2013
Ahora mismo si estas planteándote en inscribirte en esta prestigiosa universidad es por que has pasado esta etapa, pero bueno, ¡eso cosa del pasado! Olvídalo, pon eso en un rincón de tu memoria.
Ahora estás viviendo el año 2013 en la Universidad de Brown, situada cerca del corazón de Nueva York.
¿Estás aquí por elección propia, por el sueño de convertirte en alguien famoso en la vida? ¿Por qué tus padres tienen una cuenta bancaria muy grande? ¿O tal vez por obligación?
Sea la razón que sea el resultado es el mismo, estas en una de las mejores universidades de América, pero aquí no te daremos 'la comida masticada' lo cual si de verdad deseas llegar a ser alguien en la vida tendrás que currártelo, aquí no regalamos nada.
¡Casi lo olvido! Tal vez exijamos mucho, pero tampoco descartes la idea de tener un poco de diversión. Fiesta, alcohol, sexo, drogas.
En resumen, el libertinaje total.
Para Algunos, la diversión significa dormir en tantas camas como sea posible, para otros, las compras y manicura son las cosas más importantes en su vida y siempre habrá los -por su padres- tienen dinero y reputación.
Pero dejando todo eso atrás, en la oscuridad de Brown se esconden varias personas que pertenecen a una especie de secta, un grupo donde su intenciones no son exactamente buenas. Se hacen reconocer por 'la logia', una panda de personas donde jugarán con cualquier persona que les apetezca. Les gusta ver sufrir a los demás, viven a costa de ellos. ¿Que pasa? ¿A caso tienes miedo de ser su próximo elegido? Tranquilo, como en los cómics y películas de Stan Lee donde hay un villano, hay un super héroe, e aquí nuestros super héroes se hace llamar anti logia, un grupo donde quieren la paz en la universidad y acabar con toda esa crueldad.
Y dime, ¿quien eres tu? ¿Eres un becado? ¿Un estudiante normal? ¿O tal vez te guste la idea de pertenecer a la logia? Otra posibilidad es que quieras cumplir el sueño de todo niño, ser un super héroe y pasar a ser miembro de la anti logia pero...
Seas lo que seas, se bienvenido a Brown University.
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¿Cosas mal dichas o Mal interpretadas? {Privado}
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¿Cosas mal dichas o Mal interpretadas? {Privado}
Mag llevaba varias semanas pensando en aquella locura, y para decir verdad no estaba segura de que pudiera hacerlo, recordó mientras se duchaba aquella tarde, la primera vez que la loca idea se le cruzo por la mente, le pareció genial entonces, pero le hacía falta muchas piezas para unir una torre de mentiras que si se desplomaba esparciría mierda alrededor del mundo entero. Sin embargo la joven castaña sabía que no había muchas maneras de hacer que su familia dejara de insistir en que regresara o estudiara medicina, como todos ellos…
Nunca había sido de las personas que duraba mucho tiempo en la ducha, no obstante ese día llevaba casi media hora solo lavando sus cabellos y cuando noto aquello apresuro su ritmo pensando al mismo tiempo en aquel al que había estado espiando desde hacía semanas. Al principio comenzó por doctores de años superiores, pero resultaba que la mayoría eran tontos o demasiados inteligentes para aceptar aquella propuesta de la que ni ella estaba segura, luego fue viendo uno a uno a los jugadores de fútbol, no estarían mal si cursaran alguna carrera decente, pero ellos eran egocéntricos y creídos. Casi se podía decir que la suerte no estaba de su lado, o podía ser que estaba pidiendo demasiado. Honestamente conseguir a alguien con la inteligencia suficiente como para ser “aceptado” por su familia, la locura a grados elevados para querer estar dentro de su plan y el poder super especial que se requiere para convivir con ella eran no solo pedir demasiado, era soñar con lo imposible. Aun así lo había encontrado, sin estarlo buscando, un día de camino a su clase fue cuando lo vio por primera vez, hablaba con un chico aunque no pensaba que fuesen amigos, aquel muchacho tenía un aspecto rebelde y ligeramente descuidado, hablaba sin tantos adornos en su vocabulario pero con seguridad y se notaba que sabía de lo que hablaba, así que podía usar esa seguridad para sus propósitos. Salió de la ducha y echo un vistazo a su ropa tendida en la cama, esperando por ella, esperaba haber elegido bien porque si los cálculos y el acoso que habían concluido el día anterior indicaba que su chico del cual se había encargado de averiguar todo, iría hoy a un bar en la ciudad, quizá con una chica o con unos amigos eso ni le importa ni la iba a detener, solo había un pequeño detalle, ¿cómo explicarle a alguien lo que ella a duras penas entendía, como hacer que creyera que su plan iba a funcionar si ni ella misma se lo creía? Suspiro mentalmente agotada. Todo esto era culpa de su familia, siempre se había sentido incomprendida, pero esto iba más allá de su lógica, era una mujer de veinte años y aunque aún vivía bajo el apoyo financiero de sus padres, se consideraba una persona autónoma como para tomar sus propias decisiones, que lastima que ellos no lo pensaran así. Pero existía una manera, sus padres siempre decían que ella podía hacer lo que quisiera con su vida en el momento que estuviese casada, según ellos era en ese momento era cuando Mag iba a tener la mayor madurez para elegir lo que era mejor para ella, así que no había mucho más que hablar, lo que tenía que hacer, era casarse, quizá algo más drástico, algo más a su estilo, algo que le hiciera saber a sus padres que aunque ella los amaba, no dejaría que se siguieran interponiendo en medio ella y sus sueños…
Se vistió de prisa, y arreglo un poco sus cabellos, le pareció un poco exagerado llevar tacones tan altos pero no sabía cómo salían los americanos a los bares y no se quiso arriesgar. Salió de su habitación y en frente de la Universidad estaba esperándola el taxi que había llamado quince minutos antes, si algo se le hacía difícil era conducir del lado contrario al que lo hacía en su país y ahora no tenía tiempo para clases de manejo. Por extraño que le pareciera no estaba tan nerviosa como lo había pensado, Faltaban un par de horas para la medianoche cuando saco de su bolso dinero para pagar al taxista y entro al bar que estaba lleno de personas, se escuchaba música de fondo que no era del todo desagradable, el lugar parecía bastante bien para lo que ella había imaginado, las mesas estaban pegadas de las paredes, las bebidas de colores daban un toque alegre al lugar, en la barra se sentaban aquellos que seguramente solo habían venido por un trago; antes de que pudiera verlo un chico se acercó para pedirle su chaqueta, se la dio dejando al descubierto su ropa, en ese momento supo que iba muy guapa, el chico del bar aunque trato de disimularlo se quedó mirando su escote y cuando ella fue directo a la barra pudo sentir miradas sobre ella. Suspiró, ahora solo faltaba esperar, ver con quien llegaba su chico se había acostumbrado en las últimas semanas a llamarlo de esa manera y no por su nombre, le parecía descortés llamar a alguien por el nombre cuando este no lo había dicho. -¡Qué ironía!- pensó –Me parece descortés llamar a alguien por su nombre sin que nos presenten pero no me parece de mala educación hacer todo esto.- El ataque de moral que había estado esperando se hizo presente haciendo que se acomodara nerviosa en su asiento en una parte de la barra, estuvo a punto de marcharse pero entonces lo vio.
Su chico como ella lo llamaba estaba sentado a no muchos lugares de ella en la barra, se levantó caminando con paso seguro, se preguntaba si debía llamarle Azrael o Señor Lefèvre, si quizá estaba acompañado, si la trataría como una loca, si llamaría a la policía porque se sentiría acosado, si la pondría en ridículo delante de todo el bar… tantas cosas pasaban por su mente que cuando se dio cuenta ya estaba detrás de él, se aclaró la garganta para llamar su atención y se arrepintió de estar haciendo esto con todas sus fuerzas. Debía decir algo… ¿Pero qué? Se había quedado congelada en el lugar con los ojos clavados en la persona a la que había seguido sigilosamente por días. –Necesito que me embaraces.- ¡MIERDA! ¡¿Qué?! El estómago le dio un vuelco al escuchar lo que había dicho, de todas las cosas que pudo haber dicho no se le ocurrió algo mejor que aquello… Ahora si estaba completamente jodida.
Mag K. Jefferson- Fecha de inscripción : 28/07/2013
Re: ¿Cosas mal dichas o Mal interpretadas? {Privado}
Después de un tiempo fuera del campus, finalmente Azrael se vio obligado a regresar, no es como si no le apasionase su carrera, pero lo cierto es que aquellas vacaciones le habían sentado de maravilla y la rutina no sonaba demasiado tentadora. Apenas hacía poco se había encontrado en su natal París, disfrutando de sus viejas compañías, viaje del que ni siquiera se habían enterado sus padres, a pesar de residir en la misma ciudad. Encontrarse con Abraham y Maryse no era su plan número uno, considerando que hacía más de un año que no les frecuentaba. Acababa de salir de su clase de anatomía patológica, le había tocado estudiar la causa de muerte de un zorro del zoológico local en base a las teorías estudiadas ese mismo año, «práctica finalmente, eso merece una celebración», y vaya que la tendría, era viernes y en el comienzo de la semana había planificado una salida a un bar cercano que solía frecuentar desde su llegada a Nueva York.
Caminaba por uno de los largos pasillos de Brown, los pasos de los estudiantes resonaban en el pulido linóleo en el que el francés podía ver su propia figura reflejada gracias a la luz de las farolas que entraba por los grandes ventanales, hacía poco se había unido a la fraternidad Kappa Tau y allí mismo residía de vez en cuando; la puerta de su habitación era de color caoba y en alto resaltaba un número en dorado cual luciérnaga en medio de la noche, acompañado de los símbolos griegos que representaban a la casa, el abrir el umbral, fue como darse paso a una ciudad azotada por un poderoso huracán, ropa extendida por todo el suelo, la cama desordenada tal cual le había dejado en la mañana y un cenicero colmado de los cigarrillos consumidos durante toda la semana, «joder, en estos momentos sí que me sería útil Felicia», en su mente se formó la imagen de una de sus nanas, una mujer de procedencia latina quien se había encargado de cuidarlo durante toda su infancia y de ordenar cada uno de sus desastres, que por lo que sabía, aún se encontraba trabajando para sus padres en el país europeo.
Dejó sobre una mesa de escritorio el gran maletín negro en el que llevaba los gruesos libros de medicina veterinaria, la bata y los instrumentos con los que se había hecho durante sus años allí, debía pasar por su departamento lo antes posible, bien sabía que no era una buena idea dejar aquellos implementos en Kappa Tau, pero no sería aquella noche, sacó su ropa con una característica agilidad heredada y entró al baño de su habitación, el agua tibia cayó sobre su rostro relajando cada uno de sus músculos, tenía el tiempo suficiente para darse el buen postín. En cuanto salió de la ducha, se dirigió a los gaveteros, las gotas caían de su cabello mojado al alfombrado piso mientras que él buscaba la ropa limpia; nunca había sido demasiado meticuloso a la hora de vestirse, en general lo hacía con rapidez y con cualquier atuendo que tuviera al alcance de su mano, aún así, jamás lucía mal portado, cada una de las piezas en su repertorio era de alguna conocida marca, costumbre que había traído de su vida en Francia.
Cuando salió de la casa de la fraternidad, llevaba un pantalón jean oscuro, una franela blanca de cuello redondo, una chaqueta de cuero negro y zapatos casuales que igualaban el mismo tono azabache. Mientras caminaba por el silencioso estacionamiento de la universidad, la ligera y cálida brisa movía su cabello con aquel estilo desordenado que solía utilizar; no tardó más que un par de minutos en localizar su Racer Mecatwin, gracias a que la mayoría de los estudiantes optaban por los automóviles; se colocó el casco negro que había llevado en su mano derecha y se puso en marcha hacia su lugar de encuentro con Lucy, apodo que le había puesto a una mesera búlgara cuyo nombre resultaba impronunciable para cualquier ser mortal, había tenido un rollo con ella el año pasado y no le había visto hasta aquella semana, en la que había acordado visitarle en su nuevo lugar de trabajo, una media sonrisa se formó en sus labios ante la noción de lo que diría su madre ante aquella aventura, “una vergüenza, una deshonra”, justamente la parte más divertida, era una lástima que aquella mujer no le produjera más que momentánea lujuria, si debía pensar alguna vez en el compromiso, esperaba que resultara algo escandalosamente impropio.
En cuanto llegó a su destino, buscó un lugar en la barra y pidió un martini a George, fiel barman del lugar; aquella conocida estancia estaba minuciosamente decorada en verde, la barra misma era una gran placa de neón de aquel color y los banquillos alzados al frente llevaban una versión más opaca del esmeralda, si algo apreciaba Azrael de América, era aquella mezcla de sofisticación y vulgaridad que le daban a sus lugares de encuentro, una vez su martini estuvo servido, comió la oliva como era costumbre mientras buscaba a Lucy con la mirada, resultaba casi fortuito que aquella mujer fuera empleada en el lugar que el francés solía visitar cada fin de semana, «venga, ¿dónde estás? Y… ¡Ahí!», finalmente le localizó y justo cuando iba a levantarse, una voz femenina interrumpió el flujo de sus pensamientos, no solo porque no se la esperaba, sino también por el contenido de su frase— ¿Eh? —miró a la chica que había hablado entonces, una mujer por mucho hermosa, debía reconocer, con el cabello color chocolate cayendo en ondas a los lados de su delicado rostro— espero que mi martini tenga lo mismo que le han agregado a tu bebida —agregó con cierta diversión en la voz, asumiendo que aquella mujer no estaba más que borracha y que además de ello, le conocía, al menos de vista, estaba seguro de haberse encontrado con aquellos ojos oscuros alguna vez en la universidad.
Caminaba por uno de los largos pasillos de Brown, los pasos de los estudiantes resonaban en el pulido linóleo en el que el francés podía ver su propia figura reflejada gracias a la luz de las farolas que entraba por los grandes ventanales, hacía poco se había unido a la fraternidad Kappa Tau y allí mismo residía de vez en cuando; la puerta de su habitación era de color caoba y en alto resaltaba un número en dorado cual luciérnaga en medio de la noche, acompañado de los símbolos griegos que representaban a la casa, el abrir el umbral, fue como darse paso a una ciudad azotada por un poderoso huracán, ropa extendida por todo el suelo, la cama desordenada tal cual le había dejado en la mañana y un cenicero colmado de los cigarrillos consumidos durante toda la semana, «joder, en estos momentos sí que me sería útil Felicia», en su mente se formó la imagen de una de sus nanas, una mujer de procedencia latina quien se había encargado de cuidarlo durante toda su infancia y de ordenar cada uno de sus desastres, que por lo que sabía, aún se encontraba trabajando para sus padres en el país europeo.
Dejó sobre una mesa de escritorio el gran maletín negro en el que llevaba los gruesos libros de medicina veterinaria, la bata y los instrumentos con los que se había hecho durante sus años allí, debía pasar por su departamento lo antes posible, bien sabía que no era una buena idea dejar aquellos implementos en Kappa Tau, pero no sería aquella noche, sacó su ropa con una característica agilidad heredada y entró al baño de su habitación, el agua tibia cayó sobre su rostro relajando cada uno de sus músculos, tenía el tiempo suficiente para darse el buen postín. En cuanto salió de la ducha, se dirigió a los gaveteros, las gotas caían de su cabello mojado al alfombrado piso mientras que él buscaba la ropa limpia; nunca había sido demasiado meticuloso a la hora de vestirse, en general lo hacía con rapidez y con cualquier atuendo que tuviera al alcance de su mano, aún así, jamás lucía mal portado, cada una de las piezas en su repertorio era de alguna conocida marca, costumbre que había traído de su vida en Francia.
Cuando salió de la casa de la fraternidad, llevaba un pantalón jean oscuro, una franela blanca de cuello redondo, una chaqueta de cuero negro y zapatos casuales que igualaban el mismo tono azabache. Mientras caminaba por el silencioso estacionamiento de la universidad, la ligera y cálida brisa movía su cabello con aquel estilo desordenado que solía utilizar; no tardó más que un par de minutos en localizar su Racer Mecatwin, gracias a que la mayoría de los estudiantes optaban por los automóviles; se colocó el casco negro que había llevado en su mano derecha y se puso en marcha hacia su lugar de encuentro con Lucy, apodo que le había puesto a una mesera búlgara cuyo nombre resultaba impronunciable para cualquier ser mortal, había tenido un rollo con ella el año pasado y no le había visto hasta aquella semana, en la que había acordado visitarle en su nuevo lugar de trabajo, una media sonrisa se formó en sus labios ante la noción de lo que diría su madre ante aquella aventura, “una vergüenza, una deshonra”, justamente la parte más divertida, era una lástima que aquella mujer no le produjera más que momentánea lujuria, si debía pensar alguna vez en el compromiso, esperaba que resultara algo escandalosamente impropio.
En cuanto llegó a su destino, buscó un lugar en la barra y pidió un martini a George, fiel barman del lugar; aquella conocida estancia estaba minuciosamente decorada en verde, la barra misma era una gran placa de neón de aquel color y los banquillos alzados al frente llevaban una versión más opaca del esmeralda, si algo apreciaba Azrael de América, era aquella mezcla de sofisticación y vulgaridad que le daban a sus lugares de encuentro, una vez su martini estuvo servido, comió la oliva como era costumbre mientras buscaba a Lucy con la mirada, resultaba casi fortuito que aquella mujer fuera empleada en el lugar que el francés solía visitar cada fin de semana, «venga, ¿dónde estás? Y… ¡Ahí!», finalmente le localizó y justo cuando iba a levantarse, una voz femenina interrumpió el flujo de sus pensamientos, no solo porque no se la esperaba, sino también por el contenido de su frase— ¿Eh? —miró a la chica que había hablado entonces, una mujer por mucho hermosa, debía reconocer, con el cabello color chocolate cayendo en ondas a los lados de su delicado rostro— espero que mi martini tenga lo mismo que le han agregado a tu bebida —agregó con cierta diversión en la voz, asumiendo que aquella mujer no estaba más que borracha y que además de ello, le conocía, al menos de vista, estaba seguro de haberse encontrado con aquellos ojos oscuros alguna vez en la universidad.
Azrael D. Lefèvre- Fecha de inscripción : 28/07/2013
Edad : 35
Re: ¿Cosas mal dichas o Mal interpretadas? {Privado}
La castaña tenía una especie de filosofía de vida, y era que si algo comenzaba mal lo más seguro es que terminara de igual manera, y lo había vivido en carne propia en múltiples oportunidades, un mal día que solo iba empeorando poco a poco, el comienzo de una materia que no comprendía y que terminaba por reprobar, fiestas donde derramaban el trago en su vestido y acababan con policías arrestándolos a todos… La mayoría de las cosas en la vida de aquella chica si comenzaban mal, terminaban peor. Temía que esto mismo le ocurriera en esta ocasión, se había equivocado de todas las maneras posibles, pero como chica optimista quería encontrarle el lado positivo a una situación que claramente carecía del mismo. Se dejó llevar un poco por sus instintos agudos que terminaban fallando en algún punto.
El tiempo como en cualquier oportunidad importante parecía ir muy de prisa y muy despacio al mismo tiempo, tenía contados los segundos para responder a Su chico antes de que él se levantara de su asiento como tenía previsto y ella quedara de pie pareciendo una borracha más. Se regaló un momento para verlo, ahora que estaban de cerca noto muchas cosas que habían quedado ocultas en sus horas de investigación acosadora, lo primero era que el muchacho emanaba un ligero olor a cigarros que se mezclaban con el de su perfume. Su perfume. Estaba bien, era adecuado para el lugar, siempre le habían molestado los chicos que se ponían más perfume del necesario y aunque no le encontró conexión alguna, se sintió aliviada de que él fuese sutil en aquel aspecto. Luego paso a ver más detalladamente su rostro, parecía rudo, casi impasible como si nada de lo que ella dijera ahora lograría cambiarlo, sus ojos parecían claros aunque era difícil saberlo por las luces del bar y el ligero mareo que se apoderaba momentáneamente de su cuerpo. Su voz aunque tenía un toque de broma era grave combinaba con el resto del paquete de lo poco que conocía de su personalidad. Posiblemente perfecto.
Inhalo con fuerza y parpadeo varias veces, eso era lo que ella hacía, parpadeaba cuando se sentía amenazada, cuando iba a salir al escenario, cuando sabía que defendía un ideal sin bases… pestañeaba y trataba de ocultar su falta; por suerte nadie conocía ese pequeño detalle de ella aún, si así fuese estuviese descubierta antes de poder pronunciar una palabra. –Yo…- musitó débilmente poniendo su brazo en la silla donde su inesperado acompañante se encontraba sentado, como para evitar que él se marchara sin dejarla hablar, aunque después que lo hizo tuvo la impresión de que él no iba a ninguna parte.
¿Qué tan difícil era pedir aquel favor? No había mucha dificultad, solo esperar que la persona aceptara o no, hubiese encontrado mayor fortuna si disfrutara de la amistad de algún chico u hombre en este país, no tendría que buscar ahora a un extraño y presentarle sus propósitos. –Necesito que finjas conmigo.- pensó lentamente que –Que finjas que estoy embarazada y que nos casaremos, es todo…- era fácil decir en su mente y también frente al espejo donde (se le hacía difícil de aceptar) lo había ensayado varias veces, pero no todo el mundo entendía las cosas directamente como lo hacia ella, a algunas personas habían que endulzarlas antes y eso era lo que había planificado hacer con él, solo que unas palabras torpes e inesperadas fueron lo que salieron de sus labios.
-No he tomado nada.- Explico para dejar claro antes que nada que no estaba ebria y que estaba en pleno uso de sus facultades mentales cuando decía lo que decía. Lo miro un poco nerviosa y aparto el brazo de su asiento para no parecer que lo acosara –"Ironía."- y miro el trago que reposaba sobre la barra; un martini se exhibía egocéntricamente esperando ser bebido con la calma con la que se acaricia a un amante. Mag estiro su brazo nuevamente y tomo el martini sin titubear, al contrario de lo insegura que se sentía segundos antes ahora estaba rejuvenecida, incluso ególatra como si un assemblé le saliera perfecto al primer intento. Se llevó el trago a sus labios y de un sorbo lo bebió casi completo, volvió a dejar el vaso en la barra sin inmutarse por el licor que quemaba poco a poco su garganta al contrario de eso, sentía que un buen trago era justo lo que le faltaba para arreglar o empeorar la situación en la que se había metido al igual que caperucita al bosque por su propia voluntad.
-Ahora si, ya he bebido algo.- informó lo evidente y continuó. –Y a ti te falta un trago…- jalo una silla al lado del muchacho, se sentó delicadamente y le hizo una seña al barman para que sirviera dos iguales. –Yo invito.- fue lo último que dijo, pensando que si no tenía el valor para revelar sus verdaderos intereses al menos brindaría por su cobardía.
Mag K. Jefferson- Fecha de inscripción : 28/07/2013
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