Universidad Brown
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NEW YORK CITY
2013
Dicen que a los trece años es una época donde los niños dejan de ser niños y pasan a ser adolescentes. Se revelan contra el mundo, les salen espinillas, empiezan a interesarse en el amor, en el sexo, a las chicas les viene la menstruación etc. Vamos, una época en que estos pequeños humanos están en pleno crecimiento y comienzan a aprender las verdaderas lecciones de la vida. Dura exactamente cinco años, hasta los dieciocho años, cuando supuestamente pasar a ser adultos.

Ahora mismo si estas planteándote en inscribirte en esta prestigiosa universidad es por que has pasado esta etapa, pero bueno, ¡eso cosa del pasado! Olvídalo, pon eso en un rincón de tu memoria.

Ahora estás viviendo el año 2013 en la Universidad de Brown, situada cerca del corazón de Nueva York.

¿Estás aquí por elección propia, por el sueño de convertirte en alguien famoso en la vida? ¿Por qué tus padres tienen una cuenta bancaria muy grande? ¿O tal vez por obligación?

Sea la razón que sea el resultado es el mismo, estas en una de las mejores universidades de América, pero aquí no te daremos 'la comida masticada' lo cual si de verdad deseas llegar a ser alguien en la vida tendrás que currártelo, aquí no regalamos nada.

¡Casi lo olvido! Tal vez exijamos mucho, pero tampoco descartes la idea de tener un poco de diversión. Fiesta, alcohol, sexo, drogas.

En resumen, el libertinaje total.

Para Algunos, la diversión significa dormir en tantas camas como sea posible, para otros, las compras y manicura son las cosas más importantes en su vida y siempre habrá los -por su padres- tienen dinero y reputación.

Pero dejando todo eso atrás, en la oscuridad de Brown se esconden varias personas que pertenecen a una especie de secta, un grupo donde su intenciones no son exactamente buenas. Se hacen reconocer por 'la logia', una panda de personas donde jugarán con cualquier persona que les apetezca. Les gusta ver sufrir a los demás, viven a costa de ellos. ¿Que pasa? ¿A caso tienes miedo de ser su próximo elegido? Tranquilo, como en los cómics y películas de Stan Lee donde hay un villano, hay un super héroe, e aquí nuestros super héroes se hace llamar anti logia, un grupo donde quieren la paz en la universidad y acabar con toda esa crueldad.

Y dime, ¿quien eres tu? ¿Eres un becado? ¿Un estudiante normal? ¿O tal vez te guste la idea de pertenecer a la logia? Otra posibilidad es que quieras cumplir el sueño de todo niño, ser un super héroe y pasar a ser miembro de la anti logia pero...

Seas lo que seas, se bienvenido a Brown University.
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Mensaje por Kenton S. Carson Dom Sep 22, 2013 6:23 pm

Todos los viernes al salir de clases Ken solía irse a su piso con su mejor amiga, o cualquier otra cosa pero no solía pisar su casa casi nunca. Bueno si que la pisaba pero no como en esta ocasión en la que iba tan feliz, y no por ver a su madre precisamente. Que también, la quería demasiado y le encantaba pasar tiempo a su lado. Hubo un tiempo en el que deseaba salir de clases en vacaciones para irse de vacaciones con ella, pero dado que el trabajo cada día fue más intenso, las salidas se fueron recortando y él se acostumbró a pasarla mucho más con las amigas. Abrió la puerta de casa sin el móvil en la mano, dado que estaba en su bolsillo aún, abrazó fuerte a una madre que esperaba que su hijo se despidiera para irse y que se encontró a un chico que le dijo que cenaría en casa porque saldría luego. Subió a la habitación para dejar la mochila encima de la cama y mirarse al espejo. Le echó un par de miradas ególatras. Hoy su vestimenta era tal cual de un chico demasiado snob. El típico chico que se ve por la calle con ese suéter de rombos y una camiseta debajo. Ese.

De a poco acabó por sacar el móvil de su bolsillo para escribir un mensaje de texto a la persona a la que meses atrás nunca escribiría. Un chico al que le puso de apodo por su mejor amiga “Tortuga”. Nunca pensó que podría acabar con alguien así, aunque a decir verdad… tampoco estaban juntos. Solo habían tenido una cita y había salido bonita. Ken estaba a punto de hacer que hubiera una segunda cita. Aunque quizás el día en el apartamento contase como tal. Al menos marcó un antes y un después en sus vidas. “¿Qué te parece si después de cenar nos vamos a una fiesta? Bueno, es como un pub discoteca pero está súper cool… Como sé que si, vístete bonito.” No era por ofender, de hecho en ninguna parte del mensaje colocaba una sospecha o lanza que dijera que se lo decía porque sabía que sus discotecas eran más cutres y seguro vestía de calle. No lo quería vestido con una chaqueta de cuero, lo quería vestido bonito. Tampoco era plan para que llegara como si fuera una fiesta de gala. Algo bien.  Quizás se preocupaba mucho por el estilo, pero así seguiría. También era cierto que le estaba diciendo de salir en público pero allí no salía casi nadie que el conociera, y si lo había… eran amigos.

Después de la comida empezaron las preguntas incómodas y su madre acabó sabiendo que al chico de ojos celestes le gustaba alguien, que estaba de salidas con alguien. Que el príncipe estaba siendo liberado, al fin. Su madre estaba contenta y quería conocerle, eso no iba a ocurrir. Top secret. Quizás algún día supiera la verdad, pero lo que era en esos momentos lo llevaba difícil. Pasó la tarde y se sentó en una silla de la terraza. Puso la música a todo volumen y empezó a cantarla, de vez en cuando se levantaba para bailar y cantar tal y como si fuera un concierto. Era un loco. Mandaba mensajes mientras cantaba, a veces se equivocaba y mandaba trozos de las canciones por error. Quedando una frase un tanto extraña.
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Mensaje por M. Torsten Dietrich Dom Sep 22, 2013 7:23 pm

“…vístete bonito”. El final de su mensaje me hizo reír con ganas, era muy típico del castaño hacer esa clase de comentarios. Quizás un par de meses atrás, me hubiera sentido ofendido, sin embargo, las cosas habían cambiado con respecto a nosotros. Y, como de estilo, yo tenía los mismos gustos que un mono, no pude hacer más que recurrir a mi querida hermana melliza, quien revolvió todo mi clóset para encontrar alguna combinación “perfecta” –según decía–. Le creía, porque tanto ella como mi madre sabían bien qué debía ponerse una persona dependiendo de a dónde iba. En fin. Después de la comida me duché, me cambié: una camisa clara sobre una camiseta oscura, unos jeans negros y zapatos del mismo tono. También me afeité, me peiné y me puse perfume. Fue una sesión de más de dos horas. Casi nunca demoraba así al alistarme para salir, pero, ¿qué era usual en mi vida cuando se trataba de Ken?

Antes de irme fui víctima de un interrogatorio. Mi melliza cinco minutos menor me hizo todo tipo de preguntas acerca del muchacho de ojos azules brillantes con quien saldría esa noche. Su nombre, apellido, edad, físico, personalidad –aquí me expandí demasiado, porque era una de las personas más difíciles de describir–, lo que habíamos hecho hasta entonces, qué sentía por él, que quería con él, entre otras cosas más. Como la confianza que compartíamos era la misma que podríamos tener con un diario personal, le contesté con absoluta sinceridad. Mientras tanto nos tomábamos un par de tazas de café y comíamos unas –diez o doce de mi parte– galletas que hizo mamá a sabiendas de que me iba a la hora de la cena y debía tener algo más en el estómago. Sí, en mi familia sabían que mi apetito era inmenso. Cuando por fin terminamos me despedí de las dos mujeres más importantes de mi vida con un beso en sus frentes.

Ya que no estaba acompañado, tomé el bus. Tuve que caminar varias cuadras para poder llegar hasta la casa de los Carson, pues la parada estaba muy lejos. La zona donde ellos vivían era residencial, difícil de ingresar con taxi, mucho más con un medio de transporte tan grande como un bus. Me abrió la puerta la misma señora de siempre, y me recibió de la misma forma también, sonriéndome y diciéndome que Eleanor, la dueña de casa, me estaba esperando. Íbamos a cenar los tres, junto al castaño. Claramente esperaba ansioso la segunda parte de la noche, que era salir con él a ese lugar que me había mencionado, al cual no le había prestado atención por perderme en mis pensamientos mientras imaginaba lo que sería que volviéramos a pasar tiempo solos.

Eleanor, desde su estudio, me hizo una seña, dándome a entender que la espere. La veía con el celular en la oreja, muy atenta a lo que le decían. Asentí con la cabeza y mi rumbo cambió hacia donde se escuchaba música fuerte. En la terraza encontré al castaño, caminando de un lado al otro, moviéndose al ritmo de la canción que sonaba de fondo y con su inseparable móvil entre las manos. Sonreí ampliamente y me fijé si su madre todavía seguía ocupada. Sí, lo estaba. Esa era mi única oportunidad de acercarme como quería antes de que estuviéramos los tres juntos.

Me quedé parado en la puerta de la terraza, apoyado en el marco con los brazos cruzados. Era fascinante verlo tan metido en su mundo, sin darse cuenta quiénes estaban a su alrededor. Cuando la música paró, aclaré mi garganta para llamar su atención. —¿Será la segunda cita? —pregunté divertido, con una ceja levantada y con una sonrisa curva dibujada perfectamente en mis labios. Era esa misma que utilizaba cuando coqueteaba con alguien, solo que ahora era en verdad importante, demasiado.
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Mensaje por Kenton S. Carson Lun Sep 23, 2013 9:05 am

Toda persona ama la música, te hace irte a otro mundo. A unos les hace irse hasta un recuerdo doloroso, otras hasta uno bonito. Otras les llevan a un mundo que no existe lleno de esperanzas y sueño, pero para Ken era una mezcla de todo lo dicho. Si estaba con ganas de bailar como en ese instante el mismo veía en aquel jardín un escenario con millones de personas observando su actuación. Para ser justos su voz no era especial pero tampoco dejaba mucho que desear, es decir, no desafinaba y tenía una voz bonita, si además le sumas que es guapo y viste bien… podría triunfar con un simple chasquido de dedos. Pero no, la música no era lo suyo, no le atraía lo más mínimo. Los únicos focos que adoraba eran los de las cámaras que le echaban fotos, es así. Si su madre se lo permitiese sería el modelo de su línea de ropa masculina pero no. Eso era algo que se quedaría en un hobby secreto con su tío. Y ya. Lo tenía todo para ser modelo, un cuerpo bonito, una cara preciosa y bien cuidada… hasta venía con los complejos e inseguridades de fábrica, nadie se los crearía dentro. Quizás eso era lo malo.

Pero los focos se apagaron, un fan loco consiguió subirse al escenario sin que nadie se diera cuenta, observando con lujuria al pequeño. Desde la puerta con el nombre dentro de una estrella. Nuestro snob estaba en peligro. Media vuelta y ojos con ojos. Mirada penetrante. Ni enfadado ni feliz. Frunce el ceño. Arruga los labios y dispara. – Me diste un gran susto, imagina que hubiera estado  bailando algo vergonzoso. Te odiaría por tener vergüenza y no quiero. – Responde fingiendo un enfadado. Coge de nuevo su móvil. Sonríe después y lo vuelve a mirar. – Hay ojos por toda la casa, no digas esas cosas con esa tranquilidad. – Responde gritando en silencio. Un susurro fuerte a la vez que apaga la música con el mando. Y a lo de los ojos, era real, había cámaras por parte de la casa. Oídos disfrazados de criadas que venían a dar una buena bienvenida y una sola mujer que lo cuida como si fuera un hijo. La criada jefa. Esa es la única que no pone la oreja con maldad. Tenía que tener una gran aliada dentro de la casa después de todo, y es que, aunque fuera la madre quien pagara, es a Ken a quien quería y protegía. Era alguien más de la familia después de todo.

Dejó las cosas tal cual estaban y le señaló con la mano para que lo siguiera hasta un punto muerto de la casa. No todas las habitaciones tenían cámaras, de hecho solo había dos o tres, una en el salón principal, otra en los pasillos y otra que daba para el despacho de la madre. Las otras cámaras eran sin batería pues eran las criadas, así que… como punto muerto se podía decir… la habitación del snob, los baños, las habitaciones de invitadas o alguna de esas salas con pocas visitas. Subiendo las escaleras hasta su habitación. – Aquí estamos a salvo. Y si, segunda cita. – Poniendo un tono más tierno en la segunda frase. Acercándose un poco hasta él. Lo besó de pasada y se dio la vuelta riéndose por lo bajo. Estaba nervioso, estaba claro que esas situaciones no eran lo suyo. Parecía un niño en la forma en la que estaba experimentando con todo. Las sonrisas tiernas, las miradas provocativas y demás. Si su mejor amiga lo viera se reiría porque a pesar de que le pueda salir bien por instinto no pegaba en alguien como él. Pero había que seguir intentándolo. Ser cariñoso cuando se quisiera aunque tuviera que ser en privado. Lo que no parecía estar preparado era serlo delante de sus “amigas”, y entre comillas porque más que amigas son contactos.
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Mensaje por M. Torsten Dietrich Mar Sep 24, 2013 12:02 am

Si le decía “guapo”, me quedaba corto. ¿Cómo se puede describir a una persona que se ve extremadamente perfecta? Y no solo por su buena genética, sus hermosas facciones y rasgos envidiables. Era también su estilo, su forma de andar, de mirar, de expresarse. Todas las cualidades de Ken, juntas, eran una combinación explosiva que cualquier hombre o mujer morirían por hacer de su propiedad. Mi lado superficial salía a la luz al tenerlo cerca. Es que, vamos, era un chico digno de admirar. Podría pasarme minutos, días, semanas, meses… y si me lo permitía, incluso años, mirándolo sin perder el interés en ningún momento. La belleza es la única verdad absoluta del mundo, y nadie más que yo –que tenía a Ken en frente- lo sabía. Sin embargo: "El amor no mira con los ojos, sino con el alma”. Tal cual decía Shakespeare, en Sueño de la Noche de Verano, lo que más me atraía del castaño era su esencia, su forma de ser, su autenticidad. Había encontrado a ese uno en un millón, al punto de luz colorida que marcaba la diferencia en un mundo lleno de personas grises, el mismo que me hacía sonreír con sus comentarios inocentes y curiosos, como lo hizo antes de bajar el volumen de su reproductor de música.

—¿Tranquilidad? No estamos haciendo nada malo —”al menos no que yo sepa”, agregué para mis adentros, mostrándole una sonrisa curva. Deshice la posición que tenía, dejé que mis brazos reposaran a los lados de mi cuerpo mientras me acercaba al castaño para darle un beso en forma de saludo, pero me detuve en seco recibiendo su señal. Asentí con la cabeza y lo seguí sin dudarlo un solo segundo. Empezaba a confiar en Ken de una forma diferente, sin saber bien la razón. O quizás sí. Bueno… cualquier otro lugar iba a ser mejor que la terraza tan abierta y pública. Aunque no sabía por qué manteníamos nuestras salidas en secreto, prefería que fuera así antes de verlo menos, o simplemente dejarlo de ver.

El camino fue corto. Solo pasamos por un par de habitaciones, subimos la escalera y llegamos a su dormitorio. No me sorprendió ver toda esa comodidad y el buen gusto que había tenido la persona encargada de decorarlo. Podía, incluso, aventurarme a decir que todo fue idea suya, que cada cosa que reposaba en ese espacio, había sido puesta ahí estratégicamente por una orden suya o por él mismo. Sus palabras hicieron que mi corazón se pudiera frenético, emocionado y revoloteando en mi interior. Antes de que pudiera contestarle, sus labios tocaron los míos, en un corto y suave beso. Dios, me quedé con ganas de más. —Ayer tu madre me pidió un favor —comenté de la nada, recorriendo su habitación con la mirada fija en su delgado cuerpo —quiere que descubra con quién estás saliendo —admití soltando una risa divertida, nerviosa, avergonzada. Como si fuera un tic nervioso, una de mis manos tiró mis cabellos ondeados hacia atrás, peinándolos.

Necesitaba acercarme, y así lo hice. Quedé parado frente al castaño. Le acaricié con la yema de mi dedo pulgar un lado de su mejilla, mientras lo miraba a los ojos. Ese azul cristalino me sumergió en el más precioso de los océanos. Mis labios tocaron los suyos, esta vez era yo quien daba el primer paso en el día. Sonreí tímido, pero no me aparté, al menos no por completo. Dejé que mi nariz acariciara la suya suavemente, y pudiendo percibir su aroma embriagador. —Mi hermana te envía saludos —susurré en tono bajo, sin separarme. Ese comentario salió de forma involuntaria. En mis planes no estaba decirle a Ken el hecho de que mi melliza sabía con total claridad lo que pasaba entre él y yo. ¡Rayos! Podría pensar que estaba dando por sentado el que éramos algo más que amigos... ¡Es que sí lo éramos! Yo con mis amigos no me besaba, ni tampoco moría por dormir con ellos toda una noche, tan solo abrazándolos y velando sus sueños. Suspiré y cerré los ojos un instante, aun manteniendo la misma cercanía con él, pues así me sentía tranquilo, sereno, apoyando mi frente en la suya.
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Mensaje por Kenton S. Carson Mar Sep 24, 2013 10:10 am

Explicar el por qué de aquello era un tanto difícil. Quizás que lo cogiera para esconderlo fuera una evasiva para que nadie los viera, simplemente. Porque cuando Ken actuaba era bastante impredecible para unas cosas y también muy predecible para otras. En este caso era de la primera opción a pesar de tener muy claro el por qué. Pero tampoco estaba por la labor de explicarle ahí mismo que no quería que nadie los vieran porque tampoco eran nada serio. Eran algo que podía pasar por la vida de los demás tal cual como un noviazgo. Si bien para Ken siempre iba a ser especial por aquello de ser el primero, quizás para los demás no. No podía presentar a la gente un novio/pareja/amigo especial sin siquiera estar seguro de que eso era serio, sin siquiera estar seguro de sí mismo. Estaba feo cuando un hijo presentaba al mes una nueva persona a la familia con el fin de que fuera la última. Los padres al final acaban por liarse, y aunque las comedias románticas parecieran que no inculcan nada bueno, esto fue lo que hizo que el snob no cogiera esa costumbre. Aunque ni modo, porque sin tener nada tampoco se puede presentar nada. Ken ha sido soltero hasta la fecha, porque si bien no eran nada oficial, el corazón de Ken estaba totalmente ocupado. Quizás no tan fuerte como aquello llamado amor, pero si por una persona que le gusta de verdad.

Y llegó aquella cosa que le pidió su madre. Estaba claro que su madre ya sospechaba que su hijo tenía algo, algo que le motivaba demasiado. Que lo tenía demasiado feliz, mucho más que cuando sacan a la luz una nueva colección de la firma favorita de éste. Quizás eso es pasarse pero se podría decir. Los ojos celestes brillaban más que nunca, una madre se da cuenta de esas cosas. En la manera de comer era difícil darse cuenta pues Ken no comía mucho, así que en el estómago seguía entrando lo mismo de siempre. Aunque quizás antes hacía el esfuerzo para que su estómago pidiera menos comida, ahora no le hacía falta. Esas mariposas le ocupaban el resto. No estaba enamorado pero se podía decir que había una persona que le gustaba en serio, de verdad. – Pues le dices que salgo con mis amigas, no creo que sea un misterio para ella. – Decide contestar como si todas las personas del mundo fueran tan ligeras de mente como éste. Y no era así. Que a él le costara pillar algo no quería decir que al resto sí. Pero también estaba el hecho de que no quería que su amigo especial se enterara que hasta su madre se dio cuenta que había algo raro en él, que se le notaba raro. ¿Tomaría el mando si supiera? No quería sentirse inferior, nunca lo ha hecho y no estaba por la labor.

¿O me quieres delatar? – Pregunta colocando sus manos y sus brazos como un gatito abandonado. Incluso levantado, y sin ayuda de nada lo era, adorable. Sus ojos lo miraban de forma adorable, colocando unos morritos a modo de ayuda. No quiere que su madre se entere bajo ningún concepto, pero no todo era por la relación que daba a conocer. Tampoco estaba preparado para las advertencias que se le da a un primer amor. Ni tampoco para el acoso que podía llegar a recibir por parte de sus amigas, o los círculos de diferentes personas que podían tener. Que no se le pasase por la cabeza que los amigos de éste lo vieran como un pijo repelente que intentaba ser encantador, no quería decir que no se le pasara que sus propios amigos podía llegar a hacer la vida imposible a la única persona que le ha gustado de verdad. Algo le decía que sus mejores amigas acabarían cediendo, quizás la más importante no tan rápido pero lo haría.

Pero el espacio se cerró. Sus ojos fueron directos hacía los del moreno. Las narices se rozaban y una frase pasó sin importancia. Al menos éste no le dio importancia. – Yo no sé quien es tu hermana… - Comenta soltando una pequeña carcajada. Y no era de prepotencia como las que soltaba cuando alguien se metía con él y éste ni siquiera sabía quién era. O cuando alguien lo tachaba de importante pidiendo explicaciones y él ni siquiera se acordaba de la cara de éstos. Era obvio que él se creía importante pero ellos lo dejaban más aún al quedarse tal cual. Pero sus ojos volvieron a dónde empezaron. Una mirada fijada en la del otro. Una sonrisa que delataba lo “encaprichado” que estaba con él. Sin duda el diario del snob estaba repleto de miles de cosas como esas. Cursiladas que reflejaban aquello.
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Mensaje por M. Torsten Dietrich Miér Sep 25, 2013 11:49 am

Transparente. La principal palabra con la que se me debía describir. Decía y hacía lo que quería, sin importarme lo que pudieran pensar los demás. No me costaba ser sincero con quienes se me cruzaban delante siendo amable, agradable y con una gran sonrisa, de esas que me caracterizaban. Con mi familia lo era aún más. La última vez que les oculté algo a mis padres, fue cuando mi hermana y yo teníamos ocho años, y a la pequeña de los Dietrich se le daba por robarse retazos de tela que mi madre guardaba en bolsas grandes después de cada uno de sus trabajos como costurera. Los juntaba y hacía diversos tipos de moños de colores, juntándolos todos, logrando hacer una prenda que cualquier niña de su edad quisiera tener en sus cabellos. Pero, como la mentira tiene patas cortas, mi madre nos descubrió en pleno acto ilícito, a las cinco de la mañana en su habitación de trabajo, escogiendo los retazos con los colores más bonitos. Desde aquella vez –que por cierto, terminó mejor de lo que esperábamos, porque la mujer que nos dio la vida solo le dijo: “La próxima vez pídeme lo que quieras”–, mis actos y pensamientos, siempre los había sabido mi familia. Así fuera algo que me sucedía en el colegio, como cuando me empezó a gustar un chico. Todo.

Si Ken me pedía que no le dijera a su madre de nosotros, lo haría, solo porque eso era mejor que dejar de verlo. Todavía no llegaba a entender el porqué de esa decisión tan extraña, y en ese momento era mejor no hacerlo antes de que mi cerebro se pusiera a cavilar hipótesis que terminarían haciéndome sentir mal. De solo pensar que debía mentirle a Eleanor, el estómago me dolía. Con respecto a las mentiras, me sentía peor que un típico niño miedoso y asustadizo, a quien traumaron al decirle que si no comía toda la sopa, el coco vendría y se lo llevaría. Léase, era un patético. Además, su mirada y sus manos en mis brazos, me derretían, ¿cómo darle una negativa teniéndolo así de tierno en frente? —Soy una tumba... —aseguré en tono bajo, con una media sonrisa y agarrándolo por los costados.  Un tumba, sí, mis labios estaban sellados. “Pregúntale por qué no quiere decirle a su madre”, recriminó mi consciencia, siendo rechazada al instante.

Cierto, muy cierto. El castaño desconocía de la existencia de mi hermana. Al menos físicamente, nunca se la había presentado. —Pues, ella sí sabe quién eres tú —anuncié mirándolo a los ojos. Dios. ¿Había dicho eso en verdad? Primero los saludos, ahora que sí sabe quién es. Vamos, de los dos, quien había dado a conocer que había “algo” era yo. Estaba metiendo la mata muy al fondo, casi hasta el muslo. —Se llama Antje —agregué segundos después, separándome de su cuerpo. Nadie paraba mi lengua. Saqué mi móvil y busqué, rápidamente, en los archivos de las imágenes. —Aquí está, es la hija que salió bonita —dije divertido, mostrándole mi foto favorita, donde sale con esa sonrisa tan contagiosa y natural. —Se la tomé hace no sé cuántas semanas, pero hacía mucho calor y habíamos salido a correr —en realidad, me había obligado, diciéndome que debíamos madrugar, para salir a hacer ejercicios, porque si no todo lo que comía, terminaría convirtiéndome en el joven más obeso del mundo. Después me soltó el rollo de que no quería ir sola y que quería bajar un par de kilos para ponerse un vestido que mamá le había hecho cuando tenía quince y no le quedaba. Recuerdo haberle dicho que quizás no le quedaba porque antes era una niña... ahora una mujer, aunque me costara que todo el mundo la viera de esa forma.
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Mensaje por Kenton S. Carson Jue Sep 26, 2013 8:54 am

Sería una buena opción lo de contar el por qué el chico debía ser una tumba. Otra cosa es que lo hiciera pero estaría bien, es decir, el decidió no contar nada sin pedir nada a cambio. Demostró una fidelidad como la de un perro, así, por decir algo. Tristemente no era la primera vez que Ken decidía guardar cosas para él mismo. Si no se le pregunta no se le saca la información, y si se le pregunta, se corre el riesgo de una respuesta negativa. Ken era igual en todos los ámbitos. Amigos, amores y demás. Algunos chicos cuando le pedían salir acababan siendo humillados porque… ¿Cómo alguien como él iba a salir con alguien como el otro? Era obvio. Si nuestro snob acabara cortando con el señor Tortuga, mucho me temo que podría acabar solo de por vida. Aunque no estén juntos eran algo. Y eso era algo que le costó dieciocho años asimilar. Motivos por el cual celebrar.

Otra de las cosas que rodeaban al snob durante toda su vida era el hecho de que todo el mundo lo conociera. Que gente que él mismo si conociera le hablara de otras personas porque ellas hablaron de ésta, sea mal o sea bien, y éste no tener ni idea de quienes eran. No es que se creyere importante, era una realidad. Tampoco se va a quedar con la cara de alguien si sabe que nunca lo va a tener que ver más. O si no le ha llamado la atención. Y la primera persona que le llamó la atención fuera de su familia fue su mejor amiga, desde ahí pocos han conseguido entrar en su vida de forma permanente. Muchas veces ha tenido que viajar, ha conseguido amigos en los viajes de verano que luego no ha vuelto a ver, ¿por qué debería recordar a todo el mundo que conociera? Con el tiempo acabó con una indiferencia incalculable de no prestarle atención a todo el mundo, hasta tal punto de acabar así. Y quizás era mentira aquello de que el moreno fue el primer chico que le llamó la atención, dos años atrás en un verano conoció a un chico, ni muy guapo ni muy feo, algo más alto que él y de la misma situación económica que éste. Era perfecto para Ken pero algo le echaba para atrás. Ya no era que fuera de ambos bandos sexualmente hablando, sino que era un chico que se lanzaba a la piscina con diferentes personas, no era nada fiel. Y por más que le gustara mucho, no podía confiar en él. Se quería demasiado así mismo. Al menos con el moreno llegó a algo más.

Solo dime que si la veo algún día, la podré llamar por otro nombre. Es muy extraño. – Sentencia. Ken siempre ha tenido un problema con los nombres, y no solo que le costaba asociarlos con las caras porque se olvidaba de éstas. Siempre acababa poniendo apodos a sus amigos porque le costaba la vida, es decir, como ejemplo estaba su mejor amiga a la cual llamaba por el diminutivo del nombre que no utilizaba para el público. Odiaba tener que utilizar el nombre completo, además de que no se le solía quedar y claro, con los profesores y los amigos de su madre tenía un serio problema. Por eso siempre pedía ayuda antes de llamarlos.

Miró la foto y se quedó un rato observándola. Le sonaba de algo. Nunca llegaría a la conclusión de que era la chica que en el campamento confundió con su posible novia. Quizás sí, pero era prácticamente imposible. Se encogió de hombros ante su confirmación. – No sé qué responder, ¿tengo que devolverle los saludos? – Pregunta arqueando una ceja.  Nunca le habían hecho ese comentario. Ellos nunca enviaban saludos, tan solo mensajes directos. La élite no era tan cordial como debería de ser. Se acercó a su oído. – No comparto tu opinión sobre que fue la hija que salió bonita, el bonito eres tú. – Responde en un susurro, soltando una pequeña risa al final. Lo pensaba de verdad, aunque eso era más que obvio, si no… ¿Qué haría con él? No es que fuera superficial, que sí que lo era pero aunque no todo se basara en el físico te debe atraer, si no te atrae es malo. Por más que quieras nunca lo verás más que un amigo. Y eso es así.
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