Siempre es grato verte (Nathan J. Winsllet)

El tiempo había pasado lento desde que llegué y puse mi bandeja con comida sobre la mesa, estaba sentada viéndola de frente, solo la comida y yo, un versus, cara a cara, una pelea que desde que ese enfermedad me atacó había perdido varias veces, me daba asco el solo verla. La saliva se arremolino en mi boca y me obligue a tragarla, esta vez no me daban nauseas, esta vez eran nervios o desesperación lo que corría dentro de mí.

Hace algunos meses habíamos planeado este viaje pero mis últimos resultados y sesiones con la quimio habían salido mal, otra vez, mi mamá preocupada me prohibió viajar y los doctores obviamente no me dejarían marchar hasta que estuviera mejor, empezaba a cansarme de esto, me preguntaba si valía la pena realmente aguantar este tipo de cosas y hasta poder perder el cabello nuevamente solo por seis años con ese tipo de vida. Nathan tuvo que viajar antes pues sus papás no querían que perdiera el vuelo, eso me puso triste pero lo acepté y me quedé para seguir peleando contra esto. Recibía sus llamadas cada día, el siempre estaba ahí para apoyarme, al igual que mi madre, que a pesar de haber vuelto al mundo del cine, siempre me acompañaba en los momentos difíciles, sin duda la amaba. Pasaron dos meses más con las sesiones, intentaban hacerlas cada vez más suaves para que estuviera bien cuando viajara pero aún así no me daba apetito, me sentía débil y muchas de las veces que él me llamaba yo me encontraba dormida pues estaba cansada de tanto ajetreo.

Sin embargo el día por fin llegó, viaje hacia norte américa directo a New York. Habían pasado ya dos días de eso, buscaron un hospital de este lado del mundo para seguir con la sesiones obviamente, todos los martes y viernes debía asistir después de clases. Ahora me encontraba en la cafetería de la escuela esperando por mi mejor amigo que tanto le añoraba, había quedado con él aquí y por alguna razón moría de nervios, seguramente era por no verlo durante un largo periodo, nunca nos habíamos alejado tanto tiempo. A pesar de que hablamos diario, tenía que contarle varias cosas y claro interrogarlo para ver con cuentas se había acostado todos estos meses, sonreí al pensar en eso, ese chico no tenía remedio. Eramos sumamente diferentes pero nos acoplábamos tan bien. Cogí el tenedor y jugué con la carne molida....¿por que comía en la cafetería? esa comida se veía asquerosa.