Todo queda en familia. {Evander G. Decker}

Realmente odiaba esa casa, era demasiado grande y fría, y aún así no había intimidad alguna. Todo el día llena de desconocidos arriba y abajo, tocando tus cosas, apareciendo por la esquina en el más inesperado momento... Como deseaba largarme de una buena vez, pero mi madre todavía me pedía que me quedara con ella, que no sabía vivir sin mi por los alrededores, y aunque ya le había dicho más de una vez que tenía 21 años y lo normal era que no viviera con ella, siempre tenía la escusa en los labios para negarme tan sencilla petición, y me ponía bastante nervioso, realmente. Pero era mi madre y no le podía decir que no a nada, ella siempre me había querido y cuidado por lo que se lo debía. De todos modos había hecho un pacto con ella, cuando viera que las cosas con Frederic iban realmente bien dejaría que me marchara. Por suerte estaba viendo que las cosas con ese hombre iban bien, por lo que incluso empecé a buscar apartamentos sin que mi madre se enterara, se pondría a la defensiva y citaría el trato.

En esos momentos me encontraba en mi habitación, con la ventana abierta y un cigarro en los labios. Los apuntes no hacían más que pasarse de un lado al otro de mi mesa, no tenía ganas de estudiar, porque básicamente ya me lo sabía y no le veía el sentido práctico a seguir con aquello, pero no tenía nada mejor que hacer. Entonces, escuché el ruido de un coche y los buitres fueron corriendo a su encuentro. Odiaba a esos tipos que te quitaban de las manos tu vehículo y lo aparcaban por ti. Ni que fuera un hotel. Yo nunca les dejaba hacerlo, siempre era yo mismo el que dejaba el coche o la moto en su lugar y ya sabía que se habían quejado a Frederic, pero me daba igual. Observé con fastidio a quién se bajaba del coche. Mierda. Casi se me olvida, ese era el día en que esa volvía a casa de su padre para pasar unos días. Rodé los ojos y me alejé de la ventana, solo esperaba no tener que soportarla. Ninguno de los dos nos aguantábamos, el odio era más que mutuo. Y todo porque a esa niñata se le vino en gana llamarme inmaduro porque coqueteaba con una chica, yo le dije que no tenía la culpa de que fuera una amargada y empezó a insultarme. Yo me harté y opté por tirarla a la piscina, simulando un accidente.

Entonces recibí un mensaje de mi madre Elyanne, que como si me hubiera leído los pensamientos me suplicaba que procurara llevarme bien con Chloë, yo le respondí que lo intentaría, pero que no confiara en milagros. Escuché unos pasos subir la escalera y abrí la puerta apoyándome en el marco de la puerta y con el cigarro todavía en los labios. -Que honor que venga de visita, señorita Röhrssen. -Dije con un tono burlón, dije que lo intentaría, pero no dije como.

La mujer que iba con ella le dijo algo y se fue, por lo que yo me dediqué a mirar fría e intensamente a la chica sin mover un músculo más que para quitar o poner el cigarro en mis labios.

La observé con tranquilidad, en su rostro enseguida se pudo distinguir que no le hacía ninguna gracia encontrarme. Vaya, entonces estábamos en igualdad de condiciones. Sonreí de medio lado, burlón y divertido. -Que bien me conoces, hermanita. -Estaba seguro que eso la picaría y ese fue exactamente el motivo por el cual lo hice. Me aburría y no tenía nada mejor que hacer, así que pensé que molestarla me divertiría un rato por lo menos, y algo era algo en semejante situación. La mujer se fue por los pasillos y yo me limité a seguirla con la mirada. No conocía a nadie más que a mi madre y a Frederic dentro de esa casa, y no me apetecía tampoco. No porque fueran del servicio, eso a mi me daba igual, pero tampoco me inspiraban confianza. No era una persona que confiara enseguida en la gente, es más, me costaba mucho hacerlo y solamente con un reduido grupo de personas. Al escuchar aquella frase no pude contener una suave carcajada. -Monos creo que todavía no te he visto, pero querida, yo de ti denunciaba a quién te hiciera eso en la cara. -Le guiño un ojo, viendo como su molestia aumentaba por momentos, algo que sencillamente me encantaba y divertía muchísimo.

La observé mientras pasaba a mi lado y susurraba que lo más divertido era yo, es decir, que iba a putearme. Pues bien, yo no pensaba ser menos. Me giré y me apoye en la pared, observándola con fijeza y pensando en la venganza de lo que fuera que quisiera hacerme, pero sería más divertido que mi venganza tuviera que ver con la suya, por lo que esperaría pacientemente a que ella se atreviera a dar un paso en falso. Entonces ese sería mi momento de contraatacar. Sonreí entre divertido y molesto, yo no era hermano suyo y menos mal. Yo solamente tenía una hermana, aunque fuera también hermanastra, al menos compartíamos padre y la pequeña realmente había conseguido entrar dentro de mi corazón. Pero la chica que tenía enfrente no despertaba el más mínimo cariño en mi, si bien no le quiero ningún mal tampoco es santa de mi devoción. -¿Dormir con un ojo abierto? -Sonrío burlón y ligeramente con malicia. -Yo no duermo querida, hago cosas más interesantes no aptas para las niñas como tu. -Le sonreí encantadoramente, como si le estuviera hablando del tiempo cuando realmente me estaba riendo de ella en su cara, algo que podría considerarse una pequeña venganza adelantada.

Realmente sabía como hacer para sacarme completamente de quicio, era capaz de que me impacientara en un tiempo récord. Si ya de por si odiaba las palabras "querido" y "hermanito", de su boca me resultaban todavía más irritantes. Aunque tampoco era raro que la gente me irritara tanto, era bastante irascible y lo raro es que fuera simpático con todo el mundo. Pero por algún motivo, ella era algo indescriptiblemente exagerado. Sonreí entre divertido e irritado y continué con la mirada fija en ella, sin comentar nada más.

Sabía que ella, efectivamente, tenía ventaja, pero yo aunque no conociera el lugar era mucho más capaz que aquella que se daba aires de grandeza e importancia. No es que fuera demasiado bromista, pero cuando iba al instituto era de los que siempre la armaban gorda y terminaba más de una vez en el despacho del director. Y seguramente me habrían expulsado si se me hubiera dado autoría de otras catástrofes que por el momento seguían siendo anónimas por falta de culpables y/o de pruebas, porque en el fondo todos sabían que habíamos sido mis amigos y yo.

Sonreí completamente divertido al ver su enorme enfado cuando escuchó aquello de la denuncia. Realmente no podía decir que fuera fea, porque no lo era, era una chica bien atractiva. Pero ella no sabía lo que yo pensaba, por lo que así tenía una manera más de molestarla, y es que la verdad cuando alguien hiere tu orgullo te cabreas y te pones más a la defensiva, que era exactamente lo que quería que hiciera. -¿Comprarme un par de lentes?¿No se te ocurre nada mejor? De todas formas, estoy segurísimo de lo que veo. -La miro de arriba a abajo, burlonamente. Y era cierto que sabía perfectamente que estaba viendo a una chica bien bonita, pero no le iba a decir algo así.

No soportaba que me llamara hermano, por la simple razón de que no lo éramos. Si nuestros padres salían juntos eso no significaba que nosotros tuviéramos algún tipo de lazo que nos uniera más allá de lo políticamente estricto. Y eso en parte me alegraba, aunque yo me suponía que tenía que ver con no tener nada que ver con esa chica malcriada y pesada. Enarqué una ceja y me eché a reír, suavemente pero muy divertido. -¿Ah sí? Vaya, creo que andas confundiendo lo que es jugar sola con lo que hago yo. -Le guiñé un ojo, burlón y divertidísimo por la situación. La miré con malicia, pero sin dejar de sonreír. -Seguro que sí, pequeña. Hablar con tus ositos por la noche es muy lindo.

Era realmente molesta, me irritaba hasta limites insospechados. Pero de todas formas, no podía negar que llegaba a ser divertido ver como ella se irritaba cada vez más y más ante mis comentarios irritantes y burlones. Pretendía molestarla y bien que lo conseguía, como ella conseguía ponerme de los nervios en poquísimo tiempo. Era casi absurdo, y tonto que siempre nos estuviéramos buscando para molestarnos, pero me gustaba.

Se notaba lo mucho que la molestaba que cuestionara su belleza, se notaba que le enfurecia. Y eso, me encantaba, por lo cual, todavía insistía más en fastidiarla y sacarla de quicio. Cuando dijo aquel comentario tan trivial, tan banal, no pude evitar reírme a carcajadas, sabiendo que eso la pondría todavía de más mal humor. -¿Eso es todo lo que se te ocurre, cariño? Que aburrida eres, no me equivocaba en nada, eres tal y como me imaginaba que serías. Amargada, creída, aburrida, inmadura y pesada. -Sonreí burlonamente, esperando a ver su reacción de rabia que estaba seguro que iba a hacer, porque lo poco que la conocía, era bastante fácil de hacerla rabiar y si encima yo lo intentaba con tanta intensidad, como que todavía peor, para ella claro, yo me lo pasaba de miedo.

Enarqué una ceja, tranquilamente y sonreí burlón, expulsando el humo del cigarro con tranquilidad. -¿Qué te hace pensar que iba a intentar algo contigo? A parte de que no voy de estiradas inmaduras, no estoy tan desesperado. -Le guiñé un ojo, completamente divertido, viendo como ella se irritaba más y más con enorme facilidad.

Ladeé la cabeza, y tomé otra calada del cigarro y la mire divertido. ¿Una lástima que no iba a probarlo? Se lo tenía creído, pero me gustaba que se picara y que intentara devolver las pullas de cualquier manera posible. -Lástima para ti, querida hermanita. -me eché a reír, era divertido la verdad. -Seguro que sí, enana, seguro que sí. -La fulminé con la mirada cuando me tiró todo su cabello en la cara y rodé los ojos, fastidiado. Pero la seguí, para seguir fastidiándola.

Sonreí con burla, de medio lado, ¿de verdad me veía tan imbécil como para caer en sus juegos? No iba a cabrearme, seguiría lo más calmado que pudiera aparentar, no le daría el gusto de creer que había ganado en ningún aspecto, así que seguí perfectamente tranquilo, sin que ni una sombra de duda se interpusiera. Sabía que la estaba haciendo rabiar, aunque ella lo negara de la mejor manera que podía, pero yo me daba cuenta quisiera o no. Y una satisfacción de saber que a ella le molestaba que no la considerara linda, de que la rebajara, me inundaba. Sabía que si alguna vez quería algo con ello no sería ni la mitad de fácil que las demás chicas, pero eso era lo que la hacía interesante. Ladeé la cabeza al escuchar, con paciencia y tranquilidad los adjetivos que me atribuía. -No me ofendes. Tu criterio me importa muy poco, Chloë, a mi lo que las niñas malcriadas como tu piensen me resbalan, aunque sé perfectamente que me adoras, por mucho que lo niegues. -Sonreí burlón y divertido, eso seguro que terminaba de sacarla de quicio.

-Por supuesto, todas las mujeres sois iguales, ¿qué más da una que la otra? Mientras se ponga a tiro. -Me encogí de hombros, sin darle más importancia al tema, aunque ella sí que se lo daba. Notaba sus celos desde la distancia que nos separaba, y eso también me gustaba, era egocéntrico y me encantaba que perdieran la cabeza por mi, ¿por qué mentir? Pero también era cierto que, que ella estuviera celosa, en algún modo me encantaba de otra forma.

Volví a sonreír con burla -Tu quieres que entre, no mientas. Yo cumpliré tus deseos, seré buen hermano. -Comenté divertido, entonces un mensaje le llegó al móvil de ella. Pero por la cara que hizo, me medio preocupe y no pude evitar mirarla con interrogación en mi expresión. Bufé y rodé los ojos, lo que me faltaba otra reunión estúpida y aburra sin sentido que solo servía para fastidiarme y hacerme perder el tiempo. -Bah, lo de obligatorio es relativo, yo me pienso escapar, y además sin que nadie se entere. -Sonreí suavemente, al ver su confusión. -No te lo voy a contar, querida hermanita, seguro que le dirías a tu papi, y eso no entra en mis planes.