2013
Ahora mismo si estas planteándote en inscribirte en esta prestigiosa universidad es por que has pasado esta etapa, pero bueno, ¡eso cosa del pasado! Olvídalo, pon eso en un rincón de tu memoria.
Ahora estás viviendo el año 2013 en la Universidad de Brown, situada cerca del corazón de Nueva York.
¿Estás aquí por elección propia, por el sueño de convertirte en alguien famoso en la vida? ¿Por qué tus padres tienen una cuenta bancaria muy grande? ¿O tal vez por obligación?
Sea la razón que sea el resultado es el mismo, estas en una de las mejores universidades de América, pero aquí no te daremos 'la comida masticada' lo cual si de verdad deseas llegar a ser alguien en la vida tendrás que currártelo, aquí no regalamos nada.
¡Casi lo olvido! Tal vez exijamos mucho, pero tampoco descartes la idea de tener un poco de diversión. Fiesta, alcohol, sexo, drogas.
En resumen, el libertinaje total.
Para Algunos, la diversión significa dormir en tantas camas como sea posible, para otros, las compras y manicura son las cosas más importantes en su vida y siempre habrá los -por su padres- tienen dinero y reputación.
Pero dejando todo eso atrás, en la oscuridad de Brown se esconden varias personas que pertenecen a una especie de secta, un grupo donde su intenciones no son exactamente buenas. Se hacen reconocer por 'la logia', una panda de personas donde jugarán con cualquier persona que les apetezca. Les gusta ver sufrir a los demás, viven a costa de ellos. ¿Que pasa? ¿A caso tienes miedo de ser su próximo elegido? Tranquilo, como en los cómics y películas de Stan Lee donde hay un villano, hay un super héroe, e aquí nuestros super héroes se hace llamar anti logia, un grupo donde quieren la paz en la universidad y acabar con toda esa crueldad.
Y dime, ¿quien eres tu? ¿Eres un becado? ¿Un estudiante normal? ¿O tal vez te guste la idea de pertenecer a la logia? Otra posibilidad es que quieras cumplir el sueño de todo niño, ser un super héroe y pasar a ser miembro de la anti logia pero...
Seas lo que seas, se bienvenido a Brown University.
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Tempo per noi, come ai vecchi tempi | Francesco P. Vacchiani (+18)
2 participantes
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Tempo per noi, come ai vecchi tempi | Francesco P. Vacchiani (+18)
Viernes por la noche. Eso significaba en casa de la familia Macken Vacchiani que los más jóvenes salían de casa para pasarla bien con sus amigos, ya sea en alguna fiesta o en alguna pijamada. Y aquello significaba que la casa estaría libre de chicos, solo estarían Francesco y Lucas, algo ideal para pasarla bien como pareja.
La semana pasada habían decidido ir a cenar a un restaurante en el corazón de Manhattan, pero esta semana sería más personal, más íntimo. Habían acordado verse en la noche en la casa, luego de llegar del trabajo. Lucas no había podido dejar de pensar en lo que pasaría aquella noche con su prometido, aunque eso no hizo en ningún momento que perdiera el hilo de lo que estaba haciendo en clase y luego en su restaurante.
Al llegar a casa las luces seguían apagadas, significaba que era el primero en llegar. Sacó las bolsas donde traía la cena que comerían juntos, un especial que había preparado y a todos les había encantado que tenía carne a termino medio y vegetales cocinados de forma exquisita. Dejó las llaves en la mesita que estaba en la entrada y luego entró, dejando las cosas en la cocina.
—Qué calor...—murmuró para sí mismo, algo cansado por todo lo que había hecho ese día al igual que por el clima caliente que azotaba esa noche. Simplemente caminó a su habitación y sin pensarlo más se desvistió, queriendo tomar una ducha fría para refrescarse un poco, lo necesitaba.—Bien...—fue al baño estando ya desnudo y se metió rápido, dejando que el agua quitara todo el sudor que tenía encima además de refrescarle por completo. Sonrió de lado, pensando que pronto vería a su prometido, por lo que cerró el agua luego de enjabonarse y buscó su toalla blanca.
Al verse al espejo se quedó quieto, recordando aquella vez que fueron a La Toscana, hace años, y él se encontraba así, con solo una toalla alrededor de su cintura. Sonrió inconsciente cuando de repente escuchó un sonido, como el de la puerta cerrándose en el hall de entrada. Las gotas de agua recorrían su cuerpo caliente y lo refrescaban mientras terminaba de cepillarse los dientes. Era algo así como una preparación para lo que se venía esa noche, y estaba ansioso por que comenzara de una vez.
La semana pasada habían decidido ir a cenar a un restaurante en el corazón de Manhattan, pero esta semana sería más personal, más íntimo. Habían acordado verse en la noche en la casa, luego de llegar del trabajo. Lucas no había podido dejar de pensar en lo que pasaría aquella noche con su prometido, aunque eso no hizo en ningún momento que perdiera el hilo de lo que estaba haciendo en clase y luego en su restaurante.
Al llegar a casa las luces seguían apagadas, significaba que era el primero en llegar. Sacó las bolsas donde traía la cena que comerían juntos, un especial que había preparado y a todos les había encantado que tenía carne a termino medio y vegetales cocinados de forma exquisita. Dejó las llaves en la mesita que estaba en la entrada y luego entró, dejando las cosas en la cocina.
—Qué calor...—murmuró para sí mismo, algo cansado por todo lo que había hecho ese día al igual que por el clima caliente que azotaba esa noche. Simplemente caminó a su habitación y sin pensarlo más se desvistió, queriendo tomar una ducha fría para refrescarse un poco, lo necesitaba.—Bien...—fue al baño estando ya desnudo y se metió rápido, dejando que el agua quitara todo el sudor que tenía encima además de refrescarle por completo. Sonrió de lado, pensando que pronto vería a su prometido, por lo que cerró el agua luego de enjabonarse y buscó su toalla blanca.
Al verse al espejo se quedó quieto, recordando aquella vez que fueron a La Toscana, hace años, y él se encontraba así, con solo una toalla alrededor de su cintura. Sonrió inconsciente cuando de repente escuchó un sonido, como el de la puerta cerrándose en el hall de entrada. Las gotas de agua recorrían su cuerpo caliente y lo refrescaban mientras terminaba de cepillarse los dientes. Era algo así como una preparación para lo que se venía esa noche, y estaba ansioso por que comenzara de una vez.
Última edición por Lucas A. Macken el Dom Sep 22, 2013 3:26 pm, editado 1 vez
Lucas A. Macken- Fecha de inscripción : 13/09/2013
Re: Tempo per noi, come ai vecchi tempi | Francesco P. Vacchiani (+18)
—Lindo anillo… ¿está casado?
—Comprometido.
—Qué suerte debe tener su novia…
—Soy gay, señorita Wilde.
La modelo que tenía en frente quitó su mano de la de Francesco, avergonzada por lo que había estado haciendo durante todo el almuerzo. Mientras tanto, el italiano la tachó de su lista de personas a quienes llamar cuando necesite profesionales en el próximo desfile de Dolce&Gabbana y su nueva línea de bolsos. ¿Motivos? "El coqueteo para conseguir lo que quiere, demuestra lo insegura que es con respecto a su desempeño laboral". El final del encuentro se dio cuando la joven se despidió con un asentimiento de cabezas, aun sorprendida por la respuesta que le había soltado. La misma expresión que ponía cada una de las mujeres que se enteraba de las preferencias sexuales y sentimentales del italiano. Parecía que encontraban fascinantes a los hombres educados, inteligentes y de buen sentido del humor. O puede que solo fueran el traje costoso y los autos de último modelo.—Comprometido.
—Qué suerte debe tener su novia…
—Soy gay, señorita Wilde.
(...)
Presionó el botón rojo del control de la puerta del garaje y esta bajó poco a poco, hasta cerrarse completamente. Rápidamente encontró las llaves de la puerta principal de la casa en el bolsillo de su pantalón de vestir. Las luces de la sala y la cocina estaban encendidas, el olor de la comida se expandía por la estancia y se escuchaba bulla en la habitación principal. Lucas había llegado. No podían ser sus hijos porque Elena y Nicholas avisaron que iban a salir y regresarían el sábado por la mañana, para desayunar y después ir a hacer las compras para la semana, los cuatro juntos.Francesco revisó el interior de las bolsas de comida y se sintió con un hambre feroz, pero su objetivo principal era encontrar al inglés que llevaba compartiendo su vida desde hace más de veinte años. Se quitó el saco y, mientras caminaba a su habitación, deshacía el nudo de su corbata, aflojándolo completamente, hasta dejarlo a la altura de su pecho. Así mismo, desabrochaba los dos primeros botones de su camisa y movía su cabeza de un lado al otro, desperezándola. Cuando entró a la habitación encontró la puerta del baño semi abierta y vio a Lucas parado frente al espejo, tan solo con una toalla blanca cubriéndole de la cintura para abajo. Tuvo un repentino flashback que lo hizo morderse el labio inferior. La Toscana, su primera vez juntos en la intimidad.
—Creí que sería nuestra noche especial… y no me esperaste para la ducha —comentó con tristeza, dramático, mientras se paraba detrás suyo y lo atrapaba por los costados con sus manos calientes. Le dio un suave beso en su hombro mojado y lo miró con una media sonrisa a través del espejo, fijándose bien en su abdomen y lo atractivo que se veía el cuerpo húmedo. "Perfecto, y solo mío", pensó. —Verte así es un gran recibimiento —susurró cerca de su oído, sin dejar de verlo embelesado. Sus dedos presionaron la piel de su cintura sutilmente, y se pegó más, tanto que su camisa clara se humedeció al contacto con espalda de Lucas.
Francesco P. Vacchiani- Fecha de inscripción : 13/09/2013
Re: Tempo per noi, come ai vecchi tempi | Francesco P. Vacchiani (+18)
El agua caía, resbalaba por su cuerpo desde su cabello. Sus ojos no dejaban de fijarse en el espejo, pero no se miraba a sí mismo, prefería mirar el reflejo de la entrada del baño, donde se podía ver un poco de la habitación. Estaba ansioso por ver a su prometido, y luego de escuchar cómo se cerraba la puerta de la entrada principal sabía que no debía esperar mucho para cumplir su deseo de verle.
Suspiró al ver al castaño caminando hacia el baño, entrando poco después, tan perfecto como siempre con su camisa abierta dejando ver parte de su piel, queriendo arrancarle la tela incómoda para ver su cuerpo, aquel que era solo suyo, así como su corazón. Le miró por el espejo y rió bajo, algo apenado por lo que había dicho en primera estancia. Iba a responderle pero quedó con los labios entreabiertos al sentir el beso en su hombro y sus manos en sus costados. Por fin decidió hablar.
—Moría de calor, no sabía que llegarías tan rápido a casa, pero... podríamos darnos una ducha antes de comenzar nuestra noche tan esperada—le contestó mientras que sus dedos acariciaban las manos de su prometido, observando su reflejo a través del espejo. Le hipnotizaba, lo hacía solo con el contacto visual a través del espejo, al igual que el contacto de su piel caliente en sus costados. Le dedicó una sonrisa de lado al escucharle tan cerca de su oído.—¿Sería mejor recibimiento si la toalla cayera de repente?—preguntó de broma, disfrutando de la cercanía del italiano. Entrelazaron sus dedos mientras que podía sentir todo su cuerpo cerca, tan cerca que no pudo evitar soltar un suspiro y sentir que su cuerpo despertaba poco a poco. Francesco tenía el poder de encender a Lucas con un roce o una mirada, le encantaba.
—Traje la cena—murmuró aturdido, sin poder evitar mover un poco su pelvis, todo para que sus glúteos froten por un momento aquello que era suyo y de nadie más, solo para sentirle una vez más. Se mordió el labio inferior encantado. Su toalla se había levantado un poco, marcando disimuladamente la excitación del inglés.—¿Qué dices? ¿Ducha, cena, postre?—preguntó intentando mantenerse tranquilo. Francesco entendería perfectamente lo que la palabra "postre" significaba en aquel contexto. Giró un poco su cabeza y dejó que sus labios besaran sus labios con cuidado, pero con tanto deseo que no quería separarse del italiano.
Suspiró al ver al castaño caminando hacia el baño, entrando poco después, tan perfecto como siempre con su camisa abierta dejando ver parte de su piel, queriendo arrancarle la tela incómoda para ver su cuerpo, aquel que era solo suyo, así como su corazón. Le miró por el espejo y rió bajo, algo apenado por lo que había dicho en primera estancia. Iba a responderle pero quedó con los labios entreabiertos al sentir el beso en su hombro y sus manos en sus costados. Por fin decidió hablar.
—Moría de calor, no sabía que llegarías tan rápido a casa, pero... podríamos darnos una ducha antes de comenzar nuestra noche tan esperada—le contestó mientras que sus dedos acariciaban las manos de su prometido, observando su reflejo a través del espejo. Le hipnotizaba, lo hacía solo con el contacto visual a través del espejo, al igual que el contacto de su piel caliente en sus costados. Le dedicó una sonrisa de lado al escucharle tan cerca de su oído.—¿Sería mejor recibimiento si la toalla cayera de repente?—preguntó de broma, disfrutando de la cercanía del italiano. Entrelazaron sus dedos mientras que podía sentir todo su cuerpo cerca, tan cerca que no pudo evitar soltar un suspiro y sentir que su cuerpo despertaba poco a poco. Francesco tenía el poder de encender a Lucas con un roce o una mirada, le encantaba.
—Traje la cena—murmuró aturdido, sin poder evitar mover un poco su pelvis, todo para que sus glúteos froten por un momento aquello que era suyo y de nadie más, solo para sentirle una vez más. Se mordió el labio inferior encantado. Su toalla se había levantado un poco, marcando disimuladamente la excitación del inglés.—¿Qué dices? ¿Ducha, cena, postre?—preguntó intentando mantenerse tranquilo. Francesco entendería perfectamente lo que la palabra "postre" significaba en aquel contexto. Giró un poco su cabeza y dejó que sus labios besaran sus labios con cuidado, pero con tanto deseo que no quería separarse del italiano.
Lucas A. Macken- Fecha de inscripción : 13/09/2013
Re: Tempo per noi, come ai vecchi tempi | Francesco P. Vacchiani (+18)
La noche esperada. La noche para los dos solos. Francesco y Lucas podían hacer y deshacer a su antojo en la casa que ambos habían comprado a base de mucho esfuerzo y dedicación para su pequeña y peculiar familia. Tenían privacidad, intimidad. Aunque adoraba estar con sus hijos, el italiano necesitaba un poco de espacio para él y su prometido, quien lograba sacar cualquier estrés o mal recuerdo de un trabajo intenso con solo una palabra, sonrisa, un beso o una caricia. De hecho, esa noche buscaba un poco más… mucho más que eso.
Sintió los dedos de su acompañante sobre sus manos, acariciándolas, y sonrió de costado. Darse una ducha con él sonaba tentador, pero era todavía más fascinante ver cómo la toalla que tenía atada a la cintura se cayera suavemente hasta sus pies. Era una imagen que tenía bien grabada en su cabeza, cada vez que recordaba su noche vivida en La Toscana, solo que las posiciones estaban invertidas. —Verte desnudo siempre será mejor que cualquier cosa —contestó sincero, con una mirada sugestiva a través del espejo, el cual le daba un toque más interesante a la escena que estaban protagonizando, porque podían verse los rostros perfectamente.
Tal y como esperaba, Lucas se movió de forma sutil contra su cuerpo, haciéndolo soltar un pequeño suspiro entre sus labios. —La vi —aseguró en tono cansino, refiriéndose a la cena que olió desde que abrió la puerta de la casa —pero prefiero mil veces el postre —susurró soltando una risa discreta, antes de corresponderle el beso fervientemente. Un día entero sin sentir sus labios sobre los suyos habían sido una verdadera tortura. Se notaba, de lejos, que ambos necesitaban esa conexión que solo podían tener al cien por ciento, usando todos sus sentidos, cuando estaban completamente solos. Bastaba con ver la protuberacia en la toalla del inglés.
—Te sobra una prenda —dijo en medio del beso, deslizando su mano desde el abdomen de su prometido hasta su pelvis, donde le acarició con sus dedos discretamente —¿la sacamos de aquí? —su pregunta en susurro fue al mismo tiempo que su palma atrapó sobre la toalla, el disimulado bulto de Lucas. Aun así podía sentir lo caliente que estaba esa parte suya. Empezó a mover su mano de arriba hacia abajo, suavemente, sin apresurarse. Mientras tanto, sus labios viajaron un poco más abajo de donde estaban y le besó el cuello, respirando su perfume tan adictivo. —El postre huele mejor que la cena… —susurró lamiéndole sobre su piel discretamente —...y sabe de maravillas —agregó con los ojos cerrados, dedicándose a los dos trabajos que estaba haciendo, tanto el superior como el inferior.
Sintió los dedos de su acompañante sobre sus manos, acariciándolas, y sonrió de costado. Darse una ducha con él sonaba tentador, pero era todavía más fascinante ver cómo la toalla que tenía atada a la cintura se cayera suavemente hasta sus pies. Era una imagen que tenía bien grabada en su cabeza, cada vez que recordaba su noche vivida en La Toscana, solo que las posiciones estaban invertidas. —Verte desnudo siempre será mejor que cualquier cosa —contestó sincero, con una mirada sugestiva a través del espejo, el cual le daba un toque más interesante a la escena que estaban protagonizando, porque podían verse los rostros perfectamente.
Tal y como esperaba, Lucas se movió de forma sutil contra su cuerpo, haciéndolo soltar un pequeño suspiro entre sus labios. —La vi —aseguró en tono cansino, refiriéndose a la cena que olió desde que abrió la puerta de la casa —pero prefiero mil veces el postre —susurró soltando una risa discreta, antes de corresponderle el beso fervientemente. Un día entero sin sentir sus labios sobre los suyos habían sido una verdadera tortura. Se notaba, de lejos, que ambos necesitaban esa conexión que solo podían tener al cien por ciento, usando todos sus sentidos, cuando estaban completamente solos. Bastaba con ver la protuberacia en la toalla del inglés.
—Te sobra una prenda —dijo en medio del beso, deslizando su mano desde el abdomen de su prometido hasta su pelvis, donde le acarició con sus dedos discretamente —¿la sacamos de aquí? —su pregunta en susurro fue al mismo tiempo que su palma atrapó sobre la toalla, el disimulado bulto de Lucas. Aun así podía sentir lo caliente que estaba esa parte suya. Empezó a mover su mano de arriba hacia abajo, suavemente, sin apresurarse. Mientras tanto, sus labios viajaron un poco más abajo de donde estaban y le besó el cuello, respirando su perfume tan adictivo. —El postre huele mejor que la cena… —susurró lamiéndole sobre su piel discretamente —...y sabe de maravillas —agregó con los ojos cerrados, dedicándose a los dos trabajos que estaba haciendo, tanto el superior como el inferior.
Francesco P. Vacchiani- Fecha de inscripción : 13/09/2013
Re: Tempo per noi, come ai vecchi tempi | Francesco P. Vacchiani (+18)
Luego de un largo día de trabajo no había nada mejor que pasar lo que queda del día con su prometido, con su mejor amigo de toda la vida. Estar solos en casa no era nada aburrido, nunca lo sería, ya que ambos saben como pasarla bien juntos, de cualquier manera.
Su respuesta hizo que sus labios se curvaran en una gran sonrisa mientras disfrutaba de la mirada que le daba a través del espejo, una mirada que lograba ponerlo al mil. Menos mal estaban solos en casa, podían hacer lo que les plazca sin que nadie los moleste.—Quiero quitarte la ropa, a pesar de que te queda excelente prefiero ver tu piel desnuda—admitió observándole por el reflejo, acariciando sus dedos ansioso. De verdad moría por quitarle cada una de las prendas, para quedar en igualdad de condiciones.
El beso fue delicioso, excitante. Aquel par de labios suaves de su prometido simplemente le enloquecían, un beso suyo y de aquella manera lograba que descargas eléctricas recorrieran todo su cuerpo. Cada beso estaba cargado de deseo, de pasión. Era inevitable que entre las piernas del inglés algo despertara y se diera a notar por como su toalla se levantaba.—El postre siempre ha sido mi momento favorito después de la cena—comentó y rió bajo, ya que era cien por ciento cierto, desde que era pequeño disfrutaba al máximo el postre, pero desde que está con Francesco le encanta otra clase de postre, aun más deliciosa.
Sus labios se seguían moviendo sibre los del italiano, y suspiró suavemente al escucharle pero también al sentir su mano acariciándole el abdomen. Cuando iba a responder la pregunta abrió los ojos y de sus labios se escapó un pequeño jadeo de placer al sentir como la mano del castaño había atrapado su miembro sobre la toalla.—Fran...—susurró bajo disfrutando del movimiento de su mano. El beso que dejó en su cuello seguido de la lamida hizo que su cuerpo se estremeciera y deseara al máximo estar unidos por fin. No quedaba mucho tiempo para que aquello sucediera, tenía que ser paciente.—Sí que sabes como excitarme... ¿Quieres ver?—preguntó con voz ronca y rió bajo, llevando una de sus manos a su toalla, soltándola para que se deslizara hasta el piso, sin pena alguna. Le encantaba mostrar su cuerpo a su mejor amigo, así como disfrutaba viéndole desnudo, solo para él.
Por un impulso su parte trasera se pegó contra el cuerpo del italiano como antes había hecho. Suspiró de nuevo.—Mira lo que causas en mí—le dice bajo antes de besar su cuello, dejando que vea su miembro alzado, duro y bastante caliente. No podía evitarlo, además le encantaba. La noche especial para ambos había comenzado de una forma única, perfecta.
Su respuesta hizo que sus labios se curvaran en una gran sonrisa mientras disfrutaba de la mirada que le daba a través del espejo, una mirada que lograba ponerlo al mil. Menos mal estaban solos en casa, podían hacer lo que les plazca sin que nadie los moleste.—Quiero quitarte la ropa, a pesar de que te queda excelente prefiero ver tu piel desnuda—admitió observándole por el reflejo, acariciando sus dedos ansioso. De verdad moría por quitarle cada una de las prendas, para quedar en igualdad de condiciones.
El beso fue delicioso, excitante. Aquel par de labios suaves de su prometido simplemente le enloquecían, un beso suyo y de aquella manera lograba que descargas eléctricas recorrieran todo su cuerpo. Cada beso estaba cargado de deseo, de pasión. Era inevitable que entre las piernas del inglés algo despertara y se diera a notar por como su toalla se levantaba.—El postre siempre ha sido mi momento favorito después de la cena—comentó y rió bajo, ya que era cien por ciento cierto, desde que era pequeño disfrutaba al máximo el postre, pero desde que está con Francesco le encanta otra clase de postre, aun más deliciosa.
Sus labios se seguían moviendo sibre los del italiano, y suspiró suavemente al escucharle pero también al sentir su mano acariciándole el abdomen. Cuando iba a responder la pregunta abrió los ojos y de sus labios se escapó un pequeño jadeo de placer al sentir como la mano del castaño había atrapado su miembro sobre la toalla.—Fran...—susurró bajo disfrutando del movimiento de su mano. El beso que dejó en su cuello seguido de la lamida hizo que su cuerpo se estremeciera y deseara al máximo estar unidos por fin. No quedaba mucho tiempo para que aquello sucediera, tenía que ser paciente.—Sí que sabes como excitarme... ¿Quieres ver?—preguntó con voz ronca y rió bajo, llevando una de sus manos a su toalla, soltándola para que se deslizara hasta el piso, sin pena alguna. Le encantaba mostrar su cuerpo a su mejor amigo, así como disfrutaba viéndole desnudo, solo para él.
Por un impulso su parte trasera se pegó contra el cuerpo del italiano como antes había hecho. Suspiró de nuevo.—Mira lo que causas en mí—le dice bajo antes de besar su cuello, dejando que vea su miembro alzado, duro y bastante caliente. No podía evitarlo, además le encantaba. La noche especial para ambos había comenzado de una forma única, perfecta.
Lucas A. Macken- Fecha de inscripción : 13/09/2013
Re: Tempo per noi, come ai vecchi tempi | Francesco P. Vacchiani (+18)
No hay nada más sensual y provocador que un jadeo bajo, casi ahogado. Cuando escuchó a Lucas de esa forma, su corazón se aceleró, queriendo salir disparado de su pecho, mientras en medio de sus piernas empezó a sentir que esa parte de su cuerpo despertaba poco a poco. Solo el inglés lograba excitarlo tan rápidamente, pero no por eso sus sesiones de intimidad eran cortas. Todo lo contrario. Cuando sensaciones tan instantáneas los invadían, no descansaban hasta saciar completamente su sed de amor. Podían juntarse una y otra vez, con el único fin de satisfacerse el uno al otro. Esa noche tenía un camino marcado, un destino marcado con heraldos, uno que conocían bien y por el cual habían pasado muchas veces.
La piel de Lucas, ante los labios y lengua del italiano, tenía un sabor único e incomparable. ¿Conocen esa sensación que se tiene cuando se come algo que se ha querido comer durante mucho tiempo? Así mismo estaba Francesco con respecto a la piel del inglés y el bulto que atrapó con su mano. ¿Qué si quería ver qué escondía la toalla? No hizo falta contestarle, pronto vio ese pedazo de tela en el suelo y pudo reconocer a través del espejo, esa parte del cuerpo de su pareja que tanto le gustaba, que tanto le llenaba y que tanto placer le hacía sentir. ¡Bendito quien inventó el espejo! Su sonrisa se enardeció a medida que se pegaba por completo al moreno. Frotó su intimidad contra la suya, mientras volvía a atraparlo y acariciarlo de arriba hacia abajo. —Me encanta ponerte así… —susurró con los ojos cerrados, tirando un poco su cabeza para atrás, dándole el espacio suficiente para que siga besando su cuello.
Qué sensación para más placentera. Qué escena para más perfecta. Francesco detrás de Lucas, acariciándolo directamente, tirando y soltando de su piel sensible mientras recibía diversos besos en la piel de su cuello, de forma provocadora. Llevó sus dos manos a los hombros desnudos de su prometido, acariciándolos, haciendo un viaje sobre sus brazos hasta llegar a su muñecas. Lo obligó a apoyarse en el lavado, con el cuerpo inclinado hacia adelante, dejándole una vista privilegiada de toda su parte trasera. Se moría por estar dentro de una vez, por escucharlo jadear y ahogar gritos. Aunque no, esa noche podían hacer todo el ruido que quisieran sin incomodar a nadie. Esa noche era de ellos nada más. —Mi posición favorita —aseguró en tono provocador, excitado, besándole la nuca y la espalda, lamiéndole como lo haría con una paleta de helado en un verano muy caliente.
Sus prendas convertían a su bulto en un prisionero de guerra. Francesco decidió liberarlo al desabrocharse el pantalón y bajar su cremallera. Todavía con el bóxer encima, que se veía claramente deformado por la protuberancia que se encontraba dentro, se acomodó entre los glúteos desnudos de su prometido y empezó a moverse de arriba hacia abajo. Soltó un suspiro de placer, con sus manos aferradas a su cintura. Dios. Qué bien se sentía frotarse de esa forma contra su prometido. De nuevo atacó su piel, solo que esta vez un poco más abajo de su nuca, a la mitad de su espalda, sin dejar de moverse.
La piel de Lucas, ante los labios y lengua del italiano, tenía un sabor único e incomparable. ¿Conocen esa sensación que se tiene cuando se come algo que se ha querido comer durante mucho tiempo? Así mismo estaba Francesco con respecto a la piel del inglés y el bulto que atrapó con su mano. ¿Qué si quería ver qué escondía la toalla? No hizo falta contestarle, pronto vio ese pedazo de tela en el suelo y pudo reconocer a través del espejo, esa parte del cuerpo de su pareja que tanto le gustaba, que tanto le llenaba y que tanto placer le hacía sentir. ¡Bendito quien inventó el espejo! Su sonrisa se enardeció a medida que se pegaba por completo al moreno. Frotó su intimidad contra la suya, mientras volvía a atraparlo y acariciarlo de arriba hacia abajo. —Me encanta ponerte así… —susurró con los ojos cerrados, tirando un poco su cabeza para atrás, dándole el espacio suficiente para que siga besando su cuello.
Qué sensación para más placentera. Qué escena para más perfecta. Francesco detrás de Lucas, acariciándolo directamente, tirando y soltando de su piel sensible mientras recibía diversos besos en la piel de su cuello, de forma provocadora. Llevó sus dos manos a los hombros desnudos de su prometido, acariciándolos, haciendo un viaje sobre sus brazos hasta llegar a su muñecas. Lo obligó a apoyarse en el lavado, con el cuerpo inclinado hacia adelante, dejándole una vista privilegiada de toda su parte trasera. Se moría por estar dentro de una vez, por escucharlo jadear y ahogar gritos. Aunque no, esa noche podían hacer todo el ruido que quisieran sin incomodar a nadie. Esa noche era de ellos nada más. —Mi posición favorita —aseguró en tono provocador, excitado, besándole la nuca y la espalda, lamiéndole como lo haría con una paleta de helado en un verano muy caliente.
Sus prendas convertían a su bulto en un prisionero de guerra. Francesco decidió liberarlo al desabrocharse el pantalón y bajar su cremallera. Todavía con el bóxer encima, que se veía claramente deformado por la protuberancia que se encontraba dentro, se acomodó entre los glúteos desnudos de su prometido y empezó a moverse de arriba hacia abajo. Soltó un suspiro de placer, con sus manos aferradas a su cintura. Dios. Qué bien se sentía frotarse de esa forma contra su prometido. De nuevo atacó su piel, solo que esta vez un poco más abajo de su nuca, a la mitad de su espalda, sin dejar de moverse.
Francesco P. Vacchiani- Fecha de inscripción : 13/09/2013
Re: Tempo per noi, come ai vecchi tempi | Francesco P. Vacchiani (+18)
Lucas se sentía de maravilla. Siempre que estaba con el italiano que le había robado el corazón se sentía como un adolescente a pesar de tener treita y cuatro años. A veces ambos se molestaban entre ellos por su edad, siempre bromistas, para terminar riendo a carcajadas. Desde siempre parece que en los cuerpos de ambos se quedó prisionero su juventud. Y les encantaba, eso significaba que nunca se aburrirían. Pero la situación que vivían en ese momento no era para nada inocente. Era uno de esos momentos donde podían dejarse llevar, demostrarse todo el amor que tienen por el otro a través de una caricia, un beso, una mirada que decía mucho más que mil palabras. Francesco y Lucas tenían una conexión tan fuerte e intima desde hace años que con solo mirar los ojos del otro saben qué quiere su pareja.
Las manos del italiano, tan perfectas como siempre, fuertes pero cuidadosas, calientes, sabían bien como hacer disfrutar al inglés. Con solo una caricia pequeña una descarga eléctrica recorría su cuerpo despertándolo, aunque se sabía controlar en público. Su corazón latía fuerte, pareciendo que en cualquier momento se escaparía de su pecho para ir con el corazón del castaño. Los ojos del inglés aprovechaban para ver a través del espejo toda la escena que ocurría en el baño de la habitación principal, para luego cerrarse y continuar besando el cuello de su prometido. Cada beso, cada roce era especial aunque quisiera controlarse. "Difícil controlarse con un hombre como Vacchiani" pensó divertido mientras besaba esa zona sensible de su pareja.
Sentía el pulso acelerado de su órgano vital por todo su cuerpo, sobretodo en el bulto que se había alzado gracias a las caricias del italiano. Podía ver la mirada de su mejor amigo fija por un momento en su entrepierna, haciéndole sonreír como idiota, sabiendo que a ambos les encantaba aquella reacción. Cuando sintió que su prometido se pegaba a su cuerpo una vez más Lucas cerró los ojos complacido al notar que el cuerpo de Francesco había reaccionado como lo esperaba.—Me encanta como te pongo—admitió casi como una respuesta a lo que había dicho momentos antes, dejando ver una sonrisa amplia mientras le miraba a través del reflejo del espejo.
Suspiros de placer se escapaban de sus labios y chocaban con cuidado contra la piel del castaño, disfrutando de como los dedos cálidos de su italiano se encargaban de tirar y soltar su piel. No se había dado cuenta que había cerrado los ojos, solo cuando sintió que le abandonaba abajo para dejar las manos en sus hombros abrió los ojos. En silencio y con una sonrisa de lado dejó que aquellos dedos recorrieran su piel algo mojada hasta las muñecas. No opuso ninguna resistencia cuando sintió sus manos en la superficie fría del lavamanos, observando atento al hombre que siempre le robaba jadeos y suspiros de placer cuando hacían el amor. Cada vez que lo hacían sus almas pedían más hasta que sus cuerpos cayeran rendidos en los brazos de Morfeo.
Jadeó bajo, excitado, cuando escuchó la voz de su prometido y luego los besos y las lamidas en la nuca, una parte muy sensible del inglés. Escuchó claramente como la cremallera del pantalón de Vacchiani bajaba y la tela caía al suelo. Cerró los ojos humedeciendo su labio inferior antes de sentir la tela de su bóxer directamente, sintiendo su bulto duro frotándose contra él. Ambos estaban ansiosos, se notaba desde kilómetros. Lucas quería arrancar de una buena vez la ropa interior de su hombre, la única prenda que limitaba el contacto directo de la intimidad del italiano con la suya. Movía su pelvis con cuidado, haciendo presión en el bulto de su mejor amigo, de su enamorado, disfrutando igualmente de sus besos, aquellos que empezaban a bajar por su espalda, haciendo que se estremeciera. Podía sentir su miembro, aquel que pedía a gritos se liberado pero que continuaba siendo atrapado por aquella tela traicionera.
—Quiero...—murmuró bajo, ronco, dejando inconclusa la frase antes de llevar una de sus manos al boxer de su prometido. Sin decir nada hizo que bajara un poco, liberando solo su punta para acariciarla con cuidado tirando y soltando suave la piel, aun sintiendo como el castaño se movía contra él. Estaba a su merced, podía hacer con él lo que quisiera.
Las manos del italiano, tan perfectas como siempre, fuertes pero cuidadosas, calientes, sabían bien como hacer disfrutar al inglés. Con solo una caricia pequeña una descarga eléctrica recorría su cuerpo despertándolo, aunque se sabía controlar en público. Su corazón latía fuerte, pareciendo que en cualquier momento se escaparía de su pecho para ir con el corazón del castaño. Los ojos del inglés aprovechaban para ver a través del espejo toda la escena que ocurría en el baño de la habitación principal, para luego cerrarse y continuar besando el cuello de su prometido. Cada beso, cada roce era especial aunque quisiera controlarse. "Difícil controlarse con un hombre como Vacchiani" pensó divertido mientras besaba esa zona sensible de su pareja.
Sentía el pulso acelerado de su órgano vital por todo su cuerpo, sobretodo en el bulto que se había alzado gracias a las caricias del italiano. Podía ver la mirada de su mejor amigo fija por un momento en su entrepierna, haciéndole sonreír como idiota, sabiendo que a ambos les encantaba aquella reacción. Cuando sintió que su prometido se pegaba a su cuerpo una vez más Lucas cerró los ojos complacido al notar que el cuerpo de Francesco había reaccionado como lo esperaba.—Me encanta como te pongo—admitió casi como una respuesta a lo que había dicho momentos antes, dejando ver una sonrisa amplia mientras le miraba a través del reflejo del espejo.
Suspiros de placer se escapaban de sus labios y chocaban con cuidado contra la piel del castaño, disfrutando de como los dedos cálidos de su italiano se encargaban de tirar y soltar su piel. No se había dado cuenta que había cerrado los ojos, solo cuando sintió que le abandonaba abajo para dejar las manos en sus hombros abrió los ojos. En silencio y con una sonrisa de lado dejó que aquellos dedos recorrieran su piel algo mojada hasta las muñecas. No opuso ninguna resistencia cuando sintió sus manos en la superficie fría del lavamanos, observando atento al hombre que siempre le robaba jadeos y suspiros de placer cuando hacían el amor. Cada vez que lo hacían sus almas pedían más hasta que sus cuerpos cayeran rendidos en los brazos de Morfeo.
Jadeó bajo, excitado, cuando escuchó la voz de su prometido y luego los besos y las lamidas en la nuca, una parte muy sensible del inglés. Escuchó claramente como la cremallera del pantalón de Vacchiani bajaba y la tela caía al suelo. Cerró los ojos humedeciendo su labio inferior antes de sentir la tela de su bóxer directamente, sintiendo su bulto duro frotándose contra él. Ambos estaban ansiosos, se notaba desde kilómetros. Lucas quería arrancar de una buena vez la ropa interior de su hombre, la única prenda que limitaba el contacto directo de la intimidad del italiano con la suya. Movía su pelvis con cuidado, haciendo presión en el bulto de su mejor amigo, de su enamorado, disfrutando igualmente de sus besos, aquellos que empezaban a bajar por su espalda, haciendo que se estremeciera. Podía sentir su miembro, aquel que pedía a gritos se liberado pero que continuaba siendo atrapado por aquella tela traicionera.
—Quiero...—murmuró bajo, ronco, dejando inconclusa la frase antes de llevar una de sus manos al boxer de su prometido. Sin decir nada hizo que bajara un poco, liberando solo su punta para acariciarla con cuidado tirando y soltando suave la piel, aun sintiendo como el castaño se movía contra él. Estaba a su merced, podía hacer con él lo que quisiera.
Lucas A. Macken- Fecha de inscripción : 13/09/2013
Re: Tempo per noi, come ai vecchi tempi | Francesco P. Vacchiani (+18)
Quien dominaba en la intimidad, para los europeos, era lo menos importante. Al momento de amarse en la privacidad de su habitación, solo les interesaba disfrutar el uno del otro. Se dejaban envolver por la excitación y necesidad, haciendo su único fin el satisfacer sus deseos más fervientes. Francesco y Lucas llevaban más de diez años conociéndose y reconociéndose en la intimidad. Su lado sensual, erótico y apasionado estaba siempre presente, sobre todo cuando se encontraban solos. Para el italiano, la base de una buena relación sentimental, era la comunicación sexual de ambas partes. Además del amor, la comprensión, la fidelidad, primaba ese lado carnal del ser humano. Dejaba un momento de ser el tipo bueno, de grande sonrisa y divertido, para convertirse en un hombre que sabía perfectamente lo que hacía, que sacaba a relucir su lado más caliente y lujurioso.
Tener en esa posición a Lucas lo hacía sentirse mucho más excitado, con la necesidad de entrar en su cuerpo de un solo golpe y salir y… volver a entrar, y salir nuevamente. Así sucesivamente, a un ritmo pausado en un inicio y acelerado después, haciéndolo jadear y gritar su nombre. Quería oírlo pedirle más rápido y fuerte cada una de las embestidas que le regalaba. No había nada mejor para el castaño que verlo disfrutar de cada uno de sus movimientos y caricias. Qué no daría por tener la oportunidad de hacer el amor con él todo el tiempo, a todas horas, en cualquier lugar. Desde la primera vez que estuvieron juntos, luego de hacer formal relación, el inglés se había vuelto su obsesión. En sus tiempos de juventud, sobre todo, donde tenían más tiempo libre para tener intimidad cada vez que quisieran. Nunca se cansaban, nunca era suficiente. Esa misma llama seguía encendida en el interior de ambos.
Sin verlo venir, sintió cómo la punta de su miembro quedó libre gracias a la mano hábil del castaño, quien también se tomó la molestia de acariciarlo suavemente. Francesco ahogó un suspiro, pero pronto lo soltó, fue profundo, ronco. Sonrió débil, bajándose por completo su bóxer, así como su pantalón. Ambas prendas le estorbaban. —Yo sé que quieres, Macken… —susurró con convicción, separando un poco las piernas mientras le acariciaba el trasero con su punta de forma suave —…siempre lo sé —agregó segundos después, tomando los glúteos del moreno con ambas manos, separándolos para ver su entrada y empezarla a acariciar con sus dedos. Su cavidad aún estaba estrecha y el agua que le había caído por la ducha, se había evaporado por el calor del momento. —¿Es verdad o estoy mintiendo? —preguntó seductor, mirándolo por medio del espejo, con una sonrisa libidinosa dibujada en su rostro.
Mojó un par de sus dedos con su saliva y los pasó por la cabeza de su miembro, solo para poder ubicarlo entre sus glúteos, y hacer una presión bastante provocadora en su entrada. Un jadeo se escapó de sus labios. Necesitaba más lubricación para poder hacerlo suyo, de lo contrario, le dolería, pero... ¡Rayos! La intimidad de Lucas era tan acogedora que el italiano moría de ganas por entrar de un solo empujón. —Ya sabes en que cajón está —murmuró acariciándole la cintura, refiriéndose claramente al gel que ambos tenían en la parte baja y derecha del lavamanos. El inglés con solo estirar su mano podía abrir el cajón y sacarlo, cosa que Francesco no podía hacer sin despegarse de él. No, en sus planes estaba solo salir de su interior para volver a entrar al instante. Le dio un beso en la espalda, una lamida y una suave mordida.
Tener en esa posición a Lucas lo hacía sentirse mucho más excitado, con la necesidad de entrar en su cuerpo de un solo golpe y salir y… volver a entrar, y salir nuevamente. Así sucesivamente, a un ritmo pausado en un inicio y acelerado después, haciéndolo jadear y gritar su nombre. Quería oírlo pedirle más rápido y fuerte cada una de las embestidas que le regalaba. No había nada mejor para el castaño que verlo disfrutar de cada uno de sus movimientos y caricias. Qué no daría por tener la oportunidad de hacer el amor con él todo el tiempo, a todas horas, en cualquier lugar. Desde la primera vez que estuvieron juntos, luego de hacer formal relación, el inglés se había vuelto su obsesión. En sus tiempos de juventud, sobre todo, donde tenían más tiempo libre para tener intimidad cada vez que quisieran. Nunca se cansaban, nunca era suficiente. Esa misma llama seguía encendida en el interior de ambos.
Sin verlo venir, sintió cómo la punta de su miembro quedó libre gracias a la mano hábil del castaño, quien también se tomó la molestia de acariciarlo suavemente. Francesco ahogó un suspiro, pero pronto lo soltó, fue profundo, ronco. Sonrió débil, bajándose por completo su bóxer, así como su pantalón. Ambas prendas le estorbaban. —Yo sé que quieres, Macken… —susurró con convicción, separando un poco las piernas mientras le acariciaba el trasero con su punta de forma suave —…siempre lo sé —agregó segundos después, tomando los glúteos del moreno con ambas manos, separándolos para ver su entrada y empezarla a acariciar con sus dedos. Su cavidad aún estaba estrecha y el agua que le había caído por la ducha, se había evaporado por el calor del momento. —¿Es verdad o estoy mintiendo? —preguntó seductor, mirándolo por medio del espejo, con una sonrisa libidinosa dibujada en su rostro.
Mojó un par de sus dedos con su saliva y los pasó por la cabeza de su miembro, solo para poder ubicarlo entre sus glúteos, y hacer una presión bastante provocadora en su entrada. Un jadeo se escapó de sus labios. Necesitaba más lubricación para poder hacerlo suyo, de lo contrario, le dolería, pero... ¡Rayos! La intimidad de Lucas era tan acogedora que el italiano moría de ganas por entrar de un solo empujón. —Ya sabes en que cajón está —murmuró acariciándole la cintura, refiriéndose claramente al gel que ambos tenían en la parte baja y derecha del lavamanos. El inglés con solo estirar su mano podía abrir el cajón y sacarlo, cosa que Francesco no podía hacer sin despegarse de él. No, en sus planes estaba solo salir de su interior para volver a entrar al instante. Le dio un beso en la espalda, una lamida y una suave mordida.
Francesco P. Vacchiani- Fecha de inscripción : 13/09/2013
Re: Tempo per noi, come ai vecchi tempi | Francesco P. Vacchiani (+18)
¿Tan intensa era la conexión de ambos siempre que están juntos? Sí, por supuesto. Desde que se conocen cuando son pequeños siempre han estado juntos, en las buenas y en las malas. Siempre cuidando la espalda del otro, siempre contándose secretos que ninguno contaría a nadie, etc. El vínculo entre el italiano y el inglés se había fortalecido con el paso de los años, más que todo por la conexión sentimental que tienen desde que iban a la Universidad. Desde entonces ambos alimentan su amor, con risas, abrazos, caricias, besos... hasta llegar a estar juntos en la intimidad, ambos queriendo convertirse en uno siempre que pudieran mientras que hacían el amor. Sus hijos sabían que sus padres se amaban, y sabían y respetaban la intimidad de ambos, algo que Lucas siempre les agradecía cada vez que dejaban la casa sola, a merced de los hombres europeos que se encontraban solos en el baño, sin que nada ni nadie los moleste.
Su cuerpo se estremeció al escucharle. Tenía toda la razón. Imposible negárselo. Macken quería, todo el tiempo y en cualquier lugar, aunque sabía controlarse para dejarse llevar cuando se encontraba a solas con su pareja. Dejó escapar un pequeño jadeo excitante cuando la punta caliente y desnuda de Francesco acarició sus glúteos. Aquello hizo que muriera por sentirle dentro, lo deseaba más que nada. Quería unirse con él, sintiendo como le llena por completo una y otra vez. Desde la primera vez que dejó que el italiano lo hiciera suyo le encantó, así como cuando hizo suyo al castaño en Italia, su primera vez juntos en la intimidad. Se movió contra él con cuidado, suspirando pesado disfrutando del roce caliente con su miembro.—Es verdad—le dio la razón mientras le observaba por el espejo, aturdido por el placer y la excitación que sentía, así como por la ansiedad de tenerlo tan cerca pero sin que le penetre aún.
Entreabrió los labios cuando sintió la punta humedecida en su intimidad haciendo presión, una presión que era casi perfecta. ¿Casi? Sí, sería perfecta cuando estuviera por fin dentro de él. Rió bajo al escucharle, sin poder evitar jadear un poco por toda la presión que sentía por su punta. Mientras que su mano izquierda se sujetaba con fuerza del lavabo, su mano derecha se estiraba para buscar el lubricante, aunque su mano se detuvo un momento al sentir un poco más de presión y rió ronco.—Pollo, déjame sacar el gel—bromeó para hacerle reír, aunque le encantaba que hiciera tanta presión, le hacía desearle tanto que su cuerpo iba a estallar. Abrió el cajón y sacó el gel para luego entregárselo al italiano, dedicándole una sonrisa de lado a través del reflejo cuando sintió el beso, la lamida y el mordisco. Se sentía deseado, deseado por aquella persona que conocía desde que tenía seis años y era digno de su confianza y su amor infinito. Sus ojos estaban brillando de excitación, de deseo, de felicidad por estar con el amor de su vida en ese momento.—Ya quiero sentirte, Vacchiani—murmuró humedeciendo una vez más su labio inferior sin dejar de verle.—Hoy no tenemos que morder almohadas—bromeó riendo ronco, moviéndose contra él para incitarlo a entrar pronto.
Su cuerpo se estremeció al escucharle. Tenía toda la razón. Imposible negárselo. Macken quería, todo el tiempo y en cualquier lugar, aunque sabía controlarse para dejarse llevar cuando se encontraba a solas con su pareja. Dejó escapar un pequeño jadeo excitante cuando la punta caliente y desnuda de Francesco acarició sus glúteos. Aquello hizo que muriera por sentirle dentro, lo deseaba más que nada. Quería unirse con él, sintiendo como le llena por completo una y otra vez. Desde la primera vez que dejó que el italiano lo hiciera suyo le encantó, así como cuando hizo suyo al castaño en Italia, su primera vez juntos en la intimidad. Se movió contra él con cuidado, suspirando pesado disfrutando del roce caliente con su miembro.—Es verdad—le dio la razón mientras le observaba por el espejo, aturdido por el placer y la excitación que sentía, así como por la ansiedad de tenerlo tan cerca pero sin que le penetre aún.
Entreabrió los labios cuando sintió la punta humedecida en su intimidad haciendo presión, una presión que era casi perfecta. ¿Casi? Sí, sería perfecta cuando estuviera por fin dentro de él. Rió bajo al escucharle, sin poder evitar jadear un poco por toda la presión que sentía por su punta. Mientras que su mano izquierda se sujetaba con fuerza del lavabo, su mano derecha se estiraba para buscar el lubricante, aunque su mano se detuvo un momento al sentir un poco más de presión y rió ronco.—Pollo, déjame sacar el gel—bromeó para hacerle reír, aunque le encantaba que hiciera tanta presión, le hacía desearle tanto que su cuerpo iba a estallar. Abrió el cajón y sacó el gel para luego entregárselo al italiano, dedicándole una sonrisa de lado a través del reflejo cuando sintió el beso, la lamida y el mordisco. Se sentía deseado, deseado por aquella persona que conocía desde que tenía seis años y era digno de su confianza y su amor infinito. Sus ojos estaban brillando de excitación, de deseo, de felicidad por estar con el amor de su vida en ese momento.—Ya quiero sentirte, Vacchiani—murmuró humedeciendo una vez más su labio inferior sin dejar de verle.—Hoy no tenemos que morder almohadas—bromeó riendo ronco, moviéndose contra él para incitarlo a entrar pronto.
Lucas A. Macken- Fecha de inscripción : 13/09/2013
Re: Tempo per noi, come ai vecchi tempi | Francesco P. Vacchiani (+18)
Físicamente, lo primero que llamó la atención del italiano fue la hermosa sonrisa de Lucas. Desde que lo vio entrar a su salón de clases, preguntándole si se podía sentar a su lado. Con el pasar de los años, le empezó a gustar también su rostro por completo, sobre todo, sus labios. Se veían muy carnosos, muy suaves… irresistibles, tanto como para soñar con ellos una y otra vez, más aun cuando lo veía humedecérselos con su lengua. Cuando los besó por primera vez se sintió morir y revivir un millón de veces seguidas. Quizás las circunstancias no fueron las ideales, porque en sus fantasías más estrambóticas, Francesco se había imaginado un beso más romántico, con un fondo perfecto, sin el contexto que habían vivido: una pelea donde Lucas terminó con la nariz rota. Sin embargo, cada que lo recordaba, su corazón se aceleraba y a su cabeza llegaban imágenes de lo que vivieron en sus épocas de juventud en la universidad, al lado de sus amigos y personas queridas.
En la intimidad del cuarto de baño, completamente solos y sin los niños presentes, ambos podían demostrarse todo aquello que sentían con respecto al otro. Francesco no se iba a limitar a que esa fuera solamente una noche de sexo y punto. Quería mucho más que una simple conexión física con su prometido, una combinación de amor y placer que solo el inglés podía proporcionarle, por eso, cuando lo escuchó decir “pollo”, regresó años atrás. Dios. Ese apodo, o que lo llamara “Vacchiani”, lo volvían loco. Significaban una vida entera juntos, que fue interrumpida por un par de años, pero también que se retomó con mayor intensidad hasta la actualidad.
—Yo no estoy haciendo nada, amor, mi amiguito está ansioso —le contestó riendo por lo bajo, vigilando cada uno de sus movimientos a través del espejo. Tomó el gel, moviéndose un momento para liberar su miembro. De un apretón el líquido espeso cayó sobre el mencionado y Francesco lo esparció en toda su extensión, poniéndole un poco más a su punta. —Si quieres morder algo, que sea a mí —contestó mientras le ponía un poco de gel en su entrada, paciente, metiendo su dedo índice tranquilamente. Se mordió el labio inferior, su prometido parecía listo para recibirlo, pero… sacó su dedo y lo volvió a meter, imaginando que era su propio miembro haciéndolo. Un suspiro ahogado salió de entre sus labios, pues cada sonido que emitía los labios de Lucas, lo excitaban el doble o triple a lo que estaba.
El gel terminó en el suelo o quién sabe dónde cayó después de que el italiano lo tiró. Sacó su dedo y guio su miembro hasta la entrada del moreno. Estaba preparado. Ambos lo estaban. —Siénteme —susurró en tono muy bajo, mientras su miembro desaparecía en el interior del moreno suavemente, poco a poco, resbalando. Jadeó con los labios separados y sus manos se aferraron a sus costados una vez que lo hizo suyo completamente. La forma en que se unían era única. Parecía que uno fuera la pieza faltante del rompecabezas del otro. Empezó a moverse dentro y fuera del inglés a ritmo tranquilo, soltando suspiro roncos, profundos. Inclinó su cuerpo para poder besarle en la nuca, intentando encontrar sus labios, los necesitaba. Su miembro encajaba bien en su interior, por lo tanto y como solía suceder siempre, no quería sacarlo de ahí jamás.
En la intimidad del cuarto de baño, completamente solos y sin los niños presentes, ambos podían demostrarse todo aquello que sentían con respecto al otro. Francesco no se iba a limitar a que esa fuera solamente una noche de sexo y punto. Quería mucho más que una simple conexión física con su prometido, una combinación de amor y placer que solo el inglés podía proporcionarle, por eso, cuando lo escuchó decir “pollo”, regresó años atrás. Dios. Ese apodo, o que lo llamara “Vacchiani”, lo volvían loco. Significaban una vida entera juntos, que fue interrumpida por un par de años, pero también que se retomó con mayor intensidad hasta la actualidad.
—Yo no estoy haciendo nada, amor, mi amiguito está ansioso —le contestó riendo por lo bajo, vigilando cada uno de sus movimientos a través del espejo. Tomó el gel, moviéndose un momento para liberar su miembro. De un apretón el líquido espeso cayó sobre el mencionado y Francesco lo esparció en toda su extensión, poniéndole un poco más a su punta. —Si quieres morder algo, que sea a mí —contestó mientras le ponía un poco de gel en su entrada, paciente, metiendo su dedo índice tranquilamente. Se mordió el labio inferior, su prometido parecía listo para recibirlo, pero… sacó su dedo y lo volvió a meter, imaginando que era su propio miembro haciéndolo. Un suspiro ahogado salió de entre sus labios, pues cada sonido que emitía los labios de Lucas, lo excitaban el doble o triple a lo que estaba.
El gel terminó en el suelo o quién sabe dónde cayó después de que el italiano lo tiró. Sacó su dedo y guio su miembro hasta la entrada del moreno. Estaba preparado. Ambos lo estaban. —Siénteme —susurró en tono muy bajo, mientras su miembro desaparecía en el interior del moreno suavemente, poco a poco, resbalando. Jadeó con los labios separados y sus manos se aferraron a sus costados una vez que lo hizo suyo completamente. La forma en que se unían era única. Parecía que uno fuera la pieza faltante del rompecabezas del otro. Empezó a moverse dentro y fuera del inglés a ritmo tranquilo, soltando suspiro roncos, profundos. Inclinó su cuerpo para poder besarle en la nuca, intentando encontrar sus labios, los necesitaba. Su miembro encajaba bien en su interior, por lo tanto y como solía suceder siempre, no quería sacarlo de ahí jamás.
Francesco P. Vacchiani- Fecha de inscripción : 13/09/2013
Re: Tempo per noi, come ai vecchi tempi | Francesco P. Vacchiani (+18)
Cada día y cada noche eran únicos con Francesco. Ya sea cuando estaban en la Universidad, cuando estaban en Italia o cuando estaban en Nueva York. El lugar no importaba si ambos estaban juntos, o eso pensaba el inglés. Creía en eso. Cada vez que tenía mucho trabajo o se estresaba demasiado solo tenía que pensar que su mejor amigo, su compañero de toda la vida, su prometido, su italiano lo esperaría en casa para compartir un momento especial. Ya sea abrazados en la cama viendo una película, pasando un tiempo en familia con sus dos hijos, cenando, viajando, ya sea de cualquier manera. Todo era perfecto cuando Francesco y Lucas se veían una vez más.
Cada caricia, cada beso, cada encuentro era perfecto y único. Ninguno podía repetirse, era imposible. Por lo que el corazón del moreno iba a toda velocidad, emocionado por lo que ocurriría esa noche desde que se había levantado de la cama esa mañana. Se sentía como un niño pequeño esperando con ansias ir a Disneylandia, solo que aquella situación que estaba viviendo Macken era muy diferente. Esa noche no era de sexo solamente, ninguno de los dos pensaba tener sexo y ya. Ambos se entregaban al otro de alguna u otra manera, dándose amor, pasión, sin dejar de ser los muchachos que siempre serán. Aquel espíritu juvenil dentro de ambos había ayudado mucho para que su amor incrementara, al igual que la relación que tenían con sus hijos. Y ese espíritu salía a flote, pro ejemplo pronunciando algún apodo, como el de "Pollo" o "Pato", como se llamaban desde que eran pequeños.
Una risa baja salió de sus labios al escuchar las palabras de su prometido.—Pollo Jr. ansioso, se nota bastante. Así como Pato Jr. también está muy ansioso—admitió moviendo las cejas de forma divertida mientras miraba al castaño a través del espejo. No dejó de mirar a su amor mientras se encargaba de llenar su miembro del gel. Las palabras que soltó más tarde hizo que su miembro vibrara y su cuerpo se tensara. Se mordió el labio inferior.—Tú eres mi postre favorito, Cesco—contestó sonriendo de lado, con voz seductora, aunque sintió el dedo de su prometido entrando sin problema y jadeó de placer. Adoraba aquella sensación aunque fuera solo su dedo. Salió y volvió a entrar, haciendo que jadeara y se mordiera fuerte el labio inferior. "Oh, Dios" pensó sonriendo, viendo lo concentrado que estaba el italiano.
Se sostuvo con fuerza del lavabo, justo cuando la punta lubricada de su castaño estaba preparada para entrar. Jadeó muy alto, tirando la cabeza hacia atrás cuando sintió como su pareja lo llenaba por completo. Se humedeció los labios, concentrado en sentir toda la extensión del italiano en su interior, pero cuando le abandonó suspiró para luego gemir de forma ronca cuando volvió a entrar. Era perfecto. No podía pedir nada más. Se echó un poco para atrás, sintiendo los labios suaves de su prometido en su nuca para luego girar la cabeza y besar sus labios de forma intensa, muy apasionada, ahogando varios jadeos bajos y gemidos roncos en sus labios.—Me encantas, Cesco—susurró sobre sus labios, sonriendo amplio antes de morder su labio inferior, moviéndose contra él.—Debí esperarte para...—su cuerpo se tensó un momento y un gemido alto se escapó de sus labios cuando hizo que todo el miembro del castaño desapareciera en su interior—...para ducharnos, amor—murmura aturdido, volviendo a besar sus labios, esos que lo volvían loco con solo mirarlos. Una de sus manos fue a su propio miembro, sintiendo que éste suplicaba por un poco de alivio. Sus dedos tiraban y soltaban de su piel, jadeando para luego reír bajo sin dejar en ningún momento sus labios.—¿Es mi impresión o ambos crecieron más que ayer?—dijo de broma refiriéndose a ambos miembros sin dejar de moverse contra él, riendo bajo pero ronco. Le encantaba sentir a su prometido de aquella forma tan íntima, lo volvía loco.
Cada caricia, cada beso, cada encuentro era perfecto y único. Ninguno podía repetirse, era imposible. Por lo que el corazón del moreno iba a toda velocidad, emocionado por lo que ocurriría esa noche desde que se había levantado de la cama esa mañana. Se sentía como un niño pequeño esperando con ansias ir a Disneylandia, solo que aquella situación que estaba viviendo Macken era muy diferente. Esa noche no era de sexo solamente, ninguno de los dos pensaba tener sexo y ya. Ambos se entregaban al otro de alguna u otra manera, dándose amor, pasión, sin dejar de ser los muchachos que siempre serán. Aquel espíritu juvenil dentro de ambos había ayudado mucho para que su amor incrementara, al igual que la relación que tenían con sus hijos. Y ese espíritu salía a flote, pro ejemplo pronunciando algún apodo, como el de "Pollo" o "Pato", como se llamaban desde que eran pequeños.
Una risa baja salió de sus labios al escuchar las palabras de su prometido.—Pollo Jr. ansioso, se nota bastante. Así como Pato Jr. también está muy ansioso—admitió moviendo las cejas de forma divertida mientras miraba al castaño a través del espejo. No dejó de mirar a su amor mientras se encargaba de llenar su miembro del gel. Las palabras que soltó más tarde hizo que su miembro vibrara y su cuerpo se tensara. Se mordió el labio inferior.—Tú eres mi postre favorito, Cesco—contestó sonriendo de lado, con voz seductora, aunque sintió el dedo de su prometido entrando sin problema y jadeó de placer. Adoraba aquella sensación aunque fuera solo su dedo. Salió y volvió a entrar, haciendo que jadeara y se mordiera fuerte el labio inferior. "Oh, Dios" pensó sonriendo, viendo lo concentrado que estaba el italiano.
Se sostuvo con fuerza del lavabo, justo cuando la punta lubricada de su castaño estaba preparada para entrar. Jadeó muy alto, tirando la cabeza hacia atrás cuando sintió como su pareja lo llenaba por completo. Se humedeció los labios, concentrado en sentir toda la extensión del italiano en su interior, pero cuando le abandonó suspiró para luego gemir de forma ronca cuando volvió a entrar. Era perfecto. No podía pedir nada más. Se echó un poco para atrás, sintiendo los labios suaves de su prometido en su nuca para luego girar la cabeza y besar sus labios de forma intensa, muy apasionada, ahogando varios jadeos bajos y gemidos roncos en sus labios.—Me encantas, Cesco—susurró sobre sus labios, sonriendo amplio antes de morder su labio inferior, moviéndose contra él.—Debí esperarte para...—su cuerpo se tensó un momento y un gemido alto se escapó de sus labios cuando hizo que todo el miembro del castaño desapareciera en su interior—...para ducharnos, amor—murmura aturdido, volviendo a besar sus labios, esos que lo volvían loco con solo mirarlos. Una de sus manos fue a su propio miembro, sintiendo que éste suplicaba por un poco de alivio. Sus dedos tiraban y soltaban de su piel, jadeando para luego reír bajo sin dejar en ningún momento sus labios.—¿Es mi impresión o ambos crecieron más que ayer?—dijo de broma refiriéndose a ambos miembros sin dejar de moverse contra él, riendo bajo pero ronco. Le encantaba sentir a su prometido de aquella forma tan íntima, lo volvía loco.
Lucas A. Macken- Fecha de inscripción : 13/09/2013
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