Universidad Brown
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NEW YORK CITY
2013
Dicen que a los trece años es una época donde los niños dejan de ser niños y pasan a ser adolescentes. Se revelan contra el mundo, les salen espinillas, empiezan a interesarse en el amor, en el sexo, a las chicas les viene la menstruación etc. Vamos, una época en que estos pequeños humanos están en pleno crecimiento y comienzan a aprender las verdaderas lecciones de la vida. Dura exactamente cinco años, hasta los dieciocho años, cuando supuestamente pasar a ser adultos.

Ahora mismo si estas planteándote en inscribirte en esta prestigiosa universidad es por que has pasado esta etapa, pero bueno, ¡eso cosa del pasado! Olvídalo, pon eso en un rincón de tu memoria.

Ahora estás viviendo el año 2013 en la Universidad de Brown, situada cerca del corazón de Nueva York.

¿Estás aquí por elección propia, por el sueño de convertirte en alguien famoso en la vida? ¿Por qué tus padres tienen una cuenta bancaria muy grande? ¿O tal vez por obligación?

Sea la razón que sea el resultado es el mismo, estas en una de las mejores universidades de América, pero aquí no te daremos 'la comida masticada' lo cual si de verdad deseas llegar a ser alguien en la vida tendrás que currártelo, aquí no regalamos nada.

¡Casi lo olvido! Tal vez exijamos mucho, pero tampoco descartes la idea de tener un poco de diversión. Fiesta, alcohol, sexo, drogas.

En resumen, el libertinaje total.

Para Algunos, la diversión significa dormir en tantas camas como sea posible, para otros, las compras y manicura son las cosas más importantes en su vida y siempre habrá los -por su padres- tienen dinero y reputación.

Pero dejando todo eso atrás, en la oscuridad de Brown se esconden varias personas que pertenecen a una especie de secta, un grupo donde su intenciones no son exactamente buenas. Se hacen reconocer por 'la logia', una panda de personas donde jugarán con cualquier persona que les apetezca. Les gusta ver sufrir a los demás, viven a costa de ellos. ¿Que pasa? ¿A caso tienes miedo de ser su próximo elegido? Tranquilo, como en los cómics y películas de Stan Lee donde hay un villano, hay un super héroe, e aquí nuestros super héroes se hace llamar anti logia, un grupo donde quieren la paz en la universidad y acabar con toda esa crueldad.

Y dime, ¿quien eres tu? ¿Eres un becado? ¿Un estudiante normal? ¿O tal vez te guste la idea de pertenecer a la logia? Otra posibilidad es que quieras cumplir el sueño de todo niño, ser un super héroe y pasar a ser miembro de la anti logia pero...

Seas lo que seas, se bienvenido a Brown University.
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Mensaje por Andrew O. Christensen Lun Ene 14, 2013 8:15 pm

Viernes por la mañana me levanté como acostumbraba, a las ocho y media. Bostezando y en boxers caminé hasta la ducha, en la cual me metí y comencé a asearme. Luego de esta, salí descorriendo la mampara dedicándome a acicalarme y afeitarme. Finalmente me peiné con las manos, acomodando mi cabello de manera precaria y desprolija, resultando un peinado con estilo; antes de volver a mi habitación a cambiarme. Me vestí prácticamente con lo primero que encontré, una playera de los New York Knicks, unos vaqueros azules, estrechos y unas zapatillas deportivas.
Reuní mi mochila, y todas las cosas, estaba por salir a clases cuando caí en la cuenta que tenía ese Viernes libre. -¡Maldita sea!- exclamé pateando el porta paraguas que había en una esquina al lado de la puerta de salida. Este cayó produciendo un sonido sordo contra el suelo, dejando rodar tres paraguas que había dentro. Sin dignarme a acomodarlo nuevamente tiré mi morral en el sillón que había en la sala de estar a la izquierda del pasillo de salida, y me fui de la fraternidad. Caminé enojado, porque me había levantado temprano en vano, pero a la vez deleitándome del no tener que ir a la universidad ese día. Caminaba contra una leve ventisca que enfriaba mi rostro, hasta helarlo. Continué caminando en dirección a la ciudad, con el celular en un bolsillo y la billetera en el otro. Así llegué hasta el estacionamiento de la universidad, donde vi destellar a la luz del Sol mi vieja pero bien cuidada motocicleta. Palpé mis bolsillos traseros esperanzados comprobando que la llave se encontraba allí y sin dudarlo me dirigí a ella dispuesto a sacarla a dar una vuelta. Llegué hasta ella y posé mi mano sobre el manubrio, frío pero rígido. Sin pensarlo dos veces giré en torno a ella, y pasé una de mis piernas sobre la estructura metálica, para sentarme sobre el cómodo asiento de cuero negro. Posé ambas manos en sendos manubrios, girándolas alrededor de ellos, como si lo acariciara. Poco a poco, el asiento al principio frío fue tomando temperatura al ritmo que mis ganas de sentir la brisa alborotar mi cabello montado en ese vehículo que tanto quería. Estaba colocando la llave en la ranura de la caja del motor, cuando caí en la cuenta que no traía ningún abrigo, y seguramente sin el la pasaría mal esa mañana. Me bajé de la moto de un salto, y dando grandes zancadas, casi corriendo, regresé a la fraternidad. Subí corriendo las escaleras, al atravesar el umbral de la puerta de calle, y de dos en dos, saltándome el trecho entre la escalera y la puerta de mi cuarto en el piso superior, llegué a mi cuarto. Una vez allí, del respaldo de la silla de mi escritorio cogí mi chaqueta de cuero negro favorita. Colgándome el abrigo al hombro, salí a toda velocidad del edificio, prácticamente saltando de cinco en cinco los escalones de la escalera, y dando saltos en suelo firme, hasta la puerta. Regresé, ahora si, corriendo hasta el estacionamiento como si la motocicleta fuera a irse. Me subí nuevamente, notando que el asiento aún no se había enfriado del todo, del calor corporal con el que se había calentado un minuto, casi segundos atrás. Por fin, volví a introducir la llave en la ranura correspondiente y la giré. Con un estruendoso rugido del motor, la motocicleta se encendió. Notaba el motor en funcionamiento, vibrando, preparado para convertir el combustible en movimiento, con un simple giro de muñeca mío, sobre el acelerador. Me coloqué el abrigo, en esa posición, sin colocarme el cierre, luego elevé uno de mis pies de tierra y lo posé en uno de los pedales. Finalmente elevé el otro al tiempo que giraba mi muñeca acelerando a toda velocidad la moto y -además- pateaba la pata de hierro que sostenía la motocicleta cuando no funcionaba, plegandola. Giré el manubrio en la primera curva, tomando la calle de salida del campus, saliendome del sector del estacionamiento en dirección a la carretera hacia la gran ciudad. Conducí hasta la carretera cada vez tomando más velocidad, disfrutando el paseo, la velocidad, el pasear en mi antigua moto y mientras tanto, la ciudad de lejos cada vez cobraba mayor tamaño a medida que me acercaba. Poco a poco la vegetación se transformó en alguna que otra casa, luego ya en suburbios hasta que finalmente me encontraba en pleno centro de New York.
Sin saber que hacer, dando vueltas por la ciudad, paseando por aquí y por allá cual turista que no conocía la ciudad, vagaba sin un rumbo fijo ni intenciones claras.
Di vueltas divagando, hasta que tomé por la 59 st. donde decidí seguir derecho, hasta salir a la 5 Av. donde me topé con el imponente bosque, con el legendario Central Park. En boca de todos, se diría, que era un parque inmenso y hermoso, bien cuidado, que nadie podía visitar la ciudad y no vivistar ese parque. El lugar ideal para llevar a tu pareja a dar un paseo por el lago, a tus hijos a que lo conozcan. Pero esa era solo una faceta de el, había otras no tan atrayentes, como sabandijas y malvivientes que buscaban cobijo en el de noche, malhechores que buscaban aprovecharse de alguna que otra joven muchacha, y no precisamente de un modo muy cariñoso, y cosas de ese estilo. En lo que a mi respectaba, ese parque tenía de bueno tanto como de malo, así de entretenido como aburrido, mi conclusión final era que el parque te devolvía lo que tu le dabas, y se comportaba dependiendo de con quién fueras. En mi caso solo, no tenía nada que perder ni temer, aunque nunca había ido solo a el ¿qué tenía que perder? El semáforo que me había detenido, en luz roja, el cual me había permitido pensar y recordar en todo aquello, se puso en verde y tardé unos segundos en volver a acelerar, enfilando por la quinta, hacia algún espacio libre para estacionar y pasear por el parque. El ligero retraso me hizo ganarme unos cuantos bocinazos e insultos, de algún que otro taxista malhumorado y algún ejecutivo de bajo rango que llegaba tarde al trabajo.
Viré en torno a la gran avenida, y solté el acelerador dejando que el impulso de la moto en velocidad me condujera, guiada por mi, hasta el espacio libre entre dos autos, al costado de la acera. Giré el manubrio bruscamente y clavé los frenos, apretando solo el delantero, con una de mis manos. Así di un ligero derrape, dejando la marca de las ruedas al hacerlo sobre el negro asfalto. Y así me estacioné casi a la perfección, mientras sonreía satisfecho. Apagué la motocicleta, me guardé la llave y desplegué la pata metálica de la moto, para que la sostuviera en pie, mientras tanto desmonté de ella pasando una de mis piernas por encima al tiempo que me contorsionaba y giraba mis caderas, cintura y torso, para permitirme mayor movilidad. Una vez sobre la acera, contemplé intrigado y aburrido, ante una mañana no muy prometedora, el gran parque.
Caminé a través de la entrada principal, a pie, observando sin mucho interés toda la flora. Observé un par de gorriones cantar sobre la rama de un árbol. Un par de niños tomados del brazo de su madre, a travesando el parque en dirección al kinder a juzgar por sus pilchas. Continué caminando y me perdí, sin rumbo nuevamente, por los múltiples caminos y senderos del parque, rodee lagos, los pasé por encima, sobre un puente, fui codo a codo, con la ciclistas que iba lento, hasta que llegué al lago principal.
Caminé por su orilla, observando pasar por el un equipo de remo entrenando. Iba a cruzar de nuevo por el puente principal cuando me tope en el con una chica, a la cual reconocí de inmediato. Estaba a mitad del puente, sentada sobre la corniza de este, mirando a la distancia ensimismada en sus pensamientos. Sonreí de manera altanera, por fin había encontrado algo con qué entretenerme esa mañana. Era un pedazo de carne muy tierna, muy joven, tan solo diecisiete años tenía entendido. Di los últimos pasos hasta ella y con indiferencia y desdeño pregunté, -a ti te tengo de algún lado, nos conocemos ¿no?- hice una pausa para dejarla reaccionar y procesar la pregunta. -Bueno, mejor dicho, tu me conoces a mi, todos lo hacen, pero yo no logro recordar tu nombre...- agregué sonriendo socarronamente. Era una chiquilla con carácter, en la cama no parecía tan joven, pero eso daba igual. El caso era provocarla, que chocáramos, eso era lo divertido. Ese placer morboso de detestarnos y odiarnos, del deseo contradecido con la antipatía, el juego previo al premio deseado. Porque para un jugador tan bueno como yo, se tiene claro que no importa el premio, sino como llegas a el. Cuando no se drogaba era la cosa, ahí nos cruzábamos, discutíamos, pero nunca había llegado al premio y no lo negaría, no a mi mismo claro, quería hacerlo. Ambos nos mirábamos de igual modo, simples trofeos, prezas de caza, la cosa era quien ganaría, quién cedería. Si ganaba uno, ganaba el otro, pero el orgullo también contaba.
En fin, buscaría provocarla, y disfrutar un poco, era algo sádico y masoquista buscarla, ir de frente a chocar, buscar que se enfadara, pero así me lo pasaba bien. Si, estaba loco, -¿y bien? ¿Te han comido la lengua los ratones? ¿O simplemente te me has quedado mirando mientras me desnudas y abusas de mi con la mirada pequeña pervertida? como en la última fiesta ¿Recuerdas?- le escupí mis palabras filosas como una cuchilla de imprevisto al notar que no respondía. Seguro está drogada, pensé en un momento.
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Mensaje por De'bunny Petrikov Mar Ene 15, 2013 11:35 am

Los parpados de la rubia estaban ligeramente matizados de una pequeña capa gris, porque las últimas noches no había logrado conciliar el sueño como ella hubiese deseado. Para su suerte, ella era una chica y podía corregir ese tipo de errores con echar un poco de maquillaje sobre su piel. Y así lo hizo, con la yema de su dedo índice tomo un poco de la mezcla espesa casi del mismo color que su piel y comenzó a esparcirlo por su rostro hasta que este quedo de nuevo perfecto y fresco. Sus labios tampoco tenían mucho color, eso también era solucionable; un gloss de color rosado se paseó por sus labios hasta dejar en ellos un dulce sabor a fresas. Su propio reflejo le sonrío antes de que ella guardara el espejo en su bolsa al igual que todas sus cosas del neceser en miniatura que vivían dentro de su Comprar Hermes de color azul. Se colgó la bolsa al hombro y con un movimiento de su cabeza, acomodo su larga melena castaña sobre su espalda al tiempo que se levantaba del asiento de su motoneta morada. Se aseguró de que estaba estuviese a salvo, esperaba que si ya que había unas cuantas más por ahí y estaban intactas, suponía que era porque el oficial de policía parado a unos cuantos metros las resguardaba. Central Park era un lugar bastante tranquilo, aun así la seguridad no debía de faltar que con tanta gente deambulando por ahí no se podía estar completamente seguro de que todos iban nada más a dar un simple paseo. Mientras a ella no le para nada, todos los demás le daban exactamente lo mismo. En ese parque se sentía cómoda, como si ella fuese la dueña de cada árbol, planta y objeto de ahí. Desde que tenía uso de razón visitaba ese parque para relajarse, ya fuese sola o con sus amigos, aquel lugar era como su propio reino. Como si ella fuese el lienzo de un pintor invisible, una sonrisa risueña se dibujó en sus labios por pura inercia. Comenzaba a caminar, mezclándose entre la gente, sin poner especial atención a nadie. Saco el móvil de su bolso, busco en su lista de contactos, primero a Einar, a quien decidió no llamar porque -aunque quisiera estar a solas con él-, suponía que estaría ocupado en la universidad, la cual quedaba un poco lejos de central park. Después estaba Marshall, ese pequeño engreído a quien no siempre le daban ganas de ver por diversas razones, la principal y más importante era que e daba cuenta perfectamente como le quitaba el cariño de Einar. Maldijo a Mounier por lo bajo y siguió buscando a quien podía llamar. Nicky era su mejor amiga, y estaba segura de que si la llamaba iría a hacerle compañía, pero justo cuando iba a marcar el número de la rubia, decidió no hacerlo. Pasar un tiempo sola no le haría nada mal.

No guardo el móvil de nuevo en bolsa, en lugar de eso saco sus audífonos, los conecto a la entrada del aparato electrónico y comenzó a escuchar música. Música que armonizaba sus pasos. Caminaba sin rumbo alguno, no sabía en dónde podía sentarse y observar a la gente tranquilamente, estaba el enorme árbol con el tronco deforme, al que se subía cuando era niña y siempre que lo bajaba terminaba con las rodillas raspadas. Ir ahí no era algo que quisiera hacer puesto que el atuendo de aquel día consistía en una falda azul casi del mismo tono que el de su bolsa, y que una chica subiera a un árbol vistiendo una falda no se vería tan bien. Le daba lo mismo lo que los demás pensaran de ella, pero tampoco quería que le vieran el decorado de su ropa interior. Se rio consigo misma al tiempo que negaba con la cabeza y se alejaba de la dirección que conducía a dicho árbol. Solamente le quedaba un lugar a donde ir dentro de ese parque, sus pasos no eran tan apresurados, pues con la mirada escudriñaba el lugar en busca de uno de esos vendedores ambulantes, para su suerte no paso mucho tiempo antes de encontrarlo. A esa hora no tenía mucha clientela, pues los niños deberían estar en el Kinder o el colegio a esa hora, ella como era rebelde, se tomó el viernes libre, de todos modos era lo bastante inteligente como para no ir tantos días al instituto y aun así obtener calificaciones aceptables. -Me da por favor unas burbujas -pidió al hombre vestido con ropas algo desgastadas, su barba no estaba afeitada pero eso sí, estaba muy limpio. El sujeto arqueo una ceja, seguramente pensando que ella ya estaba muy grande para comprar ese tipo de cosas, aun así le entrego un frasquito de color blanco que contenía jabón con el que al soplar por un pequeño círculo podía hacer burbujas sin ningún problema. Eso le serviría para entretenerse toda la mañana. Debbie le entrego cinco dólares y sin esperar su cambio se marchó de ahí dando saltitos al caminar, como una niña con un nuevo y flamante juguete. Después de su pequeña adquisición, la castaña con aire despreocupado pero contenta llego hasta el puente que servía para cruzar el lago. Las personas solamente miraban aquel puente como un cruce y nada más, Debbonie, lo veía como el mirador de otro lejano y a la vez cercano mundo paralelo. Y no, no estaba drogada para imaginarse esas cosas tan fuera de lo común. Sin tardar mucho, se acomodó de tal forma que quedo sentada en el bordecito del puente, sus pies se movían de adelante hacía atrás y ella miraba el agua clara del lago, no había gansos o patos por la carrera esa que hubo en el lago, era una verdadera lástima, le gustaba ver nadar a esos simpáticos animales. Entre su mano izquierda sostenía el frasquito con el jabón, y lo agitaba un poco al mismo tiempo que miraba atentamente al cielo, intentando encontrarle forma a las nubes.

Ni siquiera pudo deducir su la nube enorme tenía forma de dragón o de dinosaurio cuando escucho una voz masculina con aire de arrogancia dirigirse a ella. Arqueo una ceja al tiempo que ladeaba un poco la cabeza para encontrarse con él. Tez considerablemente clara, ojos marrones, cejas pobladas de esas que se necesitan depilar con urgencia, cabello embarazado y una estúpida sonrisa que le daban ganas de borrarle de un solo y fulminante golpe. ¿Su nombre? Andrew QuienSaqueQué, lo conocía gracias a una que otra fiesta a que asistía de la universidad, a ella y a sus amigos les encantaba meterse en esas fiestas y darse cuenta de que los chicos de la universidad eran igual que ellos solamente que con más años y más estúpidos de lo que creían, victimas fáciles para resumir. El último comentario del pelinegro fue lo que termino por interrumpir los pensamientos de Debbonie. Cuando traía un par de pastillas y de tragos encima él parecía más simpático de lo que en verdad era. Bueno, igual, estaba acostumbrada a tener ese tipo de altercados con él cada vez que lo encontraba sin que estuvieran en una fiesta, aunque dichos encuentros eran contados con los dedos de una sola mano. -No me han comido la lengua los ratones, es solamente que me estaba preguntando como puede ser que un tipo venga hasta mí y me diga tantas tonterías en menos de cinco minutos. Es todo un record, ¿a qué si? -le sonrío de manera burlona. Si él quería comenzar a tratarla como si él fuese superior, entonces ella podía jugar al mismo juego, después de todo, era una de las cosas que en cierto modo le gustaban, discutir. Por lo menos la mañana no sería tan aburrida, pero si él era como los demás no la entretendría por más de una media hora. -La ultima fiesta, ajá, si claro -rodó los ojos con aparente fastidio, en realidad siempre recordaba muy poco de lo que eran las fiestas, es decir, ella podía estar casi segura de que nunca había subido al escalón quince con nadie estando drogada, si no le diera un poco de vergüenza preguntar a sus amigos quizás esa duda estaría despejada desde hace mucho tiempo. -Deja de vivir en el pasado y vive en el ahora. La última fiesta ya fue, y ahora en lo que menos debe preocuparte son las imágenes mentales que yo tenga de ti, sino tu cabello porque parece como si hubiera explotado algo ahí, creo que traigo un poco de gel dentro de mi bolsa. Descuida, los duendes que viven entre tus risos no morirán si te peinas de vez en cuando -le dedico una sonrisa inocente, cuando en realidad su mirada la traicionaba, pues lo miraba con malicia y cierto desdén. Le divertía la situación, por ello le dio un toque extra e hizo como que buscaba dentro de su bolsa el gel que nunca traía pues la teoría de que ese producto le maltrataba el cabello a las mujeres era muy cierta. -Bueno, al parecer mi obra de caridad del día no era contigo, porque no traigo gel -sus labios se fruncieron y adopto una expresión triste, como si de verdad sintiera el no poder ayudarlo. Por un momento dejo de prestarle atención y se concentró en su frasquito, lo destapo y tomo la tapa entre sus dedos, de esta salía una delgada tira de pastico firme, y en el otro extremo un circulo pequeña. Sus labios formaron una “o” y así soplo con suavidad, contemplando como varias burbujas de jabón flotaban sobre la cabeza del muchacho, y al descender se volvían a hacer jabón en el cabello de él. -¿Te sirve eso? -inquirió ladeando el rostro, y sonriendo de medio lado. Después, volvió a mirar hacia el frente, haciendo como que lo ignoraba.
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Mensaje por Andrew O. Christensen Miér Ene 16, 2013 5:22 pm

Me encogí de hombros sonriendo y me acerque un poco más, quedando frente a ella, a unos dos metros de distancia. La miré de pies a cabeza paseando mi mirada, por todos los recodos de su figura. Me daba igual si lo notaba y me decía algo, la observé igual, como si un geólogo estudiara una piedra muy rara, de un período desconocido. Descendí mi mirada lentamente sobre su figura, deleitándome con sus atributos, hasta que sus palabras me sacaron de mi estudio. Creí que me lanzaría algún comentario sarcástico y cargado de ironía, como el clásico ''¿disfrutas de la vista?" pero sin embargo, estaba respondiendo mis palabras anteriores. -Ya lo creo, ¿quién lo ha batido? Alguien con esas características debe de ser algún familiar tuyo por supuesto...- le respondí, mientras poco a poco, una sonrisa burlona asomaba entre mis labios. Pasé una mano por mi cabello, sintiendo un cosquilleo en la nuca, manía que tenía desde pequeño. -Aunque yo considero un récord mucho mejor, la cantidad de hombres desagradables con la que eres capaz de acostarte en tan solo una noche, pero bueno serán los efectos de la coca...- agregué mientras sumaba a mi expresión una ceja arqueada, una sonrisa fina, sin mostrar los labios y curvada además de una mirada fría de desafío. El juego había comenzado, ella había decidido entrar, su orgullo le impedía no hacerlo claro estaba. Aún así no logré disimular una mueca de satisfacción que se me escapo gracias a aquello, esperaba que le hubiera pasado desapercibida. Luego, noté como apenas acabar de rodar los ojos al decir sus últimas palabras, como su semblante se aflojaba por un momento, dejándome percibir ¿duda? Era realmente duda, lo que le sucedía en ese momento al parecer. Intenté supoe nr por qué pero su porte me impidió hacerlo distrayéndome con sus curvas.
La escuché hablar nuevamente, y estallé a carcajadas mientras con disimulo intentaba aplastarme el cabello y luego observaba sus ojos cruzándose nuestras miradas de manera fugaz, desafiante e intensa por unos segundos que parecieron una eternidad. -Lo dices como si no murieras por mis rizos, así como lo haces por todo mi ser..- le estipulé, escupiendo cada palabra de forma hosca, soberbia y altanera. -Además, lo dices como si me viera mal, como si mi cabello estuviera feo y sin estilo...- volví a reír con muchas ganas, -que incoherencia por Dios... ¿estás drogada? ¿A esta hora? ¿Acaso no te aguantas ni unas horas?- comencé a decirle, sin medir mis palabras. Receloso, entorné la mirada, observando como ella pretendía que me tragara su cuentito de preocupación y sinceridad e inocencia, le conocía muy bien como para hacerlo igual. Solté un resoplido escéptico deteniendo su búsqueda con mi mano, al mismo tiempo que añadía -no te esfuerces víbora, ese cuento tuyo no me lo trago...-. Sin embargo ella hizo oído sordos a mis declaraciones e hizo que buscaba igual. El colmo de los colmos, se hizo presente acompañado del sonido de cada una de las letras ordenadas en distintas palabras que expresó a continuación, alcanzo niveles de sinvergüenza increíbles. -Pues si quieres puedes compensarlo de otro modo, como echándote un polvo conmigo por ahí... ah no espera, mejor no... no vaya ser cosa que me contagie el sida de tan solo tocarte...- . A continuación le guiñe un ojo y me recargué sobre la pierna derecha, adoptando otra postura. Mientras tanto sopló sus burbujas que fueron a parar a mi cabello, y en un gruñido antipático negué con mi cabeza, a señal de donde podía meterse sus burbujas.

Off: Siento el comentario racista del Sida, pero Drew es cruel D:
Off 2: Siento que me haya quedado tan corto u-u
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Mensaje por De'bunny Petrikov Dom Ene 20, 2013 1:03 pm

Y así termino su mañana aparentemente tranquila y sin grandes preocupaciones. Con la presencia de Andrew, ese elfo desagradable con tanto cabello tan enmarañado que daba la impresión de poder dar albergue a más de un Axew. Ella se aclaró la garganta antes de volver a mirarlo, por lo menos los ojos de Andrew permanecían fijos en su rostro y no en toda su anatomía como al inicio. La vedad no le molesto ese hecho, después de todo ese tipo de acciones son las que elevan el ego de vez en cuando. -Claro, alguien de mi familia ya tiene ese record, debemos de ser siempre los primeros en todo, y no unos mediocres segundones como tú -le sonrío ampliamente, con superioridad, mucha más de la que en verdad sentía, pues; su mamá no era su madre biología y nunca había tenido un padre fijo así que no sabía si en verdad sus verdaderos padres siempre eran los mejores en todo. En realidad eso no importaba, a ella le bastaba con ser la mejor en su propia y singular familia donde solamente podía contarse a si misma como miembro activo. En realidad tenía una familia más pequeña y disfuncional, donde los miembros no tenían el mismo apellido ni la misma sangre pero por lo menos sabía que podía contar con ellos, o al menos con la rubia y con Einar. Una sonrisa ingenua se formó en sus labios al recordar a ese chico. Se obligó a desdibujarla de sus labios al recordar que estaba frente a él, en la guerra si te distraes, mueres. Y si, ya sabía que eso no era la guerra, pero era una pequeña batalla que tenía que ganar por simple cuestión de orgullo.
-¡Oh sí, me muero por ti! Oh baby, oh baby, oh baby -le confeso con ironía, arrugo la nariz antes de poner los ojos en blanco. Tal y como le hace la rubia esa en 10 cosas que odio de ti. Esa película era una de sus favoritas, sin mencionar el libro en el cual estaba basada. Ni siquiera sabía por qué se entretenía jugando con él, sólo sabía que era lo más divertido que le había pasado aquella mañana y conseguir el objetivo que siempre se fijaba cuando se enfrascaba en ese tipo de situaciones era lo único que la impulsaba a seguir emitiendo palabras. -Yo no pienso que sea algo feo que un hombre traiga el cabello despeinado, si te quedara bien créeme que no te diría nada. Pero te vez tan del asco, que necesitaba decirte para que no vuelvas a salir así a la calle, ósea, todavía de que te hago un favor te pones así -negó con la cabeza y agacho la mirada, como si de verdad lo lamentara. -Me estas ofendiendo -suspiro, y cuando volvió a mirarlo a los ojos, fue como si sus ojos azules hubiesen centellado por la malicia, aunque quizás era por la luz del sol. -Veo que piensas lo mismo, porque si no fuera así, no estarías intentando aplacar tu cabello con ese torpe disimulo -esa sonrisa afilada y torcida enmarco sus labios. Cuando se trataba de encontrar los defectos de los demás y de engrandecerlos de tal forma que aplastaran a su portador era una de sus especialidades. Solamente tenía un rival al que podía considerar digno y no estaba parada frente a él.
-Lo que acabas de decir demuestra lo ignorante que eres, es decir; eres mayor que yo, pero aun así no sabes que el sida nos e contagia con solamente tocar a una persona. Me ofendería por lo que dijiste si lo hubieras estructurado mejor, vamos, yo pensé que eras más sagaz -siseo la última letra se esa palabra, tal como el snivy que captura Ash. Se cruzó de brazos, adoptando una postura que a simple vista daba la impresión de ser una chica inescrutable y severa pero con bastante arrogancia encima. Si, ese pokemon era genial lástima que si se ponía en plan snivy, solamente podía atacar y defender, y por lo visto el ataque atracción no serviría de nada con ese pelinegro. Tampoco se moría de ganas por usarlo con él. -También me ofendería si eso fuera verdad, pero no lo es, yo no me he acostado con nadie, y en el remoto caso de que lo fuera a hacer o quisiera hacerlo, cremé, mi amor, tú no estás en esa lista de: ‘Chicos a quienes me gustaría tirarme’ -aseguro estando cien por ciento segura de sus palabras. Descruzo los brazos para poder dejar el frasquito con el jabón para las burbujas sobre el borde del puente en el cual había estado sentada. Se acercó un paso más a él, y poso su diestra sobre la mejilla del chico. Su piel no era suave, era rasposa al tacto ya que parecía que era de esos que ya se afeitaban, aun así acaricio con suavidad, como queriendo calmarlo. -¿Y tú? ¿No tienes herpes por andar besando a cuanta tipa se te cruza por el camino? -inquirió sin ningún tipo de curiosidad, tampoco pretendía molestarlo. Entre los jóvenes abundaban los cotilleos, fueras o no en la universidad todo mundo leía la Gossip. Humedeció su labio inferior con la punta de su lengua antes de acercarse los labios del pelinegro, sin rozarlos, solamente sintiendo como el aliento del muchacho acariciaba su propia boca como si del viento otoñal se tratara. Fresco y caído al mismo tiempo. -Tal vez este drogada, tal vez no. Pero aunque lo estuviera estoy segura que no te besaría -le dedico una sonrisa cínica y se separó de él, así como si nada, como si sus cuerpos no hubiesen estado adheridos por escasos segundos. Se giró para poder tomar su frasquito y mirar hacía al frente al tiempo que se inclinaba un poco. Le dio la espada a Andrew. -Es una bonita mañana -agrego con aire soñador.
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I don't care if you are to much young... {Bonie Empty Re: I don't care if you are to much young... {Bonie

Mensaje por Andrew O. Christensen Dom Ene 27, 2013 3:59 pm

Me detuve a pensar en lo que el silencio nos invadía. Luego de un par de contemplaciones logré darme cuenta, que si bien acostarme con ella era genial. Y cerrarle esa bocota que tenía lo era aún más, la chica en muchos aspectos me desagradaba e irritaba. Es decir, no era fea, por mucho que yo nunca se lo admitiera. Pero su carácter, por Dios, a veces el juego me exasperaba con ella. Continué observando los rasgos de su rostro, parecía una rusa de aquellas, de la unión soviética, solo que vestida más a la moda, y sin un peinado extraño. – Como si conocieras a tus verdaderos padres – le escupí luego de reírme sarcásticamente, realmente no sabía si aquello era o no cierto, pero siempre podría montarla, diciéndole que aún no se lo contaban. Esos clásicos insultos de adolescente. – Oh, si, llevas la razón en tu “familia” siempre son los primeros en todo, sin duda…– me aclaré la garganta antes de continuar, – obviamente solo en ese tipo de cosas, en idiotas, estúpidos, fracasados, profesiones patéticas…– sonreír de manera altanera. – Y claro que yo en eso siempre voy por detrás, pero no en las cosas que valen. ¿A qué se dedica tu padre? El mío es gerente general y mundial de una de las empresas más grandes del mundo, ¿te digo sus ingresos anuales también? No mejor no, con contarte que llevan seis ceros más que el del tuyo basta ¿o no? – volví a sonreír ampliamente, extasiado porque le había cerrado la boca. Estaba seguro que su padre tenía un empleo de tiempo completo en un oficio mediocre. Me quedé pensando, en que aquella chica se había metido en un terreno desfavorecido para ella. Es decir, ¿en qué ganaba? ¿En llevar cuanto hombre quisiera a la cama? Yo también lo hacía pero con cuanta mujer quisiera, ¿En drogarse? No era un logro, era una sucia necesidad, además los rumores corrían, diciendo que estaba enferma realmente, anorexia. No era alguien que le gustara sobrepasarse, pero sí que llevaba hasta un extremo las situaciones y si debía recurrir a aquello, lo haría sin dudarlo, no me importaría. Aun así aquella chica no tenía nada en que ganarme, le bajaría el ego de una patada. Su familia era mediocre a comparación de la mía, ¿con qué yo no me ganaba mis cosas? Pues ella tampoco ¿no? Y en todo caso si ella debía de trabajar, era por su estúpida familia. Eso marcaba la familia. Sonreí satisfecho y autosuficiente, no tenía nada en mi contra que no pudiera responder y mandar a callar.
La escuche, prácticamente gemir a gritos pelados, cosa que me molesto dormido como estaba aún. – ¿Podrías dejar de gemir tanto? Entiendo que te ponga de esa manera, pero cállate un poco son como las nueve a eme aún, maldita excitada…– le estipulé, rodando los ojos bastante molesto. Había detectado su ironía, desde luego, no era estúpido. Pero aun así, me daba igual yo jugaba mi juego bajo mis reglas, y así ganaba. La curiosidad, dentro de mi cabeza, me taladraba con intensidad. Es que, no me explicaba por qué había dicho “oh baby”, en inglés, por qué en ese idioma, debía ser de alguna moda, película o lo que fuera para adolescentes hormonales como ella, que descubren cómo se siente una polla y ya se creen las reinas del sexo. Sin embargo, cuando continuó con su intento de bajarme el ego, entré en su juego, y cual toro, con los cuernos de frente. – Cariño, no importa que lleve puesto, o como vayan mis rizos, todo me queda bien, excelente, provoco que todas se queden mirándome al pasar. Así que deja de decir idioteces por favor… – le dije con una sonrisa soberbia y narcisista surcando mi rostro. Realmente me creía lo que había dicho, me creía perfecto. Es que simplemente era cierto, que ella quisiera usar el que mi cabello pudiera llegar a estar algo desordenado porque acababa de despertarme, no era excusa para decir que me veía del asco. – ¿Te ofendo? Tu con esos kilos de más ofendes a quienquiera que pase por aquí, querida…– le respondí, sin medir mis palabras riendo con maldad. Recurrir a eso, era una de las cosas que más disfrutaba, a las mujeres eso del peso les afectaba y demasiado. Aunque Debbonie no la consideraba precisamente una mujer. – ¿Aplastar mi cabello? ¿Torpe disimulo? ¿A ti nunca te ha dado comezón en el cuero cabelludo? Si serás estúpida creyendo que todo es como tú lo dices, cuando en realidad nada es cierto y mucho menos si lo dices tú – le confesé con una sonrisa de autosuficiencia, de esas que irritan al locutor que interactúa conmigo. Las respuestas adecuadas ante cualquier intento por ridiculizarme, quizás eran lo que mejor se me daba de pensar y responder al a velocidad de una discusión normal. Quizás no lograra bajarle los ánimos, o ganar la batalla por “knockout” contra ella, quizás no me resultara tan fácil. Pero si era cierto, que ella no me vencía, no siempre. Tan solo diecisiete años no bastan para estar a mi nivel, puedes ser tan bueno como te plazca, el mejor si gustas, pero sigues siendo un crío, no puedes comprar alcohol legalmente ni siquiera ¿y pretendes estar a mi altura? Por Dios, de pensarlo comencé a reír y con ganas, sarcásticamente. Recuperé la compostura, y procese lo que acaba de decirme, lo había hecho en un tono que me fastidiaba bastante, no podía negarle aquello. – Si sé que no se contagia por tocar solamente a una persona, pero tú no eres precisamente una “persona”. Más bien eres un ente que da pena por la vida…– me relamí los labios, antes de continuar – aun así, no lo decía en serio, eres una chiquilla que recién está conociendo el mundo, ¿sabes lo que te falta para siquiera cruzarte un sidoso? Es decir, aún llevas pañales para la mayoría…– le respondí ya sin contener la risa. Y agregué con elocuencia – Soy mucho más sagaz, pero un horario hábil y con alguien que valga la pena, no contigo niña – le dije, cortante y como si le tuviera asco a ella, cosa que era totalmente al revés, ya que no le hacía asco. Fruncí el ceño, dejando que ligeramente se notara mi irritación, pero lo que no se notaba era en qué estaba pensando en esos momentos. La “batalla” estaba difícil, con ojo imparcial no había un dominador claro, y eso me contrariaba un poco. Era como si cualquiera de los dos con un as bajo la manga podría decantar la batalla a su favor y poder sonreír con esa satisfacción que al otro le da ganas de golpearlo, disfrutando, saboreando el saber que le había logrado cerrar la boca a su rival. Al reaccionar, comencé a reír y demasiado estruendosamente. Como si me hubieran contado el mejor chiste del mundo, agache mi torso, y me sostuve de la baranda del puente con un brazo, acercándome hasta ella, prolongando un poco más la risa. – ¿Qué no te has acostado con nadie? – reí un poco más – entonces, mejor le avisas a medio campus de Brown que no te has acostado con ellos, drogada y borracha, jajajajaja – le contesté riendo con más ganas aún, regodeándome con la cara que ponía. Esa cara de pánico mezclada con desconcierto y recelo, irritación y mucho enojo. De seguro era de esas que se emborrachaban y drogaban, hacían de todo y al otro día no recordaban nada. Pero lo que a mí me sorprendía es que sus amigos no le contaran o ella no se empeñara en averiguar qué coño había hecho y con quién la noche anterior. Soltando una carcajada final, dominado por la curiosidad me atreví a preguntarle – Entonces… recapitulando, ¿me dirás que te consideras virgen? Eres todo un caso de hipocresía tú…– culminé, con esa sonrisa de satisfacción en mi rostro, dibujada. Recuperó su posición natural, recargándose sobre una pierna en lo que la veía acercarse y acariciar su mejilla, recién afeitada. – Pues, no sé a qué ambiente estarás acostumbrada tú, pero en el mío todos son sanos, y no andan por allí con cuanta enfermedad se te ocurra y contagiándola…– le contesté burló, mientras hacía que me lo pensaba – Aunque ahora que lo pienso, tal vez tú, tu madre y tu hermana, si tengan herpes, con la poca clase que tienen no me sorprendería… lo que es un milagro que no me hayan contagiado debo admitir… – agregué, sonriendo más ampliamente mientras me dejaba acariciar. En cambio, el comentario que le echó a continuación, prácticamente lo desacomodó, es decir lo hizo de un modo tal que hubiera parecido que el juego era de otro tipo. Fue cuando la mente le hizo “click” y comenzó a debatirse si entrar o no, en él. Sin sobrecogerse por la cercanía, y antes de que se alejara, para que se asustara de verlo hablar tan cerca de ella, se apuró en responder. – Sabes que eso no es cierto… además, no puedes estar segura, si cuando te drogas, te acuestas con cualquiera y luego ni lo recuerdas…– logré articular, sin que la sonrisa burlona se esfumara de mi rostro ni por un segundo. Al compás de que la observó alejarse, se acercó hasta su lado, apoyando sus antebrazos sobre el barandal de cemento del puente, mirando hacia el paisaje, donde ella tenía la vista, estando sentada sobre aquella baranda. Y sonriendo de lada, con una mueca que se plantó en su rostro agregó – pero podría serlo aún más… –.
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