Después de tanto me sigues deleitando -Ekaterina-

El tiempo corría a velocidades distintas según se apreciaba y desde que había llegado a esta ciudad no lo había conseguido determinar muy bien, no sabía si iba lento o deprisa, solo sabía como me sentía y en estos días, lo que más se repetía era: desesperación. El piso en el que estaba viviendo ya estaba buscado de antes de llegar, al no encontrar nada que me gustase le dejé la tarea a mi hermano, él estaba de trabajo hasta arriba pero hizo un hueco para esto, lo cual agradecí y agradezco, si hubiese buscado yo el piso habría acabado debajo de un puente, soy un desastre para eso, y aunque hizo un gran trabajo, la mudanza era cosa mía, cajas y cajas llenas de cosas, una semana aquí para instalarme y todo seguía como el primer día, todo empaquetado.

En ello me encontraba cuando sonó el teléfono, levanté bruscamente la cabeza provocando que un par de mechones me estorbaran a la vista, me los soplé y solté los libros mientras buscaba con la mirada el origen del sonido, me levanté deprisa del suelo del salón y escale el sofá para acabar en el otro lado, pasé por el lado de la encimera que separaba lo que era la cocina del salón y me dirigí al dormitorio derrapando con mis calcetines rosas hasta quedar frente a la cama, todo llena de ropa y cajas, me abalancé y empecé a tirar las cosas al suelo.

-Bolso, bolso...aquí...¿Diga?...si... si...¡por supuesto, claro que si!...¡allí estaré!

Dije entusiasmada, era una buena noticia, me encantaba, ver a mi hermano después de tanto tiempo. Salí a la cocina y vi la panorámica, pensando en como me conocía esa cabroncete, él sabía que no me gustaban las paredes y me había buscado una casa de espacios abiertos, la cocina y el salón estaban en la misma estancia, los muebles era lo único que diferenciaban una cosa de otra y yo sin saber que ponerme ni saber dónde está ese lugar. Busqué con la mirada mis zapatos negros de tacón y lo cogí corriendo de vuelta al dormitorio, no encontraba lo que quería ponerme hasta que recordé que ese conjunto concreto lo había metido en el armario para que no se arrugase. Me puse los pantalones vaqueros de pitillo y la blusa blanco roto, mis zapatos y al baño a maquillarse, no podía presentarme de cualquier forma, debía estar fabulosa, lápiz de ojos, rimel ¡mierda no llego! ¡adios a la base y al pintalabios!, cogí el bolso y salí corriendo a la calle.

Mientras andaba buscaba en google maps la calle del lugar ¡benditos los del google!. Miré la hora, ya llegaba tarde por suerte no me encontraba muy lejos y aligeré el paso. Entré y miré buscándolo, escuché mi nombre y lo vi saludándome con la mano, hice lo mismo y caminé a él abrazándolo fuertemente. Había añorado tanto su olor que no había sido consciente de ello hasta ese momento, me separé de él y me senté.

-¿Y qué tal? ¿rompiendo corazones a las jovencitas?