Dios los cría y ellos se juntan (Chloë J. Röhrssen)

Estaba absolutamente inmersa en mis fotografías, debía entregarlas en dos días, y sin dudas estaba totalmente atrasada, sino realizaba este trabajo me costaría entrar el semestre que entraba, por lo cual la presión de que aquellas pocas fotografías quedaran perfectas era enorme, más aun siendo que de por sí me exigía bastante. Suspiré levemente mientras miraba a mí alrededor, el marco era perfecto, las hojas caían suavemente como plumas, cada una con gamas diferentes, habían tonos más rojizos, otros tirando hacia los anaranjados, otros marrones, en fin era todo un espectáculo, no podía negar que esta era mi época del año favorita. Tanto era la concentración que no me percaté de la presencia que se encontraba a mis espaldas, era una cara que no reconocía, aunque la universidad era enorme con el paso del tiempo, ya conocías a grandes rasgos las caras de todas las rama, o en gran mayoría. Me explicó que era nuevo, por lo cual me adelanté a ofrecerle ser guía turística, en verdad no me molestaba en absoluto, y podría tener un merecido descanso…

Comenzamos a caminar, por los jardines de la universidad,  estaba realmente atenta a cada cosa que decía, me brillaban los ojos, y una sonrisa curiosa surcó mis labios, en verdad ese chico había captado mi atención, no era de aquí, aunque él me lo había dicho, apenas cruzamos dos palabras se notaba aquél acento extraño, que en verdad lo hacía aún más curioso. Siempre había sido de esas chicas que podrían pasar horas escuchando a una persona, pues funcionaba mejor así, me gustaba hablar, dar consejos para los demás, que en verdad en mis casos jamás hacía caso a mis propios consejos. Así que estaba totalmente divertida escuchando cada detalle que decía, jamás había conocido el país de donde provenía, por lo cual eso cautivaba completamente mi atención.

Sonreí dulcemente ante su comentario para luego asentir, no me había percatado que no había desayunado más que cereales con leche. – ¡Eso es terrible!¡Debería haber alguna ley que prohíba eso! – Bromeé divertida, sin dejar de sonreír para luego entrar a la cafetería junto a él.. – Me parece perfecto, pues también me ha atacado el bichito del hambre… – Reí levemente, se me antojaba enormemente unas piezas de sushi…

Sonreí dulcemente mientras asentía ante su ademán, entrando hacia la cafetería, aquél lugar que conocía perfectamente, cada rincón, cada aroma que salía de allí, cada persona que circulaba buscando un lugar para disfrutar de su comida, todo me era familiar, sin darme cuenta alguna, hacía tanto tiempo que recorría estos pasillos, esta universidad, que parecía tan lejano ya, la primera vez que llegué aquí, totalmente abnegada a ingresar acá, simplemente por el hecho de que mis padres me habían obligado a entrar, luego con el tiempo quedé totalmente enamorada, y ahora pasado ya un largo tiempo no podría vivir sin estar acá.

Reí levemente ante su comentario, si bien yo no consumía ningún tipo de carne entendía a la perfección, lo delicioso que resultaba ser para otros ese alimento, yo misma de pequeña era una gran consumidora de comidas rápidas, a diferencia de la actualidad que no me acercaba a un Mc Donald's ni a 10 metros. - Pues.... - Lo miré con una sonrisa.- En verdad no, no es muy sano... - Dije de manera divertida, tampoco es que odiara a las personas que comieran de esa manera, cada uno tenía sus propios gustos... - Yo personalmente no he tocado una hamburguesa desde que soy vegetariana.... Lo que sí... - hice una mueca recordando a mi madre, y su loca manía de hacerme comer pollo, aún sabiendo de mis nuevos hábitos.. - Mi madre me obliga a comer pollo, realmente no estoy orgullosa de eso... - Dije encogiéndome de hombros para luego mirarlo con una sonrisa... - Pero bueno vamos por tu hamburguesa, yo estoy deseosa de comer comida china.. - Asentí, dirigiéndome junto a él, hacia el self service, con mi bandeja en mano..