Émilien Trideaux | ID

—Hey, Ém, mira lo que hice en mi tiempo libre...—comentó un chico corriendo hacia el ruloso, con un cuaderno en mano, emocionado. El francés se volteó y le miró sorprendido, mirando lo que estaba escrito.

—"¿Cómo describirías a Émilien Trideaux?" ¿Es en serio?—dijo incrédulo pero a la vez divertido, viendo diferentes nombres y sus opiniones al respecto.

—Te lo leeré, vamos a caminar—comentó su acompañante, empujándole con la mano libre la mochila.—¿Recuerdas a la rubia con la que hablaste en una fiesta, hace poco? Mira lo que dice: "Es simpático, o eso fue lo que me pareció con la charla que tuvimos sobre la música que escuchamos, tenemos gustos parecidos..."

Émilien sonrió de lado y se mordió el labio inferior.

—Soy simpático, sí, ¿tú no lo crees? Soy bueno haciendo amigos, sé hacer buenas charlas, sé hacer reír a la gente, una buena cualidad para generar amistades.

—Simpático, amable, caballeroso y egocéntrico—se burló su amigo, negando con la cabeza. El francés resolvió darle un codazo y reír con ganas.

—No soy egocéntrico, para nada, lo sabes. A ver, sigue con tu "proyecto".

—Bien. Paolo, el italiano que está contigo en clase dijo "¿Émilien? Un buen tipo, siempre saca buenas notas, es atento, logra concentrarse bastante en clase... No sé, parece que no estudia mucho pero saca buenas notas de todas formas aunque vaya mucho a fiestas y demás. Tendré que pedirle la receta secreta de su comida para tener tan buena memoria y sacar las mejores notas sin que le afecte la resaca"

—¿Esa es la impresión que doy? Es algo como... "Es un cerebrito, pero no, es mejor un cerebrito fiestero"—susurró divertido el francés, parando para mirar su celular y responder unos mensajes instantáneos.—Mierda, extraño hablar con mi familia—admitió guardando el celular en su bolsillo, en su chaqueta negra.—Sigue con la lista, estoy impaciente—insistió divertido.

—Maria, la latina, esa que te echó el ojo desde que llegaste. "Ahhh... El francés que nos hace... Perdón... Me hace suspirar. Me sorprende que nunca lo haya visto con una mujer, yo soy una buena opción, ¿podrías decirle si está interesado?"—el chico hace una pausa para mirar a Émilien y él simplemente niega con la cabeza antes de soltar una carcajada.—De acuerdo... Sigo. "Parece ser muy romántico, así como son todos los franceses... Me lo imagino susurrándome cosas en el oído con su acento francés, a la luz de la luna, una cena romántica en la Torre Eiffel... Ah..."

Émilien levanta una ceja y hace una mueca.

—Tiene una idea muy errónea de los franceses, no todos somos los romanticones que muestran en las películas, es un estereotipo ridículo. La verdad es que puedo ser romántico, soy detallista con mi pareja, hasta con mis amigos y mi familia, pero no soy un Don Juan. Las relaciones no son lo mío, siempre terminan mal en mi caso, no tengo idea por qué, por eso espero pacientemente a mi alma gemela, sea de la forma que sea, de cualquiera de ambos sexos, como tú sabes bien—movió las cejas por joder a su amigo y éste solo se rió con ganas.—Tranquilo, no eres tan bueno para estar conmigo—se burló solo por picarle y siguieron caminando.

—¡OH! Se me olvidaba... Antes de seguir con esta locura de mi proyecto... Este fin de semana todos nos vamos a reunir para hacer algunos deportes extremos, ¿te interesa?—dijo emocionado el acompañante de Émilien, atento.

—Bueno, tengo unos exámenes la próxima semana, pero puedo ir con ustedes. Solo espero que no me mate—dijo divertido el ruloso metiendo sus manos en los bolsillos de sus jeans.—Si muero...

—No morirás, no exageres, solo lleva tu inhalador y ya. Por cierto, estoy con un proyecto... de historia. ¿Me cuentas tu historia?—murmuró sentándose a la sombra de un árbol, y el francés se sienta a su lado.

—¿Mi historia?—preguntó sorprendido—Juraba que habías dicho que estudiaríamos historia o algo por el estilo. Me sorprende que alguien quiera saber de ella, ya que nunca nadie me lo había preguntado...—rió bajo, pasando una mano por su cabello, aclarándose la garganta algo nervioso.—¿Por donde comienzo?

—Desde el principio, si quieres—ambos rieron bajo y Émilien asintió.

—Bueno. Nací en Lyon, Francia. Sí, soy francés—murmuró divertido, ya que en su acento se notaba—un francés buscando su futuro en Nueva York, tan lejos de mi país natal. Lejos de mi familia adoptiva igualmente—notó la sorpresa de la persona que tenía en frente y le dedicó una sonrisa.—Ehh, sí, soy adoptado. La familia Trideaux me acogió en su casa como un hijo más cuando apenas tenía seis años. Cuando nací mi madre me dejó en el Foyer Notre-Dame des Sans Abri—pronunció con su acento francés, algo pensativo.—Difíciles años, no porque los adultos nos trataran mal, al contrario, nos trataban como si fueramos sus propios hijos; fue más por todo el matoneo que hacían los niños grandes a los niños pequeños. Varias veces resulté herido y demás, al igual que muchos pequeños sin mucha masa muscular para defenderse. En aquel lugar me llamaban Émilien, todo porque me dejaron en una caja de algún alimento que se llamara de aquella manera, ¿o fue por que mi madre quería que me llamaran así? Ni idea, nunca lo sabré, creo que fue inconsciente de su parte, pero nadie me lo puede asegurar.

—¿Y entonces llegaron tus padres adoptivos?—preguntó con tono curioso su amigo, él que escuchaba con atención todo, haciendo varios dibujos mientras se encontraban sentados contra el tronco de un árbol.

—No exactamente. Semanalmente recibíamos visitas de parejas ansiosas por tener un hijo, pero por alguna razón, cada vez que veían mi expediente, preferían buscar otro niño. Seguramente estaba resaltado que mi asma podía ser un problema o algo—dijo sacando su inhalador del bolsillo, siempre cargado, siempre esperando para ayudar a Émilien en cualquier momento. Se encogió de hombros y siguió, mirando el objeto.—Cuando conocí a mis padres tenía cinco y medio, y jugaba con mi carrito de juguete rojo. Era mío porque venía en la caja conmigo, un bonito detalle de mi madre cuando me abandonó—bufó algo sarcástico, ya que pensar en su madre biológica no era algo de felicidad para él.—En fin, cuando me conocieron simplemente aceptaron, emocionados por tenerme en su casa, y queriendo curar unos golpes que tenía en el rostro, cortesía de mis compañeros. El problema fue el papeleo, demoró seis meses, pero mis padres iban a visitarme, a llevarme ropa, juguetes (que por cierto, siempre terminaban rotos o perdidos) y otras cosas, con tal de que estuviera cómodo. A la semana de haber cumplido seis años por fin salí del orfanato y me llevaron a su casa, en Marsella, Francia.

—Eso debió ser emocionante, ¿no? Salir de un lugar que parecía el infierno para un niño de seis años y entrar a una casa donde todos lo quieren y lo aprecian...

Émilien sonrió divertido ante aquellas palabras.

—¿Qué?—preguntó su amigo, sorprendido.

—No todos me quieren ni me aprecian en mi familia adoptiva, todo por ser eso, un niño adoptado y no de sangre. Te contaré de la familia Trideaux. Está conformada por: Mathieu, mi papá; Stéphanie, mi mamá; y mis hermanos Gérard, con el que me llevo cinco años, y Johanna, con la que me llevo dos años, ambos siendo mayores, obvio. Con Gérard siempre me llevé bien, es un gran hermano, un gran compañero, y aunque no nos pareciéramos él decía orgulloso que yo era su hermano. Él ahora tiene veinticinco, y estudia Medicina, es una gran persona, igual que mis padres. Por otro lado, mi hermana...—dejó escapar un suspiro pesado, como si fuera algo muy pesado—Johanna es... Es... Mala, por no decir otra cosa—admitió riendo con ganas.—Celosa, ella me detesta como nadie. Es como la princesa que con mi llegada piensa que su reinado acabó y debe hacer lo necesario para conseguir de vuelta su corona, ¿me hago entender? Me hizo la vida imposible en casa, varias veces me hirió, me amenazó, etc. Cortaba mi ropa en retazos, me golpeaba cuando estábamos solos, decía que me mataría mientras dormía por equis o ye razón... Por esto creo que tengo Insomnio desde pequeño—comentó tranquilo, dejando el inhalador en sus piernas y se cruzó de brazos.—Una vez tuve un ataque de asma, y solo estaba con ella. Ella no me quiso ayudar, si no fuera porque Gérard llegó a casa temprano de la secundaria y me ayudó no estaría aquí contándote todo esto.

—Ella es peor que el mismo Diablo, joder...—dijo impresionado el muchacho, mirando en shock a Émilien.

El ruloso simplemente asintió y le dedicó una mirada.

—Sí, tuve una infancia un poco traumática. Pero... Cambiemos de tema mejor. Hablaré de mi rendimiento académico y demás.

—Por favor. ¿Desde cuándo eres el cerebrito que conozco?

Émilien rió con ganas y negó con la cabeza.

—Por favor, no soy un cerebrito, no exageres. Saco las mejores notas desde que soy pequeño, algo por lo que también me hacían bullying. No sé, siempre me han dicho que soy inteligente y eso, pero simplemente es cuestión de prestar atención y recordar todo los días de los exámenes. Me ha funcionado bastante bien desde la escuela, lo aplico en la Universidad y sigo obteniendo buenas calificaciones—admitió sonriendo orgulloso. Recibió un codazo de su amigo y rompieron en risas.

—Sabelotodo—dijo burlón el chico.

—No lo sé todo, solo lo que aprendo lo aplico, dentro y fuera de los aulas de clase. No me la paso las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana estudiando, no soy un ratón de biblioteca ni nada por el estilo. Tengo vida—le aseguró riendo.

—Bueno, en eso si te creo, supongo.

—Créeme, tengo amigos, desde la infancia, pero también he hecho buenos amigos desde que estoy en Nueva York.

—Oh. Cuéntame sobre ello. ¿Cuántos amigos de la infancia tienes?

—La verdad es que tenía varios, pero sigo en contacto con dos de ellos, y con ambos sentí cosas, pero nunca tuve una relación formal con ellos o algo por el estilo. Uno de ellos estuvo conmigo en el orfanato, la otra chica la conocí en Marsella, íbamos a la misma escuela y éramos buenos amigos—sonrió de lado sin poder evitarlo, al recordar todos los momentos que ha compartido con ellos dos. Seguimos en contacto, aunque jode bastante la distancia.

—Francia es completamente diferente de Estados Unidos, ¿verdad?

—Dos mundos completamente distintos. Aprender inglés en la escuela era difícil para mí, pero aprendí lo suficiente para lograr venir a Nueva York y hablarlo con fluidez, aunque a veces me jode mi acento, creo que todos lo notan—admitió riendo bajo, inflando los mofletes por un momento, mirando unos árboles que tenían en frente.—Ya te imaginarás el orgullo de mis padres cuando me aceptaron, y me dieron beca para estudiar Diseño Gráfico. Desde siempre me interesó la carrera, porque me considero bueno, eso no lo voy a negar. Aunque debo admitirlo, dudé entre irme por Diseño Gráfico o Fotografía, ambas me encantan y en Diseño puedo integrar la fotografía, entonces es perfecto.

—Hoy me he enterado de muchas cosas sobre ti, creo que faltan un par de cosas...

—¿Un par?

—Sí, como contarme que te dejaron entrar en Sigma Alpha Epsilon, o de tus fracasos en el amor...—dijo divertido su amigo y Émilien solo hizo una "O" con su boca.

—Bueno, creo que me aceptaron porque, al parecer, cumplo con todos los requisitos para entrar. Se siente bien hacer parte de aquella fraternidad. Las fiestas son geniales, y todos son geniales en realidad... ¿Una menta?—le da una menta al chico y otra se la lleva a la boca—Las personas que he conocido han hecho que mi estadía en Nueva York sea genial, aunque debo decir que sigo extrañando mi casa en Marsella...

—Te entiendo...—de la nada miran ambos sus relojes—Debo irme a clase.

—Yo igual, fue un gusto contarte casi toda mi vida, otro día tienes que contarme tú la tuya, y terminar de contarme todo lo que han dicho de mí, seguramente hay algo malo, siempre hay algo malo—dice Émilien divertido, levantándose y tomando sus cosas—Au revoir, mon ami, nos vemos después, podemos ir a beber unas cervezas más tarde—el francés salió corriendo, esperando no llegar tarde a clase.