Universidad Brown
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NEW YORK CITY
2013
Dicen que a los trece años es una época donde los niños dejan de ser niños y pasan a ser adolescentes. Se revelan contra el mundo, les salen espinillas, empiezan a interesarse en el amor, en el sexo, a las chicas les viene la menstruación etc. Vamos, una época en que estos pequeños humanos están en pleno crecimiento y comienzan a aprender las verdaderas lecciones de la vida. Dura exactamente cinco años, hasta los dieciocho años, cuando supuestamente pasar a ser adultos.

Ahora mismo si estas planteándote en inscribirte en esta prestigiosa universidad es por que has pasado esta etapa, pero bueno, ¡eso cosa del pasado! Olvídalo, pon eso en un rincón de tu memoria.

Ahora estás viviendo el año 2013 en la Universidad de Brown, situada cerca del corazón de Nueva York.

¿Estás aquí por elección propia, por el sueño de convertirte en alguien famoso en la vida? ¿Por qué tus padres tienen una cuenta bancaria muy grande? ¿O tal vez por obligación?

Sea la razón que sea el resultado es el mismo, estas en una de las mejores universidades de América, pero aquí no te daremos 'la comida masticada' lo cual si de verdad deseas llegar a ser alguien en la vida tendrás que currártelo, aquí no regalamos nada.

¡Casi lo olvido! Tal vez exijamos mucho, pero tampoco descartes la idea de tener un poco de diversión. Fiesta, alcohol, sexo, drogas.

En resumen, el libertinaje total.

Para Algunos, la diversión significa dormir en tantas camas como sea posible, para otros, las compras y manicura son las cosas más importantes en su vida y siempre habrá los -por su padres- tienen dinero y reputación.

Pero dejando todo eso atrás, en la oscuridad de Brown se esconden varias personas que pertenecen a una especie de secta, un grupo donde su intenciones no son exactamente buenas. Se hacen reconocer por 'la logia', una panda de personas donde jugarán con cualquier persona que les apetezca. Les gusta ver sufrir a los demás, viven a costa de ellos. ¿Que pasa? ¿A caso tienes miedo de ser su próximo elegido? Tranquilo, como en los cómics y películas de Stan Lee donde hay un villano, hay un super héroe, e aquí nuestros super héroes se hace llamar anti logia, un grupo donde quieren la paz en la universidad y acabar con toda esa crueldad.

Y dime, ¿quien eres tu? ¿Eres un becado? ¿Un estudiante normal? ¿O tal vez te guste la idea de pertenecer a la logia? Otra posibilidad es que quieras cumplir el sueño de todo niño, ser un super héroe y pasar a ser miembro de la anti logia pero...

Seas lo que seas, se bienvenido a Brown University.
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Mensaje por M. Torsten Dietrich Sáb Ago 17, 2013 8:37 pm

Un salto, otro salto y otro salto. Me quejé entre dientes, sintiendo que el diminuto cuerpo de mi hermana caía sobre el mío, abrazándome. Terminé riendo al ver su expresión de: “solo te despertaba porque debes trabajar, soy muy buena”. ¡Tenía razón! Le di un suave empujón y se quedó tendida en mi cama. Pronto se durmió. Hasta parecía una niña tranquila cuando cerraba los ojos y se dejaba llevar en los brazos de Morfeo. Cualquiera daría lo que fuera porque estuviera así todo el día. Mi cama era la única que lograba ese resultado en ella. Los mitos de que mi colchón y las sábanas con mi perfume tenían un efecto adormecedor por lo relajante que era, parecían ser ciertos. Sabía que por eso me costaba levantarme.

 Era sábado y mi trabajo empezaba antes de mediodía, hasta pasadas las seis de la tarde. Recordé que antes de ir a casa de la señora Eleanor debía llamarla. En eso habíamos quedado. Antes de ir, debía avisarle por si había algo que hacer antes. Busqué entre mis apuntes su número de móvil, pero conseguí solo el de la casa.. Tomé mi teléfono de casa y marqué el único número que tenía. Timbró varias veces antes de que alguien descolgara el teléfono. Puse al instante el altavoz y hablé antes de escuchar respuesta, solo para que me reconociera, pues mi número de casa no saldría en su registro. Señora Carson, buenos días, soy Torsten, en unos minutos salgo para su casadije en tono agradable, sacudiendo mis cabellos para que el agua se fuera ¿necesita que le lleve algo de alguna de sus oficinas?pregunté al instante, recordando que ese era mi trabajo.

Me daban ganas de preguntarle si estaría su hijo, pero si me daba una respuesta afirmativa, sería muy raro que le dijera “estoy enfermo”, solo para evitarlo. Las veces que había ido, no me lo había encontrado. Lo único que me quedaba era confiar en la suerte, que con su ayuda hoy tampoco me lo encontraría. Porque si lo veía, después de la última vez que hablamos, estaría difícil pensar en una reacción que no fuera mandarlo al demonio y ponerle una bolsa de papel en la cabeza para no verlo mientras hacía mis deberes.
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Mensaje por Kenton S. Carson Dom Ago 18, 2013 9:42 am

Está bastante claro que por más que uno se diga así mismo que va a recordar algo o que no quiere hacerlo, siempre pasa lo contrario. El problema estaba en cuando uno tiene demasiados problemas y se queda pensando en otro tipo de problemas. Si es cierto que aquel beso le eclipsó de tal forma que pensaba en él cada vez que cerraba los ojos o se tiraba a la cama, incluso cuando no recordaba en qué pensar. Bueno, también cuando estaba cansado de estudiar. Más de la mitad de su tiempo, a ser sinceros. Y siendo francos, ¿cuándo le ha pasado algo parecido? Pues cuando había visto una camiseta que le había encantado y quería comprar, quizás unos zapatos, quizás un traje... carcasas para su móvil. Cosas que se puede permitir pero que su madre quizás no quería que comprase debido al confisco de su tarjeta de crédito. Seguramente se puede completar la lista con su asistencia a fiestas de forma cancelada por un castigo, a veces se escapaba, pero servía de poco. Aunque estaba demasiado mimado, el castigo de después... ¿cuánto duraría? Una eternidad para él, unos días para los mortales.

Acostado boca abajo en su cama con el edredón rosa fucsia a juego con su pared. Una revista de moda que se iba pasando poco a poco, su BB, la cual miraba de vez en cuando para contestar algunos mensajes y recibir alguna que otra llamada. De hecho, ahora estaba en llamada con su mejor amiga Tasha. Era gracioso la fuerza que daban a algunas palabras para darle emoción a algo. Para otras personas las cosas que se contaban no tenían mucha gravedad pero ellos sufrían mucho, quizás demasiado. Quizás, realmente, les daba igual pero no tenían otra cosa mejor que hacer. Bueno, cuando las cosas pasaban entre sus mejores amigos las cosas mejoraban porque si que había dolor, mucho dolor.

Pero todo puede romper la magia cuando empieza a sonar el teléfono de la casa. Cuando seguramente son cosas que a el no le importan. Pero no paraba de sonar. Su mayordomo no parecía estar por la labor de contestar a la llamada, quizás estaba haciendo la compra o algo. Realmente ella era como su segunda madre, la mujer que lo ha visto crecer mientras la madre trabajaba. No es que la madre pasara de él, le daba el cariño que podía, y Ken solo le echaba en falta en determinados momentos. - Anda... si es el ranchero al teléfono, ¿te enseñaron a llamar en el rancho? - Pregunta en tono burlón. Obviamente lo está desvalorando. No está a bromas. - Aunque si, podrías traer unos pastelitos, pero por favor, que no sean de la tienda triste en la que seguro los compras. Algo de glamour. - Responde finalmente entre risas. Sabía, de algún modo, que el chico empezó a trabajar para su madre. Al principio no le hizo gracia pero ahora tiene una excusa para poder meterse con él. Aunque bueno... nunca delante de su madre.
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Mensaje por M. Torsten Dietrich Dom Ago 18, 2013 10:03 am

Por la noche saldría a tomar unas cervezas con unos amigos de mi hermana. Saldríamos los dos. Nuestra relación era tan buena que cuando se trataba de divertirnos, lo hacíamos juntos sin problema alguno. Inclusive, si llegaba a gustar un chico “x” que ella conocía, hacía lo posible para acercarme sutilmente al susodicho. Éramos un par de cómplices para ese tipo de situaciones, así como para decirle alguna mentirita piadosa a mi madre. Nada extremo, simples salidas a discos, que a ella no la dejaban tranquila. Usábamos las excusas de trabajos de la universidad o excursiones. Hoy, por ejemplo, después de irme a casa de la señora Carson, volvería para salir con mi hermana, con el pretexto de que vamos a museos y por eso llegaremos muy tarde. Mamá se lo había creído. Era mejor que dejarla preocupada por lo que nos pudiera pasar.

Lo más pesado de mi día estaba empezando desde que escuché esa voz al teléfono. Me crucé de brazos, fastidiado. Una escena graciosa, pues el castaño no me veía y yo seguía en puse de “¿ya terminaste de hablar?”. Mi hermana se removió en la cama, quedando boca abajo y me limité a traer un bóxer, el cual me puse mientras oía las últimas palabras despectivas que me lanzaban por el teléfono. Aun mantenía la esperanza de que tuviera cosas que hacer. Eso que hacen los tipos como él: salir de compras, a criticar vestidos de personas o a sencillamente mirarse a los espejos del centro comercial.

Hey, plastic mansaludé con voz animada. ¡Las clases de teatro daban buenos resultados! Busqué con la mirada una camisa medianamente decente, para poder presentarme delante de la madre de Ken con buena pinta. Ella sabía de modas, así que debía estar algo más decente de lo normal. Te imaginaba de shooping, gastando el dinero de mamá comenté con tanta confianza, que parecía ser una broma inocente que se hacen entre amigos. Empecé a abrochar mi camisa de cuadros azules. ¿Está por ahí la dueña de casa?pregunté tranquilo, poniéndome ahora los pantalones.

La verdad era que ese tipo de comentarios, después de que me dijera nuevamente que le daba asco, me salían naturales. Incluso ahora, cuando le contaba a mi hermana sobre él, tan solo podía hacerlo quejándome de algo suyo. No habían palabras agradables con las cuales referirme a su persona. Desde esa vez empecé a verlo diferente. Sí, seguía siendo atractivo, pero ya no me preocupaba ser amable o intentar ser su amigo. Prefería mantener mi distancia. ¿Para qué perder mi tiempo? Tenía mejores cosas que hacer, y aunque la mayor parte era estudiar, era mucho mejor que andar cruzando palabras por alguien tan vacío.
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Mensaje por Kenton S. Carson Dom Ago 18, 2013 11:20 am

Estar hablando con el chico le causaba algo serio, es decir, dejaba todo de lado y seguía hablando con él. Le llenaba al completo molestarlo. ¡Sería su rata! Quizás no tan severo pero algo así. Cuando hablaba con su mejor amiga le prestaba toda su atención pero a la vez podía estar leyendo su revista. En cambio con el chico, se apoyó sobre sus brazos mientras movía sus piernas. Se estaba divirtiendo demasiado como para dejar la atención en otra cosa. - Si, si está. - Responde. No piensa decirle nada más. No piensa pasar el teléfono, es obvio. Fue una respuesta seca por más que tuviera una sonrisa dibujada en su rostro y pareciera muy feliz. Lo estaba toreando.

Y a lo de antes... si, tengo cosas que hacer pero las anulé todas, ¿sabes? Es que hoy salgo en la noche, me voy a cenar con alguien. - Comenta sin que nadie le pregunten. Y si, pretende hacerle perder el tiempo. Prefiere escuchar solo su voz irritada que tener que notar su presencia en su misma casa, además, estando él. - Pero como voy a estar por aquí, aún puedes traer esos pastelitos. Darás mejor imagen. - Comenta entre risas. Sonando esa risa irritante que utiliza cuando se burla de alguien. Es muy diferente a la normal, la natural, aquella que sale cuando algo le hace gracia, cuando lo pasa bien. Ya se sabe que las risas de maldad no son tan buenas y están peor vistas.

También se podía deducir que el no quería esos pastelitos... ¿Acaso los iba a comer? No. - Y ya contesté a tu pregunta, supongo que no quieres nada más... ¡Byeeeee! - Se despide soltando una última risa. Colgó, se levantó y se lanzó, esta vez bien, sobre la cama. Cogió su BB y llamó a su mejor amiga para contarle todo. Nuevas anécdotas para poder reír. Realmente... ¿A quién se le ocurría llamar al snob para hablar con su madre? Aunque en cierto modo no fuera a él directamente... podría haber llamado al de la madre. Hubiera quedado mucho mejor. Ken no estaba por la labor de ayudarle, y puede que nunca llegara a estarlo.
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Mensaje por M. Torsten Dietrich Dom Ago 18, 2013 4:18 pm

Las explicaciones de si itinerario me las pasaba por la suela de los zapatos. ¿A mí qué demonios me importaba que saliera en la noche? Podía irse de fiesta, buscar chicas o chicos, a mí me daba lo mismo. “Sí, claro”, esa voz, esa burlona voz. Bah, intentaba no pensar en cómo sería Ken saliendo con otra persona en plan de “cita”, y me ponía los pelos de punta. No sabía si era por cómo se comportaría con alguien que le agradara aunque fuera un poco, o porque tuviera que salir a solas con alguien que no fuera yo. Y, vamos, derechos para ponerme así, los tenía tanto como el conserje de la universidad para con el director. Léase: nada. Solo esperaba que fuera una salida de amigos, y que me haya dicho eso solo para mantenerme distraído y no por una oscura razón detrás como lo sería el sacarme celos. “¿Eres imbécil? ¡Ni que fueras tan importante!”, cierto, muy cierto. En fin. Ken colgó y me quedé hablando prácticamente solo. Como de costumbre, el castaño huía.

Terminé de alistarme y salí directamente para la casa de los Carson. Un taxi me dejó exactamente en la puerta.  Entreabrí los labios y tomé una bocanada profunda de aire. Tuve la buena fortuna de encontrarme la señora encargada de la casa. Me hizo entrar sin tener que tocar la puerta, comprometiéndose a buscar a Eleanor, que posiblemente estaría en su estudio, pero le debía avisar de mi llegada. Acepté con una amplia sonrisa, adentrándome en ese lugar ya conocido a mis ojos, rogando no encontrarme con el primogénito de la familia. Prefería que me soltaran a un perro rabioso antes que verlo.

Fue cuestión de segundos cuando la dueña de casa apareció. Tenía una apariencia muy elegante, como si fuera a salir.   —Buenos días, señora Carson—la saludé, recibiendo en mi mejilla el típico beso de bienvenida. Sin embargo, sus palabras me sorprendieron y me dejaron congelado.   —Tor, estaré de vuelta en menos de una hora, espérame aquí, por favor —pidió la dama y sonreí de lado, asintiendo con la cabeza   —estás en tu casa, volveré pronto para que podamos comer los tres —y entonces... mi sonrisa se borró por completo, pero no pude decirle nada. Sin más, desapareció de mi vista. ¿Cómo decirle que no a una mujer como ella?

La encargada de la casa apareció y me invitó a sentarme en el gran sofá principal, frente a su televisión. Cuando este se encendió, estaba en un canal que nunca había visto, donde habían mujeres cerca a la anorexia desfilando sobre una pasarela. Suspiré rendido y con el control cambié de canal, encontrando CNN con un par de presione al botón. Noticias de Egipto, buena información. Necesitaba mantener mi cabeza en blanco y no pensar en la hora de comida.
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Mensaje por Kenton S. Carson Lun Ago 19, 2013 9:27 am

No era mentira que el chico de cabellos castaños hubiera quedado, que tuviera una cita. Porque era una cita, una cita a la que no quería ir. Había tenido muchas citas en su vida y a pocas había acabado por ir. Era contradictorio entonces la forma tan feliz que tuvo por anunciar que tenía una cita, ¿sería esta una de esas pocas veces que acabaría por ir? Sus mejores amigas le concertaban citas con chicos apuestos, incluso su madre, bueno no, su madre no. Ella prefiere que sea un niño siempre, que no madure. Bueno que madure, pero que sea siempre su niño. Pero si su prima le había sugerido algún que otro chico, al igual que su padrastro. La lastima era las pocas oportunidades que había dado. Si que alguno era bien guapete, pero otra cosa es que el quisiera.

Su madre pasó por la habitación del snob indicándole que acabaría por llegar el chico tortuga para quedarse a comer y demás. Los gritos empezaron a resonar por toda la casa. No estaba de acuerdo con la decisión de mamá. Eso de una comida tranquila estaba por ver. Ken se encargaría de que el chico no se pensara el volver por esa casa. Al menos, en parte, ese era el plan que estaba maquinando. Al final tuvo que asegurar que tendría un buen comportamiento. - Ni que un ranchero como él pudiera saber qué es eso. - Pensó para si mismo. El asco y el odio empezaba a incrementar de una forma acelerada en él. Quizás cuando quiso convencerse de que quería odiarlo, y aquellas peleas que tuvieron, lo empezó consiguiendo.

Miró entre el armario porque aún no se había vestido, seguía en pijama ya que aún no salió de su habitación ni para desayunar. Se dio una ducha rápida y cogió ropa bonita. Unos pantalones verdes menta largos y un polo azul oscuro con un cinturón marrón más bien soso. Unas zapatillas de paseo negras al estilo Vans. Se peinó y se echó perfume. Se echó un poco de maquillaje del color de su cara. Si, utilizaba maquillaje, pero no de forma exagerada. Tan solo se echaba para tapar imperfecciones y demás. Apenas se notaba. No se echaba ni colorete ni nada típico entre mujeres, ¿acaso los actores no lo hacían? Era lo más normal. Al menos en su mundo.

Salió de su habitación hacía la cocina para almorzar algo, ya que la hora que era, más bien se le podía llamar almorzar. Aunque para éste, comer no existía, era almorzar. Por tanto iba a desayunar. Empezó a bajar las escaleras del piso y se acercó a la cocina. Comió algo. Dos galletas y un zumo de naranja. Al rato salió y la sirvienta le dijo que había visita. Que se acercara a saludar. Llegó al salón y encontró al chico del guiño, a la bestia del armario. - ¿Te gustaría viajar a Egipto? Si quieres te pago el viaje de ida. Lo mejor es que no habría vuelta. - Pregunta en tono burlón con una sonrisa de medio lado, de pie junto al sofá al que estaba aquel. Realmente, podría pagarle el viaje, otra cosa es que de verdad lo hiciera.
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Mensaje por M. Torsten Dietrich Lun Ago 19, 2013 1:11 pm

La casa era grande, inmensa. Quizás en un día completo terminaría de recorrerla. Hasta el momento solo conocía la oficina de Eleanor y la cocina. Oh, también el jardín principal, por donde pasaba a la hora de entrar. ¿Cuántas personas vivían ahí? Porque para mi madre, mi hermana y yo, sería demasiado espacio desperdiciado. Nosotros con una casa, estaríamos más que felices. Solo por la idea de tener una mascota. A mi melliza y a mí nos revolvían mariposas en el estómago por un perro pequeño saltando a nuestro alrededor. Por el sitio en el que vivíamos, un departamento, era imposible. Ya tendríamos oportunidad de cambiar esa situación y de tener todas las mascotas que quisiéramos. Ambos estábamos a tres años de terminar nuestras carreras, y pronto estaríamos haciendo prácticas pre-profesionales pagadas. Así que la esperanza de tener a nuestro Cheester –como le pondríamos– estaba intacta.

Todo estaba bien… hasta que se me venía a la cabeza lo último que había dicho la dueña de casa. ¿Por qué? ¿Por qué tenía que comer con Kenton? En lugar de eso, prefería que la tierra me tragara a mí. Es que, conociéndome y conociéndolo, terminaría contestándole de mala forma sin querer, solo al recordar lo que había pasado la última vez. Y sí, porque cuando quería, me convertía en un chico rencoroso con memoria de elefante, pues recordaba perfectamente lo que me había dicho. Eso y también la forma tan maravillosa e irritante con la que me correspondió el beso, y luego… ¿luego qué? Se negó a admitir algo que ambos habíamos sentido, porque fue mutuo, porque en ningún momento se apartó de mí. Pero claro, el muy hipócrita prefirió escapar antes de aceptar que el beso que le di yo, un simple “ranchero” con ropa fea, le había gustado. “Relájate…”, pidió mi consciencia, y cuando pensé hacerle caso, escuché su voz reventándome el oído.

Hice un paneo con mi vista desde el televisor hasta el castaño, que estaba parado al lado del sillón donde me encontraba. —Querido Kenton, justo estaba pensando en ti… —contesté con falso entusiasmo, sonriendo. Lo único que me quedaba era acudir a mis clases de actuación para no hacer lo que en verdad quería. —¿Nunca te dijeron que eres la prueba viviente de que no solo los rubios son tontos? —pregunté intrigado, como si fuera el último descubrimiento de la ciencia recién dado a conocer —¡eres un héroe! —exclamé, regresando mi mirada al televisor y cambiando de canal.  History Channel era mil veces más interesante que seguirlo viendo, así que me opté por ignorar su presencia. Aunque iba a ser casi imposible. Lo veía demasiado arreglado. Quizás desde ya se estaba alistando para su dichosa cita. Y vaya que me fastidiaba de solo pensarlo.
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Mensaje por Kenton S. Carson Lun Ago 19, 2013 3:26 pm

Mentiría si dijera que nuestro snob no se emocionó cuando dijo su primera frase. Le gustaba a pesar de odiarlo. Era algo muy contradictorio. Le gustaba y a la vez le tenía asco. Quería verlo y a la vez verlo desaparecer. ¿Sería un llamado amor-odio? Una pregunta algo rara puestos que solo ha pasado poco tiempo. Han tenido un beso, y viendo las cosas como estaban, era extraño. A Ken le gustaba mucho el chico, quizás demasiado. Sería eso lo que le aterraría verdaderamente... quizás que su amiga gustase del chico era tan solo una excusa para evitarlo solo que el no se daba cuenta, es decir, el chico lo besó, muy heterosexual no resultaba ser... ¿Por qué debía seguir con aquella mentira? Bueno, tampoco había vuelta atrás. Nuestro muñeco no estaba preparado para asimilar que le gustaba alguien y prefería ir a lo seguro, alguien que le diera la seguridad. Su miedo a estar solo le podía, pero el del rechazo era aún más fuerte. Prefería acabar solo por cuenta propia que porque lo rechazaron. Nunca lo hicieron y no quería una primera vez.

Llegó la respuesta, un tanto extraña. Lo dejó un poco traspuesto, el siempre dijo de el mismo que tenía un castaño casi dorado. Un castaño claro que en verano se colocaba rubio, si eso pasaba... ¿no era rubio? Estéticamente era más bien rubio. - Para tu información soy rubio, yo no soy ninguna prueba de esas. ¡Y mi rubio es más bonito que el que puedas encontrar por cualquier otro sitio! - Exclamaba orgulloso de ello. Le preocupaba más su belleza que su inteligencia, sabía que la inteligencia permanecía y la belleza se iba pero... ¡Existían las operaciones! De todos modos, aunque sus enemigos se encargasen de repetir una y otra vez que solo tenía una neurona en funcionamiento, la cual funcionaba de vez en cuando, su media en las notas al menos daba resultado para dar en los morros. Estudiaba, empollaba y tal cuando había un examen... o copiaba también, pero al menos era aplicado, eso lo hace algo sensato. Su CI le daba positivo por tanto no le hacía tonto, era un cerebro mediocre pero no pedía más.

Sé que soy héroe, pero guapo y maravilloso. - Responde tocando su cabello ligeramente. Aunque quizás su pose lo hacía más modelo que otra cosa, su parecido era pleno con el novio de Barbie. ¿Desde cuando podía decirse que alguien, a la vista, tan delicado podría ser un héroe? Tampoco quería serlo. Con ser un icono de la moda le valía. Aunque no era poco. De todos modos eso era algo que su madre no permitiría aunque su tío le hiciese sesiones de fotos a escondidas de ésta.
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Mensaje por M. Torsten Dietrich Lun Ago 19, 2013 4:44 pm

¿Por qué me faltaba valor para decirle a la señora Eleanor que su hijo y yo nos llevábamos como perros y gatos? Tenía dos opciones, y parecían ser las dos las respuestas para esa pregunta. La primera: porque necesitaba el trabajo, porque no hubiera podido encontrar uno mejor que ese. La segunda: porque quería seguir teniendo contacto con el castaño a pesar de todo. Aunque esta última pudiera parecer muy tirada de los pelos, estaba en el rango de situaciones verídicas con respecto a mi vida. Además, mi hermana también creía en esa suposición, así que éramos dos a favor de mi teoría del porqué la negación a ser sincero con la dueña de la casa.

Cuando le decía a mi hermana que era una vanidosa, era por fastidiarla, para que me hiciera berrinche hasta que me retracte. Sabía que si lo hacía con Kenton, nada más quedaba como un alago. Por eso prefería omitir ese tipo de comentarios antes de hacerlo sentir importante, aunque lo que dije tampoco fue tomado como quería en realidad. Para mí su cabello era castaño. Castaño claro, pero castaño al fin. Igual daba gracias por su comentario, que me causó gracia y una serie de bromas que le haría durante todo el tiempo que tendría que estar metido en esa casa esperando a Eleanor. Solo esperaba que esta no demorara demasiado, porque nadie sabía cómo terminaríamos su hijo y yo.

—Entonces confirmamos la teoría de que los rubios son tontos —aseguré con una media sonrisa, sin quitar mi vista del televisor. No iba a perder contra él.  Y si quería quedarse en la sala por alguna razón, tendría que soportarme. Sí… ¿a quién engañaba? ¡Era yo quien debía soportar su presencia y comentarios tan vacíos! Si hablábamos en una escala de molestia del uno al diez. Ken me fastidiaba en un diez total. Así que más perjudicado era yo si seguía deleitándome con su irritable presencia. Aunque era gracioso, la verdad, como eso último que dijo. No pude evitar reírme con ganas, soltando carcajadas bastante divertidas. Guapo y maravilloso. —Lo de guapo te lo creo —comenté mirándolo de reojo, verificando mi afirmación. Era atractivo, muy "don perfecto" físicamente. Solo por fuera, salvo que el castaño que conocí en la excursión regresara.

—Lo de maravilloso... —moví mi cabeza de un lado al otro, ahora observándolo descaradamente. Sus labios eran maravillosos. La forma en que me correspondió el beso fue maravillosa. Y también la forma en la que se escapó y me insultó, fue maravillosa. ¿Para qué negarlo? Parecía que llevaba en la sangre lo de ofender a las personas. Y estaba seguro de que no era por parte de su madre. —...si dejaras de ser arrogante, creído, vanidoso y fueras mudo, sí, serías un tipo maravilloso, Ken —admití con una sonrisa triunfadora, dando en el clavo de mi molestia: el momento en el que el castaño hablaba. Si se quedara callado, me caería mejor y fuera más soportable.
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Mensaje por Kenton S. Carson Mar Ago 20, 2013 5:52 am

Aquel chico no era el único que había llamado tonto al castaño de ojos claros, el problema era ese, que no era el único. Solo sus mejores amigas, y recalco mejores, no le veían así. Su madre, su prima y su tío. Aunque había dudas serias de si su tío en realidad lo veía de una forma o de otra. El confiaba ciegamente en él pero todos los demás dudaban de su palabra, es decir, engatusaba a los demás para sacar provecho de éste, ¿por qué Ken no iba a ser una pieza más? Pero eso es algo que hasta dentro de mucho no se sabría. No tenía palabras para contestar aquello. El mismo se infravaloraba en ese ámbito y hacía bromas con ello. Tuvo que asimilar hace mucho tiempo que era uno de esos rubios que confirmaba la regla de que los rubios guapos eran tontos. Su madre seguía pensando que el problema de su hijo era que dedicaba más tiempo a distraerse que a las demás cosas, si se centrara más podría sacar mucho más partido a su inteligencia. Bueno, todos apoyaban esa teoría pero todos pensaban que en la universidad las cosas iban a cambiar, ¿equivocados? Seguramente.

Pues prefiero ser un tonto, como tú dices que soy, que parecerme a un ranchero de cuarta. - Responde haciendo referencia a éste. Porque para él era eso. Un triste. Además de que es la única respuesta que puede fabricar. No sabe de más. Más que nada porque puede quedar en evidencia, el sabe de lo que carece y lo que tiene, al menos, el piensa eso. Otra cosa es que pueda permitirse el lujo de decir a los demás, son sus cosas y quedan para él. No todo el mundo debe enterarse de sus pensamientos. O si, pero dependiendo cuales sean. Si no le perjudican a él, entonces está bien.

Habían cosas que quedaban patentes en la mente del snob, y era su belleza. Era algo que lo sabía todo el mundo, una persona con una vista normal podía mirarlo y ya sabía que era guapo. No era de ese tipo de persona al que tienes que fijarte un rato. Es algo tonto de explicar pero es algo que Ken tiene presente siempre. Sabe que es un niño bonito, quizás demasiado. El problema es que sabe que eso también es malo, que todos le van a ver como tal. Y lo que menos quiere es que los demás se aprovechen de él, tiene mucho miedo de que su primer amor lo haga, o que un chico que le guste. Incluso que alguna "mejor amiga" en la cual tiene ciega confianza lo haga también. Parecía seguro de si mismo de puertas al exterior, pero los problemas internos, se quedaban ahí. - ¡Obvio que lo crees! - Exclama seguro de si mismo, porque como decíamos, es algo de lo que no duda. Tristemente no es un piropo que suela devolver aunque no lo fuera. Porque el moreno, aunque confirma aquello, trataba de ofenderle.

Aquello le había ofendido y, posiblemente, hará que en la noche no deje de darle vueltas, pero otra cosa es que le diera el placer para demostrar aquello. Era fuerte. Muy fuerte. El se veía débil pero sabía guardas la compostura para no caer en picado cuando necesitaba romper a llorar. Aunque había veces que podía aguantarse, también las había que no. El caso es que lo que le dijo tampoco le iba a hacer llorar, quizás ponerse triste. - Claro, ¿no? Por eso me besaste, para que me quedara mudo. Ahora entiendo lo que dices. - Responde con una sonrisa de medio lado. Siente que lo ha dicho bien. Los zascas eran algo que se le daban bien, estaba hecho para ello. Quizás tanto tiempo al lado de su mejor amiga hizo que su cerebro viera aquello como algo normal.
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Mensaje por M. Torsten Dietrich Mar Ago 20, 2013 8:44 am

Ranchero de cuarta. Por Dios, ¡nunca había ido a un rancho en mi vida! Los conocía por televisión, en documentales. La gente de ahí se vestía como cualquier otra persona. No andaban con ropa de diseñador y tacones altos, vamos, era un sitio medianamente campestre. Llevaban jeans, camisas, ropa normal, ropa que gente corriente y moliente tenía encima. Aunque, viniendo del castaño, quizás todavía tenía imagen de los rancheros de manera antigua, es decir, sucios, sin dientes, con sombreros de paja. Estaba tan desinformado que no me sorprendería que tuviera esa imagen grabada en su cabecita hueca. Por eso no le contesté ante ese comentario. ¿Para qué? Si él iba a seguir pensando lo mismo, nada del mundo le sacaría esas ideas de la cabeza, así como tampoco saldría de su mente la razón por la cual lo besé. No iba a gastar saliva en vano, y menos con una persona tan... como Ken.

Intenté mantener mi mirada fija en el televisor, para hacer oídos sordos a sus respuestas sin sentido. Pero ese último comentario hizo que mi corazón se acelerara. Se le daba muy fácil hablar de temas “delicados”. ¡Hasta parecía hablando solo del clima! Me dieron ganas de lanzarle el control a la boca. Suspiré y giré mi cabeza. Mis ojos se encontraron con los suyos. ¿Por qué buscaba tratarme mal, si cuando nos besamos, me correspondió de la forma más dulce que podía existir? ¿Tan desagradable le parecía darle un beso a un chico de clase social baja? Porque fuera de eso, no veía problema alguno. Vi de nuevo sus labios, ansioso por probarlos. Sí, moría por hacerlo. Y también moría por meterle un calcetín en la boca para que dejara de decir tonterías. Pero más lo primero.

—Te besé porque quise, Ken —murmuré entre dientes. Sin dudas, el castaño había dado en el clavo al soltar ese comentario tan inoportuno. Si buscaba un tema para fastidiarme más de lo que ya estaba, lo había encontrado perfectamente. Pero si quería jugar con fuego, iba a terminar quemado, porque yo no me iba a quedar callado. Tiré el control remoto del televisor a un lado, o mejor dicho, lo dejé a un lado en el sofá y me puse de pie. Arreglé mi chaqueta mientras caminaba hacia él y me ponía en frente suyo, con una sonrisa en los labios. —Tú me correspondiste porque te gustó, y no lo niegues —pedí firme, mientras le pasé una mano entre los cabellos, despeinándolo. Fue exactamente como él hizo la tarde en que me tiró su ensalada en la camisa. —Ya después demostraste tu cobardía, huyendo por no aceptar la realidad —murmuré tranquilo, cruzándome de brazos, esperando una cuerda respuesta del castaño. De paso aproveché para apreciar su rostro de nuevo, dándome cuenta de que en verdad era un tipo guapo, atractivo, perfecto.
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Mensaje por Kenton S. Carson Mar Ago 20, 2013 7:12 pm

¡O sea que confiesas que te gusto! - Responde sonriendo, como si hubiera ganado la batalla. Como si aquel chico fuera haber confesado algo que el mismo suponía. Pero no, quizás aquella frase la hizo para evadir su misma respuesta. ¿Qué le gustó? Por supuesto que lo hizo. ¿Lo confesaría? Rotundamente no. Su orgullo era más grande que la cantidad de dinero que entra a la casa mensualmente. Y es que para mantener aquella mansión había que necesitar mucho dinero, que lo conseguía. Aunque ya estaba pagada. La empresa de su madre era una firma bastante famosa en el mundo entero, ¿cómo no iba a ganar un dineral? Era obvio. Pues su orgullo era mucho más que eso. El dinero no está solo para ahorrar, está para gastar. El problema estaba cuando el castaño se lo gastaba en millones de ropas que, quizás, ni utilizaba.

Sus nervios empezaron a incrementar cuando aquel chico empezaba a acercarse. Su corazón se quedó sumamente parado cuando le toco la cabeza para acariciarlo, o tocarle simplemente. No sabía que iba a ocurrir, ¿le besaría de nuevo? ¿Le daría un golpe para callarlo ya? ¿Se acercaría solo para ponerle nervioso? ¿Y si tan solo quería gritarle desde más cerca? Contestando a todas esas respuestas en orden refiriendo al snob... si lo besaba, era una reacción que no se sabría con exactitud. Ante un golpe, no lo devolvería como tal, quizás le diera otro él, quien sabe. Le pondría nervioso, no, le había puesto ya nervioso. Y si le gritara, el gritaría más. Simple. Los ojos celestes del snob se movían nerviosamente por todo el rostro del ranchero, empezando por su cuello, sus labios, sus mofletes, su nariz, sus ojos... su pelo. Por su cabeza no se le pasaba ahora mismo el hecho de parecer frágil, sino de si se le notaba nervioso ante él. Y le daba miedo ser vulnerable ante su cercanía. Mucho miedo.

Me besaste para callarme, no intentes confundirme porque jamás te diré que me gustó, porque  no lo hizo. No soy un niño tonto como te piensas. - Responde contradiciéndose así mismo con su respuesta anterior. Digamos que el chico tenía el poder de tergiversar los hechos de forma que le beneficiara. Era una gran facilidad que tenían aquellos. Y no es que le beneficiara aquello que hizo, pero si le hacía sentir mejor, amigo. Quizás eso. - Y, obviamente, no me gustó. Me retorcí del asco, hubiera preferido un golpe. - Contesta poniendo fuerza en sus palabras. Dándole una verdad de la cual carecían aquellas palabras. Le encantó, disfrutó de aquel primer beso como si fuera algo maravilloso. Y era algo que le hacía pensar mucho. - Si te respondí el beso fue porque... porque me pilló desprevenido. No más. - Finalizaba confuso. Sin haber pensado mucho aquella respuesta. Lo hizo de forma que le iba viniendo. Notando en esas últimas palabras como iba bajando el volumen, que sus ojos miraban a otro lugar de la casa, como si se estuviera inventando algo. Póngase como ejemplo cuando alguien contesta en un examen cosas que le van viniendo en la cabeza, quizás ese era bueno.
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Mensaje por M. Torsten Dietrich Mar Ago 20, 2013 8:00 pm

“¡O sea que confiesas que te gusto!”, cuando lo escuché, me dieron ganas de gritarle: “No, ¿en serio? ¡Tranquilo, Einstein!”. Digo, si con él, más evidente no podía ser. Fue, inclusive, desde que nos conocimos. Las miradas que le lancé, la forma en que le hablé, el maldito guiño que le di después de haber cruzado apenas un par de palabras. Luego el beso, que era una clara demostración de lo que me sucedía. ¡Más claro que el agua! Lo único que faltaba era un letrero en la frente. O no era un despistado, o se estaba haciendo el desentendido. Me iba más por la segunda opción. Quizás la gente de su clase, prefería solo relacionarse con las personas de la mía de forma solo laboral. No había nada de malo, me gustaba trabajar. Precisamente por eso estaba ahí. Lo malo era que mi primer instinto estaba latente y era una sensación que no podía controlar. Cuando un chico me gustaba, hacía lo que fuera por estar a su lado, tal cual, como su pareja. Ken, para mi pesar, iba a ser la excepción. Quedaría simplemente como una atracción sin buen final. ¿Por qué? Sencillo: Su presencia me encantaba, pero mucho más me fastidiaba. Tan simple como eso, tan simple como respirar o sumar dos y dos.

A pesar de querer verse seguro –como lo veía en todo su cuerpo–, su mirada lo delataba. Empezó muy convencido, y poco a poco se fue desinflando. Era como empezar una canción con toda la voz de la garganta, y terminarla con los últimos soplidos de auxilio. Sus ojos me lo decían todo, más que nada la última parte. Me correspondió porque lo tomé desprevenido. Sí. Así como yo lo besé por callarlo. —Deberías venir conmigo al taller de actuación —comenté divertido, sonriendo de costado —quizás así, alguna vez, pueda creer que no te gustó el beso —estaba convencido. Y cuando me encontraba seguro de algo, no dudaba en decirlo. Cuando pensaba salía de entre mis labios. A eso se le llamaba carecer de filtro entre el cerebro y la boca. Era una de las pocas ocasiones en las cuales disfrutaba de ese pequeño defecto e imprudencia de mi parte.

A diferencia de lo que hice en la habitación del conserje, esta vez mis manos fueron a la cintura del castaño, pegándolo por completo a mi cuerpo de forma cuidadosa, pero aprisionándolo con mis palmas para que no se fuera. Mis labios fueron a los suyos. El beso nuevamente fue tranquilo, tierno, como solo podía suceder con él, aunque me molestara tanto aceptarlo. Terminó rápido. Sonreí sobre sus labios, y antes de separarme por completo de su cuerpo, le dejé un pequeño en su nariz, demasiado personal, demasiado... ¡Cursi! ¡Extremadamente cursi! Mi inconsciente me había traicionado. ¿Por qué demonios le había dado un beso en ahí? Mierda, mierda, mierda. Ante todo, mantuve la calma. Lo miré a los ojos y le sonreí. Mis mejillas estaban rosadas, me saboteaba la seguridad yo mismo. Aclaré mi garganta tranquilo. —Será mejor que me vaya... —me encontraba muy avergonzado, y quería que la tierra me tragara, pero no podía irme de ahí  —...a la cocina —dije rápido, dándole una última mirada y casi corriendo hasta donde dije, encontrándome ahí solo, pues la encargada de esa área, parecía estar más entretenida en los jardines.
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Mensaje por Kenton S. Carson Miér Ago 21, 2013 9:05 am

Teatro. Eso era arte. El arte era algo que no podía ser más que un hobby en casa. Por alguna razón en especial la mamá del snob no podría soportar que éste se dedicase a cosas enlazadas con ello. No le dejaría ser modelo, ni cantante ni actor ni algo que resulte parecido. Las razones pueden llegar a ser desde muy desconocidas hasta muy obvias y es que modelo...  a pesar de tener un cuerpo con el cual podría serlo sin problemas, necesitaba de dietas y demás. Podría acabar en la anorexia por culpa de ese mundo, su madre no se permitiría jamás aquello. Luego estaba la música, ese si que era un misterio, y aunque nunca mostró un no-interés por la actuación, parecía que seguía el mismo camino que aquello de la música. Como mucho acabaría por aprender piano y porque es elegante. No más. Aunque eso no era un interés del joven. Prefiere escuchar el piano por parte de alguien que tener que tocarlo él.

Era cierto. No se podía creer aquello, era inteligente. No, no es que fuera inteligente, es que con un poco de sentido común que no utilizaba Ken, se lograba una buena deducción. Cerró sus puños como con rabia, pero no era una rabia para empezar a golpes, el no pegaba. Al menos no de esa forma. Era mucho más delicado que eso. - ¿Qué es lo que no entiendes? - Pregunta de forma descarada, demostrando superioridad en su mirada. - No me gus... - Intenta responder. Pero es cortado. Su cintura, por alguna razón algo extraña, acaba pegada a la del moreno. Se queda totalmente callado. Sabe o intuye lo que va a llegar y, en cierto modo, lo desea. Sus ojos se quedan fijos sobre los del ranchero. Era odioso la vulnerabilidad que podía demostrar en aquellos momentos un chico tan, aparentemente, fuerte como éste.

Y llegó de nuevo otro beso. Cerró los ojos de inmediato. Sus manos esta vez buscaron la camisa del moreno para agarrarlo tal y como si fuera a golpearle. Pero en puesto eso le siguió el beso. Sus labios siguieron lo que el otro marcaba, sabía poco de besos y no iba a ponerlo en practica en ese tipo de situaciones. ¿Acaso estaba sentenciado? ¿Se gustaban? ¿Sería una no-relación? Le daba miedo solo de pensar en aquello. Pánico. Fue entonces cuando le vino la imagen de una de sus mejores amigas y le entraron ganas de llorar. Se sentía un traidor porque a ella le juró un odio que no le tenía, un asco artificial que había creado el mismo. Lo soltó de la camisa rápidamente y lo miró a los ojos al despegarse. Para su sorpresa todo no acababa ahí porque además, le depositó un beso en la nariz. Eso terminó de desconcertarle. En esos momentos Ken no tenía ganas de chillar, quería encerrarse en su habitación. - Si, va a ser mejor... - Responde algo decaído, como sin ganas. Y en ese momento toma el mismo camino pero para subir al primer piso, llegando por el pasillo hasta su habitación. La casa era muy grande, demasiado. Allí estaría seguro del chico. Ya no sabía ni que hacer. Eso si, se sentía sucio.
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Mensaje por M. Torsten Dietrich Miér Ago 21, 2013 9:53 am

Había una guerra interna entre mi consciente y mi inconsciente. Explicación rápida y concisa: Tener sexo con un hombre, sin tener intimidad o sentimientos de por medio, era sencillo. Besarlo, sin sentir más que un simple gusto, también. Pero un beso en la nariz… un cariñoso beso en la nariz demostraba un grado de confianza y compromiso que solo se tenía con una pareja o con alguien demasiado especial. Con los chicos con los que salía, nunca había llegado a tener ese tipo de gestos. Los había tenido con amigas más que nada y con mi hermana, a quien acostumbraba darle besos en la nariz desde que éramos pequeñitos. Pero a Ken… ¿Cómo podía haber tenido ese gesto con un chico tan… así? Digo, si no lo había tenido con una pareja pasada, me causaba terror imaginarme por qué con él sí. Felizmente mi consciente llegó a mi rescate y me hizo huir de la sala, hasta llegar a la cocina y librarme de cualquier pregunta. Mientras que mi inconsciente gritaba por regresar a la sala y volver a tener ese gesto con el castaño.

Dejé que las palmas de mis manos reposaran en la mesa de centro que había en la cocina. Cerré los ojos con fuerza, intentando sacarme esa imagen de mi cabeza, donde lo besaba, él volvía a corresponderme y luego le daba el beso en la nariz. Era lo mejor. Respiré profundamente, poco a poco relajándome. Cuando abrí los ojos me encontré con el rostro de Eleanor, mirándome con mucha preocupación. —¿Estás bien, Tor? —preguntó curiosa, pasándome un vaso con agua. Antes de contestarle, le di un largo sorbo, sintiéndome mejor. —Sí, señora Carson, ¿empezaremos a trabajar?  —volví a ser el mismo chico que había llegado a la casa. Le sonreí, caminando hacia el lavamanos, done me tomé la libertad de lavar el vaso que había usado. —Primero comeremos, a ver si te regresa el color a las mejillas —comentó con un delicado gesto de manos, que logró que, la mujer que se encontraba en el jardín, volviera. Algo dentro de mi estómago empezó a chillar. No, no era mariposas, eran murciégalos. Quería todo, menos ver de nuevo a Ken. ¿Por qué su mamá debía ser tan agradable? Bueno, si fuera lo contrario, ni siquiera me encontraría ahí, la verdad.

De pronto me encontré en una parte de la sala, sentado en una de las amplias y cómodas sillas que rodeaban la mesa principal. Todo estaba listo. Había panes recién cortados, vino tinto, agua y en la cocina reposaba el fetuccini con crema de pollo y champiñones. Lo sabía porque mientras lo terminaba de preparar, la mujer encargada me explicaba qué ingredientes usaba y cuál era su correcta preparación. Esa misma estaba, en esos momentos, avisándole al castaño que debía bajar a comer, pues su mamá y yo estábamos esperándolo. —Ken es un chico encantador —dijo la mujer, sentada en un extremo de la mesa. El típico lugar donde se sienta el jefe de familia, teniendo al frente a su esposa. En este caso, solo íbamos a ser tres. Le sonreí ante su comentario, de lado, a medias. "Fue encantador la primera vez que lo conocí, luego se transformó en una persona completamente distinta", quise contestarle, pero me aguanté. Debía mantener la compostura, más que nada por respeto a la mujer que me daba trabajo.
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Mensaje por Kenton S. Carson Miér Ago 21, 2013 6:28 pm

Solo hubo una vez en la que traicionó a sus mejores amigas y fue por motivos diferentes. Realmente es algo raro de recordar pero se trataba de algo mucho menos doloroso, más que nada porque al día siguiente se les pasó, con eso sería diferente. La primera sufriría porque este le mintió y demás. Pero la otra seguramente le haría la vida imposible al chico. No podría seguir con ello. Acabaría teniendo que escoger entre amistad y pareja. Eso era algo por lo que no quería acabar pasando, además... ¡Qué no le gustaba! Sus ganas locas, se moría por él pero nunca lo reconocería. O si. En cualquier caso, en esos momentos su cerebro intentaba aclararse. No lo conseguía. Le dolía. Estaba a punto de llorar. Ese dolor era casi tan inmenso que cuando tuvo que quedarse en casa encerrado, o no, peor, cuando tuvo que quedarse todo el verano en el internado porque su madre lo castigó sin vacaciones por hacer una locura. Realmente fue un gran verano, sus amigas también renunciaron por no dejarle solo. Por ello no podía hacerles eso ahora.

Después de estar unos minutos en su habitación, tirado sobre la cama con el móvil enfrente sin llegar a mirar más que su reflejo... se levantó. Miró el espejo real. - Recuerda que no puedes caer por cosas así. Solo quiere jugar contigo. Te quiere ver caer. - Se auto convenció. ¿Por qué iba a querer destruirlo? Es más, fue él quien empezó la guerra pero eso era algo que ya había olvidado. La guerra quizás no seguía, quizás si. El caso es que, quizás, era mejor distanciarse. No buscar enfrentamientos. Otra cosa es si era capaz de hacer eso. Porque su "yo" interior no pensaba lo mismo, aunque el no escucharse a ese interno casi nunca. Era un alguien olvidado, alguien que solo es escuchado cuando las lágrimas no cesan, cuando no existe pensamiento, cuando su cerebro está tan nulo como el examen de historia. O sea, como sería ese examen si no tuviera las chuletas para sacar.

Una de las criadas fue a llamar al snob. Contestó dulcemente antes de salir de allí. Canceló su cita. Otra cita rota más. ¿Algún día llegaría la buena? Se dudaba y es que siempre pagaba con ellos los malos platos. Pero es que de todos modos no le apetecía quedar con hombres que eran un buen partido según sus amigas. Así que aprovechó el tirón. Bajó hasta el salón. Abrió la puerta. Cambió totalmente el chip. No pensaba molestarlo. ¿Duraría mucho la tregua? - ¡Mami! ¡Torsten! - Saludó enérgicamente. Se sentó en su silla con una sonrisa de oreja a oreja. No estaba actuando. Estaba viendo al moreno como un trabajador para su madre. Eso era. Y los invitados de su madre eran eso. Personas con las que ser simpáticas. - Luego a la noche quizás salga con mis amigas, anulé lo otro, ¿Podré, verdad? - Pregunta de forma adorable como si de un niño se tratara. Obteniendo una respuesta afirmativa por su madre, con algo de duda. No parecía hacerle mucha gracia. El castaño no empezó a comer. El siempre empezaba el último, y se dejaba mucho más de la mitad, o quizás la mitad en si. Su madre siempre intentaba que éste se comiera el plato entero pero nunca resultaba.
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Mensaje por M. Torsten Dietrich Jue Ago 22, 2013 12:16 am

Me propuse dejar que la situación fluya. Tanto el castaño como yo, íbamos a mantener la compostura delante de su madre, quien nos creía completos desconocidos, que sabíamos la existencia del otro por sus comentarios o por habernos visto en los pasillos de la universidad. No sabía de los berrinches de su hijo, ni de los besos que le había dado. No sabía de la relación sin sentido que teníamos desde la primera vez que hablamos en la universidad. La del campamento no contaba en la lista, porque ahí parecía que ambos estábamos haciendo buenas migas, como si el agrado fuera mutuo. Craso error. ¿Agrado? ¿Mutuo? Lo único mutuo que teníamos ahora era lo bien que nos sentíamos molestando al otro, nada más... nada más.

Al ver bajar a Ken de las escaleras, mi corazón se detuvo. Casi me puse de pie cuando llegó, para tirar de su silla y que pudiera sentarse cómodamente. ¡Me sentía tan tonto! ¡Demasiado tonto! Intenté no mirarlo, pero su saludo me tomó desprevenido. Lo hizo tal y como lo haría el castaño que conocí en el campamento. Solté un “hola…” en tono muy bajo como saludo. No tenía más voz. Y la forma de hablarle a su madre. Dios. ¿Tenía trastorno de personalidad? Había pasado de ser una fiera a ser un manso gatito. Pero eso fue lo último que llamó mi atención. Lo que mis oídos captaron al instante fue que había cancelado su salida –su cita–, para irse con sus amigas. Sí, muy bien. Eso debió hacer desde un inicio. Además no habría persona en la tierra con dos dedos de frente que pudiera soportarlo cuando estaba en modo “niño rico intolerable”. Yo no podía, y ni siquiera era su amigo.

Después de la respuesta afirmativa de la señora de la casa ante el permiso de su hijo, empezamos a comer. Bueno, ella y yo, porque Ken pareció captar la idea mucho tiempo después. Algo tenía él con respecto a la comida. Era la tercera vez que, en lugar de comer, se dedicaba a cualquier otra cosa. Lo noté en el campamento, luego en la cafetería y ahora mismo sucedía. Dejé de verlo de reojo y continué comiendo. Comentarios iban y venían, pero nada de importancia. Hasta el momento las cosas iban espectaculares. El fetuccini estaba delicioso, y con lo que me gustaba comer, lo disfrutaba al cien por ciento. Ken parecía cualquier otro, salvo el chico que había visto minutos atrás, y su madre parecía encantada con la idea que ya estuviera dos años estudiando cirujía y no me hubiera aburrido o dejado la carrera por ser demasiado difícil de llevar.

Pero como siempre, las cosas debían ponerse extrañas. Al menos para mí. "Y, dime Tor, ¿estás saliendo con alguien?", preguntó Eleanor, de manera natural, mientras pegaba sus labios a su copa de vino tinto. Aclaré mi garganta tranquilo, dejando reposar mis cubiertos a los lados de mi plato. —No tengo tiempo para relaciones serias, y tampoco encuentro a la persona indicada—comenté soltando un suspiro cansado. Pues sí, era de los típicos chicos que debía encontrar el indicado para tenerlo como pareja. Si quería tener una noche de diversión, la tenía, pero para tener un compromiso, era muy cuidadoso. —Aunque debo admitir que me encantaría enamorarme —confesé con una media sonrisa, sintiendo cómo mis mejillas se ponían rosadas, pero sin verguenza alguna. Adoraba la idea de amar y que me amen. No lo iba a negar. Eleanor pareció complacida con mi respuesta. —Por cierto, Ken en la universidad es todo un rompecorazones —comenté espontáneo, divertido. Miré de reojo al castaño y comí otro poco de fetuccini. Su mamá lo miró, pero directamente, muy interesada, esperando una respuesta. Una que yo también quería oír. Sabía de muchos que estaban detrás del castaño y quería saber porqué no les hacía caso, si la gran mayoría eran de su misma clase, de dinero, atractivos y demás cosas favorables.
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Mensaje por Kenton S. Carson Jue Ago 22, 2013 9:21 am

La comida estaba siendo demasiado sosa con preguntas-respuestas que no interesaban a nadie. Excepto la respuesta de cirugía. Eso le pareció interesante hasta al castaño. Nunca la estudiaría porque odiaba la sangre, ¿Se imagina que tiene que verla? Se pondría histérico y hala, un muerto más a la lista. Ken no podría vivir con ello, por muy frío que llegue a parecer, tener una vida en sus manos era algo muy duro, y mucho más que ésta se fuera. Quizás no acabaría suicidándose pero si en un loquero encerrado. Su madre acabaría mal seguro. Los Carson acabarían mal por aquello. Por tanto, mejor estaba de empresario. Un empresario que acabaría sudando del trabajo y se iría de compras mientras el subdirector acaba por hacerlo todo, es justo. O no, pero sería lo que haría. Además, seguro que sería su prima, y ella no le diría nada.

Al final se decantó por empezar a dar bocado a aquella comida, que siendo sinceros se acercaba mucho a una de sus comidas favoritas. Una comida que rara vez se permitía. Ya se sabe que eso de estar a linea no hacía que pudiera comer todo lo que le apeteciese en el momento que quisiese. Para estar guapo había que sufrir y el sabía que era un niño bonito, por tanto no podía dejar de serlo por caprichos tontos. Le encantó la comida y comió con auto control mientras ellos seguían hablando de sus cosas. Hasta que su madre decidió sacar el comentario de pareja. - Pues yo conozco a una amiga que seguro le gustarías, podríais probar. - Comenta dulcemente como si estuviera hablando con un buen amigo. Y obviamente estaba pensando en su mejor amiga, aquella por la que no siguió su trato de buenas.

Y ahí que vino el gran ataque. Las miradas fueron a parar al snob. No se esperaba aquello. Se llenó la boca de comida para poder pensar que decir. Su madre sabía que muchos chicos andaban detrás de él, lo que ella no sabía era que los rechazaba a todos, es decir, que era un 'heartbreaker'. Para ella su hijo era un chico dulce e inocente al que todos veían como eso, pero que algún día un chico acabaría por corromperlo, es decir, que lo trataría mal, por eso quería estar al tanto, para protegerlo.

No sabía que excusa sacarse de la manga. - Tampoco te pases, tengo a chicos detrás pero como todos. Bueno, como todos no. Ya sabes mami, yo soy más cool. Pero resulta que... no me apetece tener nada aún. Entonces les digo que no quiero nada, es lo que querías mami. Que no me preocupara por tonterías, que estudiara más. - Respondió todo lioso, poniendo caras de circunstancia a cada momento. Que se quedó nervioso no era un misterio. Que miró con cara de asesino al moreno tampoco era algo fuera de lo norma. Seguramente su madre acabaría olvidando ese comentario. Aún así cuando su madre se refería a dejarse las tonterías a un lado se refería a otro tipo de cosas. Pero a eso no iba a renunciar jamás, y todos lo sabían. Quien no, es que era un iluso.
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Mensaje por M. Torsten Dietrich Jue Ago 22, 2013 10:06 am

Fue tan dulce con su primer comentario que me dieron ganas de darle un golpe para que vuelva a ser el mismo patán engreído de siempre. ¿Una amiga? Veamos... lo había visto solo con dos chicas: la que lo acompañó a la excursión, y  otra que era alta, delgada y de rostro indiferente –al menos conmigo–. Con ellas anda para arriba y para abajo. La primera parecía su sirvienta más que nada, pero la otra era más del perfil del castaño. Ninguna de las dos despertaba mi interés. Bueno, ninguna  mujer me llamaba la atención como tal. Las podía ver hermosas y sensuales, porque todas lograban esa impresión en mí. La perfección de las féminas no tenía límite ante mis ojos, eran seres dignos de ser admirados, venerados. A diferencia de nosotros, los hombres, que éramos simples objetos de reproducción. Y sin embargo, eran los de mi propio sexo los que despertaban en mí esa atracción que se buscaba en una pareja para amarla en todas las formas conocidas y por conocer.

Daba lo mismo lo de la amiga. Lo que me interesaba saber era por qué no tenía novio. Cuando escuché la esperada respuesta y lo miré incrédulo. Había algo que todavía me dejaba con dudas, algo más detrás de su mirada nerviosa y su actitud intentando parecer un chico seguro. Su rostro lo delataba. ¿Qué escondía el castaño detrás de esa máscara indiferente con las personas? Está bien, quería enfocarse más en sus estudios, pero bien se podía tener pareja y ser igual de responsable. Incluso a veces resultaba mejor tener ese apoyo emocional para que las cosas salgan mejor. Cuando un chico me gustaba y me correspondía, me ponía aún más empeñoso en que sacar buenas calificaciones y estudiar, para que después nadie me dijera que soy un tipo de fácil distracción. Pero bueno, ese era mi caso. Quizás con Ken funcionara al contrario. Quizás a él solo lo distraería y no le sacaría provecho como se debía.

—¿Qué buscas en un chico? —pregunté curioso, dejando que mi tenedor descansara nuevamente a un lado de mi plato. La pregunta salió tan desesperada de entre mis labios y volví a aclararme la garganta. Le di un sorbo a mi copa de vino, mirando al castaño. Al parecer tomé desprevenida a su mamá. —Eres atractivo y elegante, ¿qué debería hacer para llamar tu atención? —continué metiendo la pata, mirándolo a los ojos seguro de mis palabras. En el fondo, muy en el fondo, buscaba molestarlo, para que me tratara como lo hacía cuando no estaba Eleanor presente. Claro, además de que también me interesaba interesaba escuchar su respuestas. No porque quisiera ser su prototipo de hombre, para nada. Era para descubrir un poco más de él. En otras circunstancias no me contestaría. Esperaba que, por estar su madre, sus respuestas fueran medianamente sinceras.
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Mensaje por Kenton S. Carson Jue Ago 22, 2013 6:49 pm

Era una lástima el poco interés que mostró hacía la amiga de éste. Eso le hizo plantearse mucho lo de su amiga y éste, ¿habría alguna posibilidad? Realmente no sabía si debía decirle o no. El caso es que ya no había vuelta atrás. El daño estaba hecho en ambos lados. Ambos se odiaban. Tampoco lo quería como novio de su mejor amiga, pero si eso hubiera pasado, acabaría por aguantarlo. No, en realidad le hubiera hecho la vida imposible, eso es un hecho. Si le caía mal, le iba a seguir cayendo mal. El no hacía ningún esfuerzo por las parejas de sus amigas ni por las amigas de ellas. El se llevaba con ellas, no podían pedir migas al horno porque era imposible. Ken no decide como tratar a alguien, es la situación. Es algo contradictorio porque supuestamente eso haría que se llevara al menos decente  con el chico pero eran situaciones muy diferentes.

La madre del castaño empezaba a evadirse de la conversación. Era como si tan solo sonriera y asintiese, una muñeca que estaba ahí. En cierto modo le llegó a recordar a su esclava. Curioso. - No busco nada. No necesito a nadie a mi lado que me de mimos. - Responde algo borde. Miente, pues claro que miente. No es que busque características en especial, es que su novio ya estaba prediseñado en su pequeño diario. Un chico guapo, apuesto, elegante, moreno, ojos marrones... algo así como un príncipe sin defectos y con las actitudes de un hombre atento y adorable pero con carácter. Que le proteja. Sin duda buscaba algo de serie, pero no lo buscaba, tan solo lo esperaba o lo dejaba para sus sueños. Ese príncipe que lo llevara al baile de primavera, o ese que bailara con él un vals en su cumpleaños, que lo lleve de cenas. Ken, a los ojos de nadie, era alguien demasiado romántico. Aunque era un gran inexperto y todavía seguía viviendo en sus cuentos de hadas.

Antes de responder a esa última pregunta se quedó pensativo. Su madre acabó por tener que salir para contestar una llamada y fue allí cuando vio el momento adecuado para cerrar la boca al moreno. Lo estaba odiando de por vida por hacer aquella encerrona delante de su madre. Porque si, el no veía aquello como un bonito cuestionario para amenizar el día, lo estaba tomando como un duro ataque. - Mira, mi atención se puede llamar de diferentes formas. Empezando por la forma de vestir, siendo desde triste hasta horrible. O siendo un ranchero de cuarta. Eso si, no garantizo de que forma recibirás mi atención. - Comenta con cierto asco en sus palabras. Muy molesto por aquellas preguntas. Y haciendo referencia a aquella expresión que utilizaba de "ranchero de cuarta" no se refería a un ranchero de verdad sino hacía un tipo de referencia a personas en si. Ranchero es alguien de campo, y de cuarta es que es pobre. Por tanto el lo llama así para decirle que es un chico de pueblo que no tiene nada que ofrecer. Algo como así. Claro, eso es algo que solo entendería alguien de su misma especie. ¿Por qué iba a entender eso la gente normal y corriente que trata a una persona de igual a igual?

Y al fin entró la mamá volviendo a sentarse. Recibiendo una gran sonrisa de parte del rubio. No ha pasado nada en tu ausencia, no hay de qué preocuparse. Al menos eso quería transmitir.
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Mensaje por M. Torsten Dietrich Jue Ago 22, 2013 7:20 pm

“La curiosidad mató al gato”, decía el refrán. Me pasó literalmente lo mismo. Su primera respuesta hizo que alejara mis ojos de los suyos. Bien, no buscaba a nadie. Al menos me quedaba tranquilo. Las citas para el castaño solo eran eso, citas. Y si había cancelado la que tenía esa noche, puede que les pusiera un interés mínimo. Cómo me hubiera gustado un comentario diferente. Algo como: “Me gustan que sean detallistas, románticos, dedicados”. Yo cumplía con esas características. Quizás carecía de dinero para poder darle los lujos a los que estaba acostumbrado. Al menos por ahora. En un par de años estaría haciendo mis prácticas profesionales, ganando más de lo que su madre me pagaba. Luego me graduaría y empezaría a trabajar. Podría… sí, yo podría darle aquello que él necesitaba. Después de todo, ¿cómo pedirle a un chico que había nacido en cuna de oro que dejara cuanto tenía para vivir un poco más humilde? No lo justificaba por la atracción que le tenía. O puede que sí, pero sabía que las costumbres eran difíciles de dejar. Era como si a mí me pusieran a vivir en una casa tan gigante como la suya. ¡Imposible!

Me puse de pie cuando Eleanor fue a contestar una llamada y luego volví a sentarme. Típico gesto de educación. Entonces el ambiente en la sala cambió por completo. Las palabras que llegaron a mis oídos fueron puñaladas directas a mi orgullo. Lo miré fríamente, como si estuviera viendo a la misma imagen de arrogancia que tuvo el tipo que atropelló a mi padre. Ese que con su dinero logró comprar su libertad y dejarnos sin nuestros sostén familiar. Ese mismo que por sus influencias nos dejó en la calle, sin un solo dólar. Ken se iba a convertir en alguien así. Déspota, frío, calculador y engreído. Un chico que con el tiempo aprendería que con el dinero de sus padres podía hacer y deshacer con cualquier persona, tan solo por tener una buena posición económica. Se veía venir, desde la forma en que trataba a los demás, hasta lo hipócrita que era conmigo cuando estaba su madre. Antes de que pudiera contestarle como quería, llegó la mencionada. Fue salvado por la campana, porque hubiera tenido en menos de dos segundos mi puño en su rostro de muñeco.

A pesar de que intenté sonreírle a la dueña de casa, no lo conseguí. Mis puños se mantenía apretados con fuerza y mi mandíbula estaba tensa. Me sentía sofocado, necesitaba descargar la cólera que tenía. Mis ojos estaban rojos, muy rojos. ¿Llorar? Sí, pero no porque fuera el castaño quien dijo eso. Fueron sus palabras más que nada. ¿Cómo podía fijarme en un tipo así? Sentía asco de mí mismo. Me faltaba terminar de comer. Faltaba que me dieran el trabajo del día. Faltaba que destrozara a patadas a Ken por ser tan arrogante. Me faltaban muchas cosas, pero era el momento de parar antes que las cosas terminaran mal. —Señora Carson, un gusto comer con usted y con su hijo, pero debo irme —murmuré poniéndome de pie, seguido por ella, diciéndome si había pasado algo. Quise contarle, quise decirle lo patético que era su hijo y que seguramente se parecía al padre, porque ella y él no tenían nada en común. Me aguanté. Literalmente me tragué el veneno. No me iba a quejar como niño pequeño, eso se lo dejaba a Ken, que era perfecto para los berrinches y pataletas.

Mis pies salieron a toda velocidad desde la sala al jardín. De ahí empecé a correr como alma que lleva el diablo hasta la calle. Necesitaba hacerlo hasta que me ardieran los pulmones. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que recordé a mi padre de una forma tan deprimente. Ya no me importaba nada. Si perdía el trabajo, mejor para mí, podía conseguirme algo como camarero o cantante de bar. Cualquier cosa era mejor que seguir en esa casa, en compañía de esa persona tan... nada. No habían palabras para calificarlo.
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