Ahora sabrás lo que es el fuego. Ar1adna

El reloj pared marcaba las 11 de la noche y yo recién me salía de la ducha luego de una larga jornada de clases, estaba de ropa interior, zapatillas y una gran bata abrigada de ducha, mis pensamientos se centraban en una sola persona, Dagon Longuinus.

Aun tengo esa hermosa sensación en mi cuerpo, como un cierto cosquilleo que erizaba mi piel, el haber tenido la oportunidad de volver a ver a Dagon significo mucho para mí. Y mejor que eso, saber que íbamos a estudiar en Brown juntos, esto era aun mejor. Tuvimos una clase de encuentro casual, en donde hablamos de muchas cosas. Me llamo mucho la atención el que no le gustase tanto el contacto físico, bueno al menos algunos contactos no. Pero de a poco voy conociéndolo y cada vez me voy acercando a su vida, como lo tenía previsto, porque siento algo fuerte por él. Esa fuerza que sus palabras me brindan es incomparable, con el solo saber que no estoy solo, qué más puedo pedir, él y Asriel son mis dos buenos amigos ahora. Dos hombres impresionantes, pero mi apego es mas con Longuinus, el otro siempre anda como en otro universo y eso me gusta, porque yo suelo ser de esa forma.

Luego de recordar este encuentro me senté en mi cama, me encontraba descansando en el piso destinado a los estudiantes universitarios que no pertenecen a una fraternidad o hermandad. Estaban fumigando mi casa y eso iba a tomarles una semana, era muy grande, ni se para que necesito un lugar tan grande para mí solo, tranquilo siempre estoy, donde estén mis pinturas claro, y mis serpientes, ahora ellas estaban siendo cuidadas por un conocido que adora los reptiles. Eso me dejaba tranquilo y con más tiempo para estudiar, después volvería a lo de antes. Pero eh aquí que cuando me senté en la cama, por mis orificios nasales entraba olor a humo, eso me altero, trataba de tranquilizarme, la alarma contra incendios se disparo y fuera en el pasillo la gente corría. De repente alguien toco mi puerta y por el tono de voz pude notar que era una chica que conocí hace poco, Ariadna O’Vallous. Corrí a la puerta, algo me dijo pero no pude entenderle bien entre el ruido y la gente que salía apresurada. Este fue el momento que más miedo tuve, porque le temo al fuego.

Uno de los bomberos estaba guiando a todos los estudiantes por las escaleras, no funcionaba la electricidad, por ende el elevador estaba inactivo. Me detuve en seco, no sabía qué hacer, la gente me atropellaba y mi mente estaba cerrándose. Una vez más sentí el contacto de una mano femenina. Aquello me volvió en sí, y la seguí sin poder ver su rostro por el humo que recorría ya los pasillos.

Siguiendo a toda la gente al exterior del edificio, un gigantesco camión de bomberos color rojo apagaba las llamas que provenían de una de las habitaciones dos pisos más arriba de donde estaba yo. Me cubrieron enseguida con una manta, no entendí para que, y enseguida pude ver entre la gente a Ariadna, pero no pude ir con ella, la sentía lejos, cada vez más, tenía la cabeza mareada, tome asiento en el suelo, abracé mis piernas y comencé a mecerme. -ahora no, ahora no, ahora no….- repetía una y otra vez. Ese fue el ejercicio que me enseño Dagon a realizar cuando estaba por entrar en trance emocional.

Mi último recuerdo antes de ponerme nervioso fue que Ariadna había tomado mi mano para sacarme del edificio, pero luego la perdí cuando estábamos afuera. Esperando que no le hubiese ocurrido nada, espere por su salida del edificio sin poder verla, y me entraba a incomodar.

Tenía los ojos vidriosos por el humo, me los frotaba cada dos o tres segundos, y mi propia respiración estaba agitándose. Tanto que olvide por completo el inhalador en la habitación con el apuro de salir de allí. Enseguida de marearme, tome asiento, mis piernas no me podían soportar más, me entraba sueño, y entre los gritos y la sirena de los bomberos, comencé a olvidarme de a poco que era lo que estaba haciendo, todo se hizo borroso al momento en que estaba sentado en el suelo. Abrace mis piernas y mire a mí alrededor, aunque ya sentía que no era yo quien podía controlar el pesado cuerpo. Porque de esa forma lo sentía, pesado.
Una rápida imagen paso por mi mente, la de Ariadna tomando mi mano en la habitación, y yo siguiéndole. Me había salvado, porque de no ser por ella hubiese muerto con el humo dentro de la residencia. Esta imagen fue la que me trajo de vuelta al mundo.

Una voz tranquila resonaba en uno de mis oídos, ahogando el barullo en el entorno, tome control de mi cabeza y mire a la persona junto a mí. Era ella, Ariadna. Solo que estaba algo confundido como para darme cuenta de donde estaba sentado. Veía a las personas correr, una ambulancia, luego otra, y el camión de bomberos apagando un gran incendio que provenía desde una habitación. Volviendo en si mire aquellos ojos claros, pestañee varias veces para saber si no estaba muerto. Ella se veía como un ángel. Pase una mano por su delicado y sucio rostro, notando que en la palma quedaba restos de residuos carbonizados. Ceniza.

-¿Dónde estamos?- realizando aquella pregunta, un enfermero se nos acerco, y nos llevo a la ambulancia para ponernos mascarillas de aire. Ahora si podía respirar tranquilamente, mis pulmones se llenaban de aire puro y exhalaba el dióxido de carbono. Tome con fuerza la mano de Ariadna, procurando ser delicado pues ella era mujer, cerré mis ojos y mi corazón no dejaba de latir con fuerza. Pero el estar con ella allí me dejaba en un estado calmo. Sereno. Retire la mascarilla de mi boca, el humo ya no se sentía desde la ambulancia donde estábamos sentados.

Mientras los enfermeros atendían a otros alumnos, yo seguía allí cogido de la mano de Ariadna, mi rescatista. –Gracias por guiarme… los rebaños de ovejas siempre precisan de su pastor para salir del corral- sonreí de lado, procure que ella no tuviese lastimada, a mi me habían puesto un vendaje en el brazo con crema, tenía una quemadura superficial pero nada más que aquello. –Espero no te hallas lastimado, si le grito groserías al fuego seria en vano- ahora tenía esa necesidad de preocupación, no por mí, yo estaba bien, gracias a ella, mi preocupación era si ella estaba con quemaduras.

Viendo como los bomberos sacaban a la gente del edificio, una imagen quedo penetrando en mi mente provocando que mis ojos queden completamente abiertos. Era un fallecido. Lo sacaban en una camilla con una tela o algo de color negro brilloso, tapándole su rostro. Abrace a Ariadna, escondiendo mi frente en su hombro. No quería ver como transportaban aquel cadáver de un lado a otro. Aquello me recordaba mucho a la muerte de mis padres. Y ese era un recuerdo que preferiría olvidar para siempre.