque, por un día, sino, el que habría huido habría sido yo.
No podía separar mi mirada de la de ella, clavado en aquellos ojos claros, brillantes como zafiros azules, claros como el agua y helados como el hielo. Recordaba como ella tenía esa capacidad de hacerme perder en ellos, vagando pero sosteniéndola entre mis brazos, con suaves besos y caricias de por medio.
Maldito instinto de “caza” no dejaba que se me pasara por alto ningún detalle. Sin embargo, estaba distraído y no les prestaba atención, los negaba, esa chica no me quería, no actuaba como actuaba sino que estaba seria, fría y distante; me repetía continuamente en mi cabeza. Me mordí el labio, por más que lo intentaba, detalles como sus labios temblando no me lograban pasar desapercibidos. Sonreí amplia y fugazmente, al escucharla llamarme así. Después de todo, algo de confianza conservábamos supuse. —Y yo ya te he dicho, que quiero escucharla de principio y a fin…— le contesté, sonriendo. “¡Maldita sea! ¿Qué mierda te propones Andrew?” pensé por unos momentos, “¿Te estás olvidando de quién es ella? ¿Ella se ha olvidado de quién eres realmente tú?” me decía. Pasé mi mano por mi rostro, intentando entenderme, entender algo de todo aquello. ¿Por qué había respondido eso? ¿Realmente me interesaba? Al parecer si y yo aún no lo sabía.
Escuché su maldición y miré hacia otro lado. Bueno, al parecer, no podía haberla extrañado. Era la misma de siempre en definitiva. Y por eso mismo tenía miedo, de esa misma chica me había… ¿enamorado? Sacudí mi cabeza bruscamente, no claro que no, me dije, yo nunca me enamoraba y nunca lo había hecho sentencié para mí mismo. —¿Yo maldito? Tu eres la que llega aquí, justo ahora, que “conveniente”— le dije, algo enfadado, ¿acaso ella sola me iba a insultar? No, claro que no.
Lo siguiente, simplemente me desorientó y sus palabras, suaves como la brisa y cálidas como una fogata me desarmaron y contrariaron mucho más. Su abrazo y aprisionamiento entre sus brazos, tomado por sorpresa, me hizo resbalar y caer con ella al suelo. Pese a ser una caída, fue suave, ninguno de los dos nos golpeamos, solo yo al impactar; pero no me dolía, no tenía nada roto y fue un simple resbalón nada más. Reí con ganas, por lo cómico que había sido e intentando ocultar mi nerviosismo y contrariedad. Quería poder decir lo mismo, pero si bien sabía y me acordaba de quién era, no la había llorado todas las noches precisamente. La extrañaba, pues… tampoco, la había bloqueado. Inconscientemente lo había hecho, porque ella llegaba a un punto en mí, lograra entrar y no salir, muy profundo. Tanto que me asustaba, me dejaba débil ante eso. Ella, todo su ser, era mi debilidad. Si, la había extrañado, pero había procurado no hacerlo, había procurado no admitirlo conmigo mismo. Distraerme con otras cosas. Siempre prefería preguntarme ¿todos extrañan a su primer “amor”? No claro que no, era mi respuesta. Entonces sacudía mi cabeza y me olvidaba de ella. —Yo… también— lo dije como si nada, sin atribuirle la importancia y realidad que eso tenía. Ya que en ese momento no lo sabía, la necesitaba más que a nada, ella era mi complemente, ella me hacía ser una buena persona, ella me cambiaba radicalmente. Pero claro, ni ella ni yo sabíamos eso, no podía sentirlo sino lo sabía, pero tampoco había mentido precisamente.
Con ella encima noté como es escondía en mi hombro. Sonreí, pese al mal carácter, la sensualidad y el descontrol que ella solía llevar, tenía su ternura y calidez. Rodeé con mis brazos sus hombros, abrazándola contra mí, apretujándola mientras sonreía. “Siempre a la ligera, siempre a la ligera Dutch” resonó en mi cabeza, la línea que Tío Wayne, le había dicho a Connor Mead. Estaba de acuerdo con “Dutch”, sus consejos siempre eran útiles. Y entonces me dejé llevar, “siempre a la ligera”. La sinceridad, el halago, las palabras justas, salieron solas, como si fuera el mismo Andrew de siempre, pero sincero.
La obligué a despegarse de mí, tal vez algo brusco como si fuera a rechazarla pero no. La mire a los ojos sonriendo y luego le besé la mejilla. En la comisura de los labios, porque la brusquedad e imprecisión me hicieron terminar besándola allí. Tentándome a resbalar hasta sus labios, sí. La besé y hablé. —Deja de estar tan nerviosa mujer, me encanta tenerte aquí, conmigo…— y luego de sonreírle naturalmente, como si confirmara mis propias palabras, me arrimé a ella. Dejando nuestros rostros a milímetros uno del otro, la miré de soslayo, luego ladee un poco mi cabeza y di el último paso. Por inercia, quería que ella me besara a mí. Pero nuestros labios casi se rozaban, yo podía sentir la calidez de su aliento acariciar mi rostro, y como sus ojos se clavaban en los míos. Por un fugaz segundo, creí percibir duda y miedo, como si no fuera un simple ligue. Aunque quizás para ella no lo era, solo quizás. ¿Y para mí? Preferí no responderme, como si no lo supiera, porque si bien sí lo sabía, no podía responder lo que yo quería, no podía decirme “Es un ligue y nada más”, no era de mentirme a mí mismo cuando sabía que no lograría auto-engañarme.
Sentí como su piel se había erizado bajo esa caricia, hosca y fugaz, pero suave al fin. Aquello me llevó años atrás, a Londres, hacía siete años. Recordé cuando la conocí, lo mal que nos llevábamos pero lo mucho que nos atraíamos. Recordé aquella vez, cuando todo se dio, yo no lo había planeado. Aunque tal vez ella sí… en definitiva, una vez habían dicho: “Es tu propio reflejo Andrew, pero en versión femenina.” Sin darle más vueltas a si ella lo había planeado o no. Lo más lógico era que no, se había dado naturalmente, por esas cosas de la vida. Aun así, no podía sacarme las imágenes de mi cabeza, como aquella vez también se le erizaba la piel bajo mis caricias, como se mordía el labio, como me había besado, como me había recorrido, como yo la había recorrido, absolutamente todo llegaba hasta mi cabeza y se volcaba todo junto, confundiéndome. Me mordí el labio, quise hacerle algún comentario de aquello, aunque era incómoda ¿qué tal si tenía novio? ¿Por algo había huido no? Aunque, por un día, sino, el que habría huido habría sido yo.
No podía separar mi mirada de la de ella, clavado en aquellos ojos claros, brillantes como zafiros azules, claros como el agua y helados como el hielo. Recordaba como ella tenía esa capacidad de hacerme perder en ellos, vagando pero sosteniéndola entre mis brazos, con suaves besos y caricias de por medio.
Maldito instinto de “caza” no dejaba que se me pasara por alto ningún detalle. Sin embargo, estaba distraído y no les prestaba atención, los negaba, esa chica no me quería, no actuaba como actuaba sino que estaba seria, fría y distante; me repetía continuamente en mi cabeza. Me mordí el labio, por más que lo intentaba, detalles como sus labios temblando no me lograban pasar desapercibidos. Sonreí amplia y fugazmente, al escucharla llamarme así. Después de todo, algo de confianza conservábamos supuse. —Y yo ya te he dicho, que quiero escucharla de principio y a fin…— le contesté, sonriendo. “¡Maldita sea! ¿Qué mierda te propones Andrew?” pensé por unos momentos, “¿Te estás olvidando de quién es ella? ¿Ella se ha olvidado de quién eres realmente tú?” me decía. Pasé mi mano por mi rostro, intentando entenderme, entender algo de todo aquello. ¿Por qué había respondido eso? ¿Realmente me interesaba? Al parecer si y yo aún no lo sabía.
Escuché su maldición y miré hacia otro lado. Bueno, al parecer, no podía haberla extrañado. Era la misma de siempre en definitiva. Y por eso mismo tenía miedo, de esa misma chica me había… ¿enamorado? Sacudí mi cabeza bruscamente, no claro que no, me dije, yo nunca me enamoraba y nunca lo había hecho sentencié para mí mismo. —¿Yo maldito? Tu eres la que llega aquí, justo ahora, que “conveniente”— le dije, algo enfadado, ¿acaso ella sola me iba a insultar? No, claro que no.
Lo siguiente, simplemente me desorientó y sus palabras, suaves como la brisa y cálidas como una fogata me desarmaron y contrariaron mucho más. Su abrazo y aprisionamiento entre sus brazos, tomado por sorpresa, me hizo resbalar y caer con ella al suelo. Pese a ser una caída, fue suave, ninguno de los dos nos golpeamos, solo yo al impactar; pero no me dolía, no tenía nada roto y fue un simple resbalón nada más. Reí con ganas, por lo cómico que había sido e intentando ocultar mi nerviosismo y contrariedad. Quería poder decir lo mismo, pero si bien sabía y me acordaba de quién era, no la había llorado todas las noches precisamente. La extrañaba, pues… tampoco, la había bloqueado. Inconscientemente lo había hecho, porque ella llegaba a un punto en mí, lograra entrar y no salir, muy profundo. Tanto que me asustaba, me dejaba débil ante eso. Ella, todo su ser, era mi debilidad. Si, la había extrañado, pero había procurado no hacerlo, había procurado no admitirlo conmigo mismo. Distraerme con otras cosas. Siempre prefería preguntarme ¿todos extrañan a su primer “amor”? No claro que no, era mi respuesta. Entonces sacudía mi cabeza y me olvidaba de ella. —Yo… también— lo dije como si nada, sin atribuirle la importancia y realidad que eso tenía. Ya que en ese momento no lo sabía, la necesitaba más que a nada, ella era mi complemente, ella me hacía ser una buena persona, ella me cambiaba radicalmente. Pero claro, ni ella ni yo sabíamos eso, no podía sentirlo sino lo sabía, pero tampoco había mentido precisamente.
Con ella encima noté como es escondía en mi hombro. Sonreí, pese al mal carácter, la sensualidad y el descontrol que ella solía llevar, tenía su ternura y calidez. Rodeé con mis brazos sus hombros, abrazándola contra mí, apretujándola mientras sonreía. “Siempre a la ligera, siempre a la ligera Dutch” resonó en mi cabeza, la línea que Tío Wayne, le había dicho a Connor Mead. Estaba de acuerdo con “Dutch”, sus consejos siempre eran útiles. Y entonces me dejé llevar, “siempre a la ligera”. La sinceridad, el halago, las palabras justas, salieron solas, como si fuera el mismo Andrew de siempre, pero sincero.
La obligué a despegarse de mí, tal vez algo brusco como si fuera a rechazarla pero no. La mire a los ojos sonriendo y luego le besé la mejilla. En la comisura de los labios, porque la brusquedad e imprecisión me hicieron terminar besándola allí. Tentándome a resbalar hasta sus labios, sí. La besé y hablé. —Deja de estar tan nerviosa mujer, me encanta tenerte aquí, conmigo…— y luego de sonreírle naturalmente, como si confirmara mis propias palabras, me arrimé a ella. Dejando nuestros rostros a milímetros uno del otro, la miré de soslayo, luego ladee un poco mi cabeza y di el último paso. Por inercia, quería que ella me besara a mí. Pero nuestros labios casi se rozaban, yo podía sentir la calidez de su aliento acariciar mi rostro, y como sus ojos se clavaban en los míos. Por un fugaz segundo, creí percibir duda y miedo, como si no fuera un simple ligue. Aunque quizás para ella no lo era, solo quizás. ¿Y para mí? Preferí no responderme, como si no lo supiera, porque si bien sí lo sabía, no podía responder lo que yo quería, no podía decirme “Es un ligue y nada más”, no era de mentirme a mí mismo cuando sabía que no lograría auto-engañarme.
Andrew O. Christensen- Fecha de inscripción : 21/12/2012
Edad : 33
Localización : Brown University
Re: Un rencuentro poco convencional {Ariadna H. O'Vullöus
Su cálida voz, profunda retumbaba en mis tímpanos con esa elegancia que sólo él sabía aportarle. Oscura, misteriosa, algo a lo que hacía años me había desacostumbrado. Pensaba. Pensaba en los años que habían pasado, todas las cosas que él habría hecho, las que había hecho yo y que a pesar de todo ello, gracias a algo, nos habíamos reencontrado. ¿Era bueno? No lo sabía. ¿Era malo? Tal vez, era lo más probable. Ambos sabíamos como éramos; mejores en lo nuestro. Así que la probabilidad de veracidad era muy baja, aunque quién sabía… tal vez lo que decía era verdad, pero la vida me había dado tantos palos antes y después de estar junto a él que en mi vocabulario la palabra confianza no era del todo comprendida.
Parecía que había pasado más de siete años desde aquel tiempo en el que pasaba rápido, las tardes nos las pasábamos muertas sin acudir a la escuela, ni a las actividades extraescolares que ambos teníamos. Recordaba cuando nos fugábamos, cuando reíamos, cuando nos besamos, cuando nos fundíamos en abrazos. ¿Dónde había quedado eso? ¿Se acordaría tanto como yo de cada momento en el que estuve con él? ¿Me querría como yo le quería a él? ¿Se alegraba de verme o sólo era una tapadera? Mis actos no eran ficticios, pues no podía controlar mis emociones ni mis sentimientos. Estaba nerviosa, demasiado…aunque el orgullo iba aflorando poco a poco al ir acordándome de por qué siempre peleábamos. Él era una imagen de mí, éramos iguales…por ello nos atraíamos. Observé como mordía su labio, pues era algo minimalista, los pequeños detalles para mí eran grandes, me fijaba en todo.
No parecía nervioso, sino más bien dubitativo, no sabía qué hacer, se le notaba. Entonces, sus ojos oscuros se clavaron en los míos, tenían tanto poder esos ojos…que en ese mismo momento me dieron miedo, por lo que aparté la mirada mojando mis labios en saliva. Quería perderme en ellos, sí, pero… era incómodo en ese momento.
Volví mi mirada hacia él cuando escuché que su voz volvía a alzarse por su garganta, desparramando palabras. Le escuché con algo de atención sin mirarle muchos segundos a los ojos, deteniendo el tembleque de mis labios, mordiendo el de abajo y entornando los ojos mientras me hablaba a mí misma en la mente. "Ariadna compórtate, manten la calma. Sólo es un chico más, piensa que es un chico de los que pagaban por verte, a los que tenías que aguantar para recibir dinero, aguanta por favor…".
Parecía que tenía en el hombro derecho al ángel, encima de mi cabeza a un ‘alguien’ neutral y al demonio en el izquierdo. La parte neutral decía lo anterior, que me calmara, que aguantara, que me comportara como siempre lo hacía delante de cualquier hombre. La parte mala decía que le tratara mal, que le odiara en ese momento y la parte buena me susurraba…me encamelaba diciéndome que le amara, que le abrazara, que sintiera de nuevo todo aquello de lo que me había olvidado al estar con un hombre. Voces mezcladas, que me confundían…eso era lo que me provocaba él, sentimientos totalmente contradictorios: amor, odio, felicidad, engaño, frustación, ilusión… Demasiadas emociones para un corto periodo de tiempo que intentaban manejarme en ese momento. ¿Resultado? No saber cómo actuar. –Es demasiado larga como para contártela ahora mismo. Si algún día no tienes sueño te la contaré, así lo cogerás rápidamente.
“¿Ariadna? ¿Y los nervios? ¿Dónde están? Qué bien sabes manejar lo que quieres…“ El orgullo afloró en ese mismo instante. Logré controlar mis nervios y mi expresión se volvió en un semblante frío y duro, serio…como si estuviera en una entrevista de trabajo importante. Por culpa de esos nervios estaba quedando en total ridículo y no iba a tirar mi dignidad por un momento con él. Ni que fuera él más que yo. -¿Y qué iba a saber yo que tu ibas a esta aquí? ¿Justo en la misma universidad a la que iba a acceder yo? – No pude evitar defenderme molesta. Lo de conveniente me vino de improvisto. ¿Cómo? Me molestó más. – Lo suficientemente conveniente. Y además, has llegado tú después que yo. A lomejor si no hubieras venido no nos hubiéramos encontrado en todo el curso. –Asentí levemente apartando mi mirada de él.
No me di cuenta, hasta entonces, de que mi abrazo seguro que le haría reflexionar acerca de mis sentimientos hacia él y encima… esas estúpidas palabras que le dediqué. “¿Pero qué haces Ariadna? ¿Qué estás haciendo?” Me enfadé en ese mismo instante conmigo misma.
Caímos al suelo, quedando yo encima de él. “Qué situación más incómoda”, pensaba para mí misma. Él ni había mostrado un atisbo de nerviosismo y yo en cambio… le había mostrado muchos más de los que le mostré cuando estábamos juntos. Pero qué cojones…esas palabras me desorientaron, ¿el también? No era creíble, no señor, no lo era. Él era el típico chulo, que se llevaba lo que quería a la cama, que enamoraba a cualquiera, daba igual como fuera la chica, si era la más caprichosa, la más especialita con los hombres, él siempre conseguía lo que se proponía aunque no estuviera a su alcance. Siempre lo conseguía. Por ello me fiaba menos aún, porque no sabía si era de verdad…aunque tenía un poco más de ventaja sobre las pobres chicas que habían caído en sus manos, ya que yo sí que le conocía…o al menos eso creía. –Como siempre… -Murmuré pensando en voz alta. Venga…otro error. “Ariadna enserio, tienes un problema.” Apreté mis ojos fuertemente negando con la cabeza. ¿Pero qué me pasaba? ¿Qué estaba haciendo? Me contradecía mentalmente a lo que de verdad hacían mis actos. Mi cabeza me decía que no…que no le creyera pero mis actos eran totalmente distintos, le creían como una niña inocente. ¡¿Qué pasaba?! Con desesperación me preguntaba. ¿Tan nerviosa me ponía que no me dejaba ni pensar con claridad? Maldito sea…
Me apretujó contra su cuerpo, con esas manos tan poderosas y fuertes cubriéndome en un abrazo algo extraño ya que yo estaba encima de él. Pero enseguida terminó ese abrazo…me tiró fuera de él bruscamente. Eso terminó de confirmar cómo debía actuar. –No lo estoy, sólo fingía para ver como actuabas si pensabas que realmente me importabas, y que te necesitaba. –Dije malhumoradamente, haciendo un amago para levantarme de encima de él, pero algo me tomó por sorpresa…un beso con mala puntería. Me besó. Volví a confundirme… y a preguntarme como debía actuar. Su rostro quedó pegado al mío salvo por unos milímetros exactos que dejaban un pequeño hueco entre nuestros labios. Ahora ya había perdido el norte…me quería dejar llevar por lo que de verdad mi corazón sentía pero mi dignidad, ligada a mi orgullo, no me lo podían permitir. Le miré, clavando mi mirada en la suya, notando como percibía mi mirada. Los labios se rozaban… y uno de los dos debía dar el paso, pero esa no iba a ser yo. Solté varias carcajadas separando mi cara de la suya y alzándome. –Inocente…
Me giré sobre mis talones para que no viera mi amargura…rechazar ese momento sería un error seguro, pero mis instintos me llevaron a negarlo. Cerré mis ojos cuando mi cara no estuvo a la vista de él y tragué saliva, aguantando las ganas de girarme y apretujarlo, besarlo y fundirme con él en un largo beso… recordatorio de amor. Caminé hasta el balón con el corazón en un puño, lo tomé y caminé de perfil hasta donde se guardaban los balones. Lo dejé y entré al vestuario con total tranquilidad…hasta que dentro, corrí rápida hasta dentro de un aseo y encerrarme en él dando un portazo que se me fue de las manos. Dejé que mi cuerpo descansara y que ahora sí, se agitara todo lo que quisiera apretando con el dorso de mis manos los ojos, para que…un síntoma de alegría y pena no llegara hasta mis ojos. No debía llorar…
Parecía que había pasado más de siete años desde aquel tiempo en el que pasaba rápido, las tardes nos las pasábamos muertas sin acudir a la escuela, ni a las actividades extraescolares que ambos teníamos. Recordaba cuando nos fugábamos, cuando reíamos, cuando nos besamos, cuando nos fundíamos en abrazos. ¿Dónde había quedado eso? ¿Se acordaría tanto como yo de cada momento en el que estuve con él? ¿Me querría como yo le quería a él? ¿Se alegraba de verme o sólo era una tapadera? Mis actos no eran ficticios, pues no podía controlar mis emociones ni mis sentimientos. Estaba nerviosa, demasiado…aunque el orgullo iba aflorando poco a poco al ir acordándome de por qué siempre peleábamos. Él era una imagen de mí, éramos iguales…por ello nos atraíamos. Observé como mordía su labio, pues era algo minimalista, los pequeños detalles para mí eran grandes, me fijaba en todo.
No parecía nervioso, sino más bien dubitativo, no sabía qué hacer, se le notaba. Entonces, sus ojos oscuros se clavaron en los míos, tenían tanto poder esos ojos…que en ese mismo momento me dieron miedo, por lo que aparté la mirada mojando mis labios en saliva. Quería perderme en ellos, sí, pero… era incómodo en ese momento.
Volví mi mirada hacia él cuando escuché que su voz volvía a alzarse por su garganta, desparramando palabras. Le escuché con algo de atención sin mirarle muchos segundos a los ojos, deteniendo el tembleque de mis labios, mordiendo el de abajo y entornando los ojos mientras me hablaba a mí misma en la mente. "Ariadna compórtate, manten la calma. Sólo es un chico más, piensa que es un chico de los que pagaban por verte, a los que tenías que aguantar para recibir dinero, aguanta por favor…".
Parecía que tenía en el hombro derecho al ángel, encima de mi cabeza a un ‘alguien’ neutral y al demonio en el izquierdo. La parte neutral decía lo anterior, que me calmara, que aguantara, que me comportara como siempre lo hacía delante de cualquier hombre. La parte mala decía que le tratara mal, que le odiara en ese momento y la parte buena me susurraba…me encamelaba diciéndome que le amara, que le abrazara, que sintiera de nuevo todo aquello de lo que me había olvidado al estar con un hombre. Voces mezcladas, que me confundían…eso era lo que me provocaba él, sentimientos totalmente contradictorios: amor, odio, felicidad, engaño, frustación, ilusión… Demasiadas emociones para un corto periodo de tiempo que intentaban manejarme en ese momento. ¿Resultado? No saber cómo actuar. –Es demasiado larga como para contártela ahora mismo. Si algún día no tienes sueño te la contaré, así lo cogerás rápidamente.
“¿Ariadna? ¿Y los nervios? ¿Dónde están? Qué bien sabes manejar lo que quieres…“ El orgullo afloró en ese mismo instante. Logré controlar mis nervios y mi expresión se volvió en un semblante frío y duro, serio…como si estuviera en una entrevista de trabajo importante. Por culpa de esos nervios estaba quedando en total ridículo y no iba a tirar mi dignidad por un momento con él. Ni que fuera él más que yo. -¿Y qué iba a saber yo que tu ibas a esta aquí? ¿Justo en la misma universidad a la que iba a acceder yo? – No pude evitar defenderme molesta. Lo de conveniente me vino de improvisto. ¿Cómo? Me molestó más. – Lo suficientemente conveniente. Y además, has llegado tú después que yo. A lomejor si no hubieras venido no nos hubiéramos encontrado en todo el curso. –Asentí levemente apartando mi mirada de él.
No me di cuenta, hasta entonces, de que mi abrazo seguro que le haría reflexionar acerca de mis sentimientos hacia él y encima… esas estúpidas palabras que le dediqué. “¿Pero qué haces Ariadna? ¿Qué estás haciendo?” Me enfadé en ese mismo instante conmigo misma.
Caímos al suelo, quedando yo encima de él. “Qué situación más incómoda”, pensaba para mí misma. Él ni había mostrado un atisbo de nerviosismo y yo en cambio… le había mostrado muchos más de los que le mostré cuando estábamos juntos. Pero qué cojones…esas palabras me desorientaron, ¿el también? No era creíble, no señor, no lo era. Él era el típico chulo, que se llevaba lo que quería a la cama, que enamoraba a cualquiera, daba igual como fuera la chica, si era la más caprichosa, la más especialita con los hombres, él siempre conseguía lo que se proponía aunque no estuviera a su alcance. Siempre lo conseguía. Por ello me fiaba menos aún, porque no sabía si era de verdad…aunque tenía un poco más de ventaja sobre las pobres chicas que habían caído en sus manos, ya que yo sí que le conocía…o al menos eso creía. –Como siempre… -Murmuré pensando en voz alta. Venga…otro error. “Ariadna enserio, tienes un problema.” Apreté mis ojos fuertemente negando con la cabeza. ¿Pero qué me pasaba? ¿Qué estaba haciendo? Me contradecía mentalmente a lo que de verdad hacían mis actos. Mi cabeza me decía que no…que no le creyera pero mis actos eran totalmente distintos, le creían como una niña inocente. ¡¿Qué pasaba?! Con desesperación me preguntaba. ¿Tan nerviosa me ponía que no me dejaba ni pensar con claridad? Maldito sea…
Me apretujó contra su cuerpo, con esas manos tan poderosas y fuertes cubriéndome en un abrazo algo extraño ya que yo estaba encima de él. Pero enseguida terminó ese abrazo…me tiró fuera de él bruscamente. Eso terminó de confirmar cómo debía actuar. –No lo estoy, sólo fingía para ver como actuabas si pensabas que realmente me importabas, y que te necesitaba. –Dije malhumoradamente, haciendo un amago para levantarme de encima de él, pero algo me tomó por sorpresa…un beso con mala puntería. Me besó. Volví a confundirme… y a preguntarme como debía actuar. Su rostro quedó pegado al mío salvo por unos milímetros exactos que dejaban un pequeño hueco entre nuestros labios. Ahora ya había perdido el norte…me quería dejar llevar por lo que de verdad mi corazón sentía pero mi dignidad, ligada a mi orgullo, no me lo podían permitir. Le miré, clavando mi mirada en la suya, notando como percibía mi mirada. Los labios se rozaban… y uno de los dos debía dar el paso, pero esa no iba a ser yo. Solté varias carcajadas separando mi cara de la suya y alzándome. –Inocente…
Me giré sobre mis talones para que no viera mi amargura…rechazar ese momento sería un error seguro, pero mis instintos me llevaron a negarlo. Cerré mis ojos cuando mi cara no estuvo a la vista de él y tragué saliva, aguantando las ganas de girarme y apretujarlo, besarlo y fundirme con él en un largo beso… recordatorio de amor. Caminé hasta el balón con el corazón en un puño, lo tomé y caminé de perfil hasta donde se guardaban los balones. Lo dejé y entré al vestuario con total tranquilidad…hasta que dentro, corrí rápida hasta dentro de un aseo y encerrarme en él dando un portazo que se me fue de las manos. Dejé que mi cuerpo descansara y que ahora sí, se agitara todo lo que quisiera apretando con el dorso de mis manos los ojos, para que…un síntoma de alegría y pena no llegara hasta mis ojos. No debía llorar…
Ariadna H. O'Vullöus- Fecha de inscripción : 18/01/2013
Edad : 32
Localización : Donde la mierda no llegue.
Re: Un rencuentro poco convencional {Ariadna H. O'Vullöus
Última edición por Ariadna H. O'Vullöus el Jue Mayo 16, 2013 6:30 am, editado 2 veces
Ariadna H. O'Vullöus- Fecha de inscripción : 18/01/2013
Edad : 32
Localización : Donde la mierda no llegue.
Re: Un rencuentro poco convencional {Ariadna H. O'Vullöus
¿Por qué aun no salía corriendo? ¿Por qué? Estaba a tiempo aun. O no, en realidad no, ¿qué pensaría de él si salía corriendo en ese momento? La palabra “cobarde” era la que menos le preocupaba de lo que le diría luego. ¿Qué rayos hacía allí? ¿Sabía acaso donde estudiaba ahora y le había buscado? No, eso era imposible. ¿Qué había sido de su vida? No me interesaba saberlo, no claro que no, yo la odiaba… o eso quería creer y pensar. La detestaba, la odiaba, no había sabido nada nunca de ella –ni había querido saber luego de un tiempo- y ahora se presentaba allí ante mí, por error si, pero eso era un dato menor. Sentí brotar en mi el enojo, pero era un resentimiento, ¿me sentía herido? No, no ¡claro que no! ¿Cómo podía ser? ¿Por ella? Ja! Si claro…
Las dudas se amontonaban, las sensaciones se arremolinaban, la cabeza le daba vueltas, la realidad y la ficción se fundía. Si aquello era una broma, era de pésimo gusto y debía hacerle la vida imposible a quien fuera su autor intelectual. Aquella chica, tenía el mismo cabello rubio platinado, los mismos ojos azul cielo, cautivadores. Aquellos labios que… no, no eran deseables, en lo absoluto. El mismo porte, pero había crecido, ya no era una niña, era más alta, más esbelta tenía un porte más grácil, si no la conociera diría que era alguna condesa o princesa de los reinados aún existentes en Europa.
Adivinar en qué pensaba ella era a lo que me dedicaba en ese instante. Era difícil teniendo en cuenta el efecto que sus rasgos producían en mí o en cualquier hombre y encima potenciados por lo que habíamos vivido junto. Esa mirada, ese gesto, su desvío de los ojos, sus labios relamidos. Señales y señales que se amontonaban y no me detenía a analizar, me pasaban desapercibidas porque algo mucho más trascendental me agobiaba, no sabía que era. O mejor dicho, si sabía, solo que no lo admitía. Maldita fuera ella por aparecerse así, maldita fuera ella por existir, Maldita fuera por ser tan parecida a mí, Maldita fuera por generarme aquella erección recordando viejas épocas, tan maldita y a la vez tan esplendorosa.
Aquellas palabras le desacomodaron. Siempre que se negaba lo hacía de mal modo y cuando no, también. ¿Y aquella amabilidad? ¿Era acaso alguna estratagema nueva? Debía estar atento, sino, quizás ella le engatusara en el momento que se descuidara y adiós orgullo y dignidad. —Tengo tiempo…— replicó a la defensiva, sin notar que aquello más bien era amabilidad e interés puro demostrado por oír lo que fuera de ella, aunque en el fondo, quizás si fuera. Se quedó escrutándola con la mirada, ella no se la sostenía, eso también era nuevo. Deseaba perderse en aquellos ojos celestes y helados, tan expresivos, tan simplemente hermosos. Pero de un golpe seco, lo devolvió a la realidad, con palabras filosas como una navaja suiza. —Y ahí vamos de nuevo…— dijo con ironía —Pues no me figuro como te enteraste pero eso no me importa, ya, desembucha, ¿por qué me has perseguido aquí? ¿Qué más quieres de mí?— le preguntó como si todo se tratara de él, sin fijarse en los modos. Ella no comprendió el “conveniente” irónica, realista, lo agarraba en un momento de debilidad ¡ella! ¡Justamente ella! Su única y más grande debilidad. Sin embargo las palabras tenían su gracia, que sumado a su orgullo ya palpitante y el resentimiento generado por una herida sin sanar retumbaron en su cabeza saliendo a la luz. —Pero que idioteces dices, claro que nos hubiéramos cruzado ¿O acaso crees que es lo suficientemente grande el campus cómo para alejarte de mí?— soltó sin darse cuenta. Y al hacerlo se mordió el labio, acallando el “si ni el mundo pudo hacerlo, tanto que , tuvo que devolverte a mí lado…” pero sin decirlo por orgullo. Sus palabras, mis acciones, mis palabras, sus acciones, mis pensamientos, las decisiones, el destino, las casualidades, todo me estaban confundiendo, estaba completamente desorientado y mareado, pero debía ser fuerte y mantenerme en pie o le demostraría a ella debilidad. Carajo, que deseaba lanzarme sobre ella y que el amor muriera, la quería a ella no su amor, pero así y todo tuvo que contenerse. El orgullo le podía más que el amor en sí, el amor que de ella no necesitaba porque el que le profesaba era suficiente. Pese a creer que solo era apetito sexual por una rubia de piernas sensuales y ojos de fábula, sabía que un trasfondo mucho más serio había detrás, la cosa era madurar para aceptarlo.
Antes de darse cuenta, ya estaban en el suelo, fundidos en aquel abrazo tan extraño que yo mismo había iniciado. Por más incómodo que resultara todo aquello, rogué por un pacto de “yo no diré nada si tu no lo dices”, ya que realmente disfrutaba la situación y el abrazo pero no quería rendir cuentas por ello. La notaba distinta, arisca, distante e inexpresiva. Indecisa, rebuscada, perseguida y todo con un tal de señales calladas de ella.
Estaba contrariado, ella actuaba con ternura, pero seguía siendo una perseguida. Los fantasmas de Londres me invadían y los recuerdos afloraban. Ninguno era uno bueno, siempre peleando, haciendo cosas para buscar al otro y generando esos encontronazos. Esas reconciliaciones en un estrecho callejón, que duraban días nada más. Eran demasiado parecidos, polos iguales se rechazan decían. Pero no eran iguales, hay veces que se llega a lo mismo por distintos caminos y ellos eran la prueba, un mismo resultado no significa un mismo modo. Ella era blanco y el negro, pero ambos habían llegado a un mismo gris. Manipuladores, egoístas, egocéntricos, pero entonces ¿Por qué actuaba así? Acaso había crecido, cambiado, ¿era eso? Seguramente.
—¿Disculpa? ¿Qué cosa como siempre?— musité despistado, sin entenderle a que se refería ni de qué hablaba. Por un momento, olvidé que ya habían comenzado las hostilidades.
Rasqué mi cabeza con distracción. Estaba perdido, desorientado. ¿Acaso tan solo mirarla me hacía perder el Norte? No no no Andrew, me decía a mí mismo, este es un juego, ya te lo conoces de memoria, no cedas ni por un momento… mantén el control… me obligué a hacerme caso, repitiéndome una y otra vez, “siempre a la ligera Dutch, siempre a la ligera”, pero ni eso evitaría que de una u otra forma cayera rendido a sus pies. La victoria, yacía en hacerla caer a los míos al mismo tiempo.
Al parecer mi brusquedad la sobresaltó, mis modos la extrañaron y la transformaron. Y su reacción me tomó con la guardia baja, pero no me sorprendió, claro que no, había sido tan obvio y yo ni cuenta me había dado. —Vaya, no sé por qué, no me sorprende…— ironicé con recelo, buscando como responder. —Al fin y al cabo nunca te creí, solo te seguí el juego…— le mentí vilmente, esperando que respondiera con algo fácil de contra atacar esta vez.
Ya no podía responder por lo que hacía. Estaba tan confundido y desorientado. Mi soberbia me decía que lo que deseaba era burlarme de ella y dejarla en ridículo, mi resentimiento que le gritara e insultara, pero mi ¿deseo? ¿corazón? Me decía que la tomara en brazos y le hiciera todo lo que no en aquellos seis años sin verla. El placer me decía que buscara aquello por lo que moría estando a su lado, por más sentimientos que hubieran de por medio. —A parte…— se me ocurrió decir —¿Quién dijo algo sobre que yo creyera que te importaba y me necesitabas?— dije con una sonrisa soberbia plasmada en mi rostro, y una mirada malvada, de odio dirigida a sus ojos azules. —Será que tu solita piensas en eso y ya la idea la pones en boca de los demás ¿no?— dije con suficiencia, riendo ante la maldad de mis propias palabras.
Hacía lo que me proponía, y me proponía lo que no hacía, era todo realmente confuso. ¿Qué había significado aquel beso? No podía saberlo, pero la reacción de ella me dejó una sensación de malestar, de vació, de off side, increíbles, y la soberbia de saber que en el fondo ella lo quería, no me bastaba como consuelo. Aun así, nuestras miradas en medio de aquella situación en medio de aquel ambiente tenso, se cruzaron y se quedaron allí, desafiándose a dar el paso y cuando pareció que ella cedería, se rio y alejó, para luego burlarse. “Inocente” me dijo, y yo pensaba “tan cerca había estado… tan cerca y tan lejos a la vez…”. —No como tú, zorra…— alcancé a musitar, a la defensiva.
La observé alejarse, aun muy confundido como para reaccionar y seguirla. Mi cabeza no sabía que pensar, en qué creer y mis emociones eran confusas, todas arremolinadas en un torbellino, no sabía con exactitud que sentía. Sin embargo pasados unos segundos para calmarme, pude conectar las tres cosas, para saber qué quería. Solo restó pararme de un salto y caminar hacia el vestuario, abriendo la puerta con brusquedad, comprobé -como esperaba- que no hubiera nadie dentro, más que ella claro. —Cuándo tenías catorce… tenías más agallas que ahora…— musite, entre cruel y bromista, entre buenas intenciones y malas… Esperando que ella saliera de su escondite. Sentí como mi confusión e indecisión crecían. Pero ya había dejado una chance a su merced y no había surgido nada, esta vez yo tendría el control, solo que no sabía ¿realmente eso quería? ¿Con ella?
Las dudas se amontonaban, las sensaciones se arremolinaban, la cabeza le daba vueltas, la realidad y la ficción se fundía. Si aquello era una broma, era de pésimo gusto y debía hacerle la vida imposible a quien fuera su autor intelectual. Aquella chica, tenía el mismo cabello rubio platinado, los mismos ojos azul cielo, cautivadores. Aquellos labios que… no, no eran deseables, en lo absoluto. El mismo porte, pero había crecido, ya no era una niña, era más alta, más esbelta tenía un porte más grácil, si no la conociera diría que era alguna condesa o princesa de los reinados aún existentes en Europa.
Adivinar en qué pensaba ella era a lo que me dedicaba en ese instante. Era difícil teniendo en cuenta el efecto que sus rasgos producían en mí o en cualquier hombre y encima potenciados por lo que habíamos vivido junto. Esa mirada, ese gesto, su desvío de los ojos, sus labios relamidos. Señales y señales que se amontonaban y no me detenía a analizar, me pasaban desapercibidas porque algo mucho más trascendental me agobiaba, no sabía que era. O mejor dicho, si sabía, solo que no lo admitía. Maldita fuera ella por aparecerse así, maldita fuera ella por existir, Maldita fuera por ser tan parecida a mí, Maldita fuera por generarme aquella erección recordando viejas épocas, tan maldita y a la vez tan esplendorosa.
Aquellas palabras le desacomodaron. Siempre que se negaba lo hacía de mal modo y cuando no, también. ¿Y aquella amabilidad? ¿Era acaso alguna estratagema nueva? Debía estar atento, sino, quizás ella le engatusara en el momento que se descuidara y adiós orgullo y dignidad. —Tengo tiempo…— replicó a la defensiva, sin notar que aquello más bien era amabilidad e interés puro demostrado por oír lo que fuera de ella, aunque en el fondo, quizás si fuera. Se quedó escrutándola con la mirada, ella no se la sostenía, eso también era nuevo. Deseaba perderse en aquellos ojos celestes y helados, tan expresivos, tan simplemente hermosos. Pero de un golpe seco, lo devolvió a la realidad, con palabras filosas como una navaja suiza. —Y ahí vamos de nuevo…— dijo con ironía —Pues no me figuro como te enteraste pero eso no me importa, ya, desembucha, ¿por qué me has perseguido aquí? ¿Qué más quieres de mí?— le preguntó como si todo se tratara de él, sin fijarse en los modos. Ella no comprendió el “conveniente” irónica, realista, lo agarraba en un momento de debilidad ¡ella! ¡Justamente ella! Su única y más grande debilidad. Sin embargo las palabras tenían su gracia, que sumado a su orgullo ya palpitante y el resentimiento generado por una herida sin sanar retumbaron en su cabeza saliendo a la luz. —Pero que idioteces dices, claro que nos hubiéramos cruzado ¿O acaso crees que es lo suficientemente grande el campus cómo para alejarte de mí?— soltó sin darse cuenta. Y al hacerlo se mordió el labio, acallando el “si ni el mundo pudo hacerlo, tanto que , tuvo que devolverte a mí lado…” pero sin decirlo por orgullo. Sus palabras, mis acciones, mis palabras, sus acciones, mis pensamientos, las decisiones, el destino, las casualidades, todo me estaban confundiendo, estaba completamente desorientado y mareado, pero debía ser fuerte y mantenerme en pie o le demostraría a ella debilidad. Carajo, que deseaba lanzarme sobre ella y que el amor muriera, la quería a ella no su amor, pero así y todo tuvo que contenerse. El orgullo le podía más que el amor en sí, el amor que de ella no necesitaba porque el que le profesaba era suficiente. Pese a creer que solo era apetito sexual por una rubia de piernas sensuales y ojos de fábula, sabía que un trasfondo mucho más serio había detrás, la cosa era madurar para aceptarlo.
Antes de darse cuenta, ya estaban en el suelo, fundidos en aquel abrazo tan extraño que yo mismo había iniciado. Por más incómodo que resultara todo aquello, rogué por un pacto de “yo no diré nada si tu no lo dices”, ya que realmente disfrutaba la situación y el abrazo pero no quería rendir cuentas por ello. La notaba distinta, arisca, distante e inexpresiva. Indecisa, rebuscada, perseguida y todo con un tal de señales calladas de ella.
Estaba contrariado, ella actuaba con ternura, pero seguía siendo una perseguida. Los fantasmas de Londres me invadían y los recuerdos afloraban. Ninguno era uno bueno, siempre peleando, haciendo cosas para buscar al otro y generando esos encontronazos. Esas reconciliaciones en un estrecho callejón, que duraban días nada más. Eran demasiado parecidos, polos iguales se rechazan decían. Pero no eran iguales, hay veces que se llega a lo mismo por distintos caminos y ellos eran la prueba, un mismo resultado no significa un mismo modo. Ella era blanco y el negro, pero ambos habían llegado a un mismo gris. Manipuladores, egoístas, egocéntricos, pero entonces ¿Por qué actuaba así? Acaso había crecido, cambiado, ¿era eso? Seguramente.
—¿Disculpa? ¿Qué cosa como siempre?— musité despistado, sin entenderle a que se refería ni de qué hablaba. Por un momento, olvidé que ya habían comenzado las hostilidades.
Rasqué mi cabeza con distracción. Estaba perdido, desorientado. ¿Acaso tan solo mirarla me hacía perder el Norte? No no no Andrew, me decía a mí mismo, este es un juego, ya te lo conoces de memoria, no cedas ni por un momento… mantén el control… me obligué a hacerme caso, repitiéndome una y otra vez, “siempre a la ligera Dutch, siempre a la ligera”, pero ni eso evitaría que de una u otra forma cayera rendido a sus pies. La victoria, yacía en hacerla caer a los míos al mismo tiempo.
Al parecer mi brusquedad la sobresaltó, mis modos la extrañaron y la transformaron. Y su reacción me tomó con la guardia baja, pero no me sorprendió, claro que no, había sido tan obvio y yo ni cuenta me había dado. —Vaya, no sé por qué, no me sorprende…— ironicé con recelo, buscando como responder. —Al fin y al cabo nunca te creí, solo te seguí el juego…— le mentí vilmente, esperando que respondiera con algo fácil de contra atacar esta vez.
Ya no podía responder por lo que hacía. Estaba tan confundido y desorientado. Mi soberbia me decía que lo que deseaba era burlarme de ella y dejarla en ridículo, mi resentimiento que le gritara e insultara, pero mi ¿deseo? ¿
Hacía lo que me proponía, y me proponía lo que no hacía, era todo realmente confuso. ¿Qué había significado aquel beso? No podía saberlo, pero la reacción de ella me dejó una sensación de malestar, de vació, de off side, increíbles, y la soberbia de saber que en el fondo ella lo quería, no me bastaba como consuelo. Aun así, nuestras miradas en medio de aquella situación en medio de aquel ambiente tenso, se cruzaron y se quedaron allí, desafiándose a dar el paso y cuando pareció que ella cedería, se rio y alejó, para luego burlarse. “Inocente” me dijo, y yo pensaba “tan cerca había estado… tan cerca y tan lejos a la vez…”. —No como tú, zorra…— alcancé a musitar, a la defensiva.
La observé alejarse, aun muy confundido como para reaccionar y seguirla. Mi cabeza no sabía que pensar, en qué creer y mis emociones eran confusas, todas arremolinadas en un torbellino, no sabía con exactitud que sentía. Sin embargo pasados unos segundos para calmarme, pude conectar las tres cosas, para saber qué quería. Solo restó pararme de un salto y caminar hacia el vestuario, abriendo la puerta con brusquedad, comprobé -como esperaba- que no hubiera nadie dentro, más que ella claro. —Cuándo tenías catorce… tenías más agallas que ahora…— musite, entre cruel y bromista, entre buenas intenciones y malas… Esperando que ella saliera de su escondite. Sentí como mi confusión e indecisión crecían. Pero ya había dejado una chance a su merced y no había surgido nada, esta vez yo tendría el control, solo que no sabía ¿realmente eso quería? ¿Con ella?
Andrew O. Christensen- Fecha de inscripción : 21/12/2012
Edad : 33
Localización : Brown University
Re: Un rencuentro poco convencional {Ariadna H. O'Vullöus
¿Me importaba algo el tiempo que tuviera para contarle lo que había estado haciendo meses atrás? No, para nada. Jamás sabría lo que había hecho para tener que llegar allí, así que viviría en una continua mentira si algún día conseguía enterarse del famoso “por qué” había llegado a la universidad. Esa mentira conocida como que el director vio mi talento, me dijo que me presentara a las pruebas de la danza y que probara suerte para ver si podía tomar una beca y que desde ahí fui la mejor y me dio la mejor beca que había... Aunque, a decir verdad cualquier idiota se creería eso porque es una buena historia con la que encubrir la verdadera. Lo miré retundante sin ganas de aguantarle mucho más tiempo ya que no sólo era incómodo sino que me hacía daño porque ni el ni yo nos mirábamos de la misma manera que años atrás lo hacíamos, sino que ahora eran miradas de resentimiento, dolor, sorpresa…y eso no me gustaba nada, por lo que evitarlo era lo mejor. Fue, entonces, que comenzó a ironizar y fantasear en que yo había llegado allí siguiéndolo. Reí a carcajadas exageradamente, burlándome de él con éstas. -¿Hablas enserio? ¿Por ti? Despierta del sueño en el que vives. –Dije y seguidamente una sonrisa se plasmó en mi rostro, totalmente falsa y burlesca; aguantando el tipo, queriendo que me odiara para que fuera él el que primeramente me odiara para que fuera él el que se largase. -Pero despierta ya porque creo que estás en uno de esos sueños profundos en los que te cuesta despertar. –Seguí burlándome intentando parecer lo más ruda posible, actuando de la mejor forma posible; lo más creíblemente posible. –Pues mira, si yo no hubiera venido al gimnasio a esta hora no nos habríamos encontrado y el campus es lo suficientemente grande como para no encontrarnos porque si no, ¿cómo explicas que no nos hayamos encontrado antes? –Rodé los ojos sin saber el por qué de ese tono de pito que me salía, exasperante y además de formar frases sin coherencia; ahora estaba enfadándome conmigo misma pero seriamente. Era una puta lerda que no sabía ni lo que hablaba por los nervios y por la tapadera que estaba fingiendo, por lo que decidí en ese momento hablar lo justo y hacer los gestos necesarios para expresar todo el significado de mis justas palabras. Sí, así sería. Pero…se torció todo, caí encima de él, luego me sacó con brusquedad y solté esas palabras duras y férreas con la mayor agresividad que pude darles, consiguiendo el objetivo primordial: joderlo, pero sin conseguir el segundo: que se marchara. –Sí…un juego… -Solté irónicamente cuando dijo que él sólo me seguía el juego. –mírate al espejo, tu cara te delata. –Bufé riéndome en su cara…y…para nuestra desgracia el juego no cesaba, era una maldita competición de ver quién actuaba mejor porque estaba claro que los dos estábamos haciendo lo mismo: actuando de una forma ruda y asquerosa por nuestro orgullo y dignidad, para que, luego, en una posible pelea no tener ningún argumento ni tipo de desliz en nuestras palabras con el que burlarse del otro. Era demasiado aquello…ambos sabíamos lo que estábamos haciendo y esque, encima, lo consentíamos; esperábamos que el otro decidera a los encantos del otro…pero era imposible: ninguno cedería, tan sólo nos limitaríamos a jodernos mutuamente. Así cuando se burló el de mí no me vino de improvisto, me cayeron de forma neutral sus palabras porque las había dicho como un niño idiota y caprichoso, intentando dañar con sus preguntas retóricas pero nada…no consiguió lo que quería. “Será que tu solita piensas en eso y ya la idea la pones en boca de los demás ¿no?” ¿pero a qué se refería con eso? Baj, ni tenía ganas de averiguarlo ni quería saberlo. ¿Quería jugar, jugaríamos?
Después de aquel beso repentino que me hizo perder un poco la noción del tiempo y el lugar en el que nos encontrábamos, me alejé de él soltando algo que no sabía ni que sonaría tan creíble; satisfecha de que así saliera. Y…me insultó: “Zorra”. Me giré enseguida soltándole una risa señalándole a la vez que reía. –Porque me lo puedo permitir, tú eres un puto cardo y no te puedes permitir ni una mísera morsa andante. –Dejé el balón donde debía y huí al baño, encerrándome en un aseo, golpeando la puerta de éste y las baldosas que lo cubrían. Llena de rabia y a la vez de pena. No llevaba ni una hora con él y ya estaba discutiendo, pero bueno, debía mirar que era así como lo quería el destino. Me hizo encontrarlo pero me hizo pelear con él, y debía asimilarlo antes de que me pusiera a llorar como una niña; desconsolada y amarga.
Pensaba estar tranquila, que él se marcharía después de aquellos desaires que le había dado, pero por lo visto había conseguido lo contrario…totalmente opuesto el efecto: apareció chillando en el vestuario de las chicas, golpeando la puerta con brusquedad y diciendo que cuando tenía catorce años tenía más agallas. Me levanté entonces de donde estaba sentada y abrí la puerta, encontrándolo justo frente la puerta; perforándole con la mirada. – ¿Agallas? ¿Cómo las que tienes tú, no? Follándote a una inocente niña de 14 años, claro… eso sí que son agallas –le señalaba con un dedo, perdida en ira, fingiendo no estar afligida; intentando defenderme como fuera, aunque soltara cualquier tontería, queriendo sonar lo máximo agresiva que pudiera. –o no…agallas es decirle a tus padres que estabas con una alemana que tenía una buenísima familia –Ironicé- claro…y agallas también es hacerle creer que la amabas, que no existía otra más que ella. –Tensé mi mandíbula entonces, avanzando los metros que quedaban entre nosotros para pegar el dedo que le señalaba en su pecho. –Eres un puto cobarde, así que no me hables de agallas porque es lo que a ti te falta y que a mí me sobra. –Le escruté con mis ojos sus facciones intentando que sus ojos no se interpusieran en mi camino para que toda mi obra de actuación no se jodiera en un momento y las lágrimas que amenazaban con salir no lo hicieran en ese momento. - Vete, que me quiero cambiar. –Solté mientras giraba y caminaba a las taquillas, abriendo la mía y sacando lo necesario para irme a la ducha.
Hacer como que él no estaba allí era difícil, sí, pero una vez que entrara a la zona de las duchas acabaría con el problema. Corrí hasta allí huyendo de él, entrando a la zona de las duchas; cerrando la puerta individual que tenía mi ducha con el pestillo, abriendo el grifo del agua y dejando que el agua cayera por mi cuerpo…perdiéndome en pensamientos…dejando que afluyera aquello que hacía rato tenía ganas de salir; rompiendo en un llanto. Iba vestida…pero, me daba absolutamente igual, quería que mis llantos se disimularan con el caer del agua…
Golpeé varias veces con el puño cerrado las losas de la ducha en la que me encontraba, mordiendo mi piel para que los gritos llenos de rabia y a la vez tristeza no se escucharan. Todavía me parecía demasiado increíble tenerlo allí...en la misma universidad…parecía un sueño hecho realidad: volverlo a ver después de tanto tiempo deseándolo, saber que esas emociones que a veces sentía eran ciertas…que todavía lo amaba, que aunque me costara aceptarlo era el único que me había marcado toda mi vida, que no había otro hombre que me hiciera sentir de la manera que él lo hacía. Era débil, muy débil a sus ojos y verlo fue peor que si una daga afilada me hubiese estado cortando poco a poco la piel para separarla del músculo; era doloroso haberle visto, haberle rechazado, ver cómo nos intentábamos matar uno al otro con las palabras, aún sabiendo el poder que éstas tenían en el otro… era demasiado… estaba colapsada, intentando pensar en otra cosa que no fuera que él estaba allí fuera, que lo había visto después de seis años…que seguía siendo el mismo pero un poco más crecido… ¿seguiría siendo el mismo Drew que conocí hacía ese tiempo? ¿Había pensado él tanto como yo en él en ese tiempo? ¿Qué pensaba de ese reencuentro repentino? No podía, estaba sumida entre llantos y lágrimas pensando, recordando viejos recuerdos que punzaban ahora en mi cabeza… era doloroso, más de lo que pensaba. Pues, lo tenía tan vívedo en mis pensamientos, tan vívedos esos recuerdos, todo tan cerca pero tan lejos a la vez…que quería retroceder en el tiempo para volver seis años atrás y no separarme de él…que nada ni nadie jodiera lo que tuvimos y que no me hubiera separado de él, porque ahora…ahora estaba todo perdido, jamás aparecería de nuevo esa chispa que teníamos y mucho menos sería nada igual verlo todos los días, ni un día a la semana, ni una vez cada mes...cada vez que lo viera sería una pesadilla por no tenerlo como lo tenía antes, sería más doloroso que cuando me largué. Un grito exasperado salió entonces de mis pulmones dejando que mi espalda se apoyara contra una de las paredes, arrastrando ésta por ella hasta sentarme y cubrirme la cara con las manos. Me arrepentía de tantas cosas, que era inevitable no odiarme a mí misma…
Después de aquel beso repentino que me hizo perder un poco la noción del tiempo y el lugar en el que nos encontrábamos, me alejé de él soltando algo que no sabía ni que sonaría tan creíble; satisfecha de que así saliera. Y…me insultó: “Zorra”. Me giré enseguida soltándole una risa señalándole a la vez que reía. –Porque me lo puedo permitir, tú eres un puto cardo y no te puedes permitir ni una mísera morsa andante. –Dejé el balón donde debía y huí al baño, encerrándome en un aseo, golpeando la puerta de éste y las baldosas que lo cubrían. Llena de rabia y a la vez de pena. No llevaba ni una hora con él y ya estaba discutiendo, pero bueno, debía mirar que era así como lo quería el destino. Me hizo encontrarlo pero me hizo pelear con él, y debía asimilarlo antes de que me pusiera a llorar como una niña; desconsolada y amarga.
Pensaba estar tranquila, que él se marcharía después de aquellos desaires que le había dado, pero por lo visto había conseguido lo contrario…totalmente opuesto el efecto: apareció chillando en el vestuario de las chicas, golpeando la puerta con brusquedad y diciendo que cuando tenía catorce años tenía más agallas. Me levanté entonces de donde estaba sentada y abrí la puerta, encontrándolo justo frente la puerta; perforándole con la mirada. – ¿Agallas? ¿Cómo las que tienes tú, no? Follándote a una inocente niña de 14 años, claro… eso sí que son agallas –le señalaba con un dedo, perdida en ira, fingiendo no estar afligida; intentando defenderme como fuera, aunque soltara cualquier tontería, queriendo sonar lo máximo agresiva que pudiera. –o no…agallas es decirle a tus padres que estabas con una alemana que tenía una buenísima familia –Ironicé- claro…y agallas también es hacerle creer que la amabas, que no existía otra más que ella. –Tensé mi mandíbula entonces, avanzando los metros que quedaban entre nosotros para pegar el dedo que le señalaba en su pecho. –Eres un puto cobarde, así que no me hables de agallas porque es lo que a ti te falta y que a mí me sobra. –Le escruté con mis ojos sus facciones intentando que sus ojos no se interpusieran en mi camino para que toda mi obra de actuación no se jodiera en un momento y las lágrimas que amenazaban con salir no lo hicieran en ese momento. - Vete, que me quiero cambiar. –Solté mientras giraba y caminaba a las taquillas, abriendo la mía y sacando lo necesario para irme a la ducha.
Hacer como que él no estaba allí era difícil, sí, pero una vez que entrara a la zona de las duchas acabaría con el problema. Corrí hasta allí huyendo de él, entrando a la zona de las duchas; cerrando la puerta individual que tenía mi ducha con el pestillo, abriendo el grifo del agua y dejando que el agua cayera por mi cuerpo…perdiéndome en pensamientos…dejando que afluyera aquello que hacía rato tenía ganas de salir; rompiendo en un llanto. Iba vestida…pero, me daba absolutamente igual, quería que mis llantos se disimularan con el caer del agua…
Golpeé varias veces con el puño cerrado las losas de la ducha en la que me encontraba, mordiendo mi piel para que los gritos llenos de rabia y a la vez tristeza no se escucharan. Todavía me parecía demasiado increíble tenerlo allí...en la misma universidad…parecía un sueño hecho realidad: volverlo a ver después de tanto tiempo deseándolo, saber que esas emociones que a veces sentía eran ciertas…que todavía lo amaba, que aunque me costara aceptarlo era el único que me había marcado toda mi vida, que no había otro hombre que me hiciera sentir de la manera que él lo hacía. Era débil, muy débil a sus ojos y verlo fue peor que si una daga afilada me hubiese estado cortando poco a poco la piel para separarla del músculo; era doloroso haberle visto, haberle rechazado, ver cómo nos intentábamos matar uno al otro con las palabras, aún sabiendo el poder que éstas tenían en el otro… era demasiado… estaba colapsada, intentando pensar en otra cosa que no fuera que él estaba allí fuera, que lo había visto después de seis años…que seguía siendo el mismo pero un poco más crecido… ¿seguiría siendo el mismo Drew que conocí hacía ese tiempo? ¿Había pensado él tanto como yo en él en ese tiempo? ¿Qué pensaba de ese reencuentro repentino? No podía, estaba sumida entre llantos y lágrimas pensando, recordando viejos recuerdos que punzaban ahora en mi cabeza… era doloroso, más de lo que pensaba. Pues, lo tenía tan vívedo en mis pensamientos, tan vívedos esos recuerdos, todo tan cerca pero tan lejos a la vez…que quería retroceder en el tiempo para volver seis años atrás y no separarme de él…que nada ni nadie jodiera lo que tuvimos y que no me hubiera separado de él, porque ahora…ahora estaba todo perdido, jamás aparecería de nuevo esa chispa que teníamos y mucho menos sería nada igual verlo todos los días, ni un día a la semana, ni una vez cada mes...cada vez que lo viera sería una pesadilla por no tenerlo como lo tenía antes, sería más doloroso que cuando me largué. Un grito exasperado salió entonces de mis pulmones dejando que mi espalda se apoyara contra una de las paredes, arrastrando ésta por ella hasta sentarme y cubrirme la cara con las manos. Me arrepentía de tantas cosas, que era inevitable no odiarme a mí misma…
Ariadna H. O'Vullöus- Fecha de inscripción : 18/01/2013
Edad : 32
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