2013
Ahora mismo si estas planteándote en inscribirte en esta prestigiosa universidad es por que has pasado esta etapa, pero bueno, ¡eso cosa del pasado! Olvídalo, pon eso en un rincón de tu memoria.
Ahora estás viviendo el año 2013 en la Universidad de Brown, situada cerca del corazón de Nueva York.
¿Estás aquí por elección propia, por el sueño de convertirte en alguien famoso en la vida? ¿Por qué tus padres tienen una cuenta bancaria muy grande? ¿O tal vez por obligación?
Sea la razón que sea el resultado es el mismo, estas en una de las mejores universidades de América, pero aquí no te daremos 'la comida masticada' lo cual si de verdad deseas llegar a ser alguien en la vida tendrás que currártelo, aquí no regalamos nada.
¡Casi lo olvido! Tal vez exijamos mucho, pero tampoco descartes la idea de tener un poco de diversión. Fiesta, alcohol, sexo, drogas.
En resumen, el libertinaje total.
Para Algunos, la diversión significa dormir en tantas camas como sea posible, para otros, las compras y manicura son las cosas más importantes en su vida y siempre habrá los -por su padres- tienen dinero y reputación.
Pero dejando todo eso atrás, en la oscuridad de Brown se esconden varias personas que pertenecen a una especie de secta, un grupo donde su intenciones no son exactamente buenas. Se hacen reconocer por 'la logia', una panda de personas donde jugarán con cualquier persona que les apetezca. Les gusta ver sufrir a los demás, viven a costa de ellos. ¿Que pasa? ¿A caso tienes miedo de ser su próximo elegido? Tranquilo, como en los cómics y películas de Stan Lee donde hay un villano, hay un super héroe, e aquí nuestros super héroes se hace llamar anti logia, un grupo donde quieren la paz en la universidad y acabar con toda esa crueldad.
Y dime, ¿quien eres tu? ¿Eres un becado? ¿Un estudiante normal? ¿O tal vez te guste la idea de pertenecer a la logia? Otra posibilidad es que quieras cumplir el sueño de todo niño, ser un super héroe y pasar a ser miembro de la anti logia pero...
Seas lo que seas, se bienvenido a Brown University.
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Clases de mates, un viernes {Dexter
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Clases de mates, un viernes {Dexter
Dos semanas sin hacer su viernes rutinario. La sesión del viernes. Sus amigas y demás tendrían que esperar un viernes más, lo peor, tendrá que esperar él. El viernes pasado tuvo un examen de mates que, por desgracia, no consiguió la nota que su madre quería. Un suficiente alto es lo máximo a lo que el castaño pudo aspirar, ni siquiera un bien bajo. ¿Qué pedía su madre? Un notable bajo al menos, por lo que se podía decir claramente que sus viernes estaban acabados a no ser que tuviese unas clases particulares y así ha sido. ¿Cuál es el siguiente castigo? Las clases se darán dos días a la semana, y una de ellas es el viernes.
Nada más llegar a casa recibe la noticia y se pone histérico pero al final tiene que acabar cediendo. Es eso o perder su tarjeta de crédito, y sinceramente, no puede haber cosa peor. Al menos que haya manifestado él mismo. Después de comer y un descanso y demás, se da un baño caliente, lo necesitaba. Necesitaba relajarse. Se viste como un viernes, que sea un viernes amargado no dejaba de ser un viernes. Coge unos pantalones rosas, unas converse negras, una camiseta negra y una chaqueta rosa de tela parecida al cuero.
Se sienta en el salón de estar para esperar a su profesor particular, aquel chico/a que le dará clases de matemáticas. Su cáncer en los estudios. Coge su BB y se queda hablando con amigas, sobre planes del sábado que por supuesto si que harán. De eso no quedaba duda. Los sábados si que no se los quitaban. Bastante sufrimiento tenía, ¿también iba a tener que vivir sin salir al menos un día semanal? Y es que aún vive con las normas del internado, no se sale durante la semana, por lo que solo sería libre los fines de semana. Eso no quita que no haga reuniones con amigas o algo por el estilo o una escapada de compras, pero no más de dos horas. Todo con cierto límite.
Escucha el timbre de su casa sonar. - Oh señor, ha llegado el demonio a casa. ¡Melisa, dile que pase al salón de estudios! - Le grita a su criada. Vuelve a su habitación a recoger sus cosas ya que se le había olvidado coger una libreta, folios, sus bolígrafos (de estrellas, brillantes y demás cosas que lo diferencian de los demás.) y alguna cosa además. Y si, llega tarde aposta. Necesita llegar tarde, es algo en él. "Lo bueno se hace esperar" Además de que llegar temprano es de pringados aún. Al menos hasta que madure.
Nada más llegar a casa recibe la noticia y se pone histérico pero al final tiene que acabar cediendo. Es eso o perder su tarjeta de crédito, y sinceramente, no puede haber cosa peor. Al menos que haya manifestado él mismo. Después de comer y un descanso y demás, se da un baño caliente, lo necesitaba. Necesitaba relajarse. Se viste como un viernes, que sea un viernes amargado no dejaba de ser un viernes. Coge unos pantalones rosas, unas converse negras, una camiseta negra y una chaqueta rosa de tela parecida al cuero.
Se sienta en el salón de estar para esperar a su profesor particular, aquel chico/a que le dará clases de matemáticas. Su cáncer en los estudios. Coge su BB y se queda hablando con amigas, sobre planes del sábado que por supuesto si que harán. De eso no quedaba duda. Los sábados si que no se los quitaban. Bastante sufrimiento tenía, ¿también iba a tener que vivir sin salir al menos un día semanal? Y es que aún vive con las normas del internado, no se sale durante la semana, por lo que solo sería libre los fines de semana. Eso no quita que no haga reuniones con amigas o algo por el estilo o una escapada de compras, pero no más de dos horas. Todo con cierto límite.
Escucha el timbre de su casa sonar. - Oh señor, ha llegado el demonio a casa. ¡Melisa, dile que pase al salón de estudios! - Le grita a su criada. Vuelve a su habitación a recoger sus cosas ya que se le había olvidado coger una libreta, folios, sus bolígrafos (de estrellas, brillantes y demás cosas que lo diferencian de los demás.) y alguna cosa además. Y si, llega tarde aposta. Necesita llegar tarde, es algo en él. "Lo bueno se hace esperar" Además de que llegar temprano es de pringados aún. Al menos hasta que madure.
Kenton S. Carson- Fecha de inscripción : 16/01/2013
Re: Clases de mates, un viernes {Dexter
Los viernes no representaban nada en especial para Dexter. Para muchos eran una liberación de los estudios, un día en el que el cansancio de los quehaceres no les impedía salir luego de marcha hasta horas insospechadas de la noche, horas que Dexter solo conocía de oídas. Porque ese mundo no era el del castaño. No saldría los viernes de fiesta con sus amigos a beber, a bailar en la discoteca o a marcarse un buen baile en medio de la pista. ¿Qué haría, entonces? Estudiar. ¡Si, fiesta loca! Si aún cabía la esperanza de que el muchacho fuera alguien divertido en secreto, acababa de ser aplastada cruelmente por la realidad. En su mundo, los viernes simplemente eran otra oportunidad nueva para adelantar trabajos, hacer deberes o estudiar. No le disgustaba demasiado el plan, aunque realmente lo hacía más por obligación que por gusto. Sus notas debían ser excelentes, o si no, adiós a la beca que se había ganado con todo su esfuerzo. Y sin ella no tenía ninguna posibilidad de seguir estudiando en esa universidad, ya que el colchón económico de su familia no era suficiente como para costear unos estudios de ese calibre. Por ese motivo, y sin rechistar un momento, el joven se ponía manos a la obra, intentando, como siempre, dar lo mejor de sí mismo.
Aunque ese viernes en concreto no lo pasaría estudiando en su casa. Por primera vez, no sería él quien aprendiera, sino quien compartiera lo aprendido con otra persona. Su primera experiencia como profesor particular empezaba ese mismo día, y Dexter no podía estar más nervioso. No había tenido muchas esperanzas de ser contratado: al fin y al cabo, la gente prefería tener a un profesor experto, algo mas mayor de lo que él era y con más conocimientos de la materia a tratar. Sin embargo, alguien parecía haber decidido que era lo suficientemente bueno como para responder a los discretos anuncios que había colgado por el campus de la universidad, el tablón de anuncios de la biblioteca y demás sitios donde la gente pudiera interesarse. Y cuál fue su sorpresa cuando su teléfono sonó y la voz que escuchó fue la de una mujer que quería alguna que otra clase, aunque no para ella, sino para su hijo. Dexter aceptó el trabajo de muy buena gana: ayudar a otra persona a mejorar sus notas seguramente le entretendría los días que durasen las lecciones. Y si no, al menos se sacaría un puñado de dólares, que tal y como estaba su economía, desde luego no le vendrían nada mal.
Con la música vomitando desde su viejo reproductor de música, Dexter se dirigió hacia su clase pronto para llegar a la hora acordada. Sería una falta de profesionalidad enorme el llegar tarde a su primera clase, y desde luego a él nunca le había gustado llegar tarde.Como decía Gandalf, “Un mago nunca llega tarde, ni pronto. Llega exactamente cuando se lo propone". Claro que el muchacho de cabellos castaños no era un mago, aunque más de una vez se había imaginado a si mismo siéndolo, y no de pequeño, sino cuando uno ya es lo bastante maduro como para saber que los magos no existían. Pero la no existencia de algo no iba a hacer que el joven no sintiera deseos de ser parte de ello, y por ese motivo seguía soñando que podía ser todas aquellas cosas que leía en sus libros. Porque, de hecho, consistía en una de sus formas favoritas de evasión de la realidad. En aquellos mundos de su imaginación, él no era un pringado, su hermano no había muerto, su hermana no se había marchado, sus padres no se habían divorciado, y todo era mejor y más bonito. No era de extrañar, pues, que al muchacho le gustara más vivir en sus mundos de fantasía que en el mundo real. Era comprensible que buscara un lugar donde todo lo malo no existiera.
Comprobó una vez más la dirección a la que debía de ir en el trozo de papel garabateado que había escrito al hablar con teléfono con la madre de su alumno. En ese trozo de papel, además de la dirección, también figuraba el nombre de aquel a quien debía ayudar, un tal “Kenton Carson”. Se quitó los cascos, que siguieron reproduciendo su música tenuemente, cuando llegó a la puerta de la vivienda correspondiente. Parecía una casa más que respetable, desde luego, mucho más que la suya. Repentinamente sintió inseguro. ¿Le dejarían entrar con su sudadera gris con capucha, sus pantalones vaqueros desgastados y sus zapatillas más viejas que la tos? No tenía el aspecto de alguien que mora en ese sitio. Más bien tenía pinta de…de pringado, si. Pero a eso ya estaba acostumbrado. Tomó aire para acumular fuerzas y tocó el timbre, anunciando así su entrada. Le abrió la puerta una mujer que no tenía la apariencia de ser la señora Carson con la que había hablado por teléfono, y menos tenía pinta de ser Kenton Carson. A menos que fuera un disfraz muy bien conseguido. No lo parecía; la nariz, al menos, era de verdad.
-Esto…-empezó, nervioso, pasándose una mano por la nuca. Nunca se le había dado bien eso de hablar con gente desconocida. – Vengo a ayudar a Kenton Carson con sus estudios…ya sabe…- se le encogió el estómago al pensar que se había equivocado de casa y había llamado a otra diferente en la que no había ningún alumno. Afortunadamente, su mala suerte no le pasó una mala jugada esta vez, puesto que se escuchó una voz masculina desde el interior de la vivienda, que bien podía pertenecer al joven Carson, indicando las instrucciones que debía seguir la mujer que había abierto la puerta. Dexter pensó entonces que aquella mujer debía ser una especie de sirvienta de la familia, lo cual le incomodó un poco más. Ese no era su lugar, entre criados y casas que hacían que su cuestionable aspecto se viera acentuado por contraste.
El muchacho siguió silenciosamente a la mujer hasta la sala de estudios, tratando de no hacer el menor ruido para no molestar a quien quiera que estuviera habitando la casa. La habitación se hallaba vacía, sin nadie que ocupase el espacio vacío del salón. Dexter giró la cabeza, dispuesto a preguntar algo a la mujer, pero para cuando quiso darse cuenta, ésta ya se había ido. Así que allí estaba, solo en una casa que no conocía. Se le ocurrió que así podría comenzar una película de miedo: ahora algo escalofriante saldría de las paredes, el suelo se derrumbaría arrastrándolo en su caída, o las ventanas estallarían dejando paso a todo tipo de criaturas de espanto. Afortunadamente, y hasta donde Dexter sabía, ese tipo de cosas no pasaban, y él no estaba en una película, aunque no porque no quisiera. Dejó sobre la mesa su mochila marrón donde tenía guardado todo el material que podrían usar para su clase y lo fue sacando hasta hacer un pequeño reducto de cosas bien ordenadas en la mesa: un pulcro cuaderno en blanco y algunos lápices. Más material había en su mochila, aunque le parecía excesivo el sacar todo a la vez, y además, había cosas que quizás ni siquiera necesitaran. Cuando empezaran, claro.
Porque, por el momento, no había aparecido nadie por allí. Solamente una voz incorpórea y una mujer que ya se había desvanecido de la sala. Quizás se trataba todo de una broma. ¿Habría una cámara oculta en algún sitio? Claro, era demasiado bonito para ser verdad. No podía obtener dinero de esa manera tan fácil: ya se sabe que quien algo quiere, algo le cuesta. Bueno, tampoco pasaba nada por esperar unos minutos. Si era una cámara oculta, entonces ya se encargaría alguien de sacarlo de allí cuando se volviera demasiado pesado tenerlo en una sala sin hacer nada de nada. De momento, se dijo que podría esperar. Nadie le había ofrecido asiento, de modo que para no parecer maleducado o con exceso de confianza con aquellos a los que todavía no conocía demasiado bien, no lo hizo. Respiró hondo nuevamente, tratando de quitarse de encima todo el nerviosismo que sentía en su ser. Tenía la esperanza de hacerlo bien, o al menos, no demasiado mal. Si ya fallaba en las matemáticas, aquello que se suponía que se le daba bien, vamos apañados. Sería ya la última estocada, el golpe de gracia para una ya muy maltrecha concepción de si mismo que llevaba acarreando durante años y años.
Aunque ese viernes en concreto no lo pasaría estudiando en su casa. Por primera vez, no sería él quien aprendiera, sino quien compartiera lo aprendido con otra persona. Su primera experiencia como profesor particular empezaba ese mismo día, y Dexter no podía estar más nervioso. No había tenido muchas esperanzas de ser contratado: al fin y al cabo, la gente prefería tener a un profesor experto, algo mas mayor de lo que él era y con más conocimientos de la materia a tratar. Sin embargo, alguien parecía haber decidido que era lo suficientemente bueno como para responder a los discretos anuncios que había colgado por el campus de la universidad, el tablón de anuncios de la biblioteca y demás sitios donde la gente pudiera interesarse. Y cuál fue su sorpresa cuando su teléfono sonó y la voz que escuchó fue la de una mujer que quería alguna que otra clase, aunque no para ella, sino para su hijo. Dexter aceptó el trabajo de muy buena gana: ayudar a otra persona a mejorar sus notas seguramente le entretendría los días que durasen las lecciones. Y si no, al menos se sacaría un puñado de dólares, que tal y como estaba su economía, desde luego no le vendrían nada mal.
Con la música vomitando desde su viejo reproductor de música, Dexter se dirigió hacia su clase pronto para llegar a la hora acordada. Sería una falta de profesionalidad enorme el llegar tarde a su primera clase, y desde luego a él nunca le había gustado llegar tarde.Como decía Gandalf, “Un mago nunca llega tarde, ni pronto. Llega exactamente cuando se lo propone". Claro que el muchacho de cabellos castaños no era un mago, aunque más de una vez se había imaginado a si mismo siéndolo, y no de pequeño, sino cuando uno ya es lo bastante maduro como para saber que los magos no existían. Pero la no existencia de algo no iba a hacer que el joven no sintiera deseos de ser parte de ello, y por ese motivo seguía soñando que podía ser todas aquellas cosas que leía en sus libros. Porque, de hecho, consistía en una de sus formas favoritas de evasión de la realidad. En aquellos mundos de su imaginación, él no era un pringado, su hermano no había muerto, su hermana no se había marchado, sus padres no se habían divorciado, y todo era mejor y más bonito. No era de extrañar, pues, que al muchacho le gustara más vivir en sus mundos de fantasía que en el mundo real. Era comprensible que buscara un lugar donde todo lo malo no existiera.
Comprobó una vez más la dirección a la que debía de ir en el trozo de papel garabateado que había escrito al hablar con teléfono con la madre de su alumno. En ese trozo de papel, además de la dirección, también figuraba el nombre de aquel a quien debía ayudar, un tal “Kenton Carson”. Se quitó los cascos, que siguieron reproduciendo su música tenuemente, cuando llegó a la puerta de la vivienda correspondiente. Parecía una casa más que respetable, desde luego, mucho más que la suya. Repentinamente sintió inseguro. ¿Le dejarían entrar con su sudadera gris con capucha, sus pantalones vaqueros desgastados y sus zapatillas más viejas que la tos? No tenía el aspecto de alguien que mora en ese sitio. Más bien tenía pinta de…de pringado, si. Pero a eso ya estaba acostumbrado. Tomó aire para acumular fuerzas y tocó el timbre, anunciando así su entrada. Le abrió la puerta una mujer que no tenía la apariencia de ser la señora Carson con la que había hablado por teléfono, y menos tenía pinta de ser Kenton Carson. A menos que fuera un disfraz muy bien conseguido. No lo parecía; la nariz, al menos, era de verdad.
-Esto…-empezó, nervioso, pasándose una mano por la nuca. Nunca se le había dado bien eso de hablar con gente desconocida. – Vengo a ayudar a Kenton Carson con sus estudios…ya sabe…- se le encogió el estómago al pensar que se había equivocado de casa y había llamado a otra diferente en la que no había ningún alumno. Afortunadamente, su mala suerte no le pasó una mala jugada esta vez, puesto que se escuchó una voz masculina desde el interior de la vivienda, que bien podía pertenecer al joven Carson, indicando las instrucciones que debía seguir la mujer que había abierto la puerta. Dexter pensó entonces que aquella mujer debía ser una especie de sirvienta de la familia, lo cual le incomodó un poco más. Ese no era su lugar, entre criados y casas que hacían que su cuestionable aspecto se viera acentuado por contraste.
El muchacho siguió silenciosamente a la mujer hasta la sala de estudios, tratando de no hacer el menor ruido para no molestar a quien quiera que estuviera habitando la casa. La habitación se hallaba vacía, sin nadie que ocupase el espacio vacío del salón. Dexter giró la cabeza, dispuesto a preguntar algo a la mujer, pero para cuando quiso darse cuenta, ésta ya se había ido. Así que allí estaba, solo en una casa que no conocía. Se le ocurrió que así podría comenzar una película de miedo: ahora algo escalofriante saldría de las paredes, el suelo se derrumbaría arrastrándolo en su caída, o las ventanas estallarían dejando paso a todo tipo de criaturas de espanto. Afortunadamente, y hasta donde Dexter sabía, ese tipo de cosas no pasaban, y él no estaba en una película, aunque no porque no quisiera. Dejó sobre la mesa su mochila marrón donde tenía guardado todo el material que podrían usar para su clase y lo fue sacando hasta hacer un pequeño reducto de cosas bien ordenadas en la mesa: un pulcro cuaderno en blanco y algunos lápices. Más material había en su mochila, aunque le parecía excesivo el sacar todo a la vez, y además, había cosas que quizás ni siquiera necesitaran. Cuando empezaran, claro.
Porque, por el momento, no había aparecido nadie por allí. Solamente una voz incorpórea y una mujer que ya se había desvanecido de la sala. Quizás se trataba todo de una broma. ¿Habría una cámara oculta en algún sitio? Claro, era demasiado bonito para ser verdad. No podía obtener dinero de esa manera tan fácil: ya se sabe que quien algo quiere, algo le cuesta. Bueno, tampoco pasaba nada por esperar unos minutos. Si era una cámara oculta, entonces ya se encargaría alguien de sacarlo de allí cuando se volviera demasiado pesado tenerlo en una sala sin hacer nada de nada. De momento, se dijo que podría esperar. Nadie le había ofrecido asiento, de modo que para no parecer maleducado o con exceso de confianza con aquellos a los que todavía no conocía demasiado bien, no lo hizo. Respiró hondo nuevamente, tratando de quitarse de encima todo el nerviosismo que sentía en su ser. Tenía la esperanza de hacerlo bien, o al menos, no demasiado mal. Si ya fallaba en las matemáticas, aquello que se suponía que se le daba bien, vamos apañados. Sería ya la última estocada, el golpe de gracia para una ya muy maltrecha concepción de si mismo que llevaba acarreando durante años y años.
Dexter C. Walthorn- Fecha de inscripción : 02/02/2013
Re: Clases de mates, un viernes {Dexter
Coge su archivador con las demás cosas que había cogido antes. Se mira al espejo y se dispone a pensar en como sería su profesor. Alto, guapo, rubio o moreno, ojos claros o oscuros. ¿Cómo vestiría? Se pone bien el flequillo y sigue pensando. Recuerda que al ser un profesor de mates las cosas podían cambiar a... bajo, gordo, pelo blanco, unas gafas que ocupan toda la cara. Vamos, todo un espanto. Simplemente deja de preguntarse, las sorpresas vienen mejor. No, en realidad no lo hacen pero cuando el joven se queda pensando en como será algo, siempre acaba equivocándose, para bien o para mal. ¿Para que arriesgarse con algo que seguramente le acompañará todo el curso? Oh dios, está seguro que estudiará más.
Baja los escalones de la casa con delicadeza, busca la mirada de Melisa, la criada a la cual quiere como una segunda madre. La criada se encoge de hombros. ¿¡Eso que significaba?! Ken estaba confuso, muy confuso. Tal y cuando en una boutique hacen rebajas. Es una de: ¿O sea cómo? Es una boutique, sólo va gente de nuestra clase, ¿Quien necesita rebajas? Y es evidente que eso al castaño lo pone de mal humor. Odia las rebajas, piensa que es una concentración en la que las señoras mayores buscan con sus sudores para poder taparse con un trapo barato. Horror.
La teoría que saca del gesto de su criada es que el chico es un ni fu ni fa. Un chico sin más, del montón. O que quizás le gustaría para ella. Llega hasta la puerta del salón dónde abre directo sin llamar a la puerta ni nada. - ¡Hello! - Saluda alargando la última vocal de su saludo. Lo hace con una sonrisa de oreja a oreja que va cayendo en una sonrisa de medio lado. Sus ojos miran incrédulos a lo que está viendo. - No puede ser cierto... - Dice sin cortarse. Mira de arriba a abajo. Esos zapatos de vagabundo, ¿Se lo habrían dado en un mercadillo de monjas? ¿Esos pantalones cuántos años tenían? Y si, ahora se preguntaba de dónde habían sacado a ese chico.
Es evidente que su madre lo ha hecho aposta. Castigo divino por reprobar la materia. Ésta se la guardaría para toda la vida, es que, es más, el chico prefería antes a un cuarentón casado y con hijos que a ese chico. ¿Se podía ser más hortera/soso...? No, no se podía. Bueno si, pero no en ese lugar. Al menos el no lo había visto. - Eh... ¿Tú eres el que me va a dar clases? Si es así... mi nombre es Kenton, pero prefiero Ken... - Se presenta, llegando hasta su asiento. Una mesa amplia cuadrada. Una pizarra enorme en la pared. ¿Qué hará allí? Imaginemos que es para los proyectos de su madre. Rotuladores para ella. Y en la mesa caben cinco personas a lo bruto. Se sienta en uno de los laterales. - Puedes sentarte... si quieres. - Ofrece. Es evidente que no le dará la mano, que no se va a presentar dando contacto físico. No suele dar la mano a gente bien vestida, lo va a hacer con ese chico. Es obvio que no.
Deja su archivador sobre la mesa, saca algunos folios de la mesa. Coge sus bolígrafos y los coloca cerca. Las estrellas del bolígrafo serán, lo más seguro, lo que le ayude a distraerse en las infinitas clases. ¿La BB sería demasiado descarado? Quizás para cuando haya algo de confianza. Coloca sus brazos en ángulo recto y apoya su cabeza en sus manos. Espera que la clase comience y finalice en cuestión de poco tiempo. Era viernes y era evidente que no era placer estar ahí, sin embargo las acabaría aguantando. Quizás consiga y todo prestar atención. Quizás, todo puede ser posible.
Baja los escalones de la casa con delicadeza, busca la mirada de Melisa, la criada a la cual quiere como una segunda madre. La criada se encoge de hombros. ¿¡Eso que significaba?! Ken estaba confuso, muy confuso. Tal y cuando en una boutique hacen rebajas. Es una de: ¿O sea cómo? Es una boutique, sólo va gente de nuestra clase, ¿Quien necesita rebajas? Y es evidente que eso al castaño lo pone de mal humor. Odia las rebajas, piensa que es una concentración en la que las señoras mayores buscan con sus sudores para poder taparse con un trapo barato. Horror.
La teoría que saca del gesto de su criada es que el chico es un ni fu ni fa. Un chico sin más, del montón. O que quizás le gustaría para ella. Llega hasta la puerta del salón dónde abre directo sin llamar a la puerta ni nada. - ¡Hello! - Saluda alargando la última vocal de su saludo. Lo hace con una sonrisa de oreja a oreja que va cayendo en una sonrisa de medio lado. Sus ojos miran incrédulos a lo que está viendo. - No puede ser cierto... - Dice sin cortarse. Mira de arriba a abajo. Esos zapatos de vagabundo, ¿Se lo habrían dado en un mercadillo de monjas? ¿Esos pantalones cuántos años tenían? Y si, ahora se preguntaba de dónde habían sacado a ese chico.
Es evidente que su madre lo ha hecho aposta. Castigo divino por reprobar la materia. Ésta se la guardaría para toda la vida, es que, es más, el chico prefería antes a un cuarentón casado y con hijos que a ese chico. ¿Se podía ser más hortera/soso...? No, no se podía. Bueno si, pero no en ese lugar. Al menos el no lo había visto. - Eh... ¿Tú eres el que me va a dar clases? Si es así... mi nombre es Kenton, pero prefiero Ken... - Se presenta, llegando hasta su asiento. Una mesa amplia cuadrada. Una pizarra enorme en la pared. ¿Qué hará allí? Imaginemos que es para los proyectos de su madre. Rotuladores para ella. Y en la mesa caben cinco personas a lo bruto. Se sienta en uno de los laterales. - Puedes sentarte... si quieres. - Ofrece. Es evidente que no le dará la mano, que no se va a presentar dando contacto físico. No suele dar la mano a gente bien vestida, lo va a hacer con ese chico. Es obvio que no.
Deja su archivador sobre la mesa, saca algunos folios de la mesa. Coge sus bolígrafos y los coloca cerca. Las estrellas del bolígrafo serán, lo más seguro, lo que le ayude a distraerse en las infinitas clases. ¿La BB sería demasiado descarado? Quizás para cuando haya algo de confianza. Coloca sus brazos en ángulo recto y apoya su cabeza en sus manos. Espera que la clase comience y finalice en cuestión de poco tiempo. Era viernes y era evidente que no era placer estar ahí, sin embargo las acabaría aguantando. Quizás consiga y todo prestar atención. Quizás, todo puede ser posible.
Kenton S. Carson- Fecha de inscripción : 16/01/2013
Re: Clases de mates, un viernes {Dexter
Para Dexter hacer de profesor era algo raro. Un docente, a su entender, era aquel que sabía cómo guiar a su alumno, una figura de disciplina que compartía sus conocimientos con aquellos que sabían menos que él. Y, desde luego, el joven no se consideraba ninguna de esas cosas. Pero vamos, ¿una figura autoritaria él? Seguramente un gatito doméstico tendría mucha más autoridad que él, más acostumbrado a obedecer las órdenes que a darlas. ¿Y cómo iba a compartir conocimientos con una persona, si no los tenía ni para él mismo? En esos momentos se sentía falto de confianza, como si hubieran extraído todos sus conocimientos de la cabeza, convirtiéndola en un desierto inhóspito donde ninguna idea podría sobrevivir más de dos segundos. Casi se había olvidado de cómo hacer los sencillos ejercicios que en la comodidad de su casa había hecho con la mayor facilidad del mundo. A cada minuto que pasaba, se ponía más nervioso todavía. ¿Qué pasaba si su alumno sabía más que él? Aunque realmente Dexter era un cerebrito en esto de las matemáticas, la subestimación que se hacía a si mismo provocaba que sintiera realmente el hecho de que cualquier ser del universo conocido y por conocer pudiera saber más que él. Y si eso era así, y el chico al que se suponía que debía ayudar tenía unos conocimientos superiores que él no estaba capacitado para resolver, a ver qué hacía. Lo primero, morirse de la vergüenza. Y no era broma: Dexter creía de verdad que podía morirse de vergüenza. Era capaz.
La única solución que veía al problema era irse corriendo en ese mismo momento. Aquel que precisaba su ayuda aun no había aparecido, y él se encontraba solo por allí, de modo que podía escabullirse sin que nadie se diera cuenta, apagar el teléfono móvil y quitar todos los carteles en los que se ofrecía para ser profesor particular. Y así se acabaría todo el problema. Siempre se había dicho que una retirada a tiempo es una victoria, ¿no? Dexter, quien pocas veces en su vida había tenido una victoria, se hallaba dispuesto a vencer de esa manera. Luego que los que vivían en la casa dijeran lo que quisieran de su persona: que era un irresponsable, blá, blá, blá. Le daba lo mismo, porque a lo largo de su vida le habían llamado cosas mucho peores que esa. No le importaba: lo único que quería en ese momento era que el corazón dejara de irle tan deprisa debido al nerviosismo y que el peso que sentía en su estómago cesara de una buena vez. Seguro que en casa todo se pasaba. Encerrado en su habitación, cubierto con una manta hasta la cabeza y jugando con cualquiera de los videojuegos a los que solía dedicar el tiempo libre que no pasaba con los estudios. Era un viernes estándar para él. Esa era la manera en la que él era feliz, o al menos, todo lo feliz que uno pudiera ser. Tampoco es que pidiera demasiado para estar contento, en esos momentos solo le bastaba con dejar de estar nervioso. Y acordarse de todo lo que tenía que enseñar. Y que al alumno le cayera bien. Y poder ayudarle en lo que fuera menester. Y que su apariencia no denotara lo poco popular que era. Bueno, quizás sí que pidiera un poco.
Ah, pero la retirada a tiempo tendría que ser en otro momento, porque antes de que se diera cuenta, una voz lo saludó desde la puerta de la sala, una voz juvenil que supuso que se debía a Kenton Carson, esta vez sí. O quizás es que la criada fuera ventrílocua. Aunque esa teoría fue pronto rechazada cuando volvió la cabeza para comprobar que se trataba de un chico joven, vestido de una manera que Dexter no añadiría a su colección de ninguna manera. Era un estilo para llamar la atención, eso estaba claro: esos tonos joviales y vivos eran para que la gente se fijara en ti, y a alguien como el castaño, a quien le gustaba sobre todo pasar desapercibido ante los ojos de los demás, ese estilo no le vendría bien para nada. La paleta de colores que conformaba su vestuario era de tonos oscuros mayoritariamente, yendo desde lo negro más absoluto hasta lo gris claro rozando casi lo blanco. Cosas sencillas con las que no llamar mucho la atención, algunas de ellas heredadas de su hermano mayor, que era mucho más corpulento que él, así que evidentemente le quedaban más grandes de lo que era necesario para su cuerpo. Pero no pensaba ni un momento en tirar la ropa que había pertenecido a su hermano. Al fin y al cabo, de esa manera podía recordarlo un poco mejor. Era como llevar una parte de su hermano siempre con él, lo cual le consolaba en parte, pero por otro lado, tampoco dejaba que las heridas cicatrizasen. ¿Cómo iba a superar la muerte de su hermano, si veía todos los días en su propio cuerpo la ropa que le había pertenecido?
-Si…esto…soy yo – respondió algo incómodo por el estudio que el chico había hecho de su propia persona. Evidentemente, lo que había visto no le había gustado demasiado. No había que ser todo un detective para ver como la energía y jovialidad con la que había entrado primeramente se habían ido desvaneciendo conforme veía que su profesor se trataba de él. No era una sensación demasiado alentadora, la verdad. Si ya empezaban así…-De acuerdo, Ken - asintió, pues si a él le gustaba ser llamado de esa manera, no iba a ser él quien dijera lo contrario. Era demasiado informal para el gusto del canadiense, quien prefería que para la primera vez que habían hablado no fueran ya con los diminutivos o apodos, pero era su casa y sus normas, y había que aceptarlas. Incluso en un primer momento, Dexter había pensado en llamarle por su apellido, “Carson”, pero quizás eso habría hecho que el otro tuviera una imagen de él algo distorsionada, algo repelente. Bueno, ¿no lo era? – Yo me llamo Dexter, pero puedes llamarme…- ¿Cómo? ¿”El tío feo mal vestido”? ¿”El pringado que me amarga el viernes por la tarde”? Era mejor que no diera ninguna idea mala, solo por si acaso. –Llamarme como quieras- acabó con un murmullo, arrepentido de haber empezado así la presentación. ¿No podía haber dicho simplemente “Me llamo Dexter” y ya está? No, siempre tenía que estropearlo todo de esa manera.
-Gracias- dijo cuando el ojiclaro le permitió sentarse. Ante todo, había que ser educado con la gente, eso se lo habían enseñado a Dexter desde pequeño. Tomó asiento en el extremo opuesto al que se había sentado Kenton, dejando así toda la superficie de la mesa entre ellos dos. Se sentó con la espalda recta sobre la silla, visiblemente algo tenso. Desde luego, no era lo suyo eso de socializar con otros seres humanos. Quizás debiera hacerse monje de clausura. El voto de castidad ya lo llevaba de serie. Tras unos momentos sumidos en el silencio, el castaño pensó que debía ser él mismo quien lo rompiera. ¡Genial, hablar! Justo lo que mejor se le daba. – Y… ¿Tienes problemas con algún concepto en concreto, o…?- preguntó, sin saber muy bien cómo empezar mientras, interiormente, se recriminaba a sí mismo. "¡Idiota! Estas cosas se llevan ya preparadas de casa, con un programa sobre de qué va a ir la clase:..” Si de las primeras veces se aprende, el joven esperaba aprender también algo bueno de esa experiencia. Al menos, de hacer un borrador cuando se trata de esas cosas. Le vendría bien esa lección para el discurso cuando ganara el premio Nobel a la estupidez, premio que, en su opinión, se había ganado a pulso.
La única solución que veía al problema era irse corriendo en ese mismo momento. Aquel que precisaba su ayuda aun no había aparecido, y él se encontraba solo por allí, de modo que podía escabullirse sin que nadie se diera cuenta, apagar el teléfono móvil y quitar todos los carteles en los que se ofrecía para ser profesor particular. Y así se acabaría todo el problema. Siempre se había dicho que una retirada a tiempo es una victoria, ¿no? Dexter, quien pocas veces en su vida había tenido una victoria, se hallaba dispuesto a vencer de esa manera. Luego que los que vivían en la casa dijeran lo que quisieran de su persona: que era un irresponsable, blá, blá, blá. Le daba lo mismo, porque a lo largo de su vida le habían llamado cosas mucho peores que esa. No le importaba: lo único que quería en ese momento era que el corazón dejara de irle tan deprisa debido al nerviosismo y que el peso que sentía en su estómago cesara de una buena vez. Seguro que en casa todo se pasaba. Encerrado en su habitación, cubierto con una manta hasta la cabeza y jugando con cualquiera de los videojuegos a los que solía dedicar el tiempo libre que no pasaba con los estudios. Era un viernes estándar para él. Esa era la manera en la que él era feliz, o al menos, todo lo feliz que uno pudiera ser. Tampoco es que pidiera demasiado para estar contento, en esos momentos solo le bastaba con dejar de estar nervioso. Y acordarse de todo lo que tenía que enseñar. Y que al alumno le cayera bien. Y poder ayudarle en lo que fuera menester. Y que su apariencia no denotara lo poco popular que era. Bueno, quizás sí que pidiera un poco.
Ah, pero la retirada a tiempo tendría que ser en otro momento, porque antes de que se diera cuenta, una voz lo saludó desde la puerta de la sala, una voz juvenil que supuso que se debía a Kenton Carson, esta vez sí. O quizás es que la criada fuera ventrílocua. Aunque esa teoría fue pronto rechazada cuando volvió la cabeza para comprobar que se trataba de un chico joven, vestido de una manera que Dexter no añadiría a su colección de ninguna manera. Era un estilo para llamar la atención, eso estaba claro: esos tonos joviales y vivos eran para que la gente se fijara en ti, y a alguien como el castaño, a quien le gustaba sobre todo pasar desapercibido ante los ojos de los demás, ese estilo no le vendría bien para nada. La paleta de colores que conformaba su vestuario era de tonos oscuros mayoritariamente, yendo desde lo negro más absoluto hasta lo gris claro rozando casi lo blanco. Cosas sencillas con las que no llamar mucho la atención, algunas de ellas heredadas de su hermano mayor, que era mucho más corpulento que él, así que evidentemente le quedaban más grandes de lo que era necesario para su cuerpo. Pero no pensaba ni un momento en tirar la ropa que había pertenecido a su hermano. Al fin y al cabo, de esa manera podía recordarlo un poco mejor. Era como llevar una parte de su hermano siempre con él, lo cual le consolaba en parte, pero por otro lado, tampoco dejaba que las heridas cicatrizasen. ¿Cómo iba a superar la muerte de su hermano, si veía todos los días en su propio cuerpo la ropa que le había pertenecido?
-Si…esto…soy yo – respondió algo incómodo por el estudio que el chico había hecho de su propia persona. Evidentemente, lo que había visto no le había gustado demasiado. No había que ser todo un detective para ver como la energía y jovialidad con la que había entrado primeramente se habían ido desvaneciendo conforme veía que su profesor se trataba de él. No era una sensación demasiado alentadora, la verdad. Si ya empezaban así…-De acuerdo, Ken - asintió, pues si a él le gustaba ser llamado de esa manera, no iba a ser él quien dijera lo contrario. Era demasiado informal para el gusto del canadiense, quien prefería que para la primera vez que habían hablado no fueran ya con los diminutivos o apodos, pero era su casa y sus normas, y había que aceptarlas. Incluso en un primer momento, Dexter había pensado en llamarle por su apellido, “Carson”, pero quizás eso habría hecho que el otro tuviera una imagen de él algo distorsionada, algo repelente. Bueno, ¿no lo era? – Yo me llamo Dexter, pero puedes llamarme…- ¿Cómo? ¿”El tío feo mal vestido”? ¿”El pringado que me amarga el viernes por la tarde”? Era mejor que no diera ninguna idea mala, solo por si acaso. –Llamarme como quieras- acabó con un murmullo, arrepentido de haber empezado así la presentación. ¿No podía haber dicho simplemente “Me llamo Dexter” y ya está? No, siempre tenía que estropearlo todo de esa manera.
-Gracias- dijo cuando el ojiclaro le permitió sentarse. Ante todo, había que ser educado con la gente, eso se lo habían enseñado a Dexter desde pequeño. Tomó asiento en el extremo opuesto al que se había sentado Kenton, dejando así toda la superficie de la mesa entre ellos dos. Se sentó con la espalda recta sobre la silla, visiblemente algo tenso. Desde luego, no era lo suyo eso de socializar con otros seres humanos. Quizás debiera hacerse monje de clausura. El voto de castidad ya lo llevaba de serie. Tras unos momentos sumidos en el silencio, el castaño pensó que debía ser él mismo quien lo rompiera. ¡Genial, hablar! Justo lo que mejor se le daba. – Y… ¿Tienes problemas con algún concepto en concreto, o…?- preguntó, sin saber muy bien cómo empezar mientras, interiormente, se recriminaba a sí mismo. "¡Idiota! Estas cosas se llevan ya preparadas de casa, con un programa sobre de qué va a ir la clase:..” Si de las primeras veces se aprende, el joven esperaba aprender también algo bueno de esa experiencia. Al menos, de hacer un borrador cuando se trata de esas cosas. Le vendría bien esa lección para el discurso cuando ganara el premio Nobel a la estupidez, premio que, en su opinión, se había ganado a pulso.
Dexter C. Walthorn- Fecha de inscripción : 02/02/2013
Re: Clases de mates, un viernes {Dexter
El castaño no era nada respetuoso con la gente que no era de su clase y eso se podía notar a simple vista, y no es que con los amigos fuese buena gente. Entre ellos eran falsos. Solo se decían lo que querían escuchar y eso es un defecto de la clase alta. Pocos son amigos de verdad. Tenía amigos de verdad, pero que él apreciase no sumarían mas de cinco quizás. Dos amigas que le acompañan desde pequeño, un amigo que estaba colado por él, pero Ken nunca le hizo caso y otra amiga que quizás es peor que éste. No hay que decir como son ambos juntos, tenebrosos. El castaño por si solo podía llegar a ser bueno si se lo proponía o le pasaba algo pero con su mejor amiga, los ápices buenos no solían aparecer. Mayormente por orgullo, no podían quedar mal el uno con el otro. Su amiga era mucho mas cruel, quizás sería porque la madre de Ken intentaba hacerlo más humilde que la familia de su mejor amiga.
Soltó una risa cantarina cuando vio su respuesta ante aquello. Se le veía algo tímido. No debía ser un chico que tuviese mucha autoestima, o quizás es que el dinero le importaba demasiado como para mostrar personalidad, por lo que fácil de comprar. Si se aburría se lo llevaría de compras, seguro que lo acabaría haciendo. Un nuevo mono de feria para vestir. En su internado siempre conseguía muchos proyectos a decorar, era un tanto extraño porque a veces vestía profesoras sin más. Era un chico influyente en la moda, además de importante por su madre. Todos pedían un pase para ir a las pasajes de moda de su madre ya que a ella la invitaban a esas cosas. Cuando uno se tiene contactos es influyente y eso es así. - De momento me quedaré con Dex, se ve que eres versátil en ello. ¿Te da igual como te llamen? ¿Y si te llaman como a un tonto, pardillo o friki? - Pregunta curioso.
Cualquier de los adjetivos que había usado en aquella pregunta eran tenebrosos para su vida. Jamás le ha ido mal de forma popular en su vida. Por decirlo de una manera siempre ha estado en la cima. Ahora estaba en su punto más bajo. No podía ser popular en una universidad tan inmensa en la que acababa de llegar, tampoco pretendía serlo, simplemente respetado. Siendo de la fraternidad que le habían pedido, lo conseguiría seguro. Pero el caso es que ser un friki o un pardillo era ser el germen de la sociedad, el hazme de reír de todo el mundo. El blanco fijo para meterse con él.
Entonces llegó la pregunta referida a las clases. No sabía ni lo que estaba dando, el solo estudiaba mates cuando fuese a haber examen. ¿Para que precipitarse con ese tipo de materia? Es horrorosa. Bueno... así problemas pues tengo... - Se quedó pensativo y entonces se le encendió la bombilla y sonrió. - Ahora enserio, ¿De dónde sacas la ropa? - Pregunta verdaderamente curioso. Es así. El único tema en el que dominaba alguien como él era eso. Ropa, cotilleos y demás cosas de ese tipo. - Espera, dime que te has puesto esa ropa porque... ¡Querías hacer una imagen más aburrida como un señor de matemáticas! - Comenta. Digamos que no le entra en la cabeza que alguien vista tan mal. Sabe que lo hacen pero... imagina que es por... no lo sabe. Por eso los hace sus proyectos, para ayudarlos.
Soltó una risa cantarina cuando vio su respuesta ante aquello. Se le veía algo tímido. No debía ser un chico que tuviese mucha autoestima, o quizás es que el dinero le importaba demasiado como para mostrar personalidad, por lo que fácil de comprar. Si se aburría se lo llevaría de compras, seguro que lo acabaría haciendo. Un nuevo mono de feria para vestir. En su internado siempre conseguía muchos proyectos a decorar, era un tanto extraño porque a veces vestía profesoras sin más. Era un chico influyente en la moda, además de importante por su madre. Todos pedían un pase para ir a las pasajes de moda de su madre ya que a ella la invitaban a esas cosas. Cuando uno se tiene contactos es influyente y eso es así. - De momento me quedaré con Dex, se ve que eres versátil en ello. ¿Te da igual como te llamen? ¿Y si te llaman como a un tonto, pardillo o friki? - Pregunta curioso.
Cualquier de los adjetivos que había usado en aquella pregunta eran tenebrosos para su vida. Jamás le ha ido mal de forma popular en su vida. Por decirlo de una manera siempre ha estado en la cima. Ahora estaba en su punto más bajo. No podía ser popular en una universidad tan inmensa en la que acababa de llegar, tampoco pretendía serlo, simplemente respetado. Siendo de la fraternidad que le habían pedido, lo conseguiría seguro. Pero el caso es que ser un friki o un pardillo era ser el germen de la sociedad, el hazme de reír de todo el mundo. El blanco fijo para meterse con él.
Entonces llegó la pregunta referida a las clases. No sabía ni lo que estaba dando, el solo estudiaba mates cuando fuese a haber examen. ¿Para que precipitarse con ese tipo de materia? Es horrorosa. Bueno... así problemas pues tengo... - Se quedó pensativo y entonces se le encendió la bombilla y sonrió. - Ahora enserio, ¿De dónde sacas la ropa? - Pregunta verdaderamente curioso. Es así. El único tema en el que dominaba alguien como él era eso. Ropa, cotilleos y demás cosas de ese tipo. - Espera, dime que te has puesto esa ropa porque... ¡Querías hacer una imagen más aburrida como un señor de matemáticas! - Comenta. Digamos que no le entra en la cabeza que alguien vista tan mal. Sabe que lo hacen pero... imagina que es por... no lo sabe. Por eso los hace sus proyectos, para ayudarlos.
Kenton S. Carson- Fecha de inscripción : 16/01/2013
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