¿Friendship? | Sienna E. Lance

No siempre he tenido malos tratos hacia los profesores, de hecho, tengo la suerte de llevarme bastante bien con casi todos los que conozco, incluso al grado de compartir correos y hasta números del móvil; pero quizá con la adulta más joven, por así decirlo, con quien mejor he congeniado o al menos con quien más a gusto me siento es la psicóloga Sienna, ella es una mujer muy curiosa, no es que me atraiga físicamente, sino que me inspira al respeto y a la obediencia, es quizá de las pocas personas que podrían controlarme, hablando de algunas cosas que me atrevería a hacer y que muchos en la universidad no lo verían como algo propio o decente, es lo malo de esta época, siempre tan conservadora e hipócrita, al menos desde mi punto de vista.

Mandé un sms a Sienna invitándola a tomar un café o algo antes de entrar de lleno a las clases, me gusta platicar con ella de vez en cuando, así le daría estabilidad a mi mente y no andaría como loco buscando la manera de romper las reglas, además, con el asunto de la discriminación en la universidad, me he puesto más tenso, muchos no saben que soy becario y quien lo sabe es de confianza, pero temo que en algún momento las personas incorrectas lleguen a saberlo y entonces me meta en problemas, problemas que no buscaría. Su respuesta fue agradable y el horario el justo, así que, como buen chico que soy, me apresté a la cafetería y llegué, como casi siempre, unos minutos antes. Tomé una de las mesas que daba a los jardines del lugar, siempre se me hace agradable esa zona pues tiene al lado un área verde que da tranquilidad.

No quise pedir, pues no es mi intención empezar antes que ella, sin embargo, para que no me molestaran con el lugar decidí que me trajeran un poco de té caliente, el día no es muy caluroso todavía y la temperatura sigue baja por esta zona, algo normal dado el clima frío que ha azotado a todo el norte de éste lado del mundo. Esta es, quizá, una de las pocas ocasiones en que me veo decente, es decir, ropa adecuada para una especie de cita con alguien a quien admiro, así que no me sorprendió que gente a la que conozco de vista me echara unos ojos de confusión, lo que me causó risa pero ignoré lo más que pude, no soy de los que se preocupan por lo que los demás digan, no es mi costumbre agradar a los demás, sólo a quienes me importan. De pronto la entrada se abrió y pude verla, me levanté del asiento y alcé mi mano en señal de saludo para que me viera.